Para servir y proteger… al Estado

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El mes pasado, un tribunal internacional de derechos humanos abofeteó a Estados Unidos con una resolución de cara a la galería sin fuerza legal. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos entendía que Jessica Lenahan podía demandar al departamento de policía de Castle Rock, Indiana, por su rechazo en 1999 a aplicar una orden de alejamiento contra su esposo separado. Los tribunales estadounidenses habían rechazado su demanda.

La decisión del tribunal ha reiniciado la discusión de una tragedia de décadas. Pero el tema se presenta como una exposición de las políticas de violencia doméstica de Estados Unidos. Es más apropiadamente un ejemplo de la extrema desconexión entre el público y la policía en lo que se refiere a prevenir la violencia. El público grita: “¡Es vuestro trabajo!” La policía replica: “Díganselo al juez”. Y los jueces estadounidenses han decidido constantemente que la policía no tiene obligación de protegerte.

La resolución del tribunal revela una confusión común acerca del propósito de las fuerzas de orden público en Estados Unidos. Lenahan reclama que la policía tiene una obligación legal de protegerla de la violencia y por tanto que fue delictiva en su tarea. En realidad, proteger a la gente no es la misión de las fuerzas de orden público. Su propósito es aplicar la ley, administrar la voluntad del estado.

¿De dónde procede esta visión casi esquizofrénica de las fuerzas de orden público? El caso Lenahan ofrece algunas pistas.

Historial del caso

El 22 de junio de 1999, el marido separado y padre Simon Gonzales secuestró a sus tres hijas a pesar de una orden de alejamiento activa contra él. Frenética, su esposa Jessica (entonces Gonzales) telefoneó a la policía siete veces y acudió a la comisaría pidiendo ayuda. A pesar de que había una orden de alejamiento y ésta había sido violada, la policía rechazo prestarle más atención que la simbólica, creyendo que Simon no era violento. 24 horas después, se encontraron los cadáveres de tres niñas en la parte trasera de su furgoneta y Simon moría en un tiroteo con la policía.

Jessica presento una demanda de 30 millones de dólares contra la ciudad de Castle Rock, acusando a la policía de violar su derecho a un proceso debido de la Decimocuarta Enmienda. La cláusula de proceso debido de la Enmienda reza, en parte:

Ningún Estado podrá crear o implementar leyes que limiten los privilegios o inmunidades de los ciudadanos de los Estados Unidos; tampoco podrá ningún Estado privar a una persona de su vida, libertad o propiedad, sin un debido proceso legal; ni negar a persona alguna dentro de su jurisdicción la protección legal igualitaria.

Esencialmente, Jessica argumentaba que la negación del departamento de policía a aplicar una orden de alejamiento violaba un derecho constitucional a la protección.

El caso siguió su curso hasta el Tribunal Supremo de EEUU. El 27 de junio de 2005, el Tribunal Supremo rechazó Castle Rock vs. Gonzales basándose en que no había ningún derecho constitucional a la protección policial.

Según la ley de Colorado, la policía ha de “usar todos los medios razonables para aplicar una orden de protección”. Sin embargo, el Tribunal Supremo sentenció contra la ley estatal. La mayoría sostuvo que:

La ley de Colorado no ha creado un derecho personal a la aplicación de órdenes de alejamiento. No parece que la ley estatal haya hecho realmente obligatoria esa aplicación. Una tradición bien establecida de discreción policial ha coexistido desde hace mucho con leyes sobre arrestos aparentemente obligatorios.

Así que el centro de Castle Rock vs. Gonzales es una disputa policía vs pueblo. ¿Existe la policía para protegerte? La respuesta clara es que no. Desde la sentencia de 1856 del Tribunal Supremo en South vs. Maryland hasta Castle Rock, los tribunales han decidido que “no hay un derecho constitucional a ser protegidos por el estado contra ser asesinados por criminales o locos”. (Bowers vs. DeVito, 1982).

¿Entonces cuál es el propósito de la policía?

