Las proposiciones estatistas del proteccionismo

0

“Donde hay libre comercio, la competencia extranjera frustra incluso a corto plazo los objetivos pretendidos por las diferentes medidas intervencionistas del gobierno en las empresas nacionales. Si el mercado nacional no está hasta cierto punto aislado de los mercados extranjeros, no puede haber un control gubernamental. Cuanto más lejos va una nación en el camino hacia la regulación pública y la disciplina, más se empuja hacia el aislamiento económico. La división internacional del trabajo se hace sospechosa porque dificulta el completo uso de la soberanía nacional. La tendencia a la autarquía es esencialmente una tendencia de las políticas económicas nacionales; es el resultado del empeño por hacer al estado primordial en los asuntos económicos”.

– Ludwig von Mises – Gobierno Omnipotente (1944) p. 4

El libre comercio es una política económica crucial para restringir el crecimiento del socialismo. Mises nunca vaciló en este parecer. Reconoció el peligro de todos los argumentos a favor del proteccionismo: que ayudan a expandir el poder del estado. Avanzan en la dirección de la planificación central de la economía.

He percibido durante al menos 50 años que el principal asunto económico que produce división en los movimientos de derecha es el proteccionismo. La gente que cree ser defensora del principio de la libre empresa se enfrenta en cierto modo en el momento de la verdad. Tienen que decidir si están a favor de los aranceles o del libre mercado. Tienen que enfrentarse a la realidad de los argumentos a favor de la libre empresa. ¿Creen en la libre empresa o creen en la economía mixta del estado del bienestar moderno?

En mi reciente ensayo sobre los aranceles, en el que he utilizado la metáfora de las placas y las pistolas, y las líneas invisibles conocidas como fronteras, he intentado hacer que la gente reflexione detalladamente sobre los principios económicos subyacentes a la libre empresa. Le estoy pidiendo a la gente que analice las presuposiciones e implicaciones que tienen sus opiniones en relación a cómo funciona la economía realmente y cómo la economía debería funcionar.

Colectivismo metodológico

La diferencia entre el estatista y el libertario tiene que ver con la metodología. El estatista empieza a hablar de economía desde la perspectiva de la empresa colectiva conocida como gobierno civil. Equipara el estado (el monopolio de la coacción) a la sociedad (instituciones voluntarias). También identifica al estado con la nación. Ve al estado como una agencia que representa sola a la nación. En algunos casos, cree de verdad que el estado es lo mismo que la nación. Rousseau es el mejor caso. Él defendía la existencia de una Voluntad General – una humanidad colectiva, pero desprovista de lealtades y lazos intermedios– que es representada por el estado.

No hay duda de que existe un ente legal llamado gobierno de los Estados Unidos. Es una construcción judicial. Está asentado sobre la afirmación de sus partidarios de que tiene jurisdicción final sobre el uso de placas y pistolas de la frontera para adentro. Tiene un monopolio de la violencia que no puede ser cuestionado legalmente por ningún otro ente. Tiene la última opinión sobre quién puede apuntar al estómago de quién.

Si no miramos al estado de esta forma, no entenderemos lo que el estado es verdaderamente: coacción legalizada. El estado es la agencia que hace valer y cumplir su derecho a clavar una pistola en el estómago de la gente. Hay un gran debate sobre los fundamentos legales y morales que apoyan esta afirmación judicial, pero el derecho de coger una pistola y clavársela a una persona en el estómago es la esencia del estado.

La defensa del libre comercio se basa en una asunción: que el individuo tiene la autoridad legal y moral de ofrecerle a alguien comprar lo que posee. Es el derecho legal a hacer una oferta. Hay muchas formas de defender la economía de libre mercado, incluyendo su eficiencia, pero el punto de arranque, según la teoría libertaria, es el derecho moral y legal que tiene el individuo a poseer una propiedad, lo cual implica el derecho de un individuo a desposeerse de su propiedad. Son la posesión y la desposesión lo que sirve como fundamento de la teoría social libertaria, y también sirve como fundamento de la teoría económica del libre mercado.

