En realidad, no se trata de la deuda

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En su boletín electrónico Outside the Box de 13 de febrero de 2012, el respetado comentarista económico John Mauldin presenta une entrevista con el Dr. Lacy Hunt, un economista financiero muy bien considerado en EEUU. Según Hunt, el factor clave tras la actual crisis económica mundial (en Europa y Estados Unidos en particular) es un muy alto nivel de deuda en relación con el producto interior bruto (PIB). Por ejemplo, en Estados Unidos, como porcentaje del PIB, la deuda del sector público y el privado está alrededor del 400%, mientras que en la Eurozona es del 450%.

Esta forma de pensar sigue los pasos del famoso economista estadounidense Irving Fisher, que sostenía que un nivel muy alto de deuda en relación con el PIB dispara el riesgo de poner en marcha una deflación y posteriormente una severa recesión económica.[1] Según Fisher, el alto nivel de deuda pone en marcha la siguiente secuencia de acontecimientos que culminan en una severa recesión económica:

  1. El proceso de liquidación de la deuda se pone en marcha a causa de alguna sacudida casual, por ejemplo, una repentina gran caída en la bolsa. El acto de la liquidación de la deuda obliga a los individuos a venta apresurada de activos.
  2. Como consecuencia de la liquidación de la deuda, las existencia de dinero empiezan a disminuir y esto a su vez ralentiza la velocidad del dinero.
  3. Una caída en el dinero lleva a un declive en el nivel de precios.
  4. Cae el valor de los activos de la gente, mientras sigue intacto el valor de sus pasivos. Esto genera una caída del valor neto, lo que precipita quiebras.
  5. Los beneficios empiezan a disminuir y aparecen pérdidas.
  6. Se ven afectados producción, comercio y empleo.
  7. Todo esto lleva a un creciente pesimismo y pérdida de confianza.
  8. Esto a su vez lleva al atesoramiento de dinero y a una mayor ralentización en la velocidad del dinero.
  9. Sin embargo, caen los tipos nominales de interés, pero a causa de una caída en los precios, aumentan los tipos de interés reales.

Fíjense que la etapa crítica en esta historia es la etapa 2, es decir, la liquidación de la deuda genera una disminución de la existencia de dinero. ¿Pero por qué una liquidación de la deuda ha de causar una disminución de la existencia de dinero?

Pensemos en un productor de bienes de consumo que consume parte de su producción y ahorra el resto. En la economía de mercado, nuestro productor puede intercambiar los bienes ahorrados por dinero. El dinero que reciba puede verse como si fuera un recibo por los bienes que produjo y ahorro. El dinero es su derecho sobre estos bienes.

Puede tomar la decisión de prestar su dinero a otro productor a través de la mediación de un banco. Al prestar este dinero, el ahorrador original (es decir, el prestamista) transfiere sus derechos sobre ahorros reales al prestatario. El prestatario puede ahora utilizar el dinero (es decir, los derechos) y conseguir bienes de consumo que le sostendrán mientras se dedica a la producción de otros bienes, digamos la fabricación de herramientas y maquinaria.

Observemos que una vez que un prestamista entrega su dinero, renuncia a sus derechos sobre bienes reales durante la duración del préstamo. ¿Puede la liquidación del crédito, que está completamente respaldado por ahorros, ocasionar una disminución en la existencia de dinero? Una vez que expire el contrato en la fecha prevista, el prestatario devuelve el dinero al prestamista original. Como puede verse, la liquidación de la deuda no tiene ningún efecto en las existencias de dinero.

Sin embargo, las cosas son distintas cuando un banco utiliza parte del dinero depositado y lo presta. Recordemos que el propietario del dinero depositado continúa ejerciendo una demanda de dinero (no renuncia a sus derechos sobre bienes reales a favor de un prestatario). Por tanto, cuando un banco utiliza parte del dinero depositado, el banco crea en la práctica otro derecho sobre ahorros reales. Este derecho es algo vacío. Mientras que en el caso del crédito completamente respaldado, el prestatario, por decirlo así, consigue bienes que se produjeron y ahorraron para él.

Sin embargo, esto no pasa con respecto al crédito no respaldado. Aquí no se produjeron ni ahorraron ningunos bienes. Por consiguiente, una vez que el prestamista ejercita los derechos sin respaldo, debe ser a costa de los tenedores de derechos completamente respaldados. Aquí el banco crea dinero “de la nada”. En la fecha de vencimiento del préstamo, una vez que el dinero se ha devuelto al banco, este tipo de dinero debe desaparecer, porque nunca existió como tal y nunca tuvo un dueño apropiado.

