La historia del romance de Ludwig y Margit von Mises

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[Este artículo se ha extraído de los capítulos 12 y 14 de Mises: The Last Knight of Liberalism]

En 1925, con bastante más de cuarenta años, Ludwig von Mises por fin encontró a la mujer que se convertiría en su esposa.

Margit Serény había sido uno de los seis invitados a una cena por Fritz Kaufmann, un joven jurista y miembro del seminario privado de Mises. Es casi un milagro que Mises se ganara el corazón de la dama que se sentaba a su lado, pues dedicó la mayoría de la comida hablando de economía. Por otro lado, su preocupación dio a Margit la oportunidad de observarlo. Así es como le vio:

Lo que me impresionó fueron sus bellos ojos de cloro azul claro, siempre concentrados en la persona a quien hablaba, sin retirarse nunca. Su cabello oscuro, ya un poco canoso en las sienes, estaba peinado a raya, sin un solo pelo fuera de su lugar. Me gustaron sus manos, los dedos largos y delgados, que mostraban claramente que no los usaba para trabajos manuales. Estaba vestido con sobria elegancia. Un traje oscuro a medida, una apropiada corbata de seda. Su postura indicaba que debía haber sido un antiguo oficial del ejército.[1]

Habló con ella después de la cena y se fueron a un club de baile. Aparentemente, Mises era un mal bailarín (al menos para los estándares de Margit), así que dedicaron la mayor parte de la noche a hablar. En realidad, ella fue la que más habló y él escuchó atentamente. Margit era una mujer atractiva de 1,63 m., con cabellos castaños y ojos de color gris azulado. Mientras hablaban, descubrió que era también una persona ingeniosa y cariñosa. Debe haberse enamorado de ella esa noche. Al día siguiente, le envió rosas rojas y le invitó a cenar. Fue la primera de muchas cenas como esa durante los siguientes dos años.

Margit Serény era una actriz de procedencia burguesa de Hamburgo. Durante la guerra, había actuado en uno de los principales escenarios de Viena, el Deutsche Volkstheater. Cuando la conoció Mises tenía 35 años y era una atractiva viuda con dos hijos, Guido y Gitta. Poco después de su llegada a Viena a principios de 1917, se había casado con Ferdinand Serény, un aristócrata húngaro que murió en 1923, legándole activos que habían perdido mucho de su valor durante la inflación.

Como era habitual, Mises era precavido incluso cuando sus sentimientos podrían haber amenazado con abrumarle. ¿Podía confiar en una actriz? Como apuntó posteriormente Margit, la mayoría de la gente en la sociedad educada consideraba a las actrices prostitutas de alto nivel. Ludwig parecía haber compartido este prejuicio. En todo caso, tomó precauciones. Como confesó posteriormente a su esposa, había comprobado parte de lo que le dijo sobre su carrera profesional consultando los registros en los archivos de la Neue Freie Presse.[2] Probablemente también habló con su primo, Rudolf Strisower, que había sido el médico de Ferdinand Serény. Estas investigaciones confirmaron la versión de las cosas de Margit.

Pero había obstáculos más importantes que dificultaban su romance. Por un lado, la madre de Ludwig, Adele, tenía muchas reservas acerca de Margit. En realidad ninguna de sus amigas había tenido nunca su aprobación. Debió haber imaginado un tipo distinto de esposa para su amado hijo y su opinión tenía un gran peso para Ludwig, especialmente porque tenía ciertas opiniones filosóficas que le habrían disuadido del matrimonio en todo caso. Estas se referían a la naturaleza del matrimonio y la posibilidad de ser al tiempo marido e investigador. Un pasaje completamente antirromántico de Socialismo lo dice todo:

