La economía del ObamaCare

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Cerca del final de La acción humana, Ludwig von Mises declaraba que “la primera obligación cívica” era aprender las enseñanzas de la economía. El creciente furor público sobre la Ley de Protección al Paciente y Atención Asequible (conocida popularmente como “ObamaCare”) ejemplifica hermosamente lo que dijo Mises. Nadie puede sorprenderse (¡sorprenderse!) de que millones de estadounidenses pierdan su actual seguro sanitario (incluyendo este irritado escritor), porque ese resultado era evidente desde el principio. Además, los divertidos problemas de healthcare.gov son solo secundarios: los verdaderos problemas con el ObamaCare son mucho más profundos que un sitio web funcionando mal.

La estructura básica del “ObamaCare”

La Ley de Atención Asequible (LAA) se aprobó formalmente el 23 de marzo de 2010. Hay numerosas disposiciones que se ponen en marcha en diversas etapas hasta 2020. Para nuestros propósitos en este artículo, hay cuatro elementos clave de la LAA que merecen nuestra atención:

  • Se obliga legalmente a las aseguradoras a proporcionar cobertura a todos los solicitantes, independientemente de su historial médico, con un sistema parcial de “clasificación comunal” para las primas, lo que significa que estas deben fijar dichas primas basándose (principalmente) en la geografía y la edad, en lugar de en el sexo y (la mayoría de) las condiciones pre-existentes.
  • Las pólizas de seguro sanitario deben cumplir unos patrones mínimos (llamados “prestaciones sanitarias esenciales”), incluyendo no tener límites en pagos anuales o vitalicios de las empresas aseguradoras para una póliza individual.
  • Se obliga a todos a tener seguro sanitario, excepto a ciertos grupos religiosos y los considerados incapaces de pagarse la cobertura. Se proporcionarán subvenciones públicas y “mercados de intercambio sanitario” estatales para ayudar a las personas.
  • Un “mandato empresarial” penaliza a las empresas con 50 o más empleados si no ofrecen cobertura a sus empleados con contrato a tiempo completo, definidos como los que trabajan 30 o más horas semanales.

Consecuencias no pretendidas

Hay razones para las disposiciones concretas anteriores, que suenan superficialmente sensatas (si no sabes mucho de economía). Evidentemente, antes de la aprobación de la nueva ley había millones de personas sin cobertura de seguro sanitario. Aunque muchas eran jóvenes y sanas (pensando que podían arriesgarse a no tener cobertura), muchas de ellas querían cobertura, pero no la podían conseguir, ya sea por el precio o directamente por el rechazo debido a una condición pre-existente.

Ahora, dado que el gobierno quería ordenar que las aseguradoras sanitarias proporcionaran cobertura a todos los solicitantes, tenía que haber normas concretas sobre qué primas podían cobrar y mínimos en el tipo de pólizas ofrecidas. De otro modo, las aseguradoras sanitarias podían decir: “De acuerdo, presidente Obama, daremos una póliza a cualquier solicitante, incluso a quien tenga un cáncer cerebral. Solo que la prima anual para gente con cáncer cerebral será de 2 millones de dólares y pondremos como tope de nuestro pago total 100$ anuales. ¿Quién quiere firmar? Estamos más que encantado de cumplir con el nuevo mandato”.

Avanzando en la lista, consideremos el mandato individual, que requiere que (prácticamente) todo estadounidense tenga seguro sanitario. La razón para esta disposición es evitar lo que se conoce como selección adversa. Si se obliga a las aseguradoras sanitarias a proporcionar cobertura a todos los solicitantes, con clasificación comunal (parcial) y si los individuos mantienen la libertad de comprar cobertura o no, las aseguradoras sanitarias privadas saldrán rápidamente del negocio. La gente sana podría renunciar a su cobertura, ahorrando cada año las considerables primas y luego solicitar un seguro sanitario cada vez que enfermen. Sería equivalente a gente contratando seguros de automóvil solo después de tener un accidente: está claro que no valdría para ninguna empresa que ofreciera seguros en este ámbito.

Pero, dado que el gobierno va a ordenar que (prácticamente) todas las personas obtengan seguro sanitario, era necesario ofrecer subsidios y otros mecanismos para asegurarse de que este mandato era viable.

Finalmente el mandato empresarial se incluyó ostensiblemente para minimizar el impacto al sistema existente. En ausencia del mandato empresarial, la gente temía que los empresarios cancelaran sus planes originales de seguro sanitario, diciendo a sus empleados que firmaran los “intercambios sanitarios” estatales. La razón para limitar el mandato empresarial a grandes empresas (con 50 o más trabajadores a tiempo completo) y a sus empleados a tiempo completo (los que trabajen 30 o más horas) es que no sería razonable y sí contraproducente imponer esos caros requisitos (que podrían suponer miles de dólares anuales por trabajador) a pequeños negocios o incluso a una gran empresa respecto de sus trabajadores a tiempo parcial.

