Cómo acabar con la Fed y cómo no

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Sería muy fácil acabar con el Sistema de la Reserva Federal. El Congreso escribiría la siguiente propuesta de ley. El presidente la sancionaría.

  1. La Ley de la Reserva Federal de 1913 y todas sus enmiendas posteriores quedan derogadas a partir de ahora.
  2. El oro que pertenece al gobierno de Estados Unidos y está en depósito en el Sistema de la Reserva Federal, se transfiere a partir de ahora a las cuentas del Tesoro de Estados Unidos.

Si el Sistema de la Reserva Federal ha realizado algún acuerdo secreto con otros bancos centrales respecto de la propiedad de ese oro, esos acuerdos se convertirían en legalmente nulos. La Fed no poseería ningún oro propio para entregar. La propiedad revertiría al gobierno de Estados Unidos.

Si otros bancos centrales quisieran demandar al Sistema de la Reserva Federal, una entidad exclusivamente privada, que actúa solo bajo su propia autoridad, para recuperar cualquier oro que la Fed hubiera prometido entregar, tendrían derecho a hacerlo. Si realmente pensaran que la Fed podía entregar a partir de esos acuerdos simplemente porque lo ordene un tribunal, podrían contratar abogados y presentar una demanda.

Andrew Jackson contra la banca centralizada

Hay un precedente legal para todo esto. En 1832, Henry Clay y sus aliados en el Congreso decidieron hacer un asunto político del Segundo Banco de Estados Unidos, el Sistema de la Reserva Federal de la época. Era un año de elecciones presidenciales. Clay proponía la recertificación del banco cuatro años antes. La propuesta fue aprobada en el Congreso. El relato de la Wikipedia de lo que pasó después es adecuado. Tuvo lugar una confrontación entre Nicholas Biddle, el banquero central más arrogante de la historia, y el presidente Jackson. ¿Cuánto de arrogante? Creía que podía aplastar a Andrew Jackson y eso decía en cartas privadas.

Jackson movilizó a sus bases políticas al vetar la propuesta de recertificación y el veto sostenido le hizo conseguir fácilmente la relección sobre su programa contra el banco. Jackson procedió a destruir el banco como fuerza financiera y política retirando sus depósitos federales y en 1833 los ingresos federales se desviaron a bancos privados seleccionados por orden ejecutiva, acabando con el papel regulatorio del Segundo Banco de Estados Unidos.

Esperando obtener un rescate del banco, Biddle indujo una breve crisis financiera de la que se culpó inicialmente a la acción ejecutiva de Jackson. En 1834, se produjo una reacción general contra las tácticas de Biddle, acabando con el pánico y se abandonaron todos los esfuerzos de recertificación.

En febrero de 1836 el banco se convirtió en una empresa privada bajo la ley de la comunidad de Pennsylvania. Suspendió pagos en 1839 y fue liquidado en 1841.

Jackson no tuvo que hacer nada más que retirar sus cuentas. El banco no pudo competir. Era un apéndice legal del gobierno de EEUU, aunque de propiedad privada. Fracasó.

Lo mismo pasaría con el Sistema de la Reserva Federal. Sus beneficios se verían así gravados por gobiernos federal y estatales. Se acabaría su autoridad para regular a los bancos comerciales. Ya no establecería requisitos de reserva. Las reservas extraordinarias propiedad de los bancos comerciales que estén en depósito en la Reserva Federal ya no estarían respaldadas por el gobierno de EEUU en modo alguno. Probablemente se retirarían de inmediato (un total de 1,5 billones de dólares). Sería una corrida bancaria sin parangón en la historia bancaria.

La Reserva Federal y sus aliados (prácticamente toda la clase intelectual) utilizan este miedo para mantener su postura como burocracia cuasipública a cargo del dinero de Estados Unidos. Usa este cebo para atraer a la nación a la trampa para langostas de la deuda (deuda apoyada por el dinero fiduciario de la Reserva Federal y los déficits del Congreso) y el país no puede ver una salida sin dolor. No hay salida sin dolor, como descubriremos en las próximas dos décadas: hiperinflación o el gran impago deflacionista o ambas cosas.

La deuda pública y la inflación monetaria no pueden continuar indefinidamente. O el dólar muere o la deuda se impaga. Tal vez ambas cosas.

Adiós, Fed

¿Qué remplazaría al Sistema de la Reserva Federal? Nada. Sin ninguna conexión con el gobierno federal, no habría banco central.