El colectivista comienza con la concepción del estado como autoridad final. La teoría libertaria comienza con la concepción del individuo como autoridad final.

Desde mi perspectiva económica, empiezo con Dios como autoridad final. Pero, como he intentado demostrar durante 45 años, el Dios de la Biblia es claramente defensor del derecho a la propiedad privada. Esto está condensado en el mandamiento: “No robarás”. No dejo de ver el contraste entre esta idea y la afirmación de todos los economistas del estado del bienestar moderno: “No robarás, excepto con el voto de la mayoría”.

Adam Smith

Adam Smith es considerado, con razón, el más exitoso defensor del libre comercio de la historia. Esta es una de las razones por las que, desde la perspectiva de quienes creen en el libre comercio, el que Adam Smith aceptara trabajar para el gobierno británico como cobrador superior de aduanas es una de las típicas ironías de la historia. Adam Smith vendió sus principios económicos a cambio de un salario elevado.

Murray Rothbard ha expuesto lo que con legitimidad podemos llamar “el mito de Adam Smith”. Smith no fue el mayor defensor del libre mercado y ni por asomo fue el mayor defensor de esta teoría económica. Pero fue incuestionablemente el más famoso e influyente de los primeros defensores del libre comercio y el mercado libre. Como publicista, fue un maestro. No entiendo por qué esto fue así. Su libro La riqueza de las naciones (1776) es un libro inflado y raro es encontrar una persona que aguante el ejercicio de empezarlo en la página 1 y terminarlo.

Pero Smith sí hizo una reivindicación que, en su día, fue la más importante reivindicación que hizo. Sentó las bases de la teoría económica moderna. Aseguró que el libre mercado es autónomo. Existe independientemente de la legislación del estado. Llamó a esto “sistema de libertad natural”. Describió cómo funcionaría el libre mercado si el estado no interviniese para aprobar leyes que benefician el interés de un grupo u otro. Donde Rousseau reivindicaba la voluntad general, Adam Smith reivindicaba el libre mercado. Pero la voluntad general de Rousseau necesitaba una institución representativa para expresarse. La teoría del libre mercado de Smith era su propio intérprete.

Dijo que el sistema de la libertad natural maximizaría la riqueza de las naciones, y lo que es más importante, maximizaría la riqueza de los individuos. La idea central del libro de Adam Smith es este argumento: la búsqueda del interés individual, cuando es buscado por todos los habitantes de una nación, resultará en un aumento de la riqueza de la nación. Vincular el interés individual y la maximización de “la riqueza de su nación” es la esencia de la lógica de Smith y también es la esencia del argumento de la mayoría de defensores de la libre empresa.

Esta es seguramente la idea más importante que rechazan los socialistas. La esencia de la perspectiva socialista es esta: “no se puede confiar en el interés individual porque lleva a la explotación del débil”. Para defender al débil, los socialistas aseguran que el gobierno civil debe interferir en los derechos de propiedad privada, y organizar la sociedad desde el punto de vista de la nación como un todo, o del pueblo como un todo, o de la vanguardia del proletariado, o cualquier grupo que se crea que representa los mejores intereses de la nación.

El socialista quiere poner en mayúsculas la palabra “nación”. La Nación es su punto de partida y también es su finalidad ética. Equipara el estado a la nación e insiste en que la forma adecuada de observar la economía es verla como una extensión del estado, que de alguna forma incorpora a la nación.

Los lobos mercantilistas con ropa de ovejas domésticas

Los defensores de la libre empresa dicen rechazar esta perspectiva, al igual que la mayoría de los conservadores. Dicen no creer que el estado y la nación sean lo mismo. El problema es que la mayoría de ellos siguen operando en términos del ente colectivo conocido como nación. Siguen aferrándose a la idea del estado-nación como última fuente para guiar la economía.

