Formalismo inerte frente a economía viva

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[Living Economics: Yesterday, Today, and Tomorrow. Por Peter J. Boettke. Independent Institute – Universidad Francisco Marroquín. xx + 435 páginas]

Este libro notable recopila 22 artículos de Peter Boettke, 8 de los cuales han sido escritos en colaboración con otros, incluyendo a Peter Leeson, Christopher Coyne, Steve Horwitz, David Prychitko y Frederic Sautet. (Boettke es un renombrado profesor de economía y Coyne y Leeson son antiguos alumnos suyos). Boettke probablemente se más conocido como economista por sus estudios del socialismo soviético y por su obra sobre economía del desarrollo, pero sus intereses son mucho más amplios. Demuestra una notable capacidad para retratar con simpatía a investigadores de opiniones muy variadas; el libro incluye, por ejemplo, valiosas explicaciones sobre Warren Samuels, Peter Berger, Gordon Tullock y Kenneth Boulding.

Sin embargo, no hay que decir que dos escuelas de pensamiento económico han moldeado principalmente su punto de vista. Son la Escuela Austriaca y la Escuela de la Elección Pública de Virginia. Estas dos escuelas de pensamiento proporcionan a Boettke su principal munición en la batalla que libra durante la mayoría del libro. Tal y como lo ve, una buena parte de la teoría económica contemporánea está dominada por una doctrina mecánica y científica. Esta falsa doctrina ignora las realidades de la acción, el tiempo y la ignorancia, en una inútil búsqueda del falso dios de la perfección estática.

Nadie puede leer este libro sin verse impresionado por los amplios conocimientos de Boettke, pero no siempre estoy de acuerdo con sus interpretaciones. Propongo en lo que sigue examinar tres elementos importantes del libro: la explicación de la metodología austriaca, especialmente como aparece en la obra de Mises, el uso de hecho de la apelación de James Buchanan al status quo como punto de partida para propuestas política y las críticas de la economía neoclásica contemporánea.

Boettke apunta correctamente que Mises pensaba que las proposiciones de la teoría económica eran una verdad apriorística. “Mises apuntaba que el carácter apriorístico de la lógica pura de la elección implica que la teoría económica nunca puede validarse o invalidarse empíricamente” (p. 207). Hasta aquí, bien, pero ahora aparece la pregunta: ¿cómo consideraba Mises el carácter apriorístico?

Boettke de nuevo es correcto cuando dice: “Según Mises, es verdad que, igual que las leyes de la geometría, la lógica pura de la elección es completamente tautológica” (p. 209).  ¿Pero por qué dice también justo antes de esto, “aunque Mises pueda entenderse que se basaba en Kant, en definitiva va más allá de este al rechazar de plano la tradicional distinción analítico-sintética” (p. 209)? Las tautologías son verdades analíticas: ¿cómo puede alguien que crea que la lógica pura de la elección consiste en tautologías negar al tiempo la distinción analítico-sintética?#

Si los principios de la praxeología son tautologías, ¿cómo puede Boettke pensar también que

hay un elemento de “falibilidad” similar al de [Barry] Smith en la concepción de Mises  de un conocimiento apriorístico, que aunque “verdadero” para el hombre que actúa en el presente puede finalmente revelarse como erróneo (es decir, incoherente con la realidad objetiva) con mayores desarrollos en la evolución de la mente humana. (pp 205-206)?

¿Cómo puede una tautología convertirse en falsa en algún momento del futuro?

La explicación de Boettke parece difícil de reconciliar con este pasaje de La acción humana:

El problema de si hay o no elementos apriorístico de pensamiento (es decir, condiciones intelectuales necesarias e inevitables del pensamiento, anteriores a cualquier caso real de concepción y experiencia) no debe confundirse con el problema genético de cómo adquirió el hombre sus capacidad mental humana característica. El hombre desciende de ancestros no humanos a los que las faltaba esta capacidad. (…) De ahí, el empirista concluye que los principios fundamentales de razonamiento son resultado de la experiencia y representan una adaptación del hombre a las condiciones de su entorno. (…) La razón, el intelecto y la lógica son fenómenos históricos. (…) Nada sugiere que la lógica como la conocemos sea la última y definitiva etapa de la evolución intelectual. La lógica humana es una fase histórica entre la no lógica prehumana por un lado y la lógica sobrehumana por otro. (…) Pero el problema del apriorismo es de un carácter diferente. No se ocupa del problema de cómo han aparecido la conciencia y la razón. Se refiere al carácter esencial y necesario de la estructura lógica de la mente humana. (Human Action, Scholar’s Edition, pp.33-34, cursiva añadida).

