Jonathan Gullible: Capítulo 7

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Los planes mejor diseñados

Bordeando las calles había filas de docenas de casas de madera y un conjunto de edificios más altos un poco más adelante. Detrás de la línea de estructuras simples había una gran casa elegante, aislada sobre un extenso prado verde. Era una regia casa antigua construida con solidez, adornada con enrejados y bien conservada.

Al acercarse a la estructura Jonathan descubrió que era un lugar de gran actividad. Una cuadrilla con palos muy pesados había atacado la parte trasera de la casa y estaba comenzando a derribarla. Jonathan quedó impresionado con la velocidad con la cual estaban trabajando. Entonces, vio a una distinguida mujer de cabello gris que no parecía nada contenta con lo que estaba sucediendo. Esta mujer estaba parada cerca, con las manos apretadas en forma de puños. Gemía de forma audible mientras miraba a los obreros.

Jonathan se acercó a la mujer despreocupadamente y dijo: -¿Esa casa estaba bien construida? ¿Quién es el dueño?

-¡Buena pregunta! -respondió la mujer con vehemencia-. Pensé que yo era la dueña de esta casa.

-¿Pensó que era la dueña de la casa? Seguramente sabe si es dueña de una casa -dijo Jonathan.

El suelo se sacudió cuando toda una pared colapsó en el interior. La mujer observaba con impotencia la ondulante nube de polvo que surgía del casco.

-No es tan sencillo -gritó la mujer por encima del ruido-. La propiedad es control, ¿verdad? Pero en realidad nadie controla nada por aquí. Los gobernantes controlan todo, así que ellos son los verdaderos dueños de todo. Y son dueños de esta casa también, a pesar de que yo la construí y pagué por cada tablón y cada pieza. Cada vez más agitada, la mujer se acercó y arrancó un papel de un único poste que quedaba en pie donde momentos antes había habido una pared: -¿Ves este cartel? -Lo hizo un bollo, lo arrojó y lo pisó-. Los funcionarios me dicen lo que puedo construir, cómo puedo construirlo, cuándo puedo construirlo, y para qué puedo utilizarlo. Ahora me dicen que lo derribarán. ¿Suena como que soy dueña de la propiedad?

-Bueno -se aventuró Jonathan con timidez-, ¿no vivió aquí?

-Sólo en tanto pude mantener el pago del impuesto a la propiedad. Si no pagaba, los funcionarios me arrojaban a patadas ¡en menos tiempo de lo que se tarda en decir ‘próximo caso’! -La mujer se puso roja de furia y continuó jadeando-. Nadie es verdaderamente dueño de nada. Simplemente somos inquilinos del gobierno en tanto paguemos los impuestos.

-¿Entonces no pagó el impuesto? -preguntó Jonathan-. ¿Por eso están derrumbando su casa?

-¡Claro que pagué el maldito impuesto! -se expresó la mujer casi en un grito-. Pero no era suficiente para ellos. Esta vez, los Lores dijeron que mi plan para la casa no encajaba en el plan de ellos; el plan maestro del Consejo. “Condenaron” a mi casa; me dieron algo de dinero por lo que consideraron que valía; y ahora la derrumban para hacer una plaza. La plaza tendrá un monumento lindo y grande en el centro; un monumento a uno de ellos.

-Bueno, al menos le pagaron -dijo Jonathan. Pensó un momento y preguntó-: ¿No está satisfecha?

Lo miró de reojo: -Si estuviera satisfecha, no habrían solicitado a un policía que se quedara a mi lado para asegurarse de que me fuera pacíficamente. Y el dinero que me pagaron se lo sacaron a mis vecinos. ¿Quién los va a compensar a ellos? El dinero nunca sale del bolsillo de los Lores gobernantes.

Jonathan negó con la cabeza con desconcierto: -¿Usted dijo que era parte de un plan maestro?

-¡Ja! ¡Un plan maestro! -pronunció la mujer sarcásticamente-. Es el plan de quien tenga poder político. Si pierdo mi vida en busca de poder político, entonces seré capaz de imponer mis planes sobre los demás. Entonces podría robar casas en lugar de construirlas. ¡Es tanto más fácil!

-Pero seguro se necesita un plan para tener una ciudad inteligentemente diseñada -dijo Jonathan esperanzado en búsqueda de una explicación lógica para la condición de la mujer-. ¿No debería confiar en que el Consejo diseñe el plan?

Ella sacudió su mano en dirección al pueblo: -Velo tú mismo. La isla de Corrumpo está llena de planes delirantes. Peor aún es el plan que ya está finalizado; mejor descrito como falso, costoso, y feo.

De frente a Jonathan, la mujer agregó con un tono de candor resonante: -¿Sabías que habían construido un estadio deportivo en el que ninguno de los espectadores podía ver el juego? Te sería imposible lograrlo si lo intentaras, pero ellos lo hicieron. El flamante estadio era tan raquítico que ¡repararlo costó el doble que construirlo! Los Lores blasonan sus nombres sobre estas obras maestras y sus amigos consiguen los contratos.

Clavando un dedo en el pecho de Jonathan, ella declaró: -Sólo los planes estúpidos tienen que aplicarse por la fuerza. ¡La fuerza nunca obtuvo mi confianza! -Enojada, miró nuevamente a la advertencia de su casa-. ¡Aún no han oído mi última palabra!

Traducido del inglés por Hernán Alberro.

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