El gobierno limitado es una esperanza vana

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[Against the State: An Anarcho-Capitalist Manifesto • Llewellyn H. Rockwell, Jr. • Rockwell Communications • 190 páginas]

Lew Rockwell se ha impuesto una tarea difícil. Ha escrito Against the State, no para el libertario ya convencido, deseoso de discutir los últimos refinamientos teóricos, sino más bien para el ciudadano preocupado que siente que hay algo erróneo en nuestro sistema político y se pregunta qué hacer con él. Esos lectores es posible que retrocedan con horror ante la mención del anarquismo, pero el objetivo de  Rockwell es precisamente convertir al anarcocapitalismo del estilo defendido por Murray Rothbard a esos lectores escépticos.

Con esa audiencia como su objetivo, Rockwell ha seguido una estrategia en tres etapas. Primero, demuestra que la situación actual es tan mala que deben considerarse remedios radicales. Segundo, bloquea el remedio principal que se les ocurriría de inmediato a muchos de sus lectores. Estarán de acuerdo con él en que el estado estadounidense se ha convertido en tiránico, pero en principio buscarán una respuesta menos radical que la de Rockwell. Sugerirán que el defecto clave de nuestro gobierno es que ha abandonado el régimen constitucional establecido por los Padres Fundadores. Solo tenemos que volver a la tradición estadounidense de gobierno imitado y nuestros males políticos actuales desaparecerán. Es una tarea clave del libro desactivar esta respuesta. Solo después de que las primeras dos etapas dela estrategia se hayan expuesto podrán los lectores estar en disposición de apreciar la defensa del anarquismo.

Rockwell empieza con una crítica fundamental del estado estadounidense contemporáneo. Como cabría esperar de un alumno de Murray Rothbard, ataca la guerra y el imperialismo que dominan la política exterior estadounidense.

El principal objetivo de la política exterior estadounidense es imponer la voluntad de nuestra élite dirigente al resto del mundo. Para hacerlo, hemos infligido muerte y destrucción masivas, sin justificación moral. Cuando era Secretaria de Estado, Madeleine Albright expresó la actitud de la élite del estado estadounidense con escalofriante claridad. En un programa de 60 Minutes, el 12 de mayo de 1996, Lesley Stahl preguntó a Albright por las sanciones económicas que EEUU estaba imponiendo al régimen de Saddam Hussein en Iraq. Stahl preguntaba: “Hemos oído que han muerto medio millón de niños. Quiero decir, son más niños que los que murieron en Hiroshima. Y, sabe, ¿merece la pena?” y Albright respondió “creemos que merece la pena”.

Una política sedienta de sangre como esa no es desgraciadamente una anormalidad. Rockwell demuestra que la guerra en busca de un imperio ha dominado la política exterior estadounidense en el siglo XX. Woodrow Wilson creía que

Estados Unidos (…) tenía la misión de traer la democracia al mundo (…) Wilson, aunque extremadamente pro-británico, empezó el proceso de reemplazar a Gran Bretaña por Estados Unidos con la potencia dominante del mundo. A lo largo del siglo XX, podemos ver este patrón constante: Estados Unidos ha utilizado retórica democrática para imponer el dominio mundial estadounidense.

La política de dominio mundial continuó durante la Guerra Fría. Siguiendo a Murray Rothbard, Rockwell sostiene que la “guerra” que iniciaron contra nosotros los comunistas era ideológica. “Aunque los comunistas predicaran la revolución, la política exterior soviética no planteaba ninguna amenaza directa para Estados Unidos”. De hecho, la política agresiva de Estados Unidos tuvo como principal objetivo asegurar el control de la economía estadounidense por el gobierno, haciéndola dependiente del gasto público. Rockwell demuestra que a pesar de muy mencionado discurso de despedida del presidente Eisenhower advirtiendo contra la inadecuada influencia del complejo militar-industrial, el propio Eisenhower desempeñó un papel protagonista en asegurar el dominio continuo de ese mismo “complejo” sobre la economía.