Boettke ha atribuido a Mises exactamente la postura empirista contra la que argumenta el propio Mises.#

Por desgracia, no es el único caso en que Boettke hace comentarios incorrectos acerca de Mises. Dice:

Utilizado como un tipo ideal, el análisis del equilibrio permitió a los economistas describir cómo sería el mundo en ausencia de imperfecciones como la incertidumbre y el cambio. (…) El equilibrio se usó como un tipo ideal por economistas austriacos como Mises y Hayek. (p. 281)

Aquí, en lo esencial, Boettke tiene razón: Mises no pretendió que la Economía en Rotación Constante (ERC) fuera una descripción de la realidad o un patrón por el que debería juzgarse. Más bien era una construcción imaginaria útil para el economista para desarrollar una teoría económica.

El problema reside más bien en el uso de Boettke de la expresión “tipo ideal”. Mises dice expresamente que las abstracciones de la economía no son tipos ideales.

Los tipos ideales son las nociones concretas empleadas en la investigación histórica y en la representación de sus resultados. Son conceptos de comprensión. Como tales, son completamente diferentes de las categorías y conceptos praxeológicos y los conceptos de las ciencias naturales. Un tipo ideal no es un concepto de clase, porque su descripción no muestra las marcas cuya presencia determina definitivamente y sin ambigüedades la pertenencia a la clase. No puede definirse un tipo ideal. (Human Action, pp. 59-60)

Por supuesto, la ERC puede definirse. No se trata solo de términos: al llamar al ERC un tipo ideal, Boettke ha omitido una distinción clave en la epistemología de Mises.

Los artículos de Boettke sobre James Buchanan expresan muy bien su entusiasmo por ese eminente economista, pero creo que está demasiado dispuesto a estar de acuerdo con Buchanan en abrazar el status quo como punto necesario de partida para cambios propuestos en políticas. En opinión de Buchanan, los cambios propuestos deben exigir un consenso entre las partes interesadas. Partiendo de la situación existente, podemos ser capaces de llegar a propuestas que todos aceptarían como mejoras.

¿Pero no hay un problema evidente en esta opinión? ¿Qué pasa si empezamos en una situación en la que se está violando derechos? ¿Deben los esclavos negociar con sus amos para conseguir su libertad? Sin duda, a menudo será para ellos prudentemente racional hacerlo. ¿Pero por qué se nos prohíbe decir que no tendrían que estar esclavizados y que sus amos no merecen ninguna indemnización? La gente no pierde sus derechos porque en la situación existente se están violando.

Boettke es consciente del problema:

[Warren] Samuels (…) apunta correctamente que aunque la aproximación de Buchanan no tiene ninguna propiedad salvo su existencia, el criterio unánime sí privilegia la situación existente. Me parece [a Boettke] que Samuel tiene razón, hay un “conservadurismo” dentro del análisis al desarrollar Buchanan la aproximación. ¿Pero cuál es la alternativa? (…) Un modelo dirigido por el consentimiento mutuo no tiene que negar lo que apunta Samuel ni sobre la no neutralidad de los asuntos (…) pero sí sugiere que podemos esforzarnos por minimizar el impacto de la  no neutralidad. (pp. 119-120)

Sin embargo, ver las cosas de esta manera hace una concesión indebida a Buchanan. Es un escéptico ético: para él, afirmar que algo es “correcto” expresa simplemente preferencias personales. Uno pude intentar imponer estas preferencias a otros, pero si uno quiere evitar esto, debe tomar las preferencias de la gente como son. Buchanan dice en una carta a Samuel:

Pero mi defensa del status quo deriva de mi falta de voluntad, en realidad de mi incapacidad, de explicar otros cambios que no sean de tipo contractual. Por supuesto, puedo renunciar a mis propias ideas y pensar cómo podría Dios escucharme e imponer estos cambios a vosotros, a mí y a todos los demás. (p. 119).

