Haciendo de Mises un hombre de paja

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“Si no hubiera sido por Menger o su alumno directo Eugene [sic] Von BB, no habría austriacos. Lo siento Mises: con todo el respeto, se cometieron demasiados errores”. ~ Tweet del 10 de agosto de Sandeep Jaitly.

La semana pasada, el Keiser Report, presentado por Max Keiser, tuvo una parte con Sandeep Jaitly, un seguidor de Antal Fekete y autor del tweet anterior. Bueno, Jaitly no parece el peor tipo del mundo, así que no me entusiasma criticarle, pero decir que Mises cometió demasiadas desviaciones como para considerarlo un economista austriaco es realmente demasiado.

Sobre subjetivismo, sobre imputación inversa, sobre “costes de producción”, sobre método, sobre utilidad marginal, sobre el origen del dinero (en otras palabras, sobre todo por lo que recordamos a Menger), Mises era un mengeriano y por tanto un austriaco. Uno difícilmente supondría que pudiera haber ninguna controversia en absoluto sobre esto.

El tweet de Jaitly evidentemente picó la curiosidad de Keiser, que preguntó cuáles eran los errores de Mises.

“Sus errores fueron demasiado grandes como para explicarlos en el programa”, replicó Jaitly y procedió a listar unos pocos (ver más abajo). Pero después de decir que los errores de Mises “fueron demasiado grandes como para explicarlos”, continuó diciendo:

No es insultante o denigratorio lo que ha hecho von Mises. Fue indudablemente el mayor economista del siglo XX. Es solo que cometió unos pocos ligeros errores de observación. Eso es todo.

Entonces ¿los supuestos errores de Mises eran demasiado grandes incluso para poderse explicar o eran “ligeros errores de observación”? Si era esto último, ¿cómo podrían errores ligeros expulsar a Mises del canon austriaco? Y si, como concede Jaitly, Mises fue realmente el “mayor economista del siglo XX”, ¿qué dice de la Escuela Austriaca a la que Jaitly reclama pertenecer el que el mayor economista del siglo no pueda calificarse como austriaco?

Keiser continuó y promocionó este episodio como explicación de la “economía austriaca real de Carl Menger frente a la economía austriaca falsa de Ludwig von Mises”.

Según Jaitly, el primer error de Mises fue que “no volvió al axioma original de Menger, que es que el valor no está fuera de tu propia conciencia [es decir, el valor es subjetivo]”. Así que Jaitly está diciendo que Menger adoptó la idea del valor subjetivo y que Mises la rechazó o “no volvió” a ella.

La verdad es exactamente la contraria. En todo caso, Mises insiste tanto en que el valor es subjetivo que puede haber temido poner a prueba la paciencia del lector. Robert Wenzel, en su propia crítica de Jaitly elige una cita ejemplar de Mises, tal vez al azar: “El valor no es intrínseco, no está en las cosas. Esta dentro de nosotros: es la forma en que el hombre reacciona a las condiciones de su entorno”.

Citas como esta podrían multiplicarse varias veces. No puedo entender qué podía tener Jaitly en mente.

De hecho, aunque Jaitly declare a Menger como el creyente en el valor subjetivo frente al desviacionista Mises, la verdad es exactamente la contraria: en el capítulo 5 de Problemas epistemológicos de economía, Mises criticaba a Menger por ser insuficientemente subjetivista.

Jaitly sostiene además que “A Mises no le gustaba admitir que el interés era un fenómeno del mercado. Quería de alguna manera implicar que es una consecuencia natural de no tener un bien actual”.

La afirmación es tan distante de las palabras de Mises que uno se queda sin palabras ante su osadía. Mises nunca negó que el interés sea un fenómeno del mercado. Lo esencial de su teoría del ciclo económico es que la desviación de los tipos de interés del mercado por medio de la expansión artificial del crédito lleva a malas inversiones que culminan en un declive.

Mises no dice que el intereses sea “una consecuencia natural de no tener un bien actual”. Simplemente no tener algo no lleva a ninguna consecuencia natural. Mises dice que la gente prefiere un bien en el presente al mismo bien en el futuro, de forma que solo optaría por el bien futuro con una prima. Esta prima refleja su preferencia temporal o su descuento del futuro. Los tipos de interés que aparecen en el mercado reflejan estas preferencias temporales de los individuos en la sociedad.