¿Cómo deberíamos responder al imperialismo y la guerra? Una respuesta es volver a la política tradicional estadounidense de Washington y Jefferson. Estados Unidos antes del siglo XX evitó entrometerse realmente en asuntos europeos, pero

decir: “tenemos que volver a la política exterior de los Fundadores” no resolverá nuestro problema. Incluso si hacemos esto, seguiríamos violando los principios de la guerra justa que ha establecido Rothbard. Y no olvidemos que la Guerra de 1812, en parte motivada por el deseo de conquistar Canadá, y la Guerra de México, adecuadamente calificada en un libro reciente como Una guerra malvada.

El estado estadounidense no se limita a actividades beligerantes para aquellos tan desafortunados como para residir en el extranjero. El estado ataca cada vez más a sus propios ciudadanos, como deja abundantemente claro Rockwell. La “guerra contra las drogas” ha llenado cárceles con gente que se supone que ingieren sustancias que prohíbe el estado. La “guerra contra el terrorismo” ha sido la excusa para un ataque masivo contra nuestras libertades. La policía local a adoptado tácticas cada vez más militarizadas, al estilo de administradores coloniales ocupándose de poblaciones de súbditos.

Siguiendo el análisis clásico de John T. Flynn en As We Go Marching (1944), Rockwell describe al estado estadounidense como fascista.

El fascismo es el sistema de gobierno de carteliza el sector privado, planifica centralizadamente la economía para subvencionar a los productores, exalta el Estado policial como fuente de orden, niega derechos y libertades fundamentales a individuos y hace del Estado ejecutivo el amo sin límites de la sociedad.

Leer acerca de del terrible comportamiento del estado puede ser deprimente, pero, como dijo F.H. Bradley, “donde todo es malo, debe ser bueno conocer lo peor”. Dados los males y fracasos manifiestos del estado, ¿qué deberíamos hacer? Muchos en la audiencia de Rockwell buscarán una solución en el “gobierno limitado”. Bastaría con que volviéramos a la Constitución como estaba prevista por sus redactores y todo estaría bien.

Rockwell explica muy eficazmente que esta es una esperanza vana. La idea de gobierno limitado es incapaz de llevarse a la práctica. Si hay un monopolio del gobierno, cualquier limitación al gobierno debe ser una que este se haya impuesto a sí mismo. Esperar que este tipo de limitación sea eficaz es inútil.

Como indica Rockwell:

Esta solución no puede funcionar. Sufre de un defecto fatal. La Constitución crea un gobierno que es el juez de sus propios poderes. Las ramas del gobierno: legislativo, ejecutivo y judicial están en teoría se controlan y equilibran entre sí. El problema de esto es que el Tribunal Supremo, que al desarrollarse la Constitución se ha convertido en el árbitro supremo de los asuntos constitucionales, es él mismo parte del gobierno federal. En una disputa entre el gobierno federal y el pueblo, es improbable que se ponga en contra del gobierno.

Si el gobierno limitado no funcionaría, ¿qué puede hacerse? Rockwell encuentra la respuesta en el mercado libre. Si la competencia funciona bien para todos los demás bienes y servicios, ¿por qué no también para protección y defensa? ¿Qué se supone que es “especial” en estos servicios que nos obliga a abandonar las lecciones demostradas por experiencia?

¿Pero cómo operaría exactamente el anarquismo? De una manera muy influida por Rothbard, Rockwell describe las actividades de agencias de defensa libertarias. Estas agencias siguen un código legal libertario, basado en el derecho natural.

Podríamos dedicar mucho espacio acerca del código legal libertario, pero para nuestros fines no hay necesidad de hacerlo. Una vez tenemos autopropiedad y derechos de propiedad, es todo lo que necesitamos. Los individuos son por tanto libres de hacer los intercambios que deseen. Esta es la base sobre la que puede empezar un mercado libre.

Rockwell ha evitado sabiamente un error. “Anarcocapitalismo significa confiar en el mercado libre para todo y no podemos especificar por adelantado cómo funcionará el mercado libre. Leonard Read apuntaba en un artículo clásico que cuando algo se ha socializado, la gente llega a la conclusión de que el mercado no puede proveerlo”. Against the State no es, en la expresión de Marx y Engels en El manifiesto comunista, una de las “pequeñas ediciones de la Nueva Jerusalén”.

Against the State merece la atención cuidadosa de todo el que quiera vivir en libertad.


Publicado el 20 de mayo de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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