La oferta monetaria y los fondos totales

Lo que debe destacarse aquí es que la caída en las existencias de dinero que precede a la deflación de precios y a una depresión económica realmente se dispara por las previas políticas monetarias laxas del banco central y no por la liquidación de la deuda. Es la política monetaria laxa la que proporciona apoyo a la creación de dinero no respaldado. (Sin este apoyo, los bancos tendrían dificultad en practicar el préstamo de reserva fraccionaria). El crédito no respaldado a su vez lleva a la reordenación de los fondos reales de los generadores de riqueza a los no generadores de riqueza. Esto a su vez debilita la capacidad de crecimiento de los fondos totales reales y a su vez debilita el crecimiento económico. Advirtamos que el corazón del crecimiento económico es el total de fondos reales, o de ahorros reales, no el “fondo de subsistencia”.

Según Böhm-Bawerk:

Toda la riqueza de la comunidad económica sirve como un fondo de subsistencia o fondo de avance, de éste, la sociedad toma para su subsistencia durante el periodo de producción habitual en la comunidad.[2]

Igualmente, von Strigl escribía:

Supongamos que en algún país la producción deba rehacerse completamente. Los únicos factores de producción disponibles para la población aparte de los trabajadores son los factores de producción proporcionados por la naturaleza. Ahora, si la producción va a realizarse mediante un método indirecto, supongamos de un año de duración, entonces es evidente que la producción solo puede iniciarse si, además de estos factores originarios de producción, hay disponible para la población un fondo de subsistencia que asegure su sustento y otras necesidades para un periodo de un año. (…) Cuanto mayor sea este fondo, más largo será el factor indirecto de producción que pueda adoptarse y mayor será la producción. Está claro que bajo estas condiciones la duración “correcta” del método indirecto de producción está determinada por el tamaño del fondo de subsistencia o el periodo de tiempo para el que baste este fondo.[3]

A causa de unas políticas monetarias y fiscales laxas prolongadas y agresivas, puede aparecer una situación en la que el total de fondos reales empiece a disminuir. En resumen, hay ahora más actividades que consumen riqueza real que actividades que producen riqueza real. Una vez que el total de fundos empieza a decaer, cualquier cosa puede disparar el llamado colapso económico.

Evidentemente, cuando las coas empiezan a desmoronarse, los bancos tratan de recuperar su dinero. Una vez los bancos obtienen su dinero (crédito que fue creado de la nada)  y no renuevan los préstamos, las existencias de dinero deben caer. Advirtamos sin embargo que la consecuente deflación de precios y caída en la economía no las causan la liquidación de la deuda como tal, ni la caída en la oferta monetaria, sino la caída en el total de fondos reales debida a las políticas monetarias y fiscales laxas previas.

El tamaño de la deuda y la severidad de la depresión económica

En sus escritos, Fisher argumentaba que el tamaño de la deuda determina la severidad de una depresión económica. Observaba que la deflación que siguió al crash de octubre de 1929 tuvo un efecto mayor en el gasto real que la deflación de 1921 porque la deuda nominal era mucho mayor en 1929.

Sin embargo, nosotros creemos que no es el tamaño de la deuda como tal lo que determina la severidad de una recesión, sino más bien el estado del total de los fondos reales. Repito que no es la deuda sino las políticas monetarias y fiscales laxas las que causan la mala asignación de los fondos reales. (El nivel de deuda es solo un síntoma, por decirlo así: no causa daño como tal).

Al echar la culpa a la deuda como la causa de las recesiones económicas, uno en realidad absuelve a la Fed y el sistema bancario que mantiene ante cualquier responsabilidad por poner en marcha todo esto. Además, una vez se acepta que la deuda pueda poner en marcha una implosión monetaria y a su vez una depresión económica, parece justificarse la idea de que la Fed debe intervenir e inyectar dinero para compensar la oferta monetaria desaparecida.

Sin embargo, en lugar de compensar la depresión emergente, los que hace en realidad aquí la inyección monetaria es debilitar más el total de fondos reales y por tanto profundizar en la crisis económica. (Advirtamos que muchos comentaristas son de la opinión de que, a causa de la deflación de precios, la carga de la deuda se intensifica. Por consiguiente, se sostiene que, por medio de la impresión de dinero, puede aliviarse esta carga, evitando así la caída económica. Repetimos que creemos que inyectar más dinero solo diluye el total de fondos reales y empeora mucho más las cosas). Además, la aparición de deflación monetaria es algo positivo para los generadores de riqueza, porque ralentiza el desvío de los fondos reales hacia actividades no productivas.