El sistema legal estadounidense deriva de la ley común inglesa y el policía moderno estadounidense se remontan a los sheriffs ingleses, pagados por el gobierno y responsables ante éste, no ante la comunidad. El propósito fundamental del sheriff era aplicar lo que se llamaban las “decisiones del gobierno”. Mantener el orden público era también una preocupación, pero el “orden” lo definía el gobierno.

La Inglaterra de finales del siglo XVIII es el periodo concreto de la historia al que se remontan las fuerzas policiales estadounidenses. Inglaterra estaba entonces convirtiéndose en un estado-nación moderno y se estaban creando muchas de las instituciones que hoy conocemos. Una de las primeras “leyes de policía” fue propuesta en 1785 por el Primer Ministro William Pitt, el Joven. Habría establecido una fuerza policial financiada con jurisdicción sobre Londres; la propuesta fue rechazada. Pero en 1786, los ingleses establecieron en Dublín una policía centralizada financiada por el municipio, con el propósito explícito de acallar el “desorden”. Al inicio de la rebelión de 1799 en Irlanda la fuerza de policía se centralizó y fortaleció aún más.

En esto como en otras medidas sociales, Irlanda fue un campo de pruebas para lo que más tarde se convertiría en la policía de Inglaterra. Por ejemplo, los ingleses impusieron en Irlanda hospitales financiados por el estado mucho antes de que existieran en Gran Bretaña. El establecimiento de las modernas fuerzas  de policía en Irlanda se completó en 1814 bajo Robert Peel, secretario jefe del Lord Lugarteniente de Irlanda, que estableció la Policía de Preservación de la Paz. Peel explicaba que la policía era una “fuerza paramilitar” (es decir, era militar tanto en su organización como en su formación). De acuerdo con su nombre, le propósito de la policía era preservar la paz frente a elementos perjudiciales (es decir, contra los rebeldes nativos irlandeses).

En su ensayo “Call the COPS’ – But Not the Police: Voluntaryism and Protective Agencies in Historical Perspective”, el libertario Carl Watner describía a Inglaterra como convirtiéndose en “más receptiva” a la idea de una fuerza moderna de policía

Así que en 1829, Peel (ahora Secretario de Interior para Inglaterra) fue capaz de persuadir al Parlamento para que aceptara su propuesta de una única policía controlada por el gobierno para Londres; la nueva Policía Metropolitana [era] (…) una versión rebajada y britanizada de la policía que había establecido antes en Irlanda.

¿Qué había cambiado desde 1785? Al menos dos factores tuvieron un peso específico. En su libro Police and Protest in England and Ireland 1780–1850 (1988), Stanley H. Palmer describía uno de ellos:

La experiencia de organizar y reclutar la policía irlandesa sin duda informó a la élite política inglesa central de la viabilidad de una policía, su utilidad en tiempos de desorden y las ventajas de un profesionalismo disciplinado. (p. 376).

En su libro Criminal justice: an introduction to philosophies, theories and practice (2004), Ian Marsh, John Cochrane y Gaynor Melville describían un segundo factor:

¿Por qué aparecieron las modernas fuerzas de policía en este momento, al principio del siglo XIX? Hasta entonces la amenaza a la libertad individual se había utilizado como argumento contra la policía organizada. Sin embargo, la llegada del capitalismo industrial llevó a un gran número de trabajadores empobrecidos (desempleados o subempleados) a trasladarse a los centros urbanos en expansión. Esto, junto con el crecimiento general de la población, llevó a temer (…) a las “clases peligrosas”. (p. 135).

En resumen, las raíces de las modernas fuerzas de policía en Inglaterra, como en Irlanda provenían de una necesidad percibida de control social.

Como en Inglaterra, lo mismo pasó en Estados Unidos. El modelo de Peel fue en buena medida adoptado por las ciudades estadounidenses durante el siglo XIX. Como apuntaba Carl Watner:

Uno de los temas dominantes en la historia de la policía en Estados Unidos ha sido la lucha por ver qué facción política controlaría la policía. Bajo la Constitución de EEUU, el poder policial no era una responsabilidad federal, sino más bien una obligación del estado, el condado o los gobiernos locales. Como el control de la policía era una responsabilidad local, tenía que oscilar “entre autoridades electivas de la ciudad o el estado. Así que en ningún lugar la relación de policía y política iba a ser más fuerte que en Estados Unidos”.

