Los costes no se repercuten

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Ayer mismo escuché al término de una tertulia económica en la radio cómo la coordinadora, ante un rumor de que las tarifas energéticas iban a subirse solo a las empresas, decía que si se subían a éstas, acabarían repercutiéndolas a los clientes.

Éste es un error económico habitual. De alguna forma, se puede acabar diciendo que las empresas no tienen problema si suben los precios de sus factores, dado que siempre pueden repercutirlos a los clientes.

Se está partiendo de una concepción equivocada: la idea de que son los factores de producción los que determinan los precios, cuando, según la teoría subjetiva del valor, son los consumidores los que determinan los precios. El valor es subjetivo y, a pesar del machadiano “solo un necio confunde valor y precio”, lo cierto es que las cosas cuestan lo que la gente está dispuesta a pagar por ellas y no lo que cuesta producirlas.

Pongamos un ejemplo de una empresa E que produce al año 100 unidades del producto p que vende en su totalidad por un total 100.000€. Si se produjera un aumento del 10% en el precio de los factores de producción, según la teoría popular, se aumentaría el precio para un total de 110.000€ y esto absorbería el aumento. El aumento lo pagaría el sufrido consumidor.

¿No hay algo incorrecto en este planteamiento? Si cada unidad de p se estuviera vendiendo a 1.000€ y ahora se vende a 1.100€, no habría ninguna consecuencia.

Es evidente que al mismo precio no debería venderse la misma cantidad de p, pues en caso contrario, ¿por qué no estaría E vendiendo los productos a 1.100€ desde el principio y embolsándose el beneficio? Si dejara de vender una unidad de producto, sus ingresos anuales subirían a 108.900€, pero recordemos que sus costes aumentaron en 10.000€, así que tendría una pérdida neta de beneficios de 1.100€.

¿Podría darse el caso de que aún vendiendo menos ingresara más, incluso por encima de los costes? Supongamos que la empresa aprovecha para subir de precio al producto por encima de los nuevos costes, digamos a 1.200€ el producto y sólo pierde una venta. Ahora ingresaría 118.800€, lo que supondría un beneficio de 8.800€. De nuevo reaparece la pregunta, si podía vender a 1.200€, ¿por qué no lo hacía previamente? Le hubiera bastado con disminuir su producción hasta un óptimo o segmentarla por tramos. De ambas maneras habría estado obteniendo mayores beneficios con anterioridad.

Sin embargo, hay casos en la práctica en que el aumento de precios no supone una disminución en las ventas, debido a que la gente necesita la misma cantidad de ese producto (rigidez en la demanda). En un sistema de precios libres, esto no se produciría nunca, por la razón ya apuntada: el precio ya habría subido hasta ajustarse a la demanda. Así que esto solo puede darse en un sistema de control de precios. Si E no podía vender antes a 1.200€ por culpa de la intervención del Estado, el cambio en el precio máximo le llevaría a obtener un mayor beneficio. Parece evidente que no es un caso de repercusión de costes, sino de control de precios.[1]

¿Así que si sube el coste de los factores de producción, los consumidores no se verían afectados? No tan deprisa. Todo en la economía está relacionado.

Las empresas tenderán a absorber los costes de los factores de producción, pero en un mercado maduro, algunas de ellas tendrían previamente unos márgenes de beneficio muy estrecho o nulo (empresas marginales), a las cuales el aumento en los factores puede ocasionarles salirse del mercado. Solo tendrían dos posibilidades: aumentar los precios o liquidar la empresa. La primera alternativa no debería existir, por las razones ya expuestas (ya lo habría hecho) y la segunda tendría efectos en el mercado. La desaparición de las empresas marginales llevaría a una disminución de la oferta en un mercado maduro, lo que, de acuerdo con la oferta y la demanda, llevaría indirectamente a un aumento de precios (que, por cierto, podría suponer la salvación de algunas empresas que podrían así aumentar sus precios y recuperar parte del beneficio perdido).

En este caso, que por cierto, es el habitual en un mercado real, por supuesto el consumidor se ve perjudicado, pero también la riqueza general del país, ya que la producción en términos reales ha disminuido con la desaparición de las empresas marginales. Pero en todo caso no es que las empresas hayan repercutido sus costes de manera directa, lo que reafirma lo que dijimos desde el principio: Los costes no se repercuten.

Todo lo dicho anteriormente es aplicable a otro error habitual: las empresas no pueden repercutir a los clientes las subidas de impuestos. La explicación sería análoga a lo expuesto hasta ahora y excuso al lector repetir los argumentos anteriores.

¿De dónde proviene este error? El error es consecuencia de la teoría popular de que el precio de las cosas viene determinado por el coste de los factores. La teoría subjetiva del valor indica que las cosas discurren en sentido contrario. La gente está dispuesta a pagar un precio determinado por cada uno de los productos y servicios. Esta disposición sirve de indicador al emprendedor para averiguar en qué sectores de negocio resulta rentable invertir, dado que el margen de beneficio resulta ser superior. De esta manera, los empresarios pueden acudir al cálculo económico para la planificación de la producción, dirigiendo las inversiones a los sectores más rentables para la sociedad y generando riqueza y bienestar.

[1] Incidentalmente, este caso llevaría de todas formas a efectos perjudiciales, ya que el dinero adicional que los consumidores tendrían que dedicar a comprar p dejaría de usarse para la adquisición de otro producto p’, con lo que el perjudicado también sería otra parte del tejido empresarial. Sería una modalidad de la clásica “ventana rota” de Bastiat.

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