Jonathan Gullible: Capítulo 6

0

El impuesto a la altura

Al deambular por el pueblo Jonathan inmediatamente notó a un hombre de mediana edad que gemía y caminaba de rodillas. Por lo que podía verse, el hombre no parecía discapacitado, simplemente estaba arrodillado. Con toda amabilidad Jonathan le ofreció una mano de ayuda que el hombre empujó a un lado.

-No, gracias -dijo el hombre, en un gesto de dolor-. Puedo caminar perfectamente si quiero pero hay que acostumbrarse a andar de rodillas.

-¿Está usted bien? ¿Por qué anda arrastrándose de rodillas en lugar de caminar sobre sus pies?

-¡Aaaah! -se retorció el hombre de incomodidad-. Intento ajustarme al código impositivo.

-¿El código impositivo? -repitió Jonathan-. ¿Qué tiene que ver el código impositivo con caminar?

-¡Todo! ¡Claro! -Ahora el hombre estaba sentado sobre sus talones, descansando de la tortuosa prueba del movimiento. Mientras hablaba sacó un viejo pañuelo del bolsillo de su camisa y se limpió la frente, luego masajeó sus rodillas: primero una, luego la otra. Parecía que habían habido varias capas de parches gastados cocidos en las rodillas-. El código impositivo -dijo- fue modificado recientemente para nivelar la situación de las personas de diferentes alturas.

-¿Nivelar la situación? -preguntó Jonathan.

-Por favor inclínate para que no tenga que gritar -pidió el hombre-. Así está mejor. El Consejo de Gobierno decidió que las personas altas tienen demasiadas ventajas.

-¿Ventajas por la altura?

-¡Oh, sí! Las personas altas siempre son favorecidas en contrataciones, promociones, deportes, entretenimiento, política e ¡incluso en el matrimonio! ¡Claro! -Envolvió el pañuelo alrededor de la parte más recientemente desgastada de la rodilla de sus pantalones sucios y grises-. Así que los Lores decidieron igualar las cosas un poco con un fuerte impuesto a la altura.

-¿A los altos se les imponen contribuciones? -Jonathan miró a los costados y sintió que su postura comenzaba a inclinarse.

-Todos pagamos impuestos en proporción directa a nuestra altura.

-¿Nadie se opuso? -preguntó Jonathan.

-Sólo quienes se negaron a ponerse de rodillas -contestó el hombre condescendientemente-. Por supuesto, permitimos una exención para los políticos. ¡Generalmente votamos a los altos! Nos gusta mirar hacia arriba a nuestros líderes.

Jonathan se quedó enmudecido. Ahora se vio aflojándose, intentando encogerse concientemente. Señalando las rodillas del hombre con las dos manos preguntó con incredulidad: -¿Caminará de rodillas sólo para evadir un impuesto?

-¡Claro! -respondió el hombre con voz de dolor-. Todas nuestras vidas están delineadas para caber en el código impositivo. Hay algunos que hasta han empezado a gatear.

-¡Guau! ¡Eso debe doler! -gesticuló Jonathan.

-Sí, pero también duele no hacerlo. ¡Ah! Sólo los tontos se quedan erguidos y pagan impuestos más altos. Así que, amigo, sé inteligente y ponte de rodillas o te costará mucho.

Jonathan miró a su alrededor para ver un puñado de personas caminar de rodillas. Una mujer del otro lado de la calle gateaba lentamente. La mayoría de las personas se apuraba agachas, con los hombros inclinados hacia abajo. Sólo unos pocos caminaban orgullosamente erguidos, ignorando las sanciones de forma abierta. Entonces, Jonathan espió a tres caballeros del otro lado de la calle en un banco de plaza.

-Aquellos tres hombres -señaló Jonathan-, ¿por qué se están tapando los ojos, oídos, y bocas?

-Ah, ¿ellos? Están practicando -respondió el hombre poniéndose nuevamente sobre sus rodillas para seguir su camino-. Están practicando para nuevas series de propuestas fiscales.

Traducido del inglés por Hernán Alberro.

Print Friendly, PDF & Email