En Occidente esta perspectiva ha sido asociada al mercantilismo. El mercantilismo es el sistema en el que los políticos ganan el control del estado y luego utilizan este poder para conceder monopolios comerciales a grupos de interés particulares. Fue  contra esta perspectiva contra la que Adam Smith escribió su libro.

Si la gente dice creer en el concepto de libre mercado de Adam Smith, deberían oponerse al mercantilismo. El problema es este: la mejor forma de representar la mentalidad mercantilista es defender los aranceles. Los aranceles son impuestos sobre la venta de importaciones de bienes fabricados en el extranjero. Sin embargo, la mayoría de quienes insisten en que son defensores del libre mercado, en el sentido de defensores de los principios de Adam Smith, están de forma abrumadora a favor de los aranceles. Creen defender el libre mercado, pero son mercantilistas. Creen defender la propiedad privada, cuando en realidad son “defensores del estado del bienestar”.

La razón por la que los conservadores dicen oponerse al estado del bienestar es que el estado interfiere en el libre mercado. Pero cuando los presionas para que defiendan el libre mercado y les pides que se opongan a todos los aranceles excepto como mecanismo para generar ingresos, se niegan a hacerlo. Insisten en que el sistema de aranceles es necesario para defender el libre mercado. ¿Cuál es el problema? Una competencia al otro lado de la línea invisible: la frontera nacional.

Entonces, cuando les muestras que la lógica de Adam Smith se puede aplicar contra los aranceles y el mercantilismo, puede que se retracten de su opinión. Puede que digan que el beneficio del sistema de aranceles es enriquecer a la nación. Una vez más, el antimercantilista señala que esta idea de la riqueza a través de impuestos sobre la venta a las importaciones era la esencia del mercantilismo.

Entonces el defensor de los aranceles dice que estas críticas son antipatriotas y quieren destruir los altos ingresos de los trabajadores estadounidenses. Quieren destruir el trabajo de los estadounidenses con salarios altos. Quieren reducir a los estadounidenses al nivel económico de los campesinos del tercer mundo.

Esto es mercantilismo. Siempre ha sido mercantilismo. Es estatismo. Es estatismo del bienestar. Es una pistola en tu estómago para beneficiar los ingresos de una minoría que quiere extraer riqueza a base de violencia. Esta es la esencia del estado del bienestar. Esto es el “no robarás, excepto con el voto de la mayoría”.

Los proteccionistas buscan argumentos económicos para justificar los aranceles. También buscan una defensa ética de esta posición. Así, insisten en que los funcionarios encargados deberían tener el derecho a ponerte una pistola en el estómago y cobrarte impuestos sobre las ventas en nombre del Pueblo.

Su concepción del Pueblo es intrínsecamente colectivista. Creen que el estado es la mejor forma de representar al Pueblo. Creen que el estado tiene la obligación de gravar las importaciones con impuestos sobre las ventas para beneficiar a productores ineficientes de bienes que los consumidores no quieren comprar a los precios exigidos por los vendedores.

Tópicos del proteccionismo

El mercantilista adoptará cualquier argumento que tenga a mano para defenderse. Aquí hay algunos de ellos:

La nación tiene la obligación de proteger a su pueblo contra los trabajadores esclavos (espantosamente eficientes).

La nación tiene la obligación de proteger a sus productores contra los subsidios a la exportación, igual que los que provee nuestro gobierno, que otorgan naciones extranjeras.

La nación tiene la obligación de defenderse contra los bienes producidos en naciones que no tienen unos criterios ambientales mayores que los nuestros.

La nación tiene la obligación de defenderse contra la economía de guerra de otros estados.

La nación (no el ejército) tiene la obligación de proteger a las industrias que pueden necesitarse en una guerra contra una nación exportadora.

La nación tiene la obligación de…

¡Espera! Tengo algunas preguntas.

¿A qué se refieren con “la nación”? ¿Qué es la nación?

¿Cómo va a defender una legislación que favorece el interés particular de un montón de fabricantes locales el vagamente definido ente de nación?

