Una conversación con Jeff Deist acerca de la Escuela Austriaca

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¿Cómo se empezó a interesar por la economía austriaca?

Jeff Deist: Mi trayecto por la economía austriaca y el Instituto Mises empezó en 1992. Tuve la suerte de tener un buen amigo, Joe Becker, estuvidiando en el programa de grado de economía en la Universidad de Nevada-Las Vegas. Joe era un pujante investigador austriaco y, por supuesto, había elegido el programa estrictamente porque Murray Rothbard estaba en la facultad. En ese momento se había reunido un grupo de estudiantes austro-libertarios en Las Vegas para estudiar con Murray. Con la inclusión de Hans Hoppe, la UNLV se había convertido claramente en el primer programa de economía en EEUU para estudiantes de grado interesados en formación austriaca. Puede acudir a unas pocas lecciones de Murray en el curso, que, no sorprendentemente (para los familiarizados con su estilo de vida) ¡se realizaron por la noche! No hace falta decir que las clases tenían un ritmo rápido y estaban llenas de referencias fuera de la corriente principal, dando solo una pista del enorme rango de conocimientos de Murray. Animado por Joe y su entusiasmo por las enseñanzas de Rothbard, decidí investigar más.

Entonces yo ya era un libertario comprometido, pero me faltaba un marco intelectual real para integrar la economía del libre mercado con ética, filosofía, derecho y libertad política.

Hay que recordar que mucho de lo que pasaba por pensamiento de libre mercado y libertario en ese momento seguía atrapado en los clichés reaganitas de la década de 1980. La economía del lado de la oferta seguía siendo el foco de la derecha, con mucha gente, que en otros sentidos era sensata, hablando acerca de la Curva de Laffer y maximizando el ingreso fiscal. Los argumento cuasiutilitarios florecían en la corriente principal de la economía, dejando el elevado terreno intelectual en favor de argumentos de que los mercados libres simplemente “funcionaban” mejor. Las teorías de “derecho y economía” estaban de moda, con modelos estrictos de pleitos por responsabilidad ofrecidos como el supuesto remedio a la extralimitación judicial y las externalidades. Los recortes de impuestos y los polos de desarrollo fueron típicos de las débiles ideas de política fiscal provenientes de la clase política, incluso cuando Clinton fue más listo que el Bush el viejo al cooptar la retórica del gobierno limitado. Por supuesto, tanto Alan Greenspan y la Fed fueron enormemente populares en todo el espectro político, con algunos expertos prometiendo no solo acabar con la pobreza (a través de la política monetaria), sino con acabar con la propia historia. La democracia, se nos decía, había triunfado.

Sobre este telón, la economía austriaca me abrió un mondo completamente nuevo. Dejaba claro que la antipatía hacia el gobierno y el apoyo a los mercados libres no era suficiente: era necesario entender y explicar el daño causado por todo tipo de intervenciones públicas en términos económicos, lo que equivale a decir en términos humanos. Leer libros y artículos libertarios casuales no podía sustituir nunca un estudio académico más riguroso.

Describa cómo evolucionó su interés por la economía austriaca

Jeff Deist: Como muchos antes que yo, empecé leyendo las grandes obras de Mises, Hayek y Hazlitt. Estas obras demolían, punto por punto, la defensa del comunismo y el socialismo, mientras advertían contra el abandono del viejo orden liberal. También predecían en la práctica el fracaso de los modelos socialdemócratas que reemplazaron a las monarquías en Europa y al constitucionalismo en América. Una vez uno entiende y acepta las enseñanzas austriacas respecto de la alternativa fundamental entre laissez-faire y estatismo, la conclusión resulta clara: no hay “tercera vía”.

Las explicaciones austriacas tradicionales de capital, interés y preferencia temporal refutaban las cansinas, pero a veces sutiles falacias y argumentos de clase que soportan no solo a Marx y a Keynes, sino incluso a la mayoría de las escuelas neoclásicas. La teoría subjetiva del valor demostraba que los consumidores determinan el valor, no el material intrínseco o los componentes de trabajo. La teoría austriaca del ciclo económico explicaba no solo auges y declives concretos (como el declive de las cajas de ahorros), sino asimismo la más amplia necesidad de un dinero material y los efectos inherentemente destructivos de los bancos centrales. Al tiempo, la metodología austriaca enseñaba que los mercados no son misteriosos, anónimos o inhumanos: por el contrario, simplemente reflejan la acción humana, aunque sea imperfectamente, en términos económicos.

