¿Qué ha hecho el gobierno de nuestro dinero? (cont.)

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10.- ¿Estabilizar el nivel de precios?

Algunos teóricos aducen que un sistema monetario que funcionara libremente (o sea no intervenido), no sería aconsejable porque no “estabilizaría el nivel de precios “, esto es, el precio de la unidad monetaria. Dicen que se supone que el dinero es una vara de medir que nunca debe cambiar. Así que, su valor o poder de compra, debe ser estable. Aunque es comúnmente admitido que el precio del dinero en un mercado libre fluctúa, la libertad debe subordinarse a la gestión del gobierno para asegurar la estabilidad de precios [1]. La estabilidad proporcionará justicia, por ejemplo, para deudores y acreedores, que tendrán la certeza de que se devolverán dólares, o onzas de oro, que tendrán el mismo poder de compra que tenían cuando se prestaron.

En un mercado libre, si los deudores y acreedores quieren protegerse de los cambios futuros del poder de compra (del dinero), pueden conseguirlo fácilmente. Cuando redactan sus contratos, pueden acordar que el pago se haga en una suma de dinero ajustada mediante algún índice que corrija los cambios experimentados (en el tiempo) por el valor del dinero. Hace tiempo que los partidarios de la estabilización de precios han defendido tales medidas, pero es extraño que los propios prestamistas y prestatarios, que son quienes se supone que se beneficiarían más de esa estabilidad, raramente lo hayan pedido ¿Debe entonces el gobierno imponer por la fuerza ciertos “beneficios” a la gente cuando ésta los ha rechazado libremente? Aparentemente, los empresarios parece que, en este mundo de irremediable incertidumbre, prefieren correr el riesgo y fiarlo todo a su habilidad para anticipar las condiciones del mercado. Después de todo, el precio del dinero no es distinto de cualquier otro precio libremente fijado por el mercado. Éstos pueden cambiar en respuesta a cambios en la demanda de la gente ¿Porqué no puede hacerlo el precio del dinero?

De hecho, esa estabilización artificial distorsionaría y mermaría seriamente el funcionamiento del mercado. Como hemos señalado, le gente se sentiría inevitablemente frustrada en sus deseos de alterar su proporción real de saldos monetarios; no tendría la oportunidad de cambiar sus saldos monetarios en proporción a los precios. Más aún, la mejora en el nivel de vida de la gente proviene de los frutos de la inversión de capital. El incremento de la productividad tiende a bajar los precios (y los costes) y de esa forma distribuye los frutos de la libre empresa a todo el público, elevando el nivel de vida de todos los consumidores. El incremento forzoso del impide que se extienda ese generalizado aumento del nivel de vida.

En síntesis, el dinero no es una “vara de medir” de medidas fijas. Es una mercancía que sirve de medio de cambio. La flexibilidad de su valor en respuesta a la demanda de los consumidores es tan importante y beneficiosa como cualquier otro precio que el mercado fije libremente.

11.- La coexistencia de distintos tipos de dinero.

Por lo expuesto hasta ahora hemos obtenido la siguiente imagen del dinero en una economía completamente libre: oro o plata que viene a emplearse como medio de cambio; oro acuñado por empresas privadas en abierta competencia, que circula por peso; precios que fluctúan libremente en el mercado en respuesta a la demanda de los consumidores y a la oferta de recursos productivos. La libertad de precios implica necesariamente permitir que el poder de compra de la unidad monetaria fluctúe libremente; sería imposible utilizar la fuerza e interferir con las fluctuaciones del valor del dinero sin cercenar al mismo tiempo la libertad de precios respecto de todos los bienes. El resultado de una economía libre no sería el caos. Por el contrario, la economía se movería rápida y eficientemente para satisfacer los deseos de los consumidores. El mercado del dinero también puede ser libre.

Hasta aquí, hemos simplificado el problema asumiendo la utilización de un solo metal con fines  monetarios, el oro. Supongamos ahora que dos o más metales continúan circulando en los mercados mundiales, digamos que sean el oro y la plata. Posiblemente, el oro será el dinero preferido en un área y la plata el de otra o pueden ambos circular codo con codo. El oro, por ejemplo, siendo onza por onza más valioso en el mercado que la plata, puede utilizarse para transacciones más grandes y la plata para las más pequeñas ¿ No nos sumiría en el caos  más absoluto el uso de dos tipos distintos de dinero ? ¿No debería intervenir el gobierno para imponer una ratio fija entre ambos (bimetalismo) o de alguna manera desmonetizar uno u otro de esos metales (imponiendo un único estándar)?