¿Cómo es que los intereses de un montón de fabricantes que no pueden convencer a los consumidores para que les compren sean, de alguna manera, los mejores intereses de la nación?

¿Cómo es que los intereses de este ente colectivo llamado nación sean mejor entendidos por un grupo de políticos que tienen el apoyo de una pequeña minoría de fabricantes que están en competición directa con fabricantes de fuera del país? No estamos hablando de la mayoría de los fabricantes. Hasta hace poco, en 1970, solo el 5% del producto interior bruto de los Estados Unidos era resultado del mercado internacional. Hoy, está cerca del 25%, pero lo mires por donde lo mires, la gran mayoría de los estadounidenses no trabajan para compañías que estén en directa competencia con fabricantes extranjeros.

¿Cómo es que los relativamente pocos grupos de interés que están en competencia con los fabricantes extranjeros poseen una posición especial como representantes del ente colectivo conocido como nación, a pesar del hecho evidente de que la gran mayoría de la gente que vive en la nación no trabaja para estas compañías, ni invierten en estas compañías, ni poseen estas compañías, o ni siquiera saben el nombre de estas compañías? ¿Quién los ha asignado como representantes del pueblo? Los políticos, claro está.

¿Qué tiene esta legión de intereses especiales en el nombre de la nación que convence a la gente que dice creer en el libre mercado para esconderse detrás de programas recomendados por estos grupos de interés, por ejemplo, los impuestos sobre las ventas de bienes importados para aumentar los precios de estos productos, para obligar a los consumidores de la nación a comprarle a estos productores ineficientes, que de otra forma no podrían convencer a los consumidores para que les compren?

Gato por liebre

Se trata de dar gato por liebre en toda regla. Los defensores de los aranceles se presentan a sí mismos como defensores de la nación, cuando de hecho la nación, desde el punto de vista de la economía, no es un ente colectivo. La nación, desde una posición económica, es simplemente un nombre práctico que le damos a la gente que hay dentro de unas líneas jurídicas invisibles conocidas como frontera nacional. Esta gente posee propiedades y hacen ofertas para comprar la propiedad de otras personas. Los defensores del impuesto sobre las ventas aparecen en el nombre de la nación y aseguran que las necesidades económicas reales de la nación se obtienen de mejor forma gravando las ventas de los bienes importados. Pero toda la idea de nación, desde una posición económica, depende de la concepción del derecho a la propiedad privada y al intercambio. ¿Cómo es que todos hablan a favor de esta nación – gente que quiere imponer la amenaza de la violencia para evitar que quienes posean propiedades utilicen su propiedad como juzguen adecuado?

El defensor de los aranceles es un colectivista. No se puede eludir esto. Es un colectivista porque quiere utilizar el poder coactivo del estado para interferir en las decisiones de los propietarios. Lo hace en nombre de un ente supremo: la nación. La nación es soberana. La nación existe, en términos económicos, como un ente que existe más allá de los resultados de una serie de intercambios. El defensor de los aranceles empieza con el concepto de la soberanía suprema en economía de un ente colectivo: la nación.

El proteccionismo consiste en dar gato por liebre. El defensor de aranceles dice creer en el libre mercado, pero empieza con una concepción mercantilista de la nación. Empieza, no con el concepto de propiedad privada, sino con la soberanía del estado sobre los acuerdos de intercambio. No empieza con el individuo como Adam Smith. Empieza con los conceptos de estado y nación a los que Adam Smith se opuso en su libro.

Lo que me asombra es el grado de autoengaño de los defensores de la libre empresa que piden aranceles en nombre de la nación e insisten en que creen en el libertarismo. Si comienzas conceptual y metodológicamente con la soberanía del estado sobre los asuntos económicos, a lo mejor serás un mercantilista, a lo peor, un comunista, y siempre un estatista. Eres un estatista del bienestar, porque crees en la redistribución de la riqueza a través de la fuerza del estado. Crees en este principio: “No robarás, excepto con el voto de la mayoría”.

Pero es todavía peor. El proteccionista en realidad quiere decir: “No robarás, excepto si embaucas a los votantes”.

