El anti-imperialismo de Mises

0

[Libertarian Forum, enero de 1974]

La muerte de Ludwig von Mises ha generado numerosos ensayos sobre su contribución a la economía. Es igualmente apropiado explicar su trabajo en la ciencia histórica, como la llamaba. Al haber tenido el honor y placer de acudir al seminario de grado de Mises durante los años en que escribió Teoría e historia y dedicó su seminario a ese tema, tuve la rara oportunidad de participar en la formulación de sus conceptos muy meditados sobre la ciencia histórica. Pero antes de explicar esa parte de su contribución en otro artículo, indicaré algunos de los análisis históricos importantes que hizo Mises.

Ante el auge del liberalismo clásico en el siglo XIX y su colapso tras la Primera Guerra Mundial, Mises tenía motivos especiales para examinar la historia contemporánea. Mises destacaba que las ideas son la base sobre la que tienen lugar todas las actividades sociales. Es en el ámbito de las ideas donde tiene lugar la batalla por la civilización y el progreso. Mises destacaba el hecho y la necesidad que tenía el liberalismo clásico de ser obstinado e inflexible. El éxito de las ideas liberales requería la ilustración de la gente que estudiaba las ideas, que convencería a la ciudadanía sobre su corrección. Mises defendía una revolución en las ideas como el paso necesario para la revolución en la práctica de la libertad. Sin embargo, los defensores del liberalismo clásico en el siglo XIX no fueron obstinados ni inflexibles. Los utilitaristas británicos, especialmente Ricardo, tenían ideas incompletas y flexibles que llevaron a los liberales sucesivos a no corregirlas y completarlas, sino a alejarse hacia más flexibilidades, como en el caso de John Stuart Mill.

Una de las causas importantes del declive del liberalismo, creía Mises, fue la ilusión de que la sociedad continuaría necesariamente aceptando y perfeccionando sus ideas. Mises creía que como el liberalismo clásico estuvo cerca de su implantación, era necesario que sus defensores no descansar, sino aumentar su actividad y perfeccionar la base teórica del liberalismo clásico. Por el contrario, el liberalismo fue barrido por la aparición de partidos hablando de intereses especiales. Para Mises, liberalismo significaba la abolición de los privilegios especiales. Al explicar la lucha de clases, Mises destacaba: “Los conflictos de intereses solo pueden producirse cuando se impongan restricciones a la libre disposición de los propietarios de los medios de producción por medio de la política intervencionista del gobierno o por la interferencia de otras fuerzas sociales armadas con poder coactivo”. El poder coactivo y la intervención del gobierno son las únicas causas de guerra entre intereses. Para Mises, los defensores del feudalismo, el privilegio y el estatus fueron claramente derrotados por el liberalismo clásico. La aparición del nuevo desafío al liberalismo clásico venía de dentro, de los fallos de los economistas utilitaristas. Decía Mises:

Pero en el sistema cataláctico de Ricardo uno puede encontrar el momento de alejamiento para una nueva teoría del conflicto de intereses dentro del sistema capitalista. Ricardo creía que podía demostrar cómo, en el curso del desarrollo económico progresivo, tiene lugar un cambio en las relaciones entre las tres formas de renta en su sistema, a saber, beneficio, rentas y salarios. Fue esto lo que impulsó a uno pocos escritores ingleses en la tercera y cuarta décadas del siglo XIX a hablar de las tres clases de capitalistas, terratenientes y asalariados y a mantener que existe un antagonismo irreconciliable entre estos grupos. Esta línea de pensamiento fue asumida posteriormente por Marx.

En el Manifiesto comunista, Marx seguía sin distinguir entre casta y clase. Solo después, cuando conoció en Londres los escritos de los panfletistas olvidados de los años veinte y treinta y, bajo su influencia, empezó el estudio del sistema de Ricardo, se dio cuenta de que el problema en este caso era demostrar que incluso en una sociedad sin distinciones y privilegios de casta siguen existiendo conflictos irreconciliables de privilegios. Este antagonismo de intereses lo deducía del sistema de Ricardo al distinguir entre las tres clases de capitalistas, terratenientes y trabajadores. (…) Sin embargo, en ningún momento intentó Marx o alguno de sus muchos seguidores definir en modo alguno el concepto y naturaleza de las clases. Es significativo que el capítulo titulado “Las clases” en el tercer tomo de El capital se concluye después de unas pocas frases. Pasó más de una generación desde la aparición del Manifiesto comunista, en el que Marx hace por primera vez del antagonismo y la lucha de clases la piedra angular de toda su doctrina, al momento de su muerte. Durante todo este periodo Marx escribió un libro tras otro, pero nunca llegó a explicar que ha de entenderse como una “clase”. (Mises, The Free and Prosperous Commonwealth, Princeton, Van Nostrand Series in the Humane Studies, 1962, pp. 163-164).

