La estrategia marxista

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[An Austrian Perspective on the History of Economic Thought (1995)]

Marx buscaba desesperadamente una dialéctica materialista de la historia, una dialéctica que explicaría todo el cambio histórico básico y llevaría inevitablemente a la revolución comunista. A falta de un “nisus” de Boehme o a un motor místico interno que sirviera para impulsar la dialéctica, Marx tuvo que recuperar la lucha de clases incluida en el materialismo histórico. Pero fue característico de Marx que esta área crucial del sistema marxista, junto con otras explicaciones importantes, se presentara, no sistemáticamente, sino en el curso de párrafos o incluso pasajes fugitivos, aquí y allí a lo largo de los escritos de Marx y Engels. El sistema tiene que construirse a partir de estos pasajes ampliamente dispersos. Por consiguiente, o quizá por las debilidades inherentemente graves de la argumentación, la terminología de Marx es invariablemente vaga y difusa y sus enlaces supuestamente casi legales de la dialéctica, prácticamente inexistentes. A menudo son meras afirmaciones sin justificación. Como consecuencia, el sistema marxista no es solo un compendio de mentiras, sino también de mentiras y enlaces endebles.

Ninguna teoría económica o social está obligada a llegar a predicciones correctas, en el sentido de previsiones del futuro. Pero la doctrina marxista es diferente. Como los pietistas premilenaristas que están siempre prediciendo un inminente Armagedón; Marx afirma presentar las “leyes de la historia”, que, según él, son “científicas” en lugar de místicas. Bueno, si conoce las leyes de la historia, entonces Marx hubiera hecho mejor en presentar predicciones correctas de estas leyes supuestamente determinadas. Pero todas sus predicciones se han demostrado completamente erróneas. En este punto, los marxistas recurren invariablemente a cambiar la predicción o a apuntar a algún factor compensador (visto solo a posteriori) que retrasó temporalmente que la predicción se hiciera verdad. Así que, como veremos después, una de las predicciones de Marx, crucial para la creación inevitable del camino al socialismo, era que la clase trabajadora sufriera una creciente pobreza y miseria. Cuando, por el contrario, las clases trabajadoras continuaron evidentemente mejorando espectacularmente en sus niveles de vida en el mundo occidental, los apologistas marxistas recurrieron a la afirmación de que Marx solo se refería a la pobreza “relativa respecto” de la clase capitalista. Sin embargo, es dudoso si se realizaría una revolución sangrienta  por parte de un proletariado por tener solo un yate mientras que los capitalistas tienen una docena cada uno. La miseria “relativa” es harina de otro costal. Los marxistas proponen después con la opinión de que los niveles de vida de los trabajadores occidentales estaban aumentando debido a un retraso “temporal” producido por el imperialismo occidental, permitiendo a los trabajadores occidentales ser “capitalistas” respecto del Tercer Mundo explotado. El hecho de que los propios Marx y Engels estuvieran a favor del imperialismo occidental, especialmente alemán, como una fuerza progresista, normalmente se pasa en silencio por parte de los escritores marxistas.

Sobre asuntos teóricos, la estrategia de los marxistas es similar. Cada vez más, al hacer las doctrinas marxistas más claramente demasiado absurdas como para sostenerse seriamente (por ejemplo, el determinismo tecnológico de toda la vida o la teoría del valor trabajo), son abandonadas por el marxista, que luego procede a sostener tercamente que sigue siendo un “marxista” y que el marxismo esencialmente sigue siendo verdadero. Pero esta es la actitud de un adepto religioso místico en lugar de la de un pensador científico o incluso racional.

Un arma esencial esgrimida habitualmente por marxistas y por el propio Marx fue “la dialéctica”. Como la dialéctica supuestamente significa que el mundo y la sociedad humana consisten en tendencias en conflicto o “contradictorias” una junto a otra o incluso dentro del mismo grupo de circunstancias, cualquier predicción puede así justificarse como consecuencia de que  una idea propia profunda en cualquier parte de la contradictoria dialéctica podría prevalecer en cualquier momento concreto.[1] En resumen, como puede suceder A o no-A, los marxistas pueden apostar con seguridad que ninguna predicción suya podrá nunca falsarse. Se ha dicho que Gerry Healy, el líder absoluto del movimiento trotskista británico de izquierdas hasta que un escándalo le echó abajo en años recientes, fue capaz de mantener su poder afirmando el poder exclusivo de comprender el misterioso funcionamiento de la dialéctica. Y un asombroso ejemplo de apostar del propio Marx fue descrito en una carta a Engels. Marx escribe a Engels que acaba de pronosticar algo en su columna para el New York Tribune. Añade hipócrita y reveladoramente: “Es posible que me desacredite. Pero en ese caso seguiría siendo posible seguir adelante con la ayuda de un poco de dialéctica. No hace falta decir que expresé mi predicción de tal manera que resultaría tener razón también en caso contrario”.[2]

[1] Como dice agudamente Gray, la dialéctica a menudo parece “para el ajeno iletrado e ignorante convertirse en un mero juguete que permite que cada oscilación de cada péndulo se considere como en encarnación de un gran principio filosófico”. Alexander Gray, The Socialist Tradition (Londres: Longmans, Green, 1947), p. 300.

[2] En Igor Shafarevich, The Socialist Phenomenon (Nueva York: Harper & Row, 1980), p. 210.

Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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