Chipre y la desintegración de la banca de reserva fraccionaria

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El “acuerdo de Chipre”, como se ha llamado ampliamente en los medios puede señalar el penúltimo acto en el colapso a cámara lenta de la banca de reserva fraccionaria que empezó con la implosión del sector de las cajas de ahorro en EEUU a finales de la década de 1980.

Esta tendencia continuó con las crisis de divisas en Rusia, México, Asia Oriental y Argentina en la década de 1990 en las que la banca de reserva fraccionaria desempeñó un papel decisivo. La desintegración de la banca de reserva fraccionaria se hizo visible incluso para el depositante medio durante el desplome financiero de 2008 que generó corridas bancarias en algunas de las instituciones financieras más grandes y venerables del mundo. El colapso final solo se evitó mediante el rescate en billones de dólares de bancos de EEUU y extranjeros por la Reserva Federal.

Sin embargo, incluso más que la crisis financiera sin precedentes de 2008, los acontecimientos recientes en Chipre pueden haber dado el golpe de gracia a la banca de reserva fraccionaria. Pues la banca de reserva fraccionaria solo puede existir mientras los depositantes tengan completa confianza en que independientemente de los males financieros que aquejen al banco al que confiaron sus “depósitos”, siempre podrán sacarlos a la vista al par de la moneda, el efectivo real de cualquier sistema bancario.

Desde la Segunda Guerra Mundial, la garantía pública de depósitos, respaldada por los poderes de creación de dinero del banco central, se ha visto como la garantía inquebrantable que generaba esa confianza. En la práctica, la banca de reserva fraccionaria se percibía como una banca 100% por los depositantes, que actuaban como si su dinero estuviera siempre “en el banco, gracias a la capacidad de los bancos centrales de crear dinero de la nada (o del ciberespacio).

Obstinadamente, las diversas crisis que implicaban a la banca de reserva fraccionaria que golpeaban una y otra vez desde finales de la década de 1980 solo reforzaron esta creencia entre los depositantes, porque los bancos e instituciones de ahorro con problemas eran rescatados siempre con celeridad, especialmente los más grandes y los menos estables. Así apareció la “doctrina del demasiado grande para caer”. Bajo esta doctrina, los depositantes y bonistas de bancos no asegurados generalmente eran resarcidos cuando quebraban los grandes bancos, porque se entendía por lo general que la confianza en el sistema bancario era algo frágil y evanescente que se quebraría y disiparía completamente como resultado de la quiebra de incluso una sola gran institución.

Volviendo al acuerdo de Chipre, es verdad que difícilmente resulta ideal desde un punto de vista del libre mercado. La solución de acuerdo con los mercados libres no implicaría restringir la retirada de depósitos, imponiendo controles fascistas de capital a los inversores nacionales y extranjeros y forzando a los contribuyentes en el resto de la Eurozona a contribuir al rescate en torno a unos 10.000 millones de euros.

Sin embargo, el acuerdo conlleva un saludable mensaje a los depositantes y acreedores bancarios en todo el mundo. Lo hace obligando a los previamente intocables bonistas sénior y depositantes no garantizados en los bancos chipriotas a soportar parte del coste del rescate. Los bonistas de los dos grandes bancos serían eliminados y se informa de que los grandes depositantes (es decir, los que tengan cuentas no garantizadas por encima de 100.000€) en el Laiki Bank pueden verse completamente eliminados, mientras que los grandes depositantes en el Banco de Chipre perderán entre un 30% y un 60% de sus depósitos. Los pequeños depositantes de ambos bancos que tuvieran cuentas garantizadas de hasta 100.000€ retendrían el valor completo de sus depósitos.

El feliz resultado será que los depositantes, tanto garantizados como no garantizados, en Europa y en todo el mundo, serán mucho más cuidadosos o incluso suspicaces al tratar con los bancos de reserva fraccionaria. Estarán dispuestos a tomar su dinero y correr a la más mínima señal o rumor de inestabilidad. Esto inducirá a los bancos a alterar radicalmente las fuentes de los fondos que obtengan para financiar préstamos e inversiones, alejándolos de los depósitos y dirigiéndolo la financiación con valores y bonos. Como se informaba el martes, 26 de marzo, esto es algo que ya esperaban muchos analistas:

Un efecto secundario potencial del acuerdo del 26 de marzo son los efectos colaterales para la financiación bancaria, dijeron los analistas. Los bancos normalmente se financian con alguna combinación de depósitos, acciones, notas sénior y subordinadas y bonos cubiertos, que están respaldados por una serie de activos de alta calidad que permanecen en el balance del prestamista.

La consecuencia del rescate de Chipre sería que es más probable que los bancos utilicen bonos convertibles contingentes (conocidos como CoCos) para captar dinero mientras su capacidad de pignorar activos emitiendo bonos cubiertos llega a los límites regulatorios, dijo Chris Bowie de la Ignis Asset Management Ltd. en Londres.

“Esperamos ver alguna lucha por los depósitos y un cambio de financiación hacia una combinación de bonos cubiertos, valores reales y cuasi-valores”, dijo Bowie, que es jefe de la dirección de cartera de créditos en Ignis, que supervisa en torno a 110.000 millones de dólares.

Si esto se produce realmente, será un importante avance hacia un sistema financiero de libre mercado en el que la descuadre radical de la madurez de los activos y pasivos en el caso de depósitos a la vista se elimina de una vez por todas. Unas pocas crisis bancarias en la Eurozona (especialmente una en la que a los depositantes garantizados se les haga participar en el llamado “rescate interno”) probablemente haga que se evapore completamente la fe en la garantía pública de los depósitos, y con ella la confianza en el sistema de banca de reserva fraccionaria.

Así que puede aparecer naturalmente en el mercado un sistema en el que valores, bonos y depósitos genuinos a la vista que no puedan recuperarse a su vencimiento se conviertan en las fuentes exclusivas de financiación para préstamos e inversiones bancarias. Los depósitos a la vista, sean cuentas corrientes o no, estarían separados en verdaderos bancos de depósitos que mantengan reservas del 100% y proporcionen una serie de sistemas de pago que van de cajeros automáticos a tarjetas de crédito.

Aunque esta conjetura puede ser excesivamente optimista, sin duda estamos hoy bastante más cerca de un resultado como ese que antes de que se alcanzara el “acuerdo de Chipre”. Por supuesto, estaríamos aún más cerca si no hubiera rescate y todo el embate de las quiebras bancarias lo asumieran solamente os acreedores y depositantes de los bancos quebrados en lugar de parcialmente los contribuyentes. Esta última solución habría expuesto completa y definitivamente, a la vista de todos, la verdadera naturaleza de la banca de reserva fraccionaria.


Publicado el 28 de marzo de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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