Quizá lo más importante sea que la Escuela Austriaca me ayudó a entender la imposibilidad del socialismo como sistema económico. Al demostrar la necesidad crítica de señales de precios y del análisis de pérdidas y ganancias entre propietarios de negocios, los austriacos derrumbaban todo el rango de argumentos modernos para la planificación económica estatal.

Leer a Murray Rothbard llevó mi educación austriaca a otro nivel. Literalmente estableció la ética de la libertad, explicando las conclusiones legales y políticas que derivan necesariamente de la autopropiedad, la tradición de los derechos naturales y el principio de no agresión. Hizo clara la defensa de los derechos de propiedad como fundamento de una sociedad libre, aplicando los mismos patrones a los actores públicos y privados. El estado, argumentaba Rothbard, es prácticamente siempre un agresor. Solo la ceguera voluntaria y la inercia de las personas en la sociedad permiten al estado enmascarar esta agresión como benevolencia y gravarnos por el privilegio.

Por supuesto, Rothbard también produjo una asombrosa serie de libros y artículos sobre los temas del dinero y la banca, la Gran Depresión, historia, filosofía, derecho y anarcocapitalismo, por solo mencionar unos pocos. Aun así, su obra ha sido siempre muy accesible para mí como hombre corriente y legible en una forma que no lo eran a veces austriacos anteriores.

En resumen, la economía austriaca proporcionaba la exposición y defensa del capitalismo que yo había estado buscando. El austricismo trascendía los argumentos individualistas frente a los utilitaristas, explicando la naturaleza destructiva de la intervención pública para toda la sociedad. Proporcionaba el fundamento intelectual y conceptual para una defensa coherente de la libertad, un fundamento que parecía faltar entre muchos conservadores y libertarios.

¿Cómo acabó trabajando con Ron Paul?

Jeff Deist: A principios de la década de 2000 me uní al personal del Congreso de Ron Paul en Washington. Ron había estado relacionado con el Instituto Mises desde su fundación y en realidad tomó su decisión inicial en la década de 1970 de aspirar a entrar en el Congreso en buena medida basada en su interés por la Escuela Austriaca. Ron tuvo la oportunidad de ver hablar a Mises en 1972 y, por supuesto, más tarde se hizo bastante conocido para Murray Rothbard y Henry Hazlitt, entre otros. Lew Rockwell había sido un seguidor y confidente temprano, actuando como primer jefe de personal de Ron en el Congreso.

Mucho del personal de Ron en ese momento ya eran austriacos y a su petición todos acudimos a eventos del Instituto Mises en Auburn. Todos compartíamos la opinión de Ron de que su papel era educar a la gente y el mensaje austriaco desempeñaba un papel esencial en esa misión.

¿Cómo le llevó este trabajo al Instituto Mises?

Mises.org se convirtió para nosotros en un recurso valiosísimo y realizamos un esfuerzo coordinado para añadir contenido austriaco a los discursos, declaraciones y artículos de Ron. Como consecuencia, los televidentes de C-SPAN se asombraban al escuchar a Ron citando a Mises, Rothbard, Rockwell o Tom Woods en medio de debates del Congreso de otra forma risiblemente antiintelectuales. También desarrollamos buenas relaciones como muchos de los académicos asociados con el Instituto Mises, invitándoles a menudo a dar testimonio ante el subcomité de política monetaria que presidía Ron. En muchos sentidos, el Instituto sirvió como hogar intelectual de la oficina de Ron en el Congreso.

A través de la creciente popularidad de Ron, miles de estadounidenses, especialmente jóvenes, conocieron la gran erudición de Mises, Hayek, Hazlitt y Rothbard. Igual de importante fue que la Escuela Austriaca daba a Ron munición intelectual para explicar las grandes calamidades de esos años: el declive bursátil tecnológico de Greenspan, el escándalo contable de Enron, la terrible locura de una guerra en Iraq financiada por la Fed, las enormes malas inversiones en el mercado de la vivienda y últimamente el crash global de 2008/2009. Por esto el mundo le debe gratitud.

A nivel personal, trabajar para Ron Paul me permitió desarrollar amistades con libertarios de todo el mundo. Conocí a Lew Rockwell a través de Ron y fue gracias a Rod que ahora me encuentro uniéndome al Instituto Mises en un momento en que la Escuela Austriaca está creciendo con rapidez. Estoy profundamente abrumado y honrado por trabajar con el personal del Instituto, los donantes y seguidores para llevar la visión austriaca de una verdadera sociedad libre a lo largo de 2014.


Publicado el 19 de febrero de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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