Es muy posible que el mercado, si se le diera rienda suelta, pudiera eventualmente establecer un único metal como dinero. Pero en siglos recientes, la plata continuó desafiando al oro tenázmente. No es, empero, necesario que el gobierno intervenga para salvar al mercado de su propia locura al querer mantener dos dineros distintos. La plata siguió en circulación precisamente porque era conveniente (por ejemplo, para los pequeños intercambios). El oro y la plata pudieron fácilmente circular al mismo tiempo y lo han hecho así en el pasado. Las ofertas y demandas relativas de los dos metales determinarán la ratio de cambio entre los dos y esa ratio, como cualquier otro precio, continuará fluctuando en respuesta a esas cambiantes fuerzas. En determinado momento, por ejemplo, las onzas de plata y de oro podrían cambiarse a 16:1, en otro momento a razón de 15:1, etc … Cual sea el metal que sirva de unidad de cuenta depende de las concretas circunstancias del mercado. Si es el oro el dinero que sirve de instrumento de cuenta, entonces, la mayoría de las transacciones serán registradas en onzas de oro, y las onzas de plata se cambiarán a un precio que fluctuará libremente en relación al de las de oro.

Debe quedar claro que la ratio de cambio y el poder de compra de las unidades de los dos metales siempre tenderá a ser proporcional. Si los precios de los bienes son quince veces mayores en plata que  lo son en oro, entonces la ratio de intercambio tenderá a ser de 15:1. En caso contrario, merecerá la pena cambiar a uno por el otro hasta que quede restablecido el equilibrio. Por tanto, si los precios (oficiales) son quince veces mayores en términos de plata a como lo son en oro, cuando la ratio plata/oro sea de 20:1, la gente se apresurará a vender sus bienes por oro para destinar el oro así obtenido a comprar plata con la que volver a comprar los bienes, consiguiendo con este proceder una atractiva ganancia. Esto restablecerá rápidamente el “equilibrio en el poder de compra” de la ratio de intercambio; conforme el oro vaya abaratándose en términos de plata, los precios en plata de los bienes subirán y sus precios en oro descenderán.

Un mercado libre es, en síntesis, algo eminentemente ordenado no solo cuando el dinero es libre sino incluso cuando existe más de un tipo de dinero en circulación.

¿Qué tipo de “estándar” ofrecerá un dinero libre? Lo importante es que el estándar o patrón no sea impuesto por decreto del gobierno. Si se le deja, el mercado puede elegir al oro como único dinero (“patrón oro”), la plata como único dinero (“patrón plata”), o, quizás lo más probable, ambos tipos con tasas de cambio que fluctúen libremente (“patrones paralelos”) [2].


[1]Llegados a este punto, lo que el gobierno haga respecto de esta cuestión carece de importancia. Básicamente supondrá que habrá cambios de la oferta monetaria impulsados por la acción del gobierno.

[2]Para ejemplos históricos de estándares paralelos, véase W. Stanley Jevons, El Dinero y el mecanismo del intercambio (Money and the Mechanism of Exchange – London: Kegan Paul, 1905), pp.88–96, y Robert S. Lopez, Vuelta al oro (“Back to Gold, 1252,” Economic History Review (December 1956): 224. La acuñación del oro fue introducida en la Europa moderna casi de forma simultánea en Génova y Florencia. Florencia instituyó el bimetalismo, mientras que “Génova, por el contrario, de conformidad con el principio de restringir al máximo la intervención estatal no intentó establecer una relación fija entre monedas de distintos metales”.  ibid. Sobre la teoría de los estándares paralelos, véase Mises, Teoría del dinero y el crédito, pp. 179f. Para una propuesta favorable a que los EEUU adoptaran un estándar paralelo, obra de un funcionario del gobierno de los EEUU, véase I.W. Sylvester, Bullion Certificates as Currency (New York, 1882).


Traducido del inglés por Juan Gamón Robres.

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