Decir que Mises no creía que el interés era un fenómeno de mercado porque sus orígenes se encuentran en las preferencias temporales de los individuos es como decir que no creía que los precios fueran un fenómeno de mercado porque sus orígenes se encuentran en la valoraciones subjetivas de los individuos. En ambos casos, el mercado toma un factor subjetivo (las escalas de valor de los individuos en el caso de los precios y las preferencias temporales de los individuos en el caso del interés) y les da una expresión objetiva: los precios de mercado en el primer caso y el tipo de interés en el segundo.

Por fin, Jaitly afirma que Mises confunde “la cosa que ocupa un objeto con el propio objeto” y da como ejemplo: “Mises piensa que un derecho a oro es lo mismo que el objeto de un derecho a oro”.

El encontrar este punto bastante opaco, acudí a un amigo, que me respondió que

Hasta donde puedo entender, Jaitly piensa que Mises creía que el oro de valoraba intrínsecamente en lugar de como un medio para un fin. Parece que es lo que tenía en mente al decir que un “derecho a oro”, es decir, un compromiso de proporcionar oro, es el mismo objeto o fin por el que se contrae este compromiso.

No encuentro ninguna evidencia de que Mises dijera o creyera nunca esto y Keiser, indudablemente tan confuso como su audiencia sobre esta afirmación, no la entendió las veces que Jaitly trató de plantearla.

(Hay cierto desacuerdo respecto de lo que quería decir aquí Jaitly: Bob Murphy tiene una opinión distinta, mientras que Bob Wenzel insiste en que lectores y críticos no deberían tener que dedicarse a piruetas textuales para extraer pepitas de verdad de una declaración poco clara y confusa tras otra).

Luego Keiser se aventura fuera de su zona segura con lo que cree que es un golpe de gracia del propio libertarismo:

Esta idea de que “el valor no existe fuera de la conciencia humana es en buena medida lo opuesto al objetivismo, que es la filosofía de Ayn Rand, que siguen muchos libertarios estadounidenses y citan a von Mises como su justificación. Así que esta idea del objetivismo es diametralmente opuesta a la verdadera Escuela Austriaca de economía. Así que eso sería un defecto esencial en cualquier filosofía calificada de libertaria.

Evidentemente Keiser cree que como los economistas austriacos utilizan mucho la palabra “subjetivo”, mientras que los filósofos randianos se autocalifican como “objetivistas”, hay una contradicción insalvable en el centro todo el proyecto libertario.

Antes de ir a lo sustancial de la réplica a esta pieza concreta de confusión, he aquí sus dificultades más evidentes:

  1. La propia Rand rechazaba enérgicamente la calificación de libertaria.
  2. La mayoría de los libertarios no son objetivistas. (Así que si el objetivismo tuviera defectos, el libertarismo quedaría incólume).
  3. El libertarismo está comprometido radicalmente con solo un principio: la no agresión. Las teorías del valor, aunque sean importantes, son extrañas al libertarismo. Así que tampoco hay ningún problema.
  4. Rand no hablaba de economía técnica o de economía en absoluto, cuando llamó objetivismo a su filosofía.

Cuando los economistas dicen que creen en el valor subjetivo, no están diciendo nada particularmente controvertido. Si vamos a entender cómo se forman los precios de los CD de música clásica, por ejemplo, no tiene sentido dedicarse a debatir si Beethoven era objetivamente superior a Mozart. Esto no nos diría nada en absoluto de por qué sus grabaciones se venden a los precios que se venden. Lo que importa para la teoría de precios son las preferencias subjetivas  de uno u otro: después de todo, son personas y no patrones de calidad musical sin cuerpo los que realmente compran los CD y por tanto contribuyen a hacer que los precios sean los que son.

Igualmente, alguien puede creer que las Confesiones de San Agustín o la Introducción a la epistemología del objetivismo de Ayn Rand pueden merecer leerse más que un libro de Tom Clancy. Pero ese juicio no nos ayuda a entender los precios de estos bienes, salvo que el admirador de San Agustín piense que la calidad de su libro significa que su precio merezca ser de 1 millón de dólares. Los precios no se forman así, gracias a Dios.

No puedo imaginar a un objetivista sensato, entendiendo el sentido que dan los economistas al término “valor subjetivo”, que objete a esta idea.

Volviendo ahora a Jaitly: “El oro no tiene valor intrínseco por sí mismo. Tiene valor porque satisface fines humanos. (…) No tiene valor en y por sí mismo”.

