Fundamentos de la acción humana: Más implicaciones

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A. FINES Y VALORES

Toda acción implica el empleo de medios escasos para alcanzar los fines más valorados. El hombre tiene la opción de usar los medios escasos en varios fines alternativos, y los fines que elige son los que más altamente valora. Las necesidades menos urgentes son las que permanecen insatisfechas. Los actores pueden ser interpretados como ordenando por rango sus fines según una escala de valores, o la escala de preferencias. Estas escalas son diferentes para cada persona, tanto en contenido como en el ordenamiento de preferencias. Además, difieren para el mismo individuo en tiempos diferentes. Por lo tanto, en cualquier otro punto en el tiempo, el actor mencionado en la sección 2 podría optar por ir a dar una vuelta, o ir a dar una vuelta y luego a jugar bridge, en lugar de seguir viendo el partido. En ese caso, el ordenamiento en su escala de preferencias cambia al siguiente orden:

(Primero) 1. Salir a dar una vuelta
(Segundo) 2. Jugar bridge
(Tercero) 3. Continuar viendo el juego de béisbol

Además, un nuevo fin podría haber sido introducido mientras tanto, de tal forma que el actor podría disfrutar ir a un concierto, y esto puede cambiar su escala de valores a lo siguiente:

(Primero) 1. Salir a dar una vuelta
(Segundo) 2. Ir a un concierto
(Tercero) 3. Jugar bridge
(Cuarto) 4. Continuar viendo el juego de béisbol

La elección de los fines a incluir en escala del valores del actor y la asignación de rangos a los diversos fines constituyen el proceso de juicio de valor. Cada vez que el actor ordena por rango y escoge entre varios fines, está haciendo un juicio sobre lo que ellos valen para él.

Es muy útil asignar un nombre a esta escala de valores que todos los actores humanos tienen. No estamos interesados en el contenido específico de los fines del hombre, sino sólo en el hecho de que varios fines son ordenados por rango según su importancia. Estas escalas de preferencia pueden ser llamadas felicidad o bienestar o utilidad o satisfacción o alegría. El nombre que elijamos para las escalas de valores no es importante. En cualquier caso, nos permite decir, cada vez que el actor ha alcanzado cierto fin, que ha incrementado su estado de satisfacción, o su alegría, felicidad, etc. Por el contrario, cuando alguien considera que ha empeorado, y menos de sus fines están siendo alcanzados, su satisfacción, felicidad, bienestar, etc., ha disminuido.

Es importante darse cuenta que no hay posibilidad alguna de medir los incrementos o disminuciones de felicidad o satisfacción. No sólo es imposible de medir o comparar los cambios en la satisfacción de personas diferentes; no es posible medir cambios en la felicidad de una persona dada. Para que una medición sea posible, debe haber una unidad dada eternamente fija y objetiva con la cual otras unidades puedan ser comparadas. No existe tal unidad objetiva en el campo de la valoración humana. El individuo tiene que determinar subjetivamente por sí mismo si está mejor o peor como resultado de un cambio. Su preferencia sólo puede ser expresada en términos de elección simple, o rango. Por tanto, él puede decir: “estoy mejor” o “estoy más feliz” porque fue a un concierto en vez de jugar al bridge (o “estaré mejor” si voy al concierto), pero carecería completamente de sentido que él tratase de asignar unidades a sus preferencias y decir: “estoy dos veces y media más feliz a causa de esta elección de lo que estuviera si hubiese jugado bridge.” ¿Dos y media veces qué? No existe unidad de felicidad que pueda ser utilizada para propósitos de comparación y, por consiguiente, de suma o multiplicación. Por lo tanto, los valores no pueden ser medidos; valores o utilidades no pueden ser sumados, restados, o multiplicados. Sólo pueden ser ordenados por rango como mejor o peor. Un hombre puede saber que es o será más feliz o menos feliz, pero no por “cuánto,” no por una cantidad mesurable.[1]

Toda acción es un intento de cambiar una situación menos satisfactoria por otra más satisfactoria. El actor se encuentra (o espera encontrarse) en una situación no perfecta, e, intentando alcanzar sus fines deseados más urgentes, espera llegar a una mejor situación. No puede medir la ganancia de satisfacción, pero sí sabe cuáles de sus necesidades son más urgentes que otras, y sabe cuándo su condición ha mejorado. Por tanto, toda acción implica cambio—cambio de una situación, X, por Y, que el actor anticipa será más satisfactoria (Y por tanto más alta en su escala de valores). Si su expectativa resulta correcta, el valor de Y en su escala de preferencias será más alto que el valor de X, y él ha obtenido una ganancia neta en su estado de satisfacción o utilidad. Si cometió un error, y el valor de la situación a la que renunció—X—es más alto que el valor de Y, que ha sufrido una pérdida neta. Esta ganancia (o beneficio) y pérdida psíquica no puede ser medida en términos de unidades, pero el actor siempre sabe si ha experimentado beneficio o pérdida psíquica como resultado de una acción-cambio.[2]

Los actores humanos valoran los medios estrictamente de acuerdo con su valoración de los fines que ellos creen esos medios pueden servirles a alcanzar. Obviamente, los bienes de consumo son clasificados en valor, de acuerdo con los fines que los hombres esperan tales bienes satisfarán. Así, el valor asignado al gusto obtenido por un sandwich de jamón o una casa determinará el valor que el hombre asignará al sándwich de jamón o a la casa en sí mismos. De forma similar, los bienes de producción se valoran de acuerdo a su contribución esperada en la producción de bienes de consumo. Los bienes de producción de orden superior se valoran de acuerdo a su servicio anticipado en la formación de bienes de producción de orden inferior. Así, los bienes del consumo que sirven para alcanzar fines más valorados se valoran más que los que sirven para fines menos valorados, y los bienes de producción que sirven para producir bienes de consumo más valorados serán más valorados que otros bienes de producción. Entonces, el proceso de imputar valores a los bienes tiene lugar en dirección opuesta al proceso de producción. El valor procede de los fines hacia los bienes de consumo, a los distintos bienes de producción de primer orden, a los bienes de producción de segundo orden, etc.[3] La fuente original de valor es el ordenamiento por rango de los fines que hacen los actores humanos, quienes luego imputan valor a los bienes de consumo y así sucesivamente a los bienes de producción de diferente orden, de acuerdo con su capacidad esperada de contribuir a satisfacer los fines.[4]


[1] Así, los números por el cuales los fines son ordenados por rango en las escalas de valores son números ordinales, no cardinales. Los números ordinales sólo ordenan por rango; no están sujetos a procesos de medición. Así, en el ejemplo anterior, todo lo que podemos decir es que ir al concierto se valora más que jugar bridge, y cualquiera de ellos se valora más que ver el partido. No podemos decir que ir al concierto se valora “el doble” que ver el juego; los números dos y cuatro no están sujetos a procesos de adición, multiplicación, etc.

[2] Ejemplo de sufrir una pérdida como resultado de una acción errónea podría ser ir al concierto y darse cuenta que no era en absoluto agradable. Entonces el actor se da cuenta de que habría sido mucho más feliz si hubiese continuado viendo el partido o jugando bridge.

[3] Una gran parte de este libro analiza el problema de cómo este proceso de imputación de valor puede lograrse en una economía moderna y compleja.

[4]Esta es la solución de un problema que afectó a los escritores en el campo de la economía durante muchos años: el origen del valor de las mercancías.


Traducido del inglés por Dante Bayona.

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