Como institución social, el matrimonio es un ajuste del individuo al orden social por el que se le asigna cierto campo de actividad, con todas sus tareas y requisitos. Las naturalezas excepcionales, cuyas capacidades les ponen muy por encima de la medianía, no pueden apoyar la coacción que debe implicar tal ajuste al modo de vida de las masas. El hombre que siente en su interior la necesidad de idear y lograr grandes cosas, que está dispuesto a sacrificar su vida en lugar de traicionar su misión, no reprimirá esta necesidad en favor de una esposa e hijos. En la vida de un genio, aunque esté enamorado, la mujer o lo que venga con ella ocupan un espacio pequeño. No hablamos ahora de aquellos grandes hombres en quienes el sexo estuvo completamente sublimado y dirigido a otros canales (Kant, por ejemplo) o de aquellos cuyo fiero espíritu, insaciable en la búsqueda del amor, no podía consentir las inevitables decepciones de la vida conyugal y les lanzaba con desenfreno incansable de una pasión a otra. Ni siquiera el hombre de genio cuya vida conyugal parezca llevar un curso normal, cuya actitud hacia el sexo no difiera de la de otra gente, puede a largo plazo sentirse ligado al matrimonio sin traicionarse. El genio no se permite verse obstaculizado por ninguna consideración por el bienestar de sus compañeros, ni siquiera de los más cercanos. Los lazos del matrimonio se convierten en grilletes intolerables de los que el genio trata de desprenderse o al menos aliviarse para poder moverse con libertad. La pareja casada debe andar al mismo paso en las filas de la humanidad. Quien quiera ir por su propio camino debe romper con ello. En realidad, raramente se le concede la felicidad de encontrar una mujer dispuesta y capaz de ir con él en su solitario camino.[3]

El pasaje se mantuvo en todas las ediciones del libre. Ludwig se demoraba en permitir que Margit estuviera en su hasta entonces solitario camino. Pero por otro lado añoraba el amor de una verdadera compañera.

En la Viena de la década de 1920, el principal bastión del estatismo era el partido socialista de Otto Bauer y uno de sus medios preferidos de “persuasión” política era la amenaza abierta de una insurrección violenta. Pero en 1927 la credibilidad de esas amenazas recibió un serio revés en un enfrentamiento entre los socialistas y la policía de Viena.

El incidente se produjo tras una cuestionable sentencia que, en opinión de los socialistas, había favorecido a un político derechista. Los socialistas llamaron entonces a la huelga general y manifestaciones el viernes 15 de julio de 1927. Para el gobierno, era un intento apenas disimulado de derrocarlo. Cuando la multitud se acumuló delante del palacio que alojaba el ministerio de justicia, alguien pegó fuego al edificio y la policía apareció inmediatamente. En la carnicería resultante, murieron noventa manifestantes antes de que llegara el ejército. Mises comentaba en una carta privada a un antiguo alumno en París:

El golpe del viernes ha limpiado la atmósfera como una tormenta. El partido socialdemócrata ha utilizado todo su poder y aun así ha perdido la partida. La lucha callejera acabó con una completa victoria de la policía (…) Todas las tropas son leales al gobierno.

La huelga general se ha venido abajo y los líderes de los socialdemócratas han tenido por tanto que cancelarla.

Las amenazas con las que el partido socialdemócrata ha intentado hasta ahora chantajear al gobierno y al público han demostrado ser mucho menos peligrosas de lo que se creía.[4]

El fracaso de la huelga general y la correspondiente masacre también tuvieron un inesperado impacto personal en la vida de Mises.

Se había visto sorprendido y encantado con el fracaso de la huelga general, pero lo que no le sorprendió fue la masacre que tuvo lugar cuando las masas avanzaron en las calles de Viena. Uno de sus primeros pensamientos fue alertar del peligro a Margit Serény. Bajo ninguna circunstancia debería dejar que salieran los niños. Sin embargo Margit estuvo fuera todo el día y Mises dejó instrucciones detalladas al ama de llaves.[5]

Cuando Margit regresó a última hora de la tarde, se vio profundamente emocionada al saber lo mucho que se preocupaba Mises por ella y por sus hijos. La había tenido en gran estima, pero en modo alguno correspondía a la atención que le había prestado durante los dos años desde que se conocieron en el apartamento de Kaufmann. Las rosas rojas y el perfume caro no podían conquistar su corazón. Simplemente no podía entender a este hombre:

En los primeros años de nuestra relación, Lu era casi un enigma para mí. Nunca había visto antes tanta modestia en un hombre. Conocía su valor, pero nunca alardeaba. (…) Creo que fue la extrema honestidad en los sentimientos de Lu lo que me atrajo tan fuertemente. Estos sentimientos eran tan abrumadores que él, que escribió miles de páginas sobre economía y dinero, no podía encontrar las palabras para hablar de sí mismo y explicar sus sentimientos.[6]

Por suerte, las acciones a veces hablan por sí mismas. En ese día de julio de 1927, por primera vez, Margit sintió algo parecido al amor por él y se mostró más abierta a sus atenciones. Fue el principio de un breve auge en su amistad, que menos de dos meses después acabó en un rotundo crash.