¿De qué forma embauca el proteccionista a los votantes? Al presentarse ante ellos en nombre de la nación, cuando en realidad es un defensor de fabricantes ineficientes y poco competitivos que no pueden convencer a los consumidores para que compren sus productos.

Algunos de estos defensores en realidad trabajan a nómina de grupos comerciales cuyos miembros no pueden competir y por lo tanto buscan favores del gobierno. Pero la mayoría son simplemente individuos autoengañados que nunca entendieron lo que fue el mercantilismo y que nunca entendieron los argumentos que Adam Smith esgrimió contra el mercantilismo. No han aprendido después de más de 200 años de teoría económica que la intervención del estado reduce la riqueza de aquellos clientes a los que ya no se les permite comprar los bienes que quieren comprar.

El mercantilista mira a estos clientes excluidos y piensa esto: “Ellos no cuentan”. En realidad, está pensando esto: “Ellos no deberían contar, pero sí cuentan, así que tenemos que cortarlos en la frontera”. El hecho es este: los clientes son una mayoría de gente dentro de la nación, y si esto no fuera cierto, no habría necesidad de gravar los bienes importados para reducir el comercio. La única razón por la que se gravan las ventas, a parte de los ingresos, es que los grupos de interés que son incapaces de  competir en un mercado libre son bien conscientes del hecho de que la mayoría de consumidores no quieren comprar lo que quieren vender en las condiciones en que ellos quieren venderlo. Los grupos de interés necesitan aranceles porque no representan a la nación.

Los proteccionistas insisten en que actúan en nombre de la nación. No responden a los argumentos de los defensores del libre mercado, que sostienen que habría que dejar en paz a los individuos para realizar los intercambios que quisiesen. El defensor del libre mercado niega que haya cualquier ente colectivo llamado nación que de alguna forma represente mejor a la gente que realiza intercambios voluntarios. El defensor del libre mercado empieza con el derecho a la propiedad privada. El defensor del proteccionismo empieza con un ente colectivo que supuestamente representa al pueblo, y que aprueba leyes atendiendo a intereses particulares contra individuos que quieren comprar. ¿Cómo es que los mejores intereses de una nación son mejor representados por grupos de interés particulares que no pueden competir en el libre mercado?

¿Cómo es que la gente que se dice defensora del libre mercado y que incluso se dice libertaria, se une a grupos de interés particulares que convencen al Congreso para que apruebe leyes que gravan los bienes importados? ¿Cómo es que todo esto se hace en nombre del libre mercado, cuando es claramente una forma de mercantilismo, que fue el centro de la crítica de Adam Smith en 1776?  ¿Cómo es que los mercantilistas modernos se han engañado a sí mismos hasta el punto de que niegan ser mercantilistas e insisten en que son defensores del libre mercado, cuando en realidad están sosteniendo la posición que rechazó Adam Smith? (En cuanto a quien sostiene estas ideas en nombre de la escuela austríaca, me quedo sin palabras. Pero hay por lo menos una persona así).

Esto es esquizofrenia intelectual. Esta gente no sabe cómo pensar de forma coherente. Comienzan su análisis – como tal es el caso – con un ente colectivo llamado nación, sin embargo se consideran a sí mismos defensores del libre mercado. Sin embargo, la lógica de la economía de libre mercado no depende del ente colectivo conocido como nación.

Proposiciones del colectivismo

Toda la concepción del proteccionismo depende de una serie de proposiciones, ninguna de las cuales es cierta, y pocas de las cuales – si alguna – están los proteccionistas dispuestos a defender de una forma clara y directa. Estas falsas proposiciones incluyen las siguientes:

La nación es mejor representada a través del estado-nación.

El derecho a la propiedad privada no es el fundamento del libre mercado.

La soberanía suprema del estado es el fundamento del libre mercado.

Los grupos de interés particulares que no pueden competir eficientemente entienden las necesidades de la gran mayoría de ciudadanos mucho mejor que los propietarios.

