¡Crisis bancaria!

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[Publicado originalmente en The Free Market (marzo de 1991) e incluido en Making Economic Sense]

Ha habido una verdadera revolución en la actitud de los economistas de la nación, así como en el público, hacia nuestro sistema bancario. Desde 1933, fue un dogma severo (casi un artículo de fe) entre autores de libros de texto de economía, escritores financieros y todo tipo de economistas del establishment, de keynesianos a friedmanitas, que nuestro sistema bancario comercial era súper-seguro. Debido al sabio establecimiento de la FDIC en 1933, el temible flagelo (la corrida bancaria) era algo del pasado reaccionario. Ahora los depositantes están seguros porque la FDIC “asegura”, es decir, garantiza todos los depósitos bancarios. Quienes seguimos advirtiendo de que el sistema bancaria es por sí mismo poco sólido e incluso insolvente éramos considerados chalados y pirados, desajustados con respecto a la nueva distribución.

Pero desde el colapso de las cajas de ahorro, una catástrofe destinada a costar a los contribuyentes entre medio billón y billón y medio de dólares, ha cambiado esta actitud Pollyanna. Es verdad que al integrar la FSLIC en la FDIC, el establishment a recurrido a la FDIC, su última línea de defensa, pero la vieja garantía ha desaparecido. Todos los expertos y magnates están claramente silbando junto a la tumba.

Sin embargo, en 1985, la corrida bancaria (supuestamente relegada a malos recuerdos y viejas películas en televisión) volvió con fuerza, llena de todos los antiguos fenómenos: colas durante toda la noche esperando a que abra el banco, garantías mentirosas de los directores de bancos de que el banco era seguro y todos deberían irse a casa, insistencia por el público en sacar su dinero del banco y consiguiente rápido desplome. Como en 1932-33, los gobernadores de los respectivos estados cerraron los bancos para impedir que tengan que pagar sus deudas declaradas.

Las corridas bancarias empezaron en cajas en Ohio y luego en Maryland que estaban garantizadas por aseguradoras privadas. Las corridas reaparecieron este enero entre cooperativas de crédito en Rhode Island que estaban “aseguradas” por empresas privadas. Y unos pocos días después, el Bank of New England, después de anunciar severas pérdidas que le hacían insolvente, experimentaba masivas corridas bancarias de miles de millones de dólares, periodo durante el cual el presidente, Lawrence K. Fish, acudió a distintas sucursales asegurando falsamente a los clientes que su dinero estaba seguro. Finalmente, para salvar al banco, la FDIC lo asumió y está en el proceso altamente expansivo de rescatarlo.

Un fenómeno fascinante apareció en estas corridas bancarias, así como en las antiguas: cuando un banco “no sólido” soportaba una corrida fatal, esto tenía un efecto dominó en todos los demás bancos en la zona, de forma que eran comprados baratos y aniquilados por las corridas bancarias. Como admitía un aturdido Paul Samuelson, Mr. Economía del Establishment, en el Wall Street Journal después de este reciente episodio: “No creía que viviría para ver de nuevo el día en que hibera corridas bancarias reales. Y cuando los bancos buenos tienen corridas en ellos porque quiebran algunos bancos desafortunados y malos (…) entramos en un bucle temporal”.

Un bucle temporal ciertamente: igual que la caída del comunismo en Europa Oriental nos devolvía a 1945 o incluso 1914, los bancos están de nuevo en riesgo.

¿Cuál es la razón para esta crisis? Todos sabemos que el colapso inmobiliario está rebajando el valor de los activos bancarios. Pero no hay “corrida” en la propiedad inmobiliaria. Los valores simplemente caen, lo que no es precisamente lo mismo que todos cayendo y volviéndose insolventes. Aunque los préstamos bancarios sean fallidos y los valores de los activos bajen, no hace falta esa base para que quiebren todos los bancos en una región.

Más en concreto, ¿por qué afecta solo a los bancos este proceso dominó y no a la propiedad inmobiliaria, la publicidad, el petróleo o cualquier otro sector que pueda tener problemas? ¿Por qué los que Samuelson y otros economistas llaman bancos “buenos” son tan excesivamente vulnerables y entonces en qué sentido son realmente “buenos”?

La respuesta es que los bancos “malos” son vulnerables a las acusaciones familiares: hicieron préstamos imprudentes o invirtieron en exceso en bonos brasileños o sus directores eran delincuentes. En cualquier caso, sus malos préstamos pusieron a sus activos en mal estado o los hicieron realmente insolventes. Los bancos “buenos” no cometieron ninguno de esos pecados: sus préstamos eran sensatos. Y aun así, ellos también pueden caer en una corrida casi tan fácilmente como los bancos malos. Está claro que los bancos “buenos” en realidad son solo ligeramente menos insensatos que los malos.

