El virus del imperialismo (Parte 1)

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En su famoso ensayo de 1898, “La conquista de los Estados Unidos por España”, el gran intelectual libertario de la Universidad de Yale, William Graham Sumner, argumentaba que Estados Unidos había cruzado el Rubicón, por decirlo así, y se había convertido en una potencia imperialista. Se había convertido en el imperio español. Pero Sumner solo tenía la mitad de la razón. La conquista de Cuba sí era una guerra imperialista, pero también lo eran todas las demás aventuras militares estadounidenses desde la Revolución Americana. Aparentemente, incluso un hombre tan brillante y astuto como Sumner se veía obnubilado en cierto modo por los tambores continuos y generalizados de la propaganda de guerra.

“La guerra es la salud del estado”, explicaba Randolph Bourne en su famoso ensayo de ese título. Pero para el ciudadano medio la guerra significa altos impuestos, reclutamiento obligatorio, censura, dictadura y muerte. La guerra enriquece al estado como ninguna otra cosa, mientras que empobrece, esclaviza y acaba con las vidas de muchos de sus ciudadanos. De ahí que las mentiras, los mitos, las supersticiones y la propaganda  hayan sido siempre ingredientes esenciales del estado de guerra. Sin ellos, el público nunca aceptaría las interminables guerras de conquista e imperialismo que han caracterizado desde hace mucho tiempo al estado estadounidense.

La Guerra de 1812

Apenas veinte años después de que se ratificara la Constitución de EEUU aparecieron varios políticos estadounidenses que creían que su “destino manifiesto” era invadir y conquistar Canadá. Uno de los líderes del Congreso del partido belicista de principios del siglo XIX, Henry Clay, celebraba la declaración de guerra contra Gran Bretaña el 4 de junio declarando que “Todo pecho patriótico debe latir con ansiosa solicitud por el resultado. Todo brazo patriótico ayudará a hacer que ese resultado conduzca a la gloria de nuestro amado país” (David y Jeane Heidler, Henry Clay: The Essential American, p. 98).

Entre las “razones oficiales” para la invasión de Canadá en 1812 estaba la supuesta “presión” de los marineros estadounidenses por el gobierno británico, pero esta se había estado produciendo durante décadas, como ha apuntado Justin Raimondo. También se difundió el bulo de que los “malvados” británicos estaban animando a los indios a atacar a los colonos estadounidenses. Sin embargo la razón real para la Guerra de 1812 fue un impulso para hacer crecer el estado con una guerra imperialista de conquista. El resultado de la guerra fue un desastre: los británicos incendiaron la Casa Blanca, la Biblioteca del Congreso y buena parte de Washington DC. Los estadounidenses se vieron aplastados por una enorme deuda de guerra que se usó como excusa para resucitar el corrupto y económicamente desestabilizador Banco de los Estados Unidos, un precursor de la Fed.

La Guerra Estados Unidos-México

Cuando James K. Polk se convirtió en Presidente en 1845 anunció a su gabinete que uno de sus objetivos principales era adquirir California, que era entonces una parte de México. Como escribía en su diario: “Dije al gabinete que hasta ahora, como sabían, no habíamos escuchado ninguna acción abierta de agresión por el ejército mexicano, pero que era inminente el peligro de que se cometieran dichos actos. Dije que en mi opinión teníamos muchas razones para la guerra”.

Así que mucho antes de la presidencia de George W. Bush, James K. Polk defendía la idea neocón de la “guerra preventiva”. Polk reconocía que el ejército mexicano no había cometido ninguna “acción de agresión”, así que dispuso que se provocara una enviando tropas estadounidenses a la frontera de México en un territorio que los historiadores están de acuerdo en que era “territorio en disputa” en ese momento debido a una reclamación muy dudosa del gobierno de EEUU. Nada menos que Ulysses S. Grant escribió en sus memorias que, como joven soldado sirviendo bajo las órdenes del general Zachary Taylor durante la Guerra Estados Unidos-México de 1846-1848, entendía que había sido enviado allí para provocar una pelea:

La presencia de tropas de Estados Unidos al borde del territorio en disputa lejos de los asentamientos mexicanos no era suficiente para provocar hostilidades. Se nos envió a provocar una pelea, pero era esencial que México empezara. Era muy dudoso si el Congreso declararía la guerra, pero si México atacara a nuestras tropas, el Ejecutivo [el Presidente Polk] podría anunciar: “ya que hay guerra por las acciones de, etc.” y seguir el combate con vigor.

El gambito de Polk funcionó: provocó al ejército mexicano. En su mensaje de guerra al Congreso declaraba después que “México ha sobrepasado la frontera de Estados Unidos, ha invadido nuestro territorio y derramado sangre estadounidense en tierra estadounidense. (…) Como hay guerra (…) por la propia acción de México, se nos llama a filas por todas las consideraciones de deber y patriotismo para reivindicar con decisión el honor, los derechos y los intereses de nuestro país”. Este juego de provocar una guerra apareciendo en la frontera de otra nación fuertemente armado y apuntando al esperado beligerante, se repetiría muchas veces en generaciones posteriores, hasta la provocación actual de una guerra en Siria.

La invasión y conquista de México permitió al gobierno de EEUU adquirir California y Nuevo México a costa de 15.000 vidas estadounidenses y al menos 25.000 bajas mexicanas. Fue una guerra agresiva de conquista e imperialismo.

