No podemos predecir las muchas formas en que la libertad mejorará nuestras vidas

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A los defensores de la libertad a menudo se les reta a que proporcionen descripciones exhaustivas de qué ocurriría si algún aspecto de nuestras vidas cada vez más dictadas por el gobierno se devolviera a las decisiones libres de la gente. ¿Qué ocurriría si el gobierno no educara a nuestros hijos? ¿Qué ocurriría si la Seguridad Social no obligara a la gente a “ahorrar” para la jubilación o el Medicare y el Medicaid no proporcionaran atención sanitaria? ¿Qué ocurriría si la Fed no controlara la oferta monetaria y el FDIC no garantizara los depósitos bancarios? ¿Qué ocurriría si la FDA no asegurara que la comida es segura y la EPA no nos protegiera de la contaminación? ¿Qué ocurriría si la SEC no refrenara a Wall Street y las leyes antitrust no nos protegieran de monopolios y colusiones? Estas preguntas, y muchas similares, constituyen una lista casi interminable.

A la vista de esas preguntas, es sin embargo importante reconocer que son trampas retóricas pensadas para poner una carga insoportable de prueba sobre los acuerdos voluntarios, cortocircuitando la necesidad de ocuparse de las muchas críticas válidas a las políticas coactivas.

La trampa funciona porque las respuestas a esas preguntas están más allá de nuestra competencia. Pero eso no significa que el estatismo gane por defecto. Solo significa que una predicción detallada de lo que ocurriría en un futuro en el que se aliviaran algunas limitaciones a la libertad impuestas por el gobierno está más allá del conocimiento de cualquiera.

Por tanto, una respuesta apropiada a “¿Qué produciría concretamente la libertad?” es “No lo sé, nadie lo sabe”. Pero el no poder responder satisfactoriamente a lo que no se puede responder en modo alguno elimina una justificada confianza en que los acuerdos voluntarios harán mejor las cosas. De hecho, la incapacidad de responder ayuda a explicar por qué funciona tan bien la libertad: permite que se desarrollen disposiciones beneficiosas previamente no descubiertas que sirvan a la gente más eficazmente, aunque nadie sepa exactamente por adelantado qué ocurrirá.

Para ver esto, simplemente reflexionad sobre lo que ha producido la libertad en el pasado. Los milagros que ha producido la libertad, desconocidos por adelantado, ofrecen un testimonio abrumador para tener fe en la libertad.

Por ejemplo, comparad Correos con cualquier otra forma de comunicación. Su velocidad de tortuga contrasta con los avances en las posibilidades de comunicación digital más allá incluso de fantasías recientes. De hecho, la libertad ha producido milagros en torno a nosotros cuya naturaleza no conseguimos entender, porque ahora los damos por sentados y olvidamos su génesis (por ejemplo, en un mundo de copias digitales, pocos recuerdan los “placeres” perdidos del papel carbón y sus hijos púrpuras).

Solo tenemos que revisar las revoluciones relacionadas para ver que nadie supo exactamente qué ocurriría por adelantado. Si la gente solo hubiera buscado lo que podía prever con claridad, ninguna de esos milagros se habría producido y seríamos incomparablemente más pobres.

¿Pero cómo sabemos que los resultados de la libertad serán mejoras cuando “podría pasar cualquier cosa”? Primero, el interés propio (el deseo de mejorar las circunstancias que afrontamos actualmente) significa que se buscan mejoras. Segundo, cuando se protegen los derechos de la gente, la necesidad de conseguir el acuerdo voluntario de otros significa que nadie puede obligar a resultados peores para otros, sino que deja bastante espacio para que los resultados no solo sean mejores, sino inimaginablemente mejores. Nada está seguro bajo la dura mano del gobierno.

Como mostraba el famoso “Yo, el lápiz”, de Leonard Read, los milagros del mercado son el pan nuestro de cada día. Los lápices son baratos y abundantes, aunque nadie sepa todo lo que implica fabricarlos. Y lo mismo pasa con abrumadores grupos de otras cosas.

Además, ningún político que supervise o funcionario que administre una de las muchas empresas públicas que han crecido para rodearnos podrían haber soportado la misma carga de prueba cuando el gobierno se salta los acuerdos voluntarios con sus dictados. Además, preguntas planteadas al gobierno de “lo que ocurriría” a la vista de algún nuevo programa público propuesto, como el Obamacare, son desechadas con impunidad.

Las promesas iniciales realizadas con tal convicción para nuevas “soluciones” públicas han sido quimeras irrealizadas. Y al contrario que la autopropiedad y los acuerdos del mercado conjuntamente beneficiosos que permite, que han producido incontables éxitos sin robar a nadie, no existen esas “historia de éxito” que demuestran una mejora milagrosa por la intrusión del gobierno que puedan igualar a los éxitos históricos del mercado. De hecho, los únicos ejemplos reales de milagros producidos por el gobierno, los producidos al restringir rigurosamente su alcance, como los “no harás” de la Declaración de Derechos de nuestra Constitución, solo refuerzan una legítima creencia en la libertad y su correspondiente desconfianza del gobierno.

Uno de mis profesores dijo una vez: “He sido economista el suficiente tiempo como para darme cuenta de que ‘No lo sé’ es una respuesta intelectualmente respetable”. De hecho, al predecir el futuro, eso es prácticamente siempre una parte importante de la respuesta. Pero, cuando la gente es libre, los resultados de sus acuerdos voluntarios serán tan buenos como puedan descubrir, aunque sean desconocidos por adelantado. Por el contrario, las políticas públicas basadas en lo que Friedrich Hayek llamaba la “pretensión de conocimiento” respaldadas por coerción, no son ni intelectualmente respetables ni una garantía de mejora, por muy frecuente o rotundamente que se hagan dichas promesas. De hecho si la carga de probar su eficacia se pusiera en el gobierno, en lugar de en la libertad, sobreviviría poquísima parte del gobierno y caerían las cadenas para los posibles milagros.


Publicado el 18 de diciembre de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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