Los peajes en el camino de servidumbre

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Los cargos electos oficiales pueden ser expulsados por los votos. Pero el atrincherado ejército de funcionarios federales no elegidos y con poder sigue ejerciendo su poder y los burócratas de Hacienda son de los peores. Hace seis años, publiqué un artículo en The Freeman sobre la incompatibilidad del código fiscal y la libertad y la amenaza contra la libertad sigue sin disminuir.

Friedrich Hayek describía el proceso por el que el apoderamiento y la discreción burocráticos extirpan la libertad personal y la democracia como “el camino de servidumbre”. Nos advertía a todos que el socialismo requiere burocratización. En el estado socialista, los funcionarios se convertirían en la nueva aristocracia y sus ciudadanos adoptarían el papel del siervo. Mi artículo argumentaba que existían peligros similares al aumentar los poderes de la burocracia de Hacienda que la democracia no podía confiar en controlarlos. Los abusos recientes validan este temor. Cualquier agencia sin restricciones ni responsabilidad es una amenaza a la libertad personal y debería eliminarse.

He publicado críticas del gobierno y los políticos de EEUU sin represalias de Hacienda, incluyendo algunas que se dirigían contra la política fiscal y concretamente contra Hacienda. Los tipos de preocupaciones que planteaba respecto de la autoridad de Hacienda las explicaba Hayek en su clásico Camino de servidumbre. Investigadores que van de Jeff Sachs a Gordon Tullock han afirmado que las advertencias de Hayek acerca del abuso en la socialdemocracia eran exageradas. Después de todo, muchas naciones occidentales tienen grandes presupuestos públicos y extensas regulaciones sin sufrir los funestos resultados que predecía Hayek.

El actual escándalo de Hacienda ha renovado la preocupación respecto de su abuso de poder. Un ejemplo flagrante de las últimas elecciones fue el uso partidista de Hacienda como arma política. Hacienda tiene un historial de abusos políticos. Hoover, FDR, JFK y Richard Nixon usaron a Hacienda contra enemigos, mucho antes que Clinton u Obama. A partir de los escándalos recientes, algunos políticos investigan ahora a Hacienda. Funcionarios de Hacienda, como Douglas Shulman, Lois Lerner y Holly Paz, en sus comparecencias ante el Congreso, han mostrado la arrogancia de un aristócrata con título en lugar de mostrarse como los funcionarios públicos que son.

Los políticos ven a Hacienda y su código fiscal como un medio para resolver problemas políticos percibidos. Los republicanos quieren usar el código fiscal para promover valores familiares. Los demócratas quieren usar los impuestos para aliviar la pobreza y reducir la polución. Pero independientemente de la agenda legislativa, son en buena parte funcionarios no electos los que deciden a dónde va el dinero de los impuestos.

Hayek apuntaba que ni los votantes ni el Congreso pueden vigilar o gestionar las burocracias federales modernas. Consecuentemente, la mayoría de las acciones burocráticas no se ven. Las agencias quedan bajo vigilancia solo cuando son entidades no-públicas o los medios de comunicación encuentran sus acciones suficientemente objetables como para vender ejemplares o aumentar las audiencias. El escándalo del gasto del GSA del año pasado echó de las portadas un escándalo distinto de Hacienda y antes de eso fue otra agencia la que estuvo en el candelero. Las agencias del Leviatán similar a la Medusa son demasiado numerosas como para investigar a todas a la vez, así que es una agencia y un escándalo cada vez, permitiendo que cientos de otras agencias funcionen sin cesar.

La posibilidad de abuso burocrático está generalizada. Los peores ascienden a lo alto de las burocracias en parte porque la gente que más quiere el poder son, como dijo Hayek, idealistas con un solo propósito. Los idealistas con un solo propósito son intolerantes por definición, creyendo que sus planes para la sociedad son objetivamente superiores a cualquier plan en competencia. Los que tienen una ventaja comparativa en adquirir y ejercer el poder son la gente más despiadada e insensible de la sociedad. Obama dijo una vez: “Vamos a castigar a nuestros enemigos y vamos a recompensar a los que están con nosotros”. Alguno califica el comentario de Obama como “Chicago”. No es solo política de Chicago: toda la política funciona así porque la intervención siempre favorece a unos sobre otros.

