Monopolio en la odontología

0

En su obra magna, La acción humana, Ludwig von Mises escribía sobre el tipo de resultado que producen invariablemente las licencias de ocupación gubernamentales:

Donde el gobierno favorezca directamente los precios de monopolio, veremos ejemplo de monopolio en las licencias. El factor de producción por que se produce la restricción del uso es la licencia, que las leyes hacen un requisito para suministrar a los consumidores. Esas licencias pueden concederse de distintas formas. (…) Las licencias se conceden solo a solicitantes concretos. La competencia se restringe. Sin embargo, los precios de monopolio solo pueden aparecer si las licencias actúan concertadamente y la configuración de la demanda es propicia.

Según un reciente artículo en Governing, muchos estados están considerando propuestas para expandir los límites de las licencias médicas y permitir la aparición de “proveedores dentales de nivel medio”. Estos proveedores dentales desempeñarían un papel similar al de los enfermeros y practicantes ofreciendo servicios dentales estándar bajo la dirección de un dentista licenciado y formado. Estados como Nuevo México, Oregón y Washington están estudiando esta reforma para aumentar a oferta de profesionales dentales en áreas rurales. La American Dental Association, que representa a 156.000 miembros, se ha opuesto a esta medida.

Para tener una idea de cómo funcionan las licencias de ocupación estatales, pensemos en el siguiente ejemplo: Imaginemos que Bill tiene un puesto de limonada en medio de una ciudad con mucho movimiento. En lugar de afrontar la competencia de otros vendedores callejeros y de locales cercanos, Bill es lo suficientemente listo como para cabildear en el ayuntamiento para prohibir todos los vendedores limonada que no obtengan antes una licencia de la ciudad. Debido a su influencia y buenos contactos con determinados concejales, Bill acelera el proceso de solicitud y es capaz de obtener una licencia para vender limonada antes que nadie. Ahora hay poca competencia en su camino. Así que Bill es capaz de mantener su precio de venta por encima del nivel establecido de un verdadero mercado libre y de obtener beneficios mientras los consumidores estén dispuestos a aceptar el coste extra en sus carteras por su deliciosa limonada. Los beneficios son altos, los tiempos son buenos y la señora de Bill está contenta. Pero ahora el ayuntamiento empieza a cambiar de opinión sobre el licenciamiento de la limonada y está pensando en aumentar las licencias. La oportunidad se está acabando, así que Bill, preocupado por que se acabe pronto la buena vida, lanza un contraesfuerzo cabildero basándose en que la calidad del producto disminuirá si se otorgan más licencias.

Apliquemos ahora este sencillo ejemplo en masa a la American Dental Association, que, como Bill, el vendedor de limonada, esta cabildeando duro contra las expansiones en las licencias condenando un potencial declive en la seguridad pública.

Para cualquiera familiarizado con el funcionamiento de un mercado desinhibido, los planes públicos de licenciamiento apestan a corporativismo legislativo. En un mercado verdaderamente libre, la demanda de los consumidores la atienden los empresarios siempre que oferta y demanda se unan marginalmente y no se establezcan legislativamente las barreras artificiales de entrada. Donde exista demanda y voluntad por parte de los consumidores de pagar los costes necesarios, la inversión de capital y personal se dedica hacia esos sectores. En ese sentido, no debería haber problemas sobre una falta de atención dental en áreas rurales, ya que un mercado abierto aseguraría que se provee ese servicio, aunque probablemente a un precio más alto que el de las áreas prevalecientes con mayor acceso a la atención.

Pero igual que mucho del sector médico en Estados Unidos, el acceso a la atención está dificultado debedlo precisamente al mismo tipo de solución propuesta: es decir, la licencia de ocupación. Como demostraba Mises, ese licenciamiento debe llevar a disminución en la oferta, condiciones monopolísticas y por tanto una menor competencia.