Así, la decisión del Tribunal Supremo de Estados Unidos en Castle Rock no debería haber sorprendido a nadie. Si el tribunal hubiera decidido que las órdenes de alejamiento eran derechos constitucionales a la protección, entonces el propósito fundamental de la aplicación estadounidense de las leyes habría cambiado del servicio a la ley al servicio a los individuos. Además, un precedente judicial como ése habría desencadenado una oleada paralizadora de demandas contra los departamentos de policía. También esto podría haber cambiado la “descripción del trabajo” de la aplicación de las leyes en Estados Unidos.

Una visión competitiva genuinamente estadounidense

¿Por qué persisten los estadounidenses en creer que los policías están ahí para protegerles?

Una razón: Al contrario que la mayoría de las naciones, Estados Unidos tiene un precedente histórico para la creencia. Se llama el Viajo Oeste. Como explicaban Terry L. Anderson y P.J. Hill en su ensayo “An American Experiment in Anarcho-Capitalism: The Not So Wild, Wild West”, la imagen del sheriff del pueblo de Oeste personificada en el Marshal Dillon es la de una fuerza privada de policía que sí protegía a las personas y la propiedad. Escribían:

Se percibe a menudo al Oeste de este tiempo como un lugar de gran caos, con poco respeto por la propiedad o la vida. Nuestra investigación indica que no fue el caso: los derechos de propiedad estaban protegidos y prevalecía el orden civil. Las empresas privadas ofrecían la base necesaria para una sociedad ordenada en la que la propiedad estaba protegida y los conflictos se resolvían.

Estas empresas normalmente no podían considerarse como gobiernos porque no tenían un monopolio legal del “mantenimiento del orden”. Pronto descubrieron que la “guerra” era una forma costosa de resolver disputas y se crearon métodos de acuerdo (arbitraje, tribunales, etc.) de menor coste. En resumen, este trabajo argumenta que una caracterización del Oeste Americano como caótico resultaría ser incorrecta.

Anderson y Hill ofrecen una visión revisionista convincente del “salvaje Oeste” que se mostraba de acuerdo con cómo se retrata en las novelas de Zane Grey. Escribe:

Sin embargo, recientemente exámenes más cuidadosos de las condiciones existentes hacen que dudemos de lo adecuado de esta percepción. En su libro Frontier Violence: Another Look, W. Eugene Hollon indicaba que creía “que la frontera del Oeste era mucho más civilizada, más pacífica y más segura que la sociedad estadounidense actual”. La leyenda del “salvaje Oeste” persiste a pesar de la conclusión de Robert Dykstra de que en cinco de los principales pueblos ganaderos (Abilene, Ellsworth, Wichita, Dodge City y Caldwell) para los años que van de 1870 a 1885, se reportaron sólo 45 homicidios: una media de 1,5 por temporada de comercio ganadero.

En Abilene, supuestamente uno de los pueblos vaqueros más salvajes, “no se mató a nadie en 1869 o 1870. De hecho, no se mató a nadie hasta la llegada de los agentes de la ley, empleados para evitar asesinatos”.

Hubo un tiempo en que una parte significativa de lo que hoy es Estados Unidos estuvo protegida por policías privados que eran pagados (y por tanto eran responsables) por la comunidad en la que servían. Los sheriffs del Oeste sí protegían a personas y propiedades, sí rescataban maestras y castigaban a los cuatreros. Su misión era mantener la paz evitando la violencia.

Los policías modernos aún disfrutan del brillo de ese legado aunque lo traicionen recibiendo salarios del estado e institucionalizando una indiferencia por la persona y la propiedad de quienes afirman servir. El policía moderno es de hecho la antítesis del Marshal Dillon y una expresión del estereotipo del sheriff británico: un funcionario civil responsable sólo ante el gobierno y la policía pública.

Conclusión

Así que la moraleja real de la tragedia Gonzales es ésta: Protégete tú mismo, porque a la policía no se le paga para cuidarte.


Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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