Comunismo salvaje

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Otra razón importante para el fracaso de Marx a la hora de publicar fue su cándido retrato de la sociedad comunista en el ensayo “Propiedad privada y comunismo”. Aparte de su esencia filosófica y no económica, retrataba una etapa espantosa pero supuestamente necesaria de la sociedad inmediatamente después de la necesaria revolución mundial del proletariado y antes de que se alcanzara finalmente el comunismo definitivo. La sociedad posrevolucionaria de Marx, la de un comunismo “irreflexivo” o “salvaje”, no era como para espolear las energías revolucionarias de la fe marxista.

Pues Marx se tomó muy a pecho dos ácidas críticas del comunismo que se había convertido en prominentes en Europa. Una fue la del anarquista mutualista francés Pierre-Joseph Proudhon, que denunciaba al comunismo como “opresión y esclavitud” y a quien Marx se refería explícitamente en su ensayo. El otro fue un libro fascinante del monárquico hegeliano conservador Lorenz von Stein (1815–1890), que había sido designado por el gobierno prusiano de 1840 para estudiar las perturbadoras nuevas doctrinas del socialismo y el comunismo que estaban en boga en Francia. Marx no solo mostraba una “familiaridad textual detallada” con el consiguiente libro de Stein de 1842, sino que realmente basó su concepto del proletariado como fundamento y motor de la revolución mundial en las ideas de Stein de las nuevas doctrinas revolucionarias como racionalizaciones de los intereses de clase del proletariado.

Más notablemente, Marx supuestamente estaba de acuerdo con el retrato de Proudhon y particularmente de Stein de la primera etapa de la sociedad posrevolucionaria, a la que calificaba con Stein como “comunismo salvaje”. La previsión de Stein de que el comunismo salvaje sería un intento de obligar al igualitarismo expropiando y destruyendo salvaje y ferozmente la propiedad, confiscándola y comunizando coactivamente a las mujeres, igual que la riqueza material. De hecho, la evaluación de Marx del comunismo salvaje, la etapa de la dictadura del proletariado, era incluso más negativa que la de Stein:

De la misma forma que una mujer abandona el matrimonio por la prostitución general [es decir, universal], así todo el mundo de riqueza, es decir el ser objetivo del hombre es abandonar la relación de matrimonio exclusivo con la propiedad privada para la relación de prostitución general con la comunidad.

No solo eso, sino que como dice el Profesor Tucker, Marx concede que

el comunismo salvaje no es la trascendencia real de la propiedad privada, sino solo su universalización, no la superación de la avaricia, sino solo su generalización y no la abolición del trabajo, sino solo su extensión a todos los hombres. Es sencillamente una nueva forma en la que aflora la vileza de la propiedad privada.

En resumen, en la etapa de comunalización de la propiedad privada, se maximizarán las que Marx considera peores características de la propiedad privada. No solo eso, sino que Marx concede veracidad a las acusaciones de los anticomunistas de entonces y de hoy de que el comunismo y loa comunicación no es sino la expresión, en palabras de Marx, de “la envidia y un deseo de reducir todo a un nivel común”. Lejos de llevar a un florecimiento de la personalidad humana como se supone que afirmaba Marx, este admite que el comunismo la negará completamente. Así que Marx dice:

Al negar completamente la personalidad de los hombres, este tipo de comunismo no es realmente sino la expresión lógica de la propiedad privada. La envidia general, constituyéndose como poder, es el disfraz con el que se restablece y satisface la avaricia, solo que de otra manera (…) En la aproximación a la mujer como botín y sirvienta de la lujuria comunal se aprecia la infinita degradación en la que el hombre existe para sí mismo.

En general, el retrato de Marx del comunismo salvaje es muy similar al de los regímenes monstruosos impuestos por los anabaptistas coactivos del siglo XVI.

El Profesor Tucker añade, tal vez subrayando lo evidente, que “estas vívidas indicaciones de los manuscritos de París de la forma en que veía y evaluaba Marx el periodo posrevolucionario inmediato, muy probablemente expliquen la extrema reticencia que siempre mostró posteriormente sobre este tema en sus escritos publicados”.

Pero si este comunismo se reconoce como tan monstruoso, un régimen de “degradación infinita”, ¿por qué debería nadie estar a favor de él y mucho menos dedicar su vida y luchar en una sangrienta revolución para establecerlo? Aquí, como es habitual en el pensamiento y escritos de Marx, vuelve a caer en la mística de la “dialéctica” (esa maravillosa palabra mágica por la que un sistema social da inevitablemente lugar a su victoriosa trascendencia y negación). Y en este caso, por la que el mal total (que curiosamente, resulta ser la dictadura posrevolucionaria del proletariado y no el capitalismo precedente), se transforma en el bien total.

Como mínimo, Marx no puede ni intenta explicar cómo un sistema de total avaricia se transforma en total falta de la misma. Deja todo a la brujería de la dialéctica, ahora una dialéctica totalmente desprovista del supuesto motor de la lucha de clases, que aun así transforma de alguna manera la monstruosidad del comunismo salvaje en el paraíso de la “etapa superior” del comunismo.

Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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