La mentira de la insuficiente demanda agregada

Ahora, tanto Keynes como Friedman creían que la Gran Depresión se debió a una insuficiente demanda agregada y por tanto la forma de arreglar el problema era estimular la demanda agregada. Para Keynes, esto se haría haciendo que el gobierno federal tomara prestado más dinero y lo gastara cuando no lo hiciera el sector privado. Friedman defendía que la Reserva Federal inyectara más dinero para reavivar la demanda. Fisher, aunque de acuerdo con que el problema era una demanda insuficiente, sostenía que la insuficiencia de la demanda agregada es un síntoma de un exceso de deuda. Por tanto, lo que hacía falta para contener una gran depresión de deuda era prevenirla por anticipado. Tienes que impedir la acumulación de deuda.

Creemos de nuevo que Fisher aquí se ocupa de síntomas y no de la causa verdadera, que es el total de fondos reales en disminución que resulta de las políticas monetarias y fiscales laxas. Además, nunca existe una demanda agregada insuficiente como tal.

Creemos que una demanda efectiva individual está limitada por su capacidad de producir bienes. La demanda no puede sostenerse por sí misma y ser independiente: está limitada por la producción. Por tanto, lo que dirige la economía no es la demanda como tal, sino la producción de bienes y servicios. Cuantos más bienes produzca un individuo, más de otros bienes puede obtener.

En resumen, la demanda efectiva de un individuo está limitada por su producción de bienes. Por tanto, la demanda, no puede sostenerse por sí misma y ser una fuerza directora independiente.

Según James Mill:

Cuando los bienes se llevan al mercado lo que se quiere es alguien que compre. Pero para comprar uno tiene que tener los medios para pagar. Por tanto son evidentemente los medios de pago que existen en toda la nación los que constituyen todo el mercado de la nación. ¿Pero en qué consisten los medios colectivos de pago de toda la nación? ¿No consisten en su producción anual, en el ingreso anual de la masa general de habitantes? Pero si el poder de compra de una nación se mide exactamente por su producto anual, como indudablemente así es, cuando mayor sea tu aumento de la producción anual, más extiendes por ese mismo acto el mercado nacional, el poder de compra y las compras reales de la nación (…) Así resulta que la demanda de una nación es siempre igual al producto de una nación. Esto realmente debe ser así, pues ¿cuál es la demanda de una nación?  La demanda de una nación es exactamente su poder de compra. ¿Pero cuál es su poder de compra? Indudablemente el nivel de su producto anual. Por tanto el nivel de su demanda y el de su oferta son siempre exactamente proporcionales.[4]

Si una población de cinco individuos produce diez patatas y cinco tomates, eso es todo lo que pueden demandar y consumir. Ningún truco del gobierno o el banco central puede hacer posible aumentar la demanda efectiva. La única forma que aumentar la capacidad de consumir más es aumentar la capacidad de producir más.

La dependencia de la demanda de la producción de bienes no puede eliminarse por medio de una política laxa de tipos de interés, inyecciones de dinero o gasto público.

Por el contrario, las políticas fiscales y monetarias laxas solo empobrecen a los verdaderos generadores de riqueza y debilitan su capacidad de producir bienes y servicios. Debilitarán la demanda efectiva.

Lo que hace falta para reavivar la economía no es potenciar la demanda agregada, sino sellar todos los agujeros para la creación de dinero de la nada y acabar con el gasto público. Esto permitiría a los verdaderos generadores de riqueza reavivar la economía permitiéndoles seguir adelante en el negocio de la generación de riqueza.

Conclusiones

Contrariamente a la forma popular de pensar, la amenaza para la economía de EEUU no es el alto nivel de deuda como tal, sino las políticas fiscales y monetarias laxas que socavan el total de los fondos reales. Asimismo, la caída en la existencia de moneda que precede a la deflación de precios y a una depresión económica se dispara realmente por las políticas fiscales y monetarias laxas previas y no por la liquidación de la deuda como tal. Asimismo, una vez que el total de los fondos se estanca o empieza a disminuir, el crecimiento económico hace lo mismo y el mito de que las políticas del gobierno y del banco central pueden hacer crecer la economía se hace pedazos.

Según Mises:

Un punto esencial en la filosofía social del intervencionismo es la existencia de un fondo inextinguible que puede exprimirse eternamente. Todo el sistema del intervencionismo se derrumba cuando se seca esta fuente: el principio de Santa Claus se liquida a sí mismo.

 


[1] Irving Fisher, Boom and Depressions, Londres: George Allen, p. 39.

[2]  Eugen von Böhm-Bawerk, Teoría positive del capital, libro 6, capítulo 5, Macmillan and Co., 1891.

[3] Richard von Strigl, Capital & Production, Mises Institute, p. 7.

[4] James Mill, “On the Overproduction and Underconsumption Fallacies”. Editado por George Reisman, una publicación de la Jefferson School of Philosophy, Economics, and Psychology, 2000.


Publicado el 1 de marzo de 2012. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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