Los efectos “no pretendidos” pero completamente previsibles

Estamos ahora viendo muchos de los efectos indeseables de la LAA. Estos se describen típicamente como “no pretendidos”. Sin embargo este adjetivo es un poco equívoco, ya que estos resultados eran completamente predecibles y de hecho fueron predichos por muchos economistas de libre mercado en el debate que llevó a la aprobación de la LAA. Los cínicos pueden especular justificadamente con que al menos algunos de los defensores de la LAA sabían muy bien que el resultado sería inaceptable, llevando a la gente a reclamar aún más intervención federal en la atención sanitaria.

El resultado más evidente es un gran aumento en las primas para mucha gente, una vez que los mandatos sobre cobertura sanitaria se apliquen al completo. El mayor golpe se producirá en lugares que ahora mismo ofrecen pólizas solo para catástrofes con grandes deducciones y topes bajos. Por ejemplo, según este artículo de la CNN, funcionarios en Florida estimaron que las primas en una plan “plata” aumentarían en todas partes de un 7,6% a un 58,8%, mientras que en Ohio estimaron un aumento medio del 41%.

Pero incluso aunque la cifra oficial que ciertas personas pagan por sus seguros sanitarios baje, la cuestión real es si esto puede estar compensado por el aumento en impuestos necesario para cubrir todos los nuevos subsidios a personas pobres que no pueden pagar para cumplir el mandato individual. Demos un paso atrás y vemos el panorama: Bajo la LAA, de repente millones de personas nuevas van a estar buscando más atención médica que antes. No hay nada en la nueva ley que cree mágicamente más doctores, hospitales o máquinas de IMR. Los estadounidenses en general van a pagar esto, de una forma u otra. De hecho, el enorme aumento en la responsabilidad pública en el gasto sanitario proporcionará una justificación para un futuro racionamiento impuesto por el gobierno, como reconoce incluso Paul Krugman cuando reclama descaradamente comités de la muerte. (De verdad, clicad en el enlace para ver el vídeo si no me creéis).

“Pero el presidente dijo que podía mantener mi plan…”

Otro resultado predecible es que muchos estadounidenses no serán capaces de mantener su plan previo. Millones de estadounidenses que contrataron seguros en el mercado individual (es decir, no a través de su empresa) descubrirán que su plan no cumple con los estándares del ObamaCare. Para mantener bajas las primas, los individuos autoempleados relativamente jóvenes y sanos tenían planes “catastróficos” que altas deducciones. Ya no están permitidos legalmente. Según este artículo de Forbes, ya en 2010 (¡sic!) los cargos de Obama estaban considerando que 93 millones de estadounidenses tenían planes de seguro que serían inaceptables bajo el ObamaCare.

Pérdidas de empleos

Aparte de los aumentos de precio (y, en último término, el racionamiento público de la atención médica), otro efecto negativo importante de la LAA es la pérdida de empleos que causará. Por ejemplo, he aquí un correo electrónico que un colega economista envió a Greg Mankiw, de Harvard:

Con la implantación de la LAA (Ley de Atención Asequible), estas instituciones están notificando a sus miembros de la facultad a tiempo parcial que sus calendarios de enseñanza individuales se limitarán ahora a tres secciones. En la universidad probablemente ocasione la cancelación de un 20% a un 25% de las secciones de clase de economía y supongo que otras áreas tendrán un resultado similar. Las alumnos no son completamente conscientes de la situación y muchos se sorprenderán de que su deseo de conseguir una formación universitaria se vea ahora afectado por la necesidad de evitar la completa implantación de la LAA. [Cursivas añadidas]

Incluso algunos líderes sindicales reconocen la devastación que podría producir en los trabajadores el ObamaCare, protestando ante el gobierno porque “destruiría las bases de la semana laboral de 40 horas”.

No es mecánica cuántica, como dicen ellos. Si el gobierno tiene que obligar a las empresas a proporcionar una prestación a sus empleados, significa que no es rentable; de otra manera, las empresas ya lo habrían hecho como parte del paquete de prestaciones para atraer a trabajadores de calidad. Así que si este mandato costoso y no rentable del empresario solo se aplica a empresas con 50 o más empleados y aun así solo se aplica a los empleados que trabajen 30 o más horas, no debería sorprenderles descubrir que las empresas no crecen a partir de los 49 empleados o limitan a la gente a 29 horas semanales.


Publicado el 14 de noviembre de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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