Esa noche, Mises visitó a Margit para ver si todo estaba en orden. Las líneas telefónicas estaban caídas y había sido incapaz de llamarla. Se la llevó a dar un paseo por la Ringstrasse, donde todavía se podía apreciar el tumulto del día: solo había hombres, no vio a ninguna otra mujer. Al final de su excursión él le propuso ir a bailar. Cuando ella dijo que sí, sabía que eso era un avance. Algunos días después, tomó su mano por priemra vez, en un club de baile, y en la semana siguiente la besó por primera vez en un rincón oscuro del Prater, el parque central de Viena (como una pareja de chicos de instituto, como ella recordaría después). Cuando ella tuvo que irse a Hamburgo unos pocos días después, él le dijo que le pediría que se casara con él, pero primero tendría que hacerse a la idea de ser un padrastro para sus hijos. Se separaron con planes de reunirse en Berchtesgaden, un pueblo turístico en los Alpes Bávaros, a finales de agosto.

El 25 de agosto ella tomó el tren de Munich a Berchtesgaden y se vio felizmente sorprendida cuando Mises entró de repente en el tren en una de las estaciones intermedias. Tomaron habitaciones adyacentes en el hotel de Berchtesgaden. Preocupado por las apariencias, Mises presentó a Margit como su hermana. La historia era lo bastante buena como para mantener las apariencias y Ludwig y Margit disfrutaron de un maravilloso periodo de formación para el matrimonio, como diría él. Hablaron de los problemas de su posible unión: ella no podría satisfacer su deseo de tener un hijo juntos; tendría que convertirse de nuevo en judía para aplacar a la madre de Mises; la madre tendría que estar fuera de todos los preparativos de boda, porque podría poner todo en peligro, como había hecho en una ocasión anterior.[7]

El domingo, 4 de septiembre, volvieron a Viena, donde los acontecimientos tomaron un giro desgraciado. Mises había caído enfermo sin darse cuenta al principio. Se reunió con ella para cenar el siguiente martes y el miércoles la volvió a ver, sacudido por la fiebre y un fuerte dolor de cabeza. Dadas las circunstancias, no hablaría de matrimonio. Tenía que tener la cabeza despejada para hacer la declaración más importante de su vida. Pero Margit pensaba que ya había esperado demasiado y se estaba impacientando. Le dijo que no esperaría un solo día más y le presionó para que tomara una decisión. Él la escribió después sobre el asunto:

“¡Hoy o nunca! No te permito retrasar la decisión ni siquiera un par de horas”. Ninguna mujer enamorada habla así. Una sola palabra amable de ti me habría hecho feliz, me hubiera ligado a ti para siempre. Pero no dijiste esa palabra. No me recibiste como una mujer enamorada, sino como un frío adversario.

Fue el mayor desengaño de mi vida. Había esperado encontrar amor y bondad en ti y encontré dureza, una dureza sin inflexible. Ya había superado todos los recelos anteriores, que no te he escondido, porque pensaba que el verdadero amor era más fuerte que las dificultades que había en el camino de nuestra unión.[8]

Parecía el fin. Se separaron con la declaración mutua de que los problemas en su relación eran irreconciliables. Ella incluso le devolvió las cartas de amor que le había escrito a Hamburgo.

A la mañana siguiente, Margit sintió remordimientos y le escribió, pero él permaneció en silencio. Ella continuó escribiéndole todos los días, sin respuesta y pocos días más tarde finalmente consiguió que se pusiera al teléfono. Mises le repitió lo que le había dicho el miércoles anterior. Se había acabado, para siempre.

No mucho más tarde debió descubrir la verdadera causa de su fiebre (una rara enfermedad conocida como abdomen agudo quirúrgico) y entró en el hospital para operarse.[9] Margit había dejado de escribirle, pero pedía noticias de su estado de salud a su primo segundo, Strisower, el doctor de su anterior marido. Incluso rezó a Dios para que se recuperara, admitiendo después que siempre había pensado que era atea, pero esta emergencia había revelado otra cosa.

Finalmente ella empezó a escribirle de nuevo. Como no respondía, rogó al profesor Adler, su médico, que pidiera a Mises que escribiera y explicara en detalle las razones de su obstinación. Con esta solicitud procedente de un colega como una solicitud casi oficial, Mises pensó que tenía que atenderla. Escribió una carta poco halagadora y con palabras fuertes y destacaba que habría preferido librarle de la turbación de leer su explicación. Margit le devolvió la carta, diciendo que era impropia de él.

