¿Puede la cultura generar orden espontáneo?

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[Literature and the Economics of Liberty: Spontaneous Order in Culture • Editado por Paul A. Cantor y Stephen Cox • Ludwig von Mises Institute, 2009 • xviii + 510 páginas]

En décadas recientes, la crítica literaria ha defendido varias escuelas que rechazan la economía del sentido común en favor de programas más privados y personales. La fórmula “lo personal es político” hace mucho que se introdujo en los departamentos de inglés, a costa de explicaciones más tradicionales de la formación y tejido de la civilización occidental. Desde mediados a finales del siglo XX, los estudiantes estuvieron sometidos a sucesivas olas de Nueva Crítica, teoría marxista, teoría homosexual, teoría feminista y deconstruccionismo, todas culpables de convertir estacas cuadradas en agujeros redondos para potenciar reputaciones individuales y generar un cambio social en lugar de aumentar el conocimiento de la condición humana a través de las artes.

La condición humana, no importa cuántos teóricos piensen lo contrario, es económica, así como espiritual, sexual y política. Después de todo, incluso los marxistas transexuales ateos tienen que intercambiar algo por comida, ropa y alojamiento, ¿no?

Una pregunta válida para creadores y críticos: ¿Qué proporciona el mejor modelo económico para asegurar la felicidad de los siete mil millones de habitantes de este planeta? ¿Y cuál de los mil de millones o más de personajes que habitan en la literatura de nuestro planeta?

Este es el tema tratado por Paul A. Cantor y Stephen Cox en su recopilación de ensayos brillantes en la economía de la literatura y la libertad. Los ensayos toman la economía de libre mercado como base para examinar obras literarias bien conocidas de gente como Cervantes, Willa Cather, Joseph Conrad, Charles Dickens, H.G. Wells, Thomas Mann y otros. Uno no tiene que estar versado en ninguna de las obras consideradas para apreciar la profundidad del conocimiento literario y económico mostrada por estos autores. Tampoco los lectores necesitan más que una base somera de economía. Todo el trabajo duro lo realizan los críticos implicados en el proyecto.

H.L. Mencken escribió que la condición indispensable de toda buena crítica debería ser su capacidad de sostenerse por sí mismo como una pieza de arte independientemente de las cualidades propias del objeto de la crítica. Cantor, Cox y los demás críticos cuyos ensayos aparecen en Literature and the Economics of Liberty alcanza sin esfuerzo ese objetivo proporcionando agudos análisis y explicaciones eruditas del texto, proporcionando estupendos relatos además de una crítica ingeniosa y una economía sólida.

Al hacerlo, Cantor, Cox y los demás rescatan grandes obras de arte de las fauces de la mayoría de la crítica contemporánea, al retratar a las artes como la celebración mimética del orden espontáneo, la utilidad marginal y la destrucción creativa. Aunque ninguna obra de alta literatura puede calificarse correctamente como “espontánea”, Cantor avanza mucho al detallar cómo las externalidades (por usar un término económico) del zeitgeist de un autor contribuyen a su inspiración y ejecución del arte, así como al retrato de los triunfos y tribulaciones de los personajes que crea.

El acto creativo es tan integral como puede ser cualquier trabajo humano. Los artistas reúnen personajes, idean tramas, eligen escenarios y temas. Este hecho podría explicar por qué tantos artistas están a favor de una planificación centralizada. Algunos, por ejemplo Ezra Pound, defendían con tal entusiasmo la planificación centralizada como un regalo para los artistas que infligieron un daño permanente a su legado artístico. Otros, notablemente Arthur Koestler, E.E. Cummings, Stephen Spender, John Dos Passos y varios más se arrepintieron posteriormente de sus antiguas creencias en “el dios que fracasó”.

Cantor retrata a los artistas (similares al resto de nosotros) como seres económicos en términos que sonarán familiares a los lectores de Mises y Hayek:

Para la Escuela Austriaca, el empresario se convierte en una especie de artista. De hecho los austriacos destacan la creatividad del empresario. Como un artista, es un visionario, un tomador de riesgos y un pionero y si tiene éxito generalmente se encontrará luchando contra la muchedumbre o al menos lejos de ella. Así que con la economía austriaca uno no tiene que preocuparse porque el enlace de la actividad artística con la economía tenga un efecto reduccionista. Como la Escuela Austriaca ve la actividad económica como creativa en primer lugar, desde su perspectiva mostrar a un artista implicado en el mundo comercial es perfectamente compatible con afirmar su libertad e individualidad.

Pero el retrato del artista como planificador centralizado, moviendo a sus seres (ficticios) creados como si lo hiciera desde las alturas mandantes del Monte Parnaso va contra la imagen habitual del artista como hiperindividualista, que no escucha a ninguna voz que no sea la suya. Cantor, Cox y los demás críticos recogidos en Literature and the Economics of Liberty reconocen esto y destacan la individualidad del artista. En una explicación de la novelas por entregas de la época victoriana, Cantor escribe:

Lo que hemos aprendido de la economía y la biología es que en los órdenes espontáneos, que se desarrollan o evolucionan con el tiempo, algunas imperfecciones son compatibles con una coherencia general. Esta idea puede a su vez mostrarnos una forma de salir de la aporía a la que ha amenazado con dirigirnos el conflicto entre la nueva crítica y la deconstrucción.

Y esto:

La economía austriaca, debido a su individualismo metodológico, sugeriría centrarse en cómo actuaron como individuos los dedicados al proceso [creativo]. Vería cómo los novelistas individuales se aproximaron a las series por entregas, como los miembros individuales de su audiencia reaccionaron a su obra y finalmente cómo los novelistas reaccionaron individualmente estas reacciones. Un economista austriaco no esperaría ni que todos los novelistas ni que todos los miembros del público lector de novelas actúen o reaccionen de la misma manera; más bien esperaría que la individualidad e incluso la idiosincrasia entrara en juego en todas las etapas del proceso. (…) Dejar espacio a elementos de contingencia e incertidumbre deja espacio a elementos de creatividad en el proceso artístico, aunque ya no se conciba como el logro de creadores puramente solitarios.

Como tal, el proceso creativo incluye tanto al artista como a las mentes activas de su audiencia. Comparemos esto con otra escuela de pensamiento literario basada en la economía, la teoría marxista, que supone que leer una novela es algo realizado por zombis pasivos narcotizados y abatidos por el capitalismo.

El espacio no permite una visión general de los ensayos en los que se aplica la teoría austriaca a obras literarias concretas, pero estad seguros de que hay mucho a recomendar. El apologista del socialismo, H.G. Wells recibe una merecida crítica de Cantor en su notable ensayo “The Invisible Man and the Invisible Hand: H.G. Wells’s Critique of Capitalism”.

Disfruté especialmente del examen de obras selectas de Willa Cather por Stephen Cox, incluyendo La muerte llama al arzobispo y solo desearía que Cox hubiera ampliado su brillante crítica para abarcar más completamente esta novela en particular. Es sin duda una gran alabanza, alabanza fácil de extender a la totalidad de este notable libro.


Publicado el 29 de diciembre de 2010. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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