El primer paso para una Detroit libre: Dejarles trabajar

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Por sí solo, un individuo no puede existir muy por encima del nivel de subsistencia, si es que puede llegar a él. Sin embargo grupos más grandes que se dedican a una cooperación pacífica desarrollan una división del trabajo que permite a cada uno especializarse de acuerdo con su ventaja comparativa, acumular capital y proporcionar a las personas del grupo bienes y servicios que les resultaría imposible producir en un estado de autarquía.

Ludwig von Mises explicaba que la única barrera real a una expansión económica y una mejora en el calidad de vida era la oferta limitada de trabajo, que pone un límite práctico a la expansión de la división del trabajo. En otras palabras, cuanto mayor sea el volumen de mano de obra, más especializada puede hacerse la economía, lo que lleva a más bienes y servicios por entrada de trabajo y a costes de producción más bajos. Como la expansión de la división del trabajo está limitada solo por el tamaño del total de mano de obra, y dado el hecho irrefutable del deseo del hombre de mejorar su condición, siempre existirá una demanda ilimitada de mano de obra. Siempre hay más trabajo por hacer que gente para hacerlo. Por tanto, bajo el capitalismo de libre mercado no hay desempleo involuntario.

El desempleo que observamos se divide en dos categorías. Hay desempleo voluntario cuando los hombres rehúyen trabajos desagradables (para ellos) o con salarios bajos con la esperanza de encontrar uno que pague más o cumpla con sus objetivos personales de carrera. Luego están los desempleados debido a barreras que existen que les impiden trabajar. Mi anterior artículo, “Declarad a Detroit una ciudad libre” revelaba que la causa de los problemas de Detroit es una falta de libertad económica, siendo las barreras más importante para el empleo pacífico y cooperativo. El primer paso para liberar a Detroit de sus cadenas es permitir que la gente trabaje.

La mayor de estas barreras para trabajar son las múltiples leyes complejas que interfieren en la capacidad de trabajo y capital en llegar a términos de empleo mutuamente acordados. Las leyes de salario mínimo son las primeras que tendrían que desaparecer, pero también las muchas regulaciones laborales costosas que deben considerar las empresas cuando contratan. Los gobiernos han ido acumulando prestaciones obligatorias costosas para empleados, así como numerosas regulaciones que pretenden beneficiar a los empleados, independientemente de cómo destruyan la demanda de mano de obra dichas regulaciones y órdenes. Mises explicaba que las empresas deben tener en cuenta el coste total de la mano de obra, no solo el coste salarial. Si las empresas deben pagar otras prestaciones, entonces ese coste debe sumarse al coste salarial explícito para llegar al coste real total de la mano de obra, lo que reduce la demanda general al aumentar los costes.

La entrada nivela a los empleados y los trabajadores jóvenes, que son los que tienen habilidades menos vendibles y a quienes se supone que benefician las leyes laborales, son los que se ven más perjudicados por dichas leyes. Estos trabajadores son expulsados del mercado laboral por las leyes inexorables de la realidad económica. Si sus habilidades proporcionan a las empresas menos ingresos que sus costes totales de empleo, ninguna empresa puede emplearlos mucho tiempo sin perder capital. Por tanto esos trabajadores nunca llegan al primer peldaño de la escalera de ninguna carrera. Esta tragedia no les afecta solo a ellos, sino a todos nosotros, ya que la ampliación del volumen total de mano de obra genera una mayor división del trabajo, más bienes y servicios por entrada de trabajo y menores costes de producción. Todos nos beneficiamos del trabajo de los demás.

¿Qué podría lograr la gente normal de Detroit si se eliminaran todas las barreras al uso libre de su trabajo? ¿Si se eliminaran los impuestos, permitiendo a los trabajadores quedarse con toda su paga y no solo con la porción que queda después de que múltiples capas de gobierno hayan rascado lo que puedan? ¿Y qué pasaría si se eliminaran las barreras regulatorias al trabajo productivo?

Podríamos esperar que las empresas menos intensivas en capital fueran las primeras en aparecer. La empresa menos intensiva en capital de todas es el trabajo propio. Poseemos nuestros cuerpos y podemos trabajar para nosotros o para otros en el mercado. Así que podemos esperar la aparición temprana de servicios personales, como peluquerías, servicios de limpieza, mantenimiento de viviendas, cuidado de niños, etc. Si el capital puede confiar en que puede protegerse de los estragos tanto del estado como de los delincuentes (tal vez me esté repitiendo), luego podemos esperar ver aparecer pequeñas empresas intensivas en capital, como vendedores de comida, taxis privados, colmados y tiendas de tabaco.  Si se les permite florecer, podríamos esperar que aparezcan empresas intensivas en capital más grandes, como talleres de pequeño tamaño.

¿Quién sabe? Tal vez las empresas automovilísticas acaben volviendo a un Detroit libre. Cuanto más protegido esté el capital, más crecerá dicho capital y más ricos no haremos todos, ya sea convirtiéndonos en capitalistas o trabajando para capitalistas. Establezcamos ese lugar en el mercado inmobiliario más disfuncional de Estados Unidos: la ciudad quebrada de Detroit. Lo único que tienen que temer nuestros opresores es nuestro éxito.


Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. Publicado el 10  de septiembre de 2013. El artículo original se encuentra aquí.

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