Por tanto debe haber algo en todos los bancos (comerciales, de ahorro, cajas y cooperativas de crédito) que los hace inherentemente poco sólidos. Y eso es muy sencillo aunque casi nunca se mencione: la banca de reserva fraccionaria. Todas estas formas de bancos emiten depósitos que son contractualmente redimibles a la par a la vista del depositante. Solo si todos los depósitos estuvieran respaldados al 100% por efectivo en todo momento (o, lo que es hoy equivalente, por un depósito a la vista del banco en la Fed que sea redimible en efectivo a la vista) pueden los bancos cumplir con estas obligaciones contractuales.

En lugar de esta política sensata y no inflacionista de reservas al 100%, a todos estos bancos se les permite y anima por política del gobierno a mantener reservas que son solo una fracción de sus depósitos, yendo del 10% para bancos comerciales a solo un par por ciento para las demás formas bancarias. Esto significa que los bancos comerciales inflan la oferta monetaria decuplicando sus reservas, una política que genera nuestro sistema de inflación permanente, ciclos periódicos de auge y declive y corridas bancarias cuando la gente empieza a darse cuenta de la inherente insolvencia de todo el sistema bancario.

Por eso, al contrario que cualquier otro sector, la existencia continuada del sistema bancario se basa tan fuertemente en el “confianza del público” y por eso el establishment cree que tiene que hacer declaraciones que tendría que admitir en privado que son puras mentiras. También por eso los economistas y escritores financieros de todas las partes del espectro político se apresuraron a decir que la FDIC “tuvo” que rescatar a todos los depositantes del Bank of New England, no solo a los que estaban “asegurados” con hasta 100.000$ por cuenta de depósito. La FDIC tuvo que llevar a cabo este rescate, dijeron todos, porque “de otra manera, el sistema financiero colapsaría”. Es decir, todos descubrirían que todo el sistema de reserva fraccionaria se mantiene por mentiras y humo y espejos, es decir, por un acuerdo del establishment.

Una vez el público descubriera que su dinero no está en los bancos y que la FDIC no tiene tampoco dinero, el sistema bancario quebraría rápidamente. De hecho, incluso los escritores financieros están preocupados ya que la FDIC tiene menos del 0,7% de los depósitos que “garantiza”, que se estima que pronto bajará a solo el 0,2% de los depósitos. Resulta divertido que el nivel “seguro” se sostiene que ha de ser ¡el 1,5%! El sistema bancario, en resumen, es un castillo de naipes, la FIDC y los propios bancos.

Muchos defensores del libre mercado se preguntan: ¿por qué soy un defensor de los mercados libres, la privatización y la desregulación en todo lo demás, pero no en el sistema bancario? La respuesta debería estar ahora clara: La banca no es un sector legítimo, que proporcione un servicio legítimo, mientras continúe siendo una banca de reserva fraccionaria: es decir, la firma fraudulenta de contratos que es imposible cumplir.

La garantía de depósitos privados (la propuesta de los defensores de la “banca libre”) es evidentemente absurda. Las agencias de garantía de depósitos privados son las primeras en caer, ya que todos saben que no tienen el dinero. Además, los “banqueros libres” no responden a la pregunta de por qué, si la banca es tan legítima como cualquier otro sector, necesita este tipo de “seguro”. ¿Qué otro sector trata de asegurarse a sí mismo?

La única razón por la que la FDIC sigue en pie mientras la FSLIC y las compañías de seguros privados han desaparecido es que la gente cree que, aunque técnicamente no tiene el dinero, si el empujón es suficientemente grande, la Reserva Federal sencillamente imprimiría el efectivo y se lo daría a la FDIC. La FDIC a su vez se lo daría a los bancos, sin siquiera cargar a contribuyente como ha hecho el gobierno en los rescates recientes. Después de todo, ¿no está la FDIC respaldada por una “fe y crédito completos” del gobierno federal, sea lo que sea lo que pueda significar esto?

Si, la FDIC podría, en último término, imprimir todo el efectivo y darlo a los bancos, cubierta por algún decreto y reglamento de emergencia. Pero… hay un obstáculo. Si lo hace, esto significa que todo el billón de dólares aproximadamente de depósitos bancarios se convertiría en efectivo. Sin embargo, el problema es que si el efectivo se redepositara en los bancos, sus reservas aumentarían en ese hipotético billón y los bancos podría entonces multiplicar el nuevo dinero hasta diez o veinte billones, dependiendo de sus requisitos de reserva. Y eso, por supuesto, sería increíblemente inflacionista y nos transportaría de inmediato a una hiperinflación al estilo alemán de 1923. Y por eso nadie en el establishment quiere discutir esta solución definitiva libre de quiebras. Es también por eso por lo que sería mucho mejor sufrir una contracción deflacionista de un solo golpe del fraudulento sistema bancario de reserva fraccionaria y volver a un sistema sólido de reservas al 100%.


Publicado el 8 de abril de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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