El nuevo escándalo

Los funcionarios de Hacienda admitieron su inclinación política durante las últimas elecciones. Retrasaron deliberadamente cientos de declaraciones de exenciones fiscales y usaron criterios inapropiados para seleccionar los grupos que revisar. Hacienda hizo preguntas inapropiadas a grupos de solicitantes y apuntaron a los opositores de Obama con auditorías. El donante de Romney, Frank Vandersloot recibió múltiples auditorías de Hacienda (junto con otros siete donantes más) y asimismo del Departamento de Trabajo, con un coste de 80.000$. Katherine Engelbrecht fue acosada por Hacienda, el FBI, BATF y OSHA.

El Departamento de Justicia ha actuado contra el periodista de Associated Press y Fox News, James Rosen, en particular, sobre asuntos de privacidad. Parece que la EPA ha estado cobrando precios de acuerdo con la inclinación política. El más que probable que Obama no ordenara directamente a Lois Lerner o Holly Paz que “castigue enemigos” en el movimiento del Tea Party, pero se seleccionó a miembros del Tea Party. Como los grupos del Tea Party se oponen al actual sistema federal de impuestos/gastos, los idealistas con un solo propósito en Hacienda pensaron que estaba justificado dirigir las acciones.

El hecho de que algunos funcionarios podrían verse ahora penalizados por sus transgresiones es una buena noticia, pero lo esencial del problema es más profundo. Hayek apuntaba que la gente completa el camino de la ciudadanía a la servidumbre solo después de que se produce un cambio psicológico (o sociológico). El cambio actual es de un pueblo libre que cree en la primacía de los individuos para tomar sus propias decisiones a la dependencia y aceptación del gobierno como clase superior.

Una vez que la gente acepta a los funcionarios como autoridades, como personas que deberían dirigir las acciones de otros y rechaza las opiniones disidentes como ilegítimas o ilegales, ha asumido el manto del siervo. Una encuesta reciente indica que el 36%  de los autodenominados liberales pensaba que Hacienda actuó apropiadamente, que debería haber seleccionados grupos del Tea Prty para investigaciones especiales y retrasado la aprobación de sus exenciones fiscales. En otras palabras, no creen que haya un escándalo: creen que Hacienda debe emplearse para eliminar disidencias. Incluso el 26% de los “independientes” y el 15% de los republicanos encuentran aceptables los abusos de Hacienda. Uno de cada cuatro estadounidenses acepta el abuso burocrático y esto es aterrador para nuestro futuro. La aprobación de la Ley de Salud Asequible y la Propuesta Dodd-Frank, junto con la reelección de Obama, indican un sólido apoyo del votante a un estado burocrático.

El líder de la mayoría en la Cámara, Eric Cantor, ha declarado su intención de impedir que los abusos de Hacienda se vuelvan a producir, pero ¿puede hacerlo? El procesamiento de unos pocos cargos de Hacienda o el Departamento de Justicia no impedirá futuros abusos. Nixon dimitió debido a los abusos que incluía el mal uso del poder de Hacienda, pero el mal uso del poder no cesó. Las perspectivas de reforma de Hacienda son pocas. Hace quince años, el Congreso aprobó  la Ley de reforma y reestructuración de Hacienda de 1998, pero aquí estamos de nuevo envueltos en otra ola de escándalos de Hacienda.

Es evidente que no podemos confiar en procesos políticos para regular Hacienda. Los defensores de Obama pensaban inicialmente que el escándalo de Hacienda aumentaría su grado de aprobación, como pasó con Clinton, porque muchos estadounidenses simpatizaban con Clinton durante las investigaciones públicas de sus actos durante la década de 1990. Obama está en una posición más débil, pero sigue siendo improbable que el Senado empiece a proceder a cesar a Obama del cargo. FDR también abusó de Hacienda, pero la mayoría de los estadounidenses le ven como un gran presidente, a pesar de su corrupción y el fracaso de sus políticas.

Soluciones

Mientras funcionarios de carrera no electos dirijan Hacienda, no hay solución sino abolirla y con ella el Código Fiscal Federal. La abolición total de Hacienda no se produciría inmediatamente, sino que el Congreso debería pasar una provisión transitoria tanto para Hacienda como para el Código Fiscal Federal. Los fuertes sentimientos de descontento con Obama y Hacienda crean una oportunidad temporal de aprobar soluciones reales a los repetidos abusos de Hacienda. Los estadounidenses deberían actuar rápidamente contra Hacienda antes de que se desvanezcan estos sentimientos.


Publicado el 21 de junio de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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