La idea de una ética objetivamente verdadera es ajena a Buchanan. Si Boettke desea abrazar un escepticismo ético de este tipo, tendría que haber ofrecido alguns consideraciones a su favor.#

Como mencioné antes, hay un tema central que unifica el libro de Boettke. La economía sensata debe tomarse en serio el tiempo y el cambio y para hacerlo deben reemplazarse  los estériles modelos de los neoclásicos. En su famoso discurso de toma de posesión en la London School of Economics en 1933, Hayek sugería que el principal peligro para la economía provenía de la oposición a la teoría de la Escuela Histórica alemana y grupos similares. Ahora la situación en completamente diferente. Deben abandonarse “siete décadas de desastrosa formalización” y recuperarse “las realidades de la vida económica” (p. 315).

Es una afirmación ambiciosa y a veces Boettke consigue dar golpes decisivos contra el formalismo neoclásico. En el capítulo que he encontrado más impresionante, “La contribución olvidada: Murray Rothbard sobre el socialismo en la teoría y la práctica”, Boettke demuestra oportunamente cómo los modelos neoclásicos del socialismo sobrevaloran enormemente la capacidad de los planificadores de ocuparse de los datos concretos de la economía. Aquí su tesis es completamente correcta: el árido formalismo ocluía la necesidad de valoración realista.

La economía del equilibrio de Taylor-Lange-Lerner era incapaz de entender la naturaleza del cálculo económico porque resuelve el problema por suposición, lo que en realidad no es ninguna solución en absoluto. (…) Es este mundo real de bienes heterogéneos de capital con múltiple especificidad donde la capacidad de realizar un cálculo económico racional es vital para el éxito o fracaso del sistema económico. Sin las señales de los precios de mercado y la contabilidad de pérdidas y ganancias, los planificadores económicos quedarían a la deriva en el mar de las posibilidades. (p. 83)

De verdad que esto está muy bien dicho. Pero uno se pregunta por qué, en el curso de un inteligente homenaje a las contribuciones de Rothbard al debate del cálculo socialista, omite un hecho importante. Dice correctamente que “la presentación de Rothbard en 1962 implicaba del fracaso de la economía del equilibrio en ocuparse adecuadamente de los asuntos del debate del cálculo socialista que se destacaron en contribuciones posteriores” (p. 82). No señala que Mises en 1949 ya había reconocido totalmente la irrelevancia para el debate de las soluciones de equilibrio general. La sección “Las ecuaciones diferenciales de la economía matemática”, en La acción humana es aquí de importancia decisiva.

Aunque me parece que Boettke tiene razón en sus protestas contra los excesos del formalismo, a veces su ataque se basa en afirmaciones sin respaldo argumentativo. Dice que los economistas de la Escuela de Chicago sostenían que “los mercados reales llegan asombrosamente a aproximarse a las propiedades de eficacia del equilibrio competitivo general” (p. 280), pero no demuestra que todos estos economistas se vieran cautivados por sus modelos matemáticos hasta ignorar la realidad. Por ejemplo, ¿es esto cierto para Milton Freidman y Yale Brozen? Estos economistas parecían m´s bien argumentar que muchos mercados importantes estaban compuestos por grandes números de pequeñas empresas y que los monopolios que se dedicaban a precios predatorios estaban exagerados. Su argumento parece más sólido para Robert Lucas, pero tampoco aquí muestra Boettke exactamente dónde fallan los modelos de Lucas. Actúa más bien como si bastara con decir la opinión de Lucas para demostrar su absurdo: la visión neoclásica es “evidentemente contraria a la realidad” (p. 301). Tal vez lo sea, pero Boettke tiene que probarlo y no solo decirlo.

A pesar de estas críticas, el libro de Boettke merece la atención de todos los estudiosos de la economía austriaca. El entusiasmo y devoción de Boettke por una economía libre son evidentes en todo él. Dice que habitualmente dice a los estudiantes

que la humanidad ha demostrado dos propensiones naturales: al transprote, el trueque y el intercambio (como enseñaba Adam Smith) y a la rapiña, el pillaje y el saqueo (como nos enseñó Thomas Hobbes) y el que se siga cada propensión es una función del marco institucional en el que se encuentran los individuos viviendo e interactuando. (p. 385)

No cabe duda de cuáles de estas propensiones desea Boettke estimular.#


Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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