La “Guerra Civil” estadounidense

En su primer discurso de toma de posesión el 4 de marzo de 1861, Abraham Lincoln amenazaba con la “invasión” y el “derramamiento de sangre” (sus palabras exactas) en cualquier estado que rechazara recaudar el arancel federal a las importaciones, que se había más que doblado dos días antes. En ese momento los aranceles suponían más del 90% de todos los ingresos fiscales federales, así que era un aumento gigantesco de impuestos. Así es cómo amenazaba Lincoln con la guerra es su primer discurso oficial:

El poder a mí confiado se utilizará para retener, ocupar y poseer la propiedad y los lugares que pertenezcan al gobierno y para recaudar los gravámenes e impuestos, pero más allá de lo que pueda ser necesario para estos objetivos, no habrá invasión ni uso de la fuerza contra o entre la gente en ningún lugar.

Pero por supuesto los estados del Sur, al haberse secesionado, no trataron de “recaudar los gravámenes e impuestos” y enviar el dinero a Washington DC. Lincoln cometió traición (definida por el Artículo 3, Sección 3, de la Constitución de EEUU) al ir a la guerra contra estados libres e independientes a los que él siempre consideró como parte de la Unión. Por su propia admisión (y acciones posteriores), invadió su propio país para recaudar impuestos.

El Partido Republicano de 1860 era el partido del proteccionismo y los altos aranceles. La Constitución Confederada había prohibido completamente los aranceles proteccionistas. El resultado habría sido un desvío masivo del comercio mundial a los puertos del Sur, que habría obligado al gobierno de EEUU a reducir su deseado tipo arancelario medio del 50% a niveles competitivos (10-15%), privando a los fabricantes del Norte de su forma velada de bienestar corporativo y privando al gobierno de los ingresos que necesitaba para seguir su destino manifiesto de un imperio mercantilista completo con subvenciones masivas para las grandes ferroviarias (entre otras empresas).

El dilema de Lincoln era que sabía que sería condenado en todo el mundo por iniciar una guerra sangrienta por la recaudación de impuestos. Tenía que inventarse otra excusa para la guerra, así que inventó la idea de la unión “mística”, permanente y no voluntaria. No quería que se le viera como el agresor en su guerra por los ingresos arancelarios, así que ideó un señuelo para engañar a los sureños para que hicieran el primer disparo enviando barcos de guerra estadounidenses al puerto de Charleston rechazando categóricamente al tiempo reunirse con los comisionados de paz confederados o discutir la compra de propiedades federales por parte del gobierno confederado. Entendía que los confederados no tolerarían un fuerte extranjero en su propiedad, igual que George Washington tampoco habría tolerado un fuerte británico en los puertos de Nueva York o Boston.

Unos pocos periódicos norteños se dieron cuenta del juego de Lincoln. El 16 de abril de 1861 el Buffalo Daily Courier editorializaba que “EL incidente en Fort Sumter (…) ha sido planeado como un medio para intensificar el sentimiento bélico en el Norte” (Howard Cecil Perkins, Northern Editorials on Secession).

El New York Evening Day Book escribía el 17 de abril de 1861 que el acontecimiento en Fort Sumter era “un plan cuidadosamente ideado” pensado “para levantar y, si era posible, exasperar al pueblo norteño contra el Sur”. “Miremos los hechos”, escribía el Providence Daily Post el 13 de abril de 1861. “Durante tres semanas, los periódicos de la administración [Lincoln] han estado asegurándonos que Fort Sumter sería abandonado”, pero “Mr. Lincoln vio una oportunidad para empezar una guerra civil sin parecer un agresor”. El Jersey City American Standard editorializaba que “hay locura y crueldad” en el comportamiento de Lincoln, concluyendo que el envío de navíos al puerto de Charleston era “un pretexto para dar rienda suelta a los horrores de la guerra”.

Después de Fort Sumter, el 1 de mayo de 1861, Lincoln escribió a su comandante naval, el capitán Gustavus Fox, para decir que “Ambos previmos que la causa del país [es decir, una guerra civil] avanzaría tratando de aprovisionar, aunque fracasara, y no es un pequeño consuelo sentir ahora que nuestra previsión se justifica con el resultado”. Estaba agradeciendo al capitán Fox su papel en incitar a los confederados a disparar contra Fort Sumter (donde nadie fue muerto ni herido). Lincoln respondió con una invasión a gran escala de todos los estados del Sur y una guerra de cuatro años que, según las últimas investigaciones, fue responsable de la muerte de hasta 850.000 estadounidenses con más del doble de lisiados de por vida. En relación con la población actual, sería el equivalente a 9 millones de estadounidenses muertos en cuatro años.

La Guerra Hispano-Estadounidense

Inmediatamente después de la “Guerra Civil”, el gobierno inició una guerra de veinticinco años de genocidio contra los indios de las praderas “para abrir paso a las grandes ferroviarias”, como declaró el general Sherman. Posteriormente, a finales de la década de 1880, los imperialistas estadounidenses querían echar a los españoles de Cuba, donde las empresas estadounidenses habían invertido en plantaciones de azúcar y tabaco. Un barco de guerra estadounidense, el U.S.S. Maine, fue enviado a La Habana en enero de 1898 supuestamente para proteger los intereses de las empresas estadounidenses ante una insurrección. El 15 de febrero de 1898, una misteriosa explosión hundió el barco, matando a 270 marineros. Se acusó a los españoles por la explosión a pesar de una falta de pruebas incriminatorias. “Usted ponga las imágenes que yo pondré la guerra”, se sabe que dijo el editor William Randolph Hearst al dibujante Frederic Remington, lo que implicaría que, armado con las ilustraciones del artista, sus periódicos generarían propaganda de guerra. El gobierno de EEUU inició una guerra contra los españoles y ocupó Cuba en los siguientes cuatro años, haciendo al mundo seguro para las grandes empresas azucareras y tabaqueras estadounidenses.


Publicado el 2 de septiembre de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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