¿Cuál sería la nueva divisa de Estados Unidos? Sospecho que no los billetes de la Reserva Federal. Otra cosa. ¿Pero qué? Lo que cree el libre mercado.

¿Quién rescatará al Congreso cuando tenga enormes déficits? El Sistema de la Reserva Federal, no. ¿Entonces quién? Tal vez nadie. Preferiblemente nadie. ¿Quién estará allí con la QE3? El Sistema de la Reserva Federal, no. ¿Entonces qué? Preferiblemente nada.

Hay un viejo lema político: “No puedes derrotar a algo con nada”. Pero el sistema del libre mercado de oferta y demanda, pérdidas y ganancias, no es nada. Remplazar la banca de compinches y la autoridad legal para imprimir moneda falsa es positivo. Es como remplazar células cancerosas con células normales. Es una enorme mejora.

Problema: eliminar quirúrgicamente células cancerosas sin anestesia es doloroso. La gente retrasa la operación todo lo que puede. El cáncer se extiende.

Reformas propuestas por economistas

El gran error de todos los planes de reforma, regulación o incluso remplazo de la Fed es este: establecen un sistema diseñado profesionalmente de gestión del dinero que se basa en economistas pagados por el gobierno. Estos planes tienen esto en común: nunca se basan exclusivamente en el libre mercado para determinar qué es el dinero. Siempre poner al mando a un comité. Se supone que el comité estará compuesto por economistas. En resumen, todos los reformadores invocan una planificación centralizada de algún tipo.

El punto de partida de cualquier sistema económicamente viable de acabar con la Fed sería un compromiso de evitar todas las formas de planificación centralizada, por todas las razones que indicó Ludwig von Mises en su clásico ensayo de 1920, Economic Calculation in the Socialist Commonwealth.

Ha aquí el problema tanto en la teoría como en la práctica: los reformistas académicos del banco central creen en la planificación económica centralizada. No confían en el libre mercado en el área del dinero. Todos piensan que un comité de expertos asalariados del gobierno tiene más sabiduría que el libre mercado.

El beneficio esencial de mi propuesta de reforma es que no se basa en ningún comité. No se basa en la coacción por parte del gobierno. Se basa exclusivamente en el libre mercado. Por eso la rechazarán los keynesianos, la rechazarán los monetaristas friedmanitas, la rechazarán los economista de la oferta, la rechazarán los “greenbackers”. Ninguno de ellos cree en el ensayo de 1920 de Mises.

Si tuviera motivos, tiempo y curiosidad, escribiría un libro sobre las diversas reformas propuestas del Sistema de la Reserva Federal. ¿Pero por qué preocuparse? Ninguna de las reformas propuestas obtendrá nunca una amplia aceptación. Los economistas académicos no están muy de acuerdo en nada, salvo en la sensatez de la banca centralizada. Están de acuerdo con Marx, que defendía la idea de un banco central en sus famosos diez pasos hacia el comunismo.

Además, el Congreso no aprobará ninguna reforma cuidadosamente diseñada. Si aprueba algo, será algún plan de último minuto propuesto por un comité conjunto del Congreso que esté aconsejado por el secretario del tesoro (Goldman Sachs) y el presidente del Consejo de Gobernadores de la Fed en medio de una catástrofe financiera. En otras palabras, será una repetición del octubre de 2008.

“¡Confiad en el gobierno federal!”

Para explicar mi opinión (la fe crédula de los economistas en un dinero gestionado por un comité) voy a diseccionar un plan de reforma monetaria ofrecido por un oscuro economista universitario. ¿Por qué preocuparme? Porque su plan se remonta a un plan propuesto por Henry Simons, que enseñó a Milton Friedman. También se remonta a Irving Fisher, el inventor del número del índice estadístico.

Como veremos, el autor reclama un dinero fiduciario puro, emitido por el gobierno. Su propuesta incluye una banca de reserva al 100%, pero niega explícitamente ninguna necesidad de un patrón oro. La oferta monetaria estaría controlada por el gobierno. En resumen, podemos confiar en el gobierno para gestionar la oferta monetaria. He aquí lo que proponía Henry Simons en 1934:

Las reservas al 100% simplemente no pueden quebrar, en lo que respecta a los depositantes y no podrían crear o destruir dinero en efectivo. Estas instituciones aceptarían depósitos igual que los almacenes aceptan bienes. Su renta derivaría exclusivamente de los cargos por servicios, tal vez de cargos moderados por la transferencia de fondos mediante cheque o efecto bancario. (…) Estas propuestas bancarias definen medios para eliminar la perversa elasticidad del crédito que se obtiene bajo un sistema de banca comercial privada y para restaurar al gobierno central el control completo de la cantidad de dinero efectivo y su valor.