Los grupos de interés particulares que compensan a los políticos para que voten a favor de aranceles están actuando en nombre de la nación.

Los políticos son quienes mejor entienden las necesidades de la gran mayoría de ciudadanos.

Los políticos pueden de algún modo evaluar adecuadamente los costes y beneficios de un intercambio voluntario.

Los políticos pueden sumar los beneficios nacionales y sumar los costes, y entonces habitualmente votan por aquello que maximice los beneficios netos de la nación.

Los políticos no benefician sus propios intereses a costa de la mayoría de propietarios.

La opinión de los clientes que quieren comprarle a extranjeros debería ser ignorada.

Placa + pistolas + impuesto sobre las ventas = incremento de la riqueza de las naciones.

Los proteccionistas nunca empiezan su análisis con individuos que actúan. Siempre empiezan con un ente colectivo conocido como estado. Insisten en que el ente colectivo conocido como estado representa mejor los intereses del ente colectivo conocido como nación. (Esta idea nos retrotrae a Platón, pero fue sostenida más poderosamente por Rousseau.)

Nunca definen lo que es una nación y nunca muestran cómo las leyes a favor de grupos de interés particulares en nombre de fabricantes ineficientes incrementan la riqueza de una nación.

Millones de conservadores que insisten en que no debe confiarse en el Congreso para evaluar la economía en el interior también mantienen esta excepción: la habilidad colectiva del Congreso para gravar bienes importados con impuestos sobre las ventas. Aquí – dicen – que los votantes pueden y deberían confiar en el Congreso.

Esto es lo que asumen todos los defensores de los aranceles como protección. La búsqueda del beneficio de individuos egoístas lleva a la pobreza nacional cuando buscan su propio interés fuera de la frontera. Dentro de la frontera, la lógica de Adam Smith es sólida, dicen. La búsqueda del propio interés sí aumenta la riqueza de las naciones. Pero este principio no se aplica fuera de las fronteras nacionales.

Smith defendió extender la lógica de su sistema de libertad natural más allá de toda frontera. Los proteccionistas, en su día y ahora, se niegan a aceptar esto. Dicen que su lógica acaba en la frontera nacional.

Conclusión

No espero cambiar la opinión de ningún proteccionista. Pero me gustaría que esas personas que son el objetivo de los impuestos de los proteccionistas reconocieran que la persona que está defendiendo el impuesto sobre las ventas de bienes importados es un mercantilista y un estatista del bienestar.

El proteccionista no se reconocerá esto a sí mismo y seguramente no se lo reconocerá a cualquiera que considere sus argumentos. Negará incondicionalmente ser un mercantilista o un estatista del bienestar, pero sus argumentos son los mismos del mercantilismo y el estado del bienestar, así que su negación no debería ser tomada seriamente.

Quiero que los proteccionistas se aclaren. Quiero que reconozcan que están defendiendo el mercantilismo y por lo tanto defendiendo el estado del bienestar. Quiero que reconozcan que no creen en el derecho de los propietarios a realizar intercambios voluntarios más allá de las fronteras nacionales sin pagar un impuesto sobre las ventas. Quiero que reconozcan el hecho de que creen en esta fórmula: placas + pistolas + impuesto sobre las ventas = aumento de la riqueza de las naciones.

Más que nada, quiero que dejen de decir que creen en la escuela austríaca de economía y son defensores incondicionales del libertarismo.

Los proteccionistas a menudo incluyen esta frase al final de sus respuestas: “¿pero qué pasa con…?” Aquí está mi respuesta: “Quítate la placa, mete la pistola en la funda y deja de ponerme impuestos”. O, de manera más filosófica: “No estás hablando en nombre de la nación”. O, de manera más personal: “Deja de actuar como socio de un pequeño grupo de empresas que no pueden satisfacer las normas impuestas por los clientes”.


Publicado el 6 de agosto de 2012. Traducido del inglés por José Luis Ricón Fernández. El artículo original se encuentra aquí.

Print Friendly, PDF & Email