En algún momento a finales de 1978 o 1928, él empezó a volver a llamarle. No hablaría. Solo dejaría que ella respondiera al teléfono y escuchaba su voz, a veces dos veces al día. Y posteriormente un día volvió a presentarse en su apartamento, sin ninguna explicación, y continuaron su relación donde la habían dejado en septiembre de 1927. Ella seguía esperando que se declarara, pero él seguía sin ser capaz de dar este paso. Posteriormente ella escribió:

Antes de casarnos, este amor debe haber sido un factor muy desasosegante en su vida, tan preocupante que él sabía que podría pelear en una batalla en los Cárpatos pero nunca podría ganar la batalla contra sí mismo.[10]


[1] Margit von Mises, My Years With Ludwig von Mises (2ª ed., Cedar Falls, Iowa: Center for Futures Education, 1978), p. 13. El libro es, como apunta correctamente la autora, el único testimonio disponible de Mises el hombre procedente de una fuente de primera mano. Pero sus declaraciones no son completamente fiables, como demuestran dos ejemplos. Primero, la autora mentía sobre su edad, afirmando que era seis años más joven de lo que realmente era. Incluso en su tumba se indica incorrectamente la fecha de nacimiento como 1896. Su edad correcta está incluida, en su certificado de matrimonio, así como en los papeles de inmigración de EEUU, como 1890 (ver la “Declaración Jurada de Identidad y Nacionalidad” de EEUU de 1941; hay una copia en Grove City Archive: ficheros México 1942). Segundo, Margit dice que “fue la única mujer con la que él quiso casarse desde el primer momento en que la conoció”. Aunque esta declaración podría ser verdadera, la siguiente frase, en la que afirma que Ludwig “nunca cambió sus sentimiento o sus ideas acerca de esta decisión”, es patentemente errónea, como veremos en el siguiente capítulo. Estos ejemplos demuestran que los recuerdos biográficos de Margit von Mises deben leerse con cuidado. El trabajo actual utiliza sus declaraciones solo cuando ninguna otra evidencia las contradice.

[2] Ver Margit von Mises, My Years With Ludwig von Mises, pp. 3, 9.

[3] Mises, Socialism (Indianapolis: Liberty Fund, 1981), pp. 85 y s. El tratamiento del genio de Mises (p. 166) fue anticipado por George Bernard Shaw y su “Earning a Living and Creative Work”. Mises no conocía este pasaje de Shaw en ese momento. Veinticinco años después, un corresponsal alemán le apuntó el paralelismo. Ver Johannes Bahner a Mises, carta datada el 12 de junio de 1947; Grove City Archive: fichero “B”.

[4] Mises a Steiner, carta datada el 21 de julio de 1927; Mises Archive: 62: 20. Fritz Georg Steiner había sido uno de los mejores alumnos en el seminario de Mises de la Universidad de Viena. Ver Martha Steffy Browne [Braun], “Erinnerungen an das Mises-Privatseminar”, Wirtschaftspolitische Blätter, vol. 28, nº 4 (1981), p. 111.

[5] Obre esto y lo que sigue, ver la explicación de los acontecimientos escrita a máquina por Margit von Mises (Mises Archive 105), que probablemente se escribió en noviembre de 1927.

[6] Margit von Mises, My Years with Ludwig von Mises, pp. 18 y s.

[7] Seguimos parafraseando la historia bastante vaga de los acontecimientos de Margit von Mises (document en Mises Archive 105). A partir de la frase “tendría que convertirse de nuevo en judía” debe deducirse que había sido judía antes de casarse con Ferdinand Serény, un protestante. La expresión “periodo de formación para el matrimonio” permite varias posibles interpretaciones y probablemente haya sido elegida precisamente por eso.

[8] Mises a Margit Serény, carta datada el 3 de noviembre de 1927; Mises Archive 62: 35 y s. Mises escribió esta carta por consejo del profesor Adler, el doctor de Margit, que le había trasladado el deseo de etsta de que explicara con detalle por qué rechazaba verle de nuevo. El médico en cuestión debe haber sido Ludwig Adler; ver Margit von Mises, My Years with Ludwig von Mises, p. 8.

[9] El 16 de septiembre seguía en el hospital. Ver la carta que la secretaria de Mises envió al Königsberger Hartungsche Zeitung, datada el 16 de septiembre de 1927; Mises Archive 62: 10.

[10] Margit von Mises, My Years with Ludwig von Mises, p. 19.


Publicado el 4 de febrero de 2008. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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