La depreciación no es nada nuevo

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[Gold, Peace, and Prosperity (1981)]

En el gran libro de viajes de Marco Polo, habla acerca de una moneda llamada el besante que circulaba en el imperio chino mongol de Kublai Khan. El emperador, como la inmensa mayoría de los políticos, encontraba irresistible el atractivo del papel moneda. Sin embargo, en su caso, era dinero impreso en piezas de corteza de morera. Se produjeron los mismos efectos desastrosos que se han visto en todos los demás casos en la historia. Los precios aumentaron y el besante de oro tuvo una importancia creciente para la gente al envilecer el gobierno la moneda fiduciaria irredimible. El abuso del papel moneda contribuyó, según apunta Antony Sutton, a la expulsión de la dinastía mongol de China. La demanda del gobierno de que el pueblo aceptara corteza de morera pintada como dinero metálico no tuvo efecto.

Sin embargo, el besante era acuñado, no por los chinos, sino por el imperio bizantino. Durante diez siglos las monedas bizantinas fueron aceptadas en todo el mundo y Bizancio dominó el comercio en miles de kilómetros a la redonda de Constantinopla. Incluso las cuentas reales de la Inglaterra medieval, dice el Dr. Sutton, se llevaban en besantes. El imperio bizantino solo declinó cuando envileció en besante, añadiendo más metal barato y eliminando oro.

En tiempos más recientes, para financiar nuestra guerra de independencia, el Congreso Continental emitió papel moneda en grandes cantidades. Durante un periodo de alrededor de cuatro años y medio, el continental cayó de un valor de un dólar en papel por dólar en oro a alrededor de 1.000 a uno.

William Gouge, escribiendo en 1833, cita a un miembro del Congreso Continental: “¿Cree usted, caballero, que consentiré en gravar a mis electores con impuestos cuando podemos acudir a nuestra imprenta y obtener una vagón entero de dinero (25 hojas) que pagaría la totalidad?”

La mayoría de la carga, apunta Gouge, recae en los patriotas “ya que en sus manos estaba el papel depreciado. Los tories, que desde el principio no tuvieron confianza en él, trataron de alejarse de él lo antes posible”.

Quienes confiaron en el Congreso fueron destruidos, los cínicos no. Como consecuencia de esta inflación de papel moneda, escribía uno de nuestros primeros economistas, Pelatiah Webster,

Se produjeron fraudes, engaños y una gran falta de honradez, con mil formas ociosas de intentar vivir dentro del trabajo honrado, la economía y la diligencia que hasta entonces habían enriquecido y bendecido al país.

Aunque nos regocija la riqueza y fortaleza de nuestro país, tenemos razones para lamentar con lágrimas de máximo remordimiento, los más perniciosos cambios de propiedad que produjeron las irregularidades de nuestras finanzas y los muchos miles de fortunas arruinadas por ellas; los espíritus generosos y patrióticos sufrieron el daño: los ociosos y avariciosos obtuvieron beneficio de dicha confusión.


Publicado el 29 de agosto de 2011. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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