Esto se cita en una refutación de Simons escrita por el prfesor Huerta de Soto, economista de la Escuela Austriaca y jurista. Aparece en la página 732 de la versión en inglés de su detallado libro, Dinero, crédito bancario y ciclos económicos ([1998] 2012). La frase clave es: “restaurar al gobierno central el control completo de la cantidad de dinero efectivo y su valor”. No hay nada de libre mercado en su propuesta. Es estadista hasta la médula.

Simon dice

El discípulo de Henry Simons es el profesor Herman Daly. Está jubilado. Fue durante una generación un importante promotor de la economía del crecimiento cero. Ha desafiado la confesión esencial de fe de prácticamente toda la política. Una lista de sus libros lo explica: Toward a Steady-State Economy (1973); Steady-State Economics (1977; 1991); Valuing the Earth (1993); Beyond Growth (1996); Ecological Economics and the Ecology of Economics (1999) y Ecological Economics and Sustainable Development (2007). El título del último libro [Economía ecológica y desarrollo sostenible] es intrigante. El cómo puedes tener un desarrollo sostenible en una economía de crecimiento cero es indudablemente un acertijo. Pero, de verdad, es un acertijo que no quiero resolver. Creo que el desarrollo sostenible implica crecimiento económico. Si no es así, paso. Es un autoproclamado economista verde: verde en el sentido ecológico, no en el de dinero constante y sonante. (La mayoría de los economistas son verdes en este último sentido).

En un ensayo sobre reforma bancaria, propone el otro tipo de economía verde: la del dinero constante y sonante. Pregunta:

Si nuestro sistema bancario actual, además de fraudulento y corrupto, también os parece “descabellado”, debería serlo. ¿Por qué debería el dinero, un servicio público (que sirve como medio de intercambio, almacén de valor y unidad de cuenta) ser en buena parte un derivado de los préstamos privados? ¿Es eso realmente una mejora respecto de ser un derivado de la minería privada del oro, como era bajo el patrón oro?

Podéis ver por dónde va: (1) dinero como “servicio público” (gobierno); (2) oro como malo, porque es privado. Es un economista de la vieja escuela de Chicago: un hombre de moneda fiduciaria. Quiere lo verde, no el oro. Quiere papel, no metal. Quiere gobierno, no propiedad privada. Quiere insignias y armas, no contratos. Suena como un “greenbacker”. “¿Por qué debería el público pagar interés al sector bancario privado para proporcionar un medio de intercambio que el gobierno puede proporcionar con poco o ningún coste?”

¿No hay un modo mejor? Sí, lo hay. No tenemos que volver al patrón oro. Mantener el dinero fiduciario, pero pasar a una banca de reserva fraccionaria a un sistema con requisitos del 100% de reserva. El cambio no tiene que ser abrupto, podríamos aumentar gradualmente el requisito de reserva al 100%. La Fed ya tiene la autoridad para cambiar los requisitos de reserva pero apenas la usa. Esto pondría el control de la oferta monetaria y el señoreaje completamente en manos del gobierno en lugar de en buena parte en bancos privados. Los bancos ya no serían capaces de vivir el sueño del alquimista creando dinero de la nada y prestándolo con intereses. Todas las instituciones financieras cuasibancarias deberían seguir esta norma, regulada de forma que los bancos comerciales estén sometidos a requisitos de reserva del 100%.

Yo también estoy a favor de reservas al 100%, por el derecho contra el fraude. El profesor De Soto explica esto en 800 páginas. Pero no estoy a favor de que el Congreso de EEUU esté a cargo de la oferta monetaria. Pero él quiere un comité de economistas expertos y estadísticos para determinar la oferta monetaria.

Para conseguir la decadencia y eliminación final del dinero creado por los bancos y que paga intereses, el gobierno puede pagar algunos de sus gastos emitiendo más dinero fiduciario que no paga intereses. Sin embargo solo puede hacer esto hasta un límite estricto impuesto por la inflación. Si el gobierno emite más dinero del que la gente quiere tener voluntariamente, la gente lo intercambiará por bienes, elevando el nivel de precios. Tan pronto como el índice de precios empieza a aumentar, el gobierno debe imprimir menos. Así que una política de mantener un índice constante de precios dirigiría el valor interno del dólar. El valor externo del dólar podría dejarse a los tipos de cambio fluctuando libremente.

