Impuestos hasta la muerte

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¡No se acaba el 15 de abril! Si, por ejemplo, vas a tomar una pizza la noche del jueves para celebrar haber cumplido con Hacienda un año más, el recaudador estará allí para quedarse con una porción o dos. Además de pagar el impuesto a las ventas, también recibirás un gran bocado de lo que el gobierno cobra al dueño de la pizzería en impuestos locales a la propiedad, impuestos para prestaciones de desempleo, pago de nóminas federales, impuestos federales y estatales y locales de la renta y retenciones a empleados. Todo junto, según un estudio de la Americans for Tax Reform, equivale a 3,80$ de una pizza de 10$ para el omnipresente recaudador.

Si te llevas unas latas de cerveza Bud para acompañar la Pizza, otros 43 centavos de cada cerveza van directos al recaudador en impuestos especiales, impuestos de la renta, impuestos a la propiedad, etc. Para algo más fuerte, digamos un Jack Daniels, la porción de recaudador es de 7,20$, de media, por cada 10$. Sé más ligero y bebe solo Pepsi y es un 35% lo que pagas por impuestos a todos los niveles. Añade algunos Marlboro y es un 75% del precio de venta lo que es absorbido directamente a los cofres del estado. Ve a casa y enciende la luz y otros 26$ de cada 100$ de la factura eléctrica van al gobierno en lugar de a electricidad.

Si vuelas al día siguiente, el recaudador se levanta pronto y te espera en el aeropuerto, embolsándose 40$ de cada 100$ en billetes de avión. Y está en el vestíbulo del hotel cuando aterrizas, llevándose 43$ de cada 100$ de la factura. Sal a cenar y son otros 28$ de cada 100$ de la cuenta que acaban en el gobierno en lugar de en el restaurante, los granjeros, camioneros y todos los demás que trabajaron juntos para producir la comida.

A cada paso, en cosas grandes y pequeñas, la avariciosa mano del gobierno pone sus pegajosos dedos en cada bolsillo. En el pan, un estudio reciente de Price Waterhouse muestra que los 30 impuestos distintos a la fabricación y venta de una barra de pan suponen el 27% del precio medio de venta. Compra unos neumáticos nuevos y son 36$ de cada 100$ los que van al recaudador. Del precio de un coche nuevo, un estudio de la Americans for Tax Reform demuestra que los impuestos totales llegan al 45% del precio de la etiqueta en la exposición. Añade algo de gasolina y el 54% de lo que pagas por un lleno va a 43 impuestos federales, estatales y locales distintos, el lugar de al productor y vendedor de gasolina.

Al inicio del experimento único de esta nación con soberanía individual y gobierno limitado, “Los impuestos sin representación son tiranía” fue el lema de la Revolución Americana. Para nuestros padres fundadores, un nivel de impuestos de solo unos pocos centavos sobre un dólar, absorbidos por una burocracia lejana y arrogante, era bastante como para encender una revolución, bastante para tomar el fiel mosquete de la pared. Hoy, por el contrario, si nos atrevemos a alarmar a los más alterables de entre nosotros comprando una buena escopeta para conejos, el gobierno está allí en caja para verificar nuestros papeles y llevarse 46$ de cada 100$.

Por supuesto, todo esto, esta inmensa pila de impuestos ocultos, se acumula por encima de nuestros impuestos locales a la propiedad y nuestros impuestos de la renta locales, estatales y federales. ¿La salida? No es tan fácil: actúa y telefonea a un funcionario de Hacienda en el DC sobre el gobierno fuera de control y el recaudador se lleva otro 1$ en cada llamada de 2$; emborráchate y son otros 43$ o 72$ de cada 100$ los que se envían al estado, dependiendo de si es Coors o Wild Turkey.

Para la familia media, todos estos impuestos se comen ahora hasta el 38% de la renta bruta, un tipo fiscal superior a cualquier otro en tiempo de paz en Estados Unidos. En comparación, la familia habitual de dos rentas a mediados de la década de 1950 pagaba un 28% de sus rentas en impuestos. Estamos ahora en la situación absurda de que la familia típica trabaja hasta mediodía cada jornada laboral para satisfacer al recaudador, pagando más en impuestos de lo que gastan en comida, ropa y vivienda combinadas.

Hoy, con 480 formularios fiscales diferentes, 17.000 páginas de leyes y regulaciones y un código fiscal federal con más de 7 millones de palabras (comparado con las 773.000 palabras de la Biblia, incluyendo ambos testamentos), casi el 60% de los estadounidenses están pagando a un profesional para ayudarles a orientarse en el laberinto fiscal. Cada año, Hacienda envía 8.000 millones de páginas de formularios e instrucciones, papel suficiente para rodear 28 veces la tierra. Para seguir este código fiscal Rube Goldberg los estadounidenses están gastando 5.400 millones de horas y 200.000 millones al año solo en costes de cumplimiento, sin contar los impuesto pagados, es decir, más tiempo y dinero del que lleva producir cada coche, camión y furgoneta cada año en Estados Unidos.

Cuando se lanzó el impuesto federal de la renta, allá por 1913, el impuesto gravaba solo a los súper-ricos, el 0,5% más rico de la población, con un tipo fiscal máximo de solo el 7%. Hoy, por supuesto, los temores de los primeros opositores al impuesto se han concretado con creces. Al final del periodo de Herbert Hoover, el tipo máximo había saltado al 60%. Cuando murió Franklin D. Roosevelt, el tipo máximo estaba por encima del 90% y se había extendido hasta llegar a las rentas de la clase media por primera vez. En 1913, la familia media tenía que trabajar hasta el 30 de enero antes de ganar lo suficiente para satisfacer al recaudador en todos sus niveles.  Este año, la familia estadounidense media trabajará hasta el 12 de mayo para ganar bastante como para pagar sus facturas fiscales federales, estatales y locales.

“Comparad esto con los apuros de los siervos medievales”, dice el economista Daniel J. Mitchell. “Solo tenían que dar al señor de la mansión un tercio de su producción y eran considerados esclavos. ¿Eso en qué nos convierte?”


Publicado el 15 de abril de 1999. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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