Sin embargo, la cuña de los conceptos ricardianos de desarmonía de intereses en una sociedad capitalista perfecta y la existencia de partidos políticos con intereses especiales en sociedades que afirmaban ser capitalistas, permitieron a los socialistas aparecer como los defensores de la abolición del privilegio, de la sociedad sin clases resultante de la desaparición del estado. Mises destacaba que en ausencia de un liberalismo presentado inflexiblemente, el socialismo apela a la gente que piensa más claramente y busca una solución seria al gobierno de los intereses especiales. A través de la posición dominante conseguida por el socialismo en las universidades, fue capaz, en opinión de Mises, de ganarse las mentes más sinceras, honradas y mejores entre los jóvenes. En muchos sentidos, el éxito del socialismo se debió a su capacidad de parecer lo que realmente es el liberalismo. Mises describía las muchas maneras en la que los partidos de estado de intereses especiales han impedido la presentación y el éxito de las ideas liberales y por tanto permitido el éxito del socialismo. Mises insistía en que los liberales deben destacar el hecho de que como el liberalismo no sirve a ningún interés especial no hay “ninguna clase que pueda defender el liberalismo por sus propios intereses egoístas”. Para Mises, el liberalismo no podía ser el partido especial de los capitalistas. La realidad histórica ha demostrado que los ricos tienden a apoyar a cualquier partido, excepto a  los liberales. De hecho, para que los capitalistas apoyen el liberalismo es necesario que superen sus propios intereses hasta el nivel de los principios generales. Mises apuntaba:

Los que tienen no tienen ninguna razón más para apoyar la institución de la propiedad privada de los medios de producción que los que no tienen. Si se pone en cuestión sus intereses especiales inmediatos, raramente son liberales. La idea de que con que solo se conserve el capitalismo las clases propietarias podrían mantener eternamente la posesión de su riqueza deriva de una mala comprensión de la naturaleza de la economía capitalista, en la que la propiedad está continuamente trasladándose de los empresarios menos eficientes a los más eficientes. En una sociedad capitalista uno solo puede mantener su fortuna la adquiere perpetuamente invirtiéndola sabiamente. Los ricos, que ya tienen la posesión de la riqueza, no tiene ninguna razón especial para desear la conservación de un sistema de competencia no intervenida abierta a todos. (…) Sí tienen un interés especial en el intervencionismo, que siempre tiene una tendencia a conservar la división existente de riqueza entre los que la poseen. Pero no pueden esperar ningún tratamiento especial del liberalismo, un sistema en el que no se presta ninguna atención a las reclamaciones vigentes de la tradición indicadas por los intereses creados de la riqueza establecida. (Ibíd., p. 186)

Mises deducía de la historia que todos gobiernos reconocen implícitamente que no hay limitaciones al poder. El dominio completo sobre la propiedad es el objetivo de todos los gobiernos y si aceptan las limitaciones es simplemente una táctica, ya que la admisión de cualquier control del gobierno sobre la propiedad implica el control total. Mises concluía:

Así que nunca ha habido un poder político que haya desistido voluntariamente de impedir el libre desarrollo y operación de la institución de la propiedad privada de los medios de producción. Los gobiernos toleran la propiedad privada cuando se les obliga a hacerlo, pero no la reconocen voluntariamente reconociendo su necesidad. Incluso los políticos liberales, al conseguir el poder, han relegado habitualmente sus principios más o menos al fondo. (…) Un gobierno liberal es una contradictio in adjecto. (Ibíd., p. 68)

Mises insistía en que el concepto de autodeterminación era la derivación  más lógica del liberalismo. La autodeterminación tenía sentido, no como concepto colectivo, sino como concepto individualista. “Si fuera posible de cualquier manera conceder este derecho de autodeterminación a toda persona individual, tendría que hacerse”. Pero Mises consideraba que la autodeterminación individual era técnicamente inviable; sin embargo, por principio, era irrebatible que el individuo debía tener derecho a la autodeterminación individual. En política exterior, Mises aplicaba coherentemente este concepto a la autodeterminación.

El derecho de autodeterminación individual era claramente aplicable al área de la educación. Para Mises, la educación obligatoria en cualquier circunstancia era una violación de este derecho. La educación obligatoria es un acto claramente político. “De hecho solo hay una solución: el estado, el gobierno, las leyes no deben en ningún caso preocuparse  de la educación. Los fondos públicos no deben usarse para esos fines. La formación e instrucción de la juventud debe dejarse enteramente a padres y asociaciones e instituciones privadas”.