Es un hombre de comités. Todos son hombres de comités. Todos muestran fe en comités de economistas.

¿Quién se asegurará exactamente de que el Congreso no infle? ¿Quién aplicará la norma de que la oferta monetaria (indefinida) aumente los precios para llegar a aumentos cero en precios?

Nunca lo menciona. Los reformistas de la Fed nunca lo hacen. “Confiad en el Congreso”, implican. Los greenbackers de la vieja religión si dicen esto. Los doctores reformistas nunca lo hacen.

Luego invoca a John Maynard Keynes:

Alternativamente, si instituimos la unión internacional de compensación de John M. Keynes, el valor externo del dólar, junto con el de todas las demás divisas, podría establecerse en relación con el bancor, una unidad de cuenta común denominador utilizado por la unión de pagos. El bancor serviría como divisa internacional de reserva para resolver los desequilibrios comerciales, una especie de sustitutivo del oro.

Así que pasamos del patrón oro (malo) a un comité nombrado por el Congreso (bueno). Ahora pasa a un comité del Nuevo orden Mundial que está totalmente separado del Congreso (mejor). Después de todo, no es un puro “greenbacker” del 100%. Es un “greenbacker” ecológico keynesiano-chicago-internacionalista de crecimiento cero. Es único. Afortunadamente.

Luego se sincera. Admite de dónde vino su idea.

En la década de 1920, los principales economistas de la universidad, Frank Knight, de Chicago, e Irving Fisher, de Yale, junto con otros que incluían al economista clandestino y Premio Nobel de Química, Frederick Soddy, defendieron fuertemente una política de reservas al 100% para los bancos comerciales.

Helo aquí: una apelación a Frederick Soddy, uno de los santos patrones de los “greenbackers”  y sus primos, los tecnócratas. Soddy era un maniaco monetario. Sigue siendo citado por los “greenbackers”. Nunca he visto antes a un economista doctor tener el coraje o la honradez de citarlo.

También está Irving Fisher, que inventó el número índice, la herramienta que usaría el comité de Daly para planificar la economía mediante la planificación del sistema monetario. Es el hombre al que Milton Friedman califica del mayor economista de América. Fue desafiado por Ludwig von Mises en la Teoría del dinero y del crédito (1912). Creía en el mismo sistema de dinero fiduciario que propone Daly. Perdió su fortuna la de su cuñada en la Gran Depresión. Fue el autor de esta idea, publicada el 17 de octubre de 1929:

Los precios de las acciones han alcanzado lo que parece una meseta permanente. No creo que vaya a haber pronto, si es que lo hay, una caída de 50 o 60 puntos respecto de los niveles actuales, como se ha predicho. Espero ver el mercado bursátil mucho más alto dentro de unos pocos meses.

Una semana después empezó el crash.

Si fue el mayor economista en la historia de América, ¿por qué fue también el pronosticador más lamentable en la historia financiera de América? Ofrezco esta sugerencia: su metodología estadística le equivocó.

Daly concluye:

Rechazar esas políticas sensatas como extremistas a la vista del fracaso y fraude repetidamente mostrados por nuestro actual sistema financiero es bastante absurdo. La idea no es nacionalizar bancos, sino nacionalizar el dinero, que es un servicio público natural en primer lugar. El hecho de que esta idea apenas se discuta hoy, a pesar de sus distinguidos antecedentes intelectuales y sentido común, es testimonio del poder de los intereses creados sobre las buenas ideas. Es asimismo testimonio del poder de veto que nuestros viejos fetiches ejercitan hoy sobre el pensamiento de los economistas.

Rechazo todo esto por ser tonterías de dinero fiduciario. Es planificación centralizada por un comité monetario. Alguna versión de esta doctrina es sostenida por prácticamente todos los economistas de la corriente principal. El profesor Daly es sencillamente el más transparente acerca de la doctrina del dinero por un comité burocrático público.

Conclusión

Hoy el gremio económico carga con un siglo de teoría monetaria errónea. La planificación centralizada sigue siendo la doctrina universal: la planificación centralizada del dinero. La búsqueda de poder mediante la política ha sido el sueño de todos los pretendidos reyes filósofos desde los días de Platón. Es el sueño que escucharán los políticos a los expertos en todos los tiempos, especialmente en tiempos de crisis.

El sueño está agrietado. ¿Por qué se lo tomaría en serio alguien con algo de entendimiento de la política? Pero los economistas sí se lo toman en serio. Todos, menos los austriacos.


Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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