Remontándonos a mediados del siglo XIX, antes de la llegada de las licencias médicas, vemos que Estados Unidos tenía unas de las mayores cifras per cápita en el mundo de doctores en ejercicio. Como demuestraRonald Hamowy, las escuela médicas eran numerosas y los costes de asistencia eran baratos. Muchos médicos en ese tiempo practicaban la homeopatía; una especie de aproximación de laissez faire a la sanación era que el cuerpo redujera su exposición a condiciones ambientales negativas como el estrés y mantener una dieta sana. Los que practicaban los que se conocía por medicina ortodoxa buscaron negar esta competencia cabildeando para una licencia de ocupación médica a través de los estados. Esto incluía unir fuerza con la American Medical Association para hacer campaña para un amplio uso de las licencias. Cooperando con la Fundación Carnegie y Abraham Flexner, un auténtico don nadie en la profesión médica cuyo hermano era el director del Instituto Rockefeller para la Investigación Médica, la campañ tuvo éxito con la presentación de infame Informe Flexner. En Making Economic Sense, Murray Rothbard escribe sobre el Informe Flexner y sus desastrosos efectos:

El informe de Flexner estaba prácticamente escrito por adelantado por altos cargos de la American Medical Association y su consejo fue rápidamente adoptado por todos los estados de la Unión.

La consecuencia: toda facultad de medicina y hospital estaba sujeto a la licencia del estado, que a su vez daba el poder para nombrar consejos de licenciamiento a la AMA del estado. Se suponía que el estado pondría fuera del negocio, y lo hizo, a todas las facultades de medicina que fueran privadas y con ánimo de lucro, que admitieran a negros y mujeres y que no se especializaran en medicina ortodoxa, “alopática”: particularmente los homeópatas, que eran entonces una parte sustancial de la profesión médica y una alternativa respetable a la alopatía ortodoxa.

Así que mediante el Informe Flexner, la AMA fue capaz de utilizar al gobierno para cartelizar a la profesión médica: para empujar la curva de oferta drásticamente hacia la izquierda (literalmente la mitad de las escuela de medicina en el país desaparecieron por la acción de los gobiernos estatales después de Flexner) y por tanto aumentar los precios médicos y hospitalarios y las rentas de los doctores.

Y así empezó la tendencia negativa en el libre mercado de la medicina en Estados Unidos. Con menos escuelas económicas (y por tanto menos doctores) los salarios pueden mantenerse más altos de lo que serían en un mercado dominado por la libre empresa y la entrada sin obstáculos a la práctica médica. Los consumidores, que normalmente determinan el éxito de los productores, han perdido al afrontar costes más altos, además de considerarlos demasiado ignorantes como para elegir el doctor adecuado sin la ayuda del estado. La búsqueda de rentas se incrusta en un sector que debe dedicar cantidades crecientes de recursos financieros para aplacar a los cargos públicos.

La oposición de la American Dental Association a aumentar las licencias tiene más que ver con preservar el estatus quo que con preocuparse por la seguridad del consumidor. Si se hubiera mantenido la libertad de entrada en el sector dental, hay pocas dudas de que los que se dediquen a la odontología de nivel medio, o alguna otra forma de ésta eficiente en costes, habrían aparecido ya como una ocupación viable.

Sin embargo, debe destacarse que la realización de un aumento en las licencias para un tipo de dentista de nivel medio no es en modo alguno una solución completa a los problemas que aquejan al sector. La previa intervención pública fue la causa de la escasez de dentistas y de un aumento en el precio de la atención dental. Una mayor gestión de detalle de un problema ya demasiado gestionado solo producirá más consecuencias no pretendidas. Así es la naturaleza del estado: la intervención engendra intervención y avanzamos en el camino hacia el socialismo. Como escribía Mises:

Todas las variedades de interferencia [pública] en los fenómenos del mercado no solo fracasan en alcanzar los fines buscados por sus autores y defensores, sino que producen un estado de cosas que (desde el punto de vista de las valoraciones de autores y defensores) es menos deseable que el estado previo que pensaban alterar. Si uno quiere corregir su manifiesta inadecuación y absurdo complementando los primeros actos de intervención con cada vez más de esos actos, debe ir cada vez más allá hasta que la economía de mercado sea completamente destruida y sea sustituida por el socialismo.

 


Publicado el 20 de febrero de 2012. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

Print Friendly, PDF & Email