Esto es sin duda verdad, pero ya lo sabe cualquier libertario culto e indudablemente cualquier economista austriaco que uno pueda nombrar.

Luego Keiser plantea el asunto de las externalidades, la contaminación en particular. El fracaso en incorporar esos costes externos de producción en los precios de mercado, dice, es “un fracaso importante del libertarismo”.

En realidad, no es un fracaso del libertarismo. Para empezar, “Mr. Libertario”, Murray Rothbard, hizo una contribución bastante importante a nuestra comprensión de externalidades de ese tipo. Por otro lado, uno de los temas centrales de la economía austriaca es el cálculo económico, que se encuentra en el centro de la objeción de Keiser.

El cálculo económico es el medio por el que alcanzamos fines mejor valorados con medios peor valorados, dentro de la división del trabajo. Los precios a los que se llega libremente mediante el intercambio del mercado nos ayudan, por medio del cálculo de pérdidas y ganancias, a determinar si el valor de lo producido excede el valor de la entrada. Más en concreto, el cálculo económico hace posible que nuestras actividades de producción se lleven a cabo con el coste más bajo en términos de oportunidades perdidas, es decir, de todos los demás procesos, produciendo un patrón distinto de bienes de consumo en el que los factores de producción podrían haberse utilizado en otro caso.

El cálculo económico se falsifica en la medida en que el estado se implique en la economía. Como el estado adquiere sus recursos mediante la coacción en lugar del intercambio voluntario, a sus ingresos y gastos les falta la retroalimentación de las pérdidas y ganancias. Como consecuencia, sus decisiones económicas (qué producir, en qué cantidad, dónde, en qué términos, utilizando qué entradas, etc.) son necesariamente arbitrarias.

El estado puede también obstaculizar el cálculo económico de otras maneras: cuando posee y opera una empresa, cuando posee un recurso natural o cuando no aplica derechos de propiedad y por tanto altera los costes. Estos dos últimos casos son ejemplos de lo que Keiser tiene en mente.

Pero aquí el problema está en la intromisión en el mercado, no en la supuesta ceguera de los economistas austriacos. La propiedad privada, que se excluye por la intervención del estado, animaría la preservación del valor de capital de los recursos, frente a su consumo inmediato o su destrucción. Además, los contaminadores en una genuina economía de mercado serían considerados responsables de su actividad, no “regulados” según algún nivel arbitrario de emisiones aceptables.

Esto no significa un mundo de polución cero, por cierto, un resultado que ni siquiera favorecería el propio Keiser: la ambulancia que le llevaba al hospital, Dios mío, habría sido detenida por las autoridades. Pero sí significa una configuración de recursos que tiene en cuenta más explícitamente todos los costes, incluidos los medioambientales. La literatura austriaca está llena de explicaciones de la importancia para el bienestar humano de extender los mercados no intervenidos y su corolario, el cálculo económico, en todo lo posible dentro del mundo del intercambio. Los austriacos no se limitan a echarse las manos a la cabeza y afirmar que el daño medioambiental tenga que ignorarse.

Bastante satisfecho con esta parte del programa, Keiser concluye: “Espero que los llamados libertarios como Lew Rockwell miren y aprendan”.

No estoy seguro de por qué Keiser se considera a sí mismo cualificado para evaluar las declaraciones de gente que afirma ser libertaria, pero sí estoy seguro de que Lew no tendría mucho que aprender de esta confusión. Entretanto, estate seguros de que Mises era realmente un economista austriaco después de todo y sumérgete en su obra visitando el Instituto Mises y mi programa de autoestudio LearnAustrianEconomics.com.

Lo anterior se publicó originalmente en LewRockwell.com. Keiser respondió a ello con un post titulado “Tom Woods’ Blunders”. Durante un momento me pregunté si había pasado algo por alto o lo había explicado mal. Luego vi su post.

Empieza:

Las marañas de Tom Woods son largas (…)

Traducción: No tengo ni la más remota idea de cómo responder a Woods. Si digo que su respuesta es “larga” y “enmarañada”, eso ocultará que no puedo responder al 95% de la misma. Ah, y 15 minutos de atacar a Mises y a los libertarios sobre las bases más incomprensibles no es enmarañado ni largo.

pero quiero centrarme en este punto:

En el siguiente pasaje, tomado de la respuesta de Tom Woods a la entrevista a Sandeep Jaitly en “Keiser Report”, Tom Woods justifica el fracaso de su ideología fundamentalista y el ‘cálculo económico’ introduciendo una completa falta de honradez intelectual en esta cita: “La propiedad privada, que se excluye por la intervención del estado, animaría la preservación del valor de capital de los recursos”.