Mises realizó un importante aunque habitualmente no reconocido análisis del imperialismo, que es otro aspecto de la negación del derecho de autodeterminación. Mises indicaba que los orígenes del imperialismo pueden encontrarse en el deseo de los estado de crear “mercados” protegidos de exportación. Un deseo de evitar los efectos de la competencia, decía Mises, llevaba a los estados

a la adopción de la política de utilizar impuestos a la importación para proteger la producción nacional que operara bajo condiciones menos favorables frente a la competencia superior de la industria extranjera, esperando que así se hiciera innecesaria la emigración de trabajadores. De hecho, para expandir el mercado protegido tanto como sea posible, se hacen esfuerzos para adquirir incluso más territorios que no se consideran tan apropiados para los asentamientos europeos. Podemos datar el inicio del imperialismo moderno a finales de los setenta del pasado siglo, cuando los países industriales de Europa empezaron a abandonar la política de libre comercio y a dedicarse a la carrera de los “mercados” coloniales en África y Asia (…)

La idea básica de la política colonial era aprovechar la superioridad militar de la raza blanca sobre los miembros de otras razas. Los europeos, equipados con todas las armas y artilugios que su civilización ponía a su disposición, buscaban subyugar a pueblos más débiles, robarles su propiedad y esclavizarlos. Se han hecho intentos de atenuar y disimular el verdadero motivo de la política colonial con la excusa de que su único objetivo era hacer posible a los pueblos primitivos compartir los beneficios de la civilización europea. (…) Si, como creemos, la civilización europea es realmente superior a la de las tribus primitivas de África o las civilizaciones de Asia (por muy estimables que sean estas últimas a su manera), debería ser capaz de demostrar su superioridad inspirando a estos pueblos a adoptarla por propia voluntad. ¿Podría haber una prueba más triste de la esterilidad de la civilización europea que el que no pueda extenderse por otro medio que no sea el fuego y la espada? (Ibíd., pp. 123, 25)

Mises contestaba al argumento de que la solución liberal (el abandono inmediato del gobierno colonial europeo y dejar en paz a los habitantes) podría llevar al caos y la opresión. Como Europa exportó lo peor de su civilización bajo el imperialismo, no es culpa de los nativos que puedan adoptar todos los males que les enseñaron los europeos. Como el imperialismo es la negación del liberalismo, no hay posibilidad de que los no europeos se pongan en contacto con las ideas y prácticas liberales. El propio imperialismo era uno de los medios por los que los políticos europeos buscaban escapar de la necesidad lógica de completar la revolución liberal en Europa. Igual que el mercantilismo fue la extensión exterior del feudalismo, el imperialismo fue la extensión exterior del neo-mercantilismo.

Para Mises, ninguno de los argumentos en apoyo del imperialismo podría tener ninguna base en el liberalismo. La abolición de todas las formas de imperialismo era solo coherente con el liberalismo. Mises creía que las consecuencias malvadas del imperialismo se harían evidentes solo después del abandono de las tropas y funcionarios europeos porque solo entonces florecería íntegramente el impacto del no-liberalismo europeo. Cuanto más tiempo permanecieran los europeos, más venenosos serían los frutos. Así que el fin inmediato del imperialismo reduciría los efectos y su prolongación “en interés de los nativos”, los intensificarían. Mises añadía:

Si todo lo que puede aducirse a favor del mantenimiento del gobierno europeo en las colonias es el supuesto interés de los nativos, entonces uno debe decir que sería mejor si este gobierno se llevara completamente a su fin. Nadie tiene un derecho a entrometerse en los asuntos de otros para mejorar su interés y nadie, cuando tiene a la vista sus propios intereses, tendría que pretender que está actuando egoístamente en interés de otros. (Ibíd., p. 127)

El compromiso total de Mises con el liberalismo clásico, puro y sin concesiones, le hizo un heredero en la historia de los grandes liberales clásicos del siglo XIX que se ocupaban de la historia en general, como Acton, o  de la historia contemporánea, como Cobden y Bright. Mises no tenía miedo, como Acton, Cobden y Bright de atacar al estado en todos sus aspectos, ni mucho menos en su manifestación más reciente, el imperialismo. Individuo y estado son irreconciliables. La historia confirma lo que no enseña la razón, que el estado es la negación del individuo y su extensión, la propiedad privada, igual que donde existen correctamente individuos y propiedad el estado ha de abolirse. Fue debido al fracaso en perseguir y alcanzar la libertad por los liberales del siglo XIX por lo que la lucha actual resulta necesaria. Mises ha destacado que es con el estudio de este fracaso con lo que se aprenderán las lecciones para alcanzar la libertad. Los que no se atrevan a estudiar la historia están condenados a repetirla.


Publicado el 25 de junio de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

Print Friendly, PDF & Email