La idea de que los intereses privados preservan el valor de capital de los recursos (‘salvo que se vean interferidos por el estado’) produce un resultado económico superior sobre la preservación de los intereses públicos del valor de capital de los recursos es el tipo de pseudociencia y paparruchas de falso austriaco que da lugar a una dictadura económica, completamente ciega a las consecuencias reales de sus acciones. Lo que está defendiendo Woods aquí es en realidad una planificación centralizada, pero el ‘tipo correcto’ de planificación centralizada por parte de la ‘gente correcta’, totalmente al contrario de aquello a lo que dicen los austriacos que están a favor y una completa contradicción con lo que Menger estaba tratando de resolver antes de que la gente de Mises apareciera y envenenara el agua.

Seré deportivo y olvidaré la falta de cualquier argumento o análisis: evidentemente se espera que aceptemos el pronunciamiento ex cátedra de Keiser sin recurrir a elementos tan burdos como la razón y las evidencias.

He aquí las ideas de Keiser, privadas la perversidad que estaba ausente en el tono de propio escrito, junto con mis réplicas:

  1. Es estúpido y “fundamentalista” pensar que los propietarios privados podrían ocuparse mejor de los recursos que el estado.

Evidentemente todo el problema de la tragedia de los comunes ha sido resuelto por Max Keiser; con esas contribuciones a la raza humana, casi me parece nimio continuar.

Sin embargo, creo que en realidad no ha resuelto este problema. Max tendría que creer que la gente que alquila automóviles los trata igual de bien que sus propios automóviles. El Keiserlandia, la gente lleva a los automóviles alquilados a cambiar de aceite y mantenimiento, y repara abolladuras y arañazos.

En mi planeta, la gente no se ocupa igual de las cosas que no son suyas que de las que son de su propiedad. Lo mismo pasa con cualquier recurso: ¿qué propietario privado querría destruir el valor de capital a largo plazo de una mina, o un rebaño, para disfrutar de un fugaz año de beneficios? ¿Quién mataría este año todos lo animales, sin dejar ninguno para el próximo? ¿Qué incentivo haya para hacer eso?

  1. Piensa que la propiedad privada es una forma de “planificación centralizada”.

(¿Este tipo tiene su propio programa?)
La planificación centralizada implica:

  1. La dirección de recursos en ausencia de derechos de propiedad u
  2. Órdenes dadas a los propietarios de recursos por no propietarios.

Nada es aplicable en el caso de la propiedad y uso de un recurso poseído por alguien con un título legítimo de propiedad.
Por supuesto, no es cuestión de poner al mando a la “gente correcta”. No estoy diciendo que mi gente haría un trabajo mejor de gestión de recursos que la gente de Max; el que Max incluso piense en estos términos le hace parecer juvenil e incomprensible.

  1. Sin reconocer que he rebatido en todos sus aspectos la afirmación estrambótica e injustificada de su invitado de que Mises no era un desviacionista no austriaco de la línea dura de Menger, acaba con otra referencia a la supuesta diferencia entre ambos.

Max, he aquí mi reto. ¿Dónde dice Menger que el estado, con los horizontes limitados de sus políticos, es más capaz de preservar el valor de capital de los recursos que los propietarios legítimos? ¿Dónde dice Menger que la división del trabajo no es una buena forma de que economice la sociedad?
Estás diciendo que Mises se ha alejado de Menger al mantener la postura que mantiene. No tienes ni idea de qué estás hablando. Dame un capítulo y versículo de Menger.
Si no puedes, admite entonces que estás con el agua al cuello y pide perdón a tus televidentes por esa parte ridícula y esta estúpida afirmación respecto de Menger y Mises.
Hasta ahora, Keiser ha rechazado contestar a mi reto. No se ha aportado ni una referencia de Menger (a quien tengo la curiosa sensación de que Keiser puede no haber leído, lo crean o no). En su lugar, se ha enviado una descarga de insultos a través de Twitter. Estos intentan distraer a la gente de este fracaso en contestarme. Y aunque Keiser sin duda continuará con su lenguaje maleducado (poco digno de una persona de su edad) he publicado aquí mi última palabra sobre el asunto.


Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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