¿Un final triste para Flashman?

0

Me encantó leer recientemente un artículo de Ira Katz alabando las virtudes de Sir Harry Flashman V.C.  The Flashman Papers, una serie de libros escritos por el veterano George MacDonald Fraser, es una de mis series favoritas. Fue algo inesperado porque pocas veces se ve alguna referencia a estas infravaloradas novelas históricas.

Mr. Katz describe caritativamente al ficticio Harry Flashman como un antihéroe, un verdadero cobarde, un mentiroso y un mujeriego adicto. Esta es la lista corta. Se podría añadir fácilmente: canalla, sinvergüenza, cobarde, desertor de guerra, borracho y frecuentador de burdeles. Pero Sir Harry es también un buen observador de la condición humana y su correspondiente estupidez. Es tan honrado consigo mismo como poco honrado con los demás.

Para los no familiarizados con la serie Flashman, un poco de trasfondo. Harry Flashman vive en la Inglaterra victoriana y los acontecimientos históricos en las novelas tienen lugar aproximadamente entre 1840 y 1895. El joven Harry es expulsado de Rugby a una temprana edad, muy predeciblemente en opinión de sus padres. Debido a su origen semiaristocrático y rápida lengua, acaba comisionado en el ejército británico y luego en la Compañía de las Indias orientales. Aun así, según él mismo reconoce, no tiene más que tres talentos: “para los caballos, los idiomas y la fornicación”.

Sin embargo estos talentos bastaban para verle en varias campañas y desventuras por Afganistán, India, Alemania, Canadá, Estados Unidos, Crimea, Rusia, Abisinia y el Lord’s Cricket Ground en Londres, por nombrar solo unos pocos.

Así que los libros de Flashman no son solo las divertidas memorias políticamente incorrectas del mayor granuja del mundo, sino también un relato histórico sin expurgaciones de acontecimientos famosos que ocurrieron en el contexto del imperio británico victoriano. Los lectores disfrutan no solo de las hazañas personales de Flashy (como se llama a sí mismo cariñosamente), sino también los titubeantes y equivocados esfuerzos de un imperio que no puede dejar en paz a nadie. Un rápido ejemplo: La Carga de la Brigada Ligera, desastrosamente liderada por “Lord Haw Haw” (Lord Cardigan),  encuentra a Sir Harry al tiempo flatulento y dispuesto a rendirse a la primera oportunidad.

Muchos lectores de Flashman a lo largo de los años supusieron que Harry se basaba en el capitán Sir Richard Francis Burton,  el legendario explorador, soldado, lingüista, diplomático y cuentista sexual británico de la misma época victoriana. Fraser rechazaba sin embargo esta opinión en una entrevista en el Telegraph realizada poco antes de su muerte en 2008:

Fraser reconoció que no hubo para él un solo modelo: no fue del Sir Richard Burton, como pensaban algunos, sino del propio Fraser, del que tomó su historial en el ejército en India y Birmania para su personaje.

Los lectores de la biografía definitiva de Burton, de Edward Rice, entenderán de inmediato que no era Flashman. Burton es una figura enorme y extravagante. Pero a pesar de sus muchas excentricidades maravillosas, Burton estaba en definitiva motivado por una necesidad profundamente arraigada de aventuras y conocimientos. Su propia naturaleza es grandiosa y temeraria. Flashy, por el contrario, siempre está huyendo del peligro, motivado estrictamente solo por sus deseos más primarios y minúsculos. Y Burton mantiene hasta el fin, a pesar de sus muchas quejas, una lealtad a la reina y al país que solo podrían hacer a Flashman aullar de risa.

El propio Fraser fue mucho más que un novelista, habiendo sido tanto un periodista como un guionista serio que trabajó con grandes nombres como Lancaster, Fellini, McQueen y Schwarzenegger. Sin embargo, su forma de ganarse el pan fue la serie de Flashman escrita durante las décadas de 1970 y 1980.

Uno se pregunta, deprimentemente, si esos libros podrían escribirse hoy. En sus memorias de 2003, Fraser lamenta las malas críticas a su obra, apuntando con ambos cañones a la corrección política británica:

La filosofía de la corrección política está ahora también firmemente asentada aquí y su núcleo es un rechazo a mirar directamente a la cara, por muy desagradable que sea.

La corrección política implica negación, normalmente con un jerga elusiva llena de circunloquios que distorsiona y evita y pocas veces resiste un análisis honrado.

Viene bajo muchas formas, algunas de ellas tan eficaces que la corrección política puede ser difícil de detectar. Los absurdos eufemismos, aparentemente inocuos, pero siempre goteando hacia la eliminación del sentido común: la ingenuidad de la frase “una fuerza que se preocupa por el futuro” en las bandejas de las amapolas del recuerdo, que sugieren que el ejército es algún tipo de cuerpo de paz, cuando en realidad su función real es matar.

El intento continuo de suavizar y desinfectar las duras realidades de la vida en nombre del liberalismo, en un esfuerzo por eliminar verdades incómodas para la mente política correcta, la ingeniería social que rebaja el cristianismo, reclamando un estatus igual para religiones extranjeras.

Y, como Flashy, Fraser no alberga ilusiones acerca de la política:

No es un lamento por la gloria imperial pasada, aunque lamente su inevitable desaparición, ni es el enfado de un conservador radical.

Me asquean los partidos políticos, que considero invenciones del diablo. Mi primer ministro favorito era Sir Alec Douglas-Home, no porque estuviera en la derecha, sino porque estuvo un año, según él mismo reconoce, sin hacer ninguna maldita cosa.

Con la muerte de Fraser, las perspectivas futuras de la serie Flashman son inciertas. Indudablemente los lectores de Flashman envejecen y esto se refleja en la moribunda presencia en línea de Harry. Un análisis superficial en Amazon revela que solo siguen disponibles 12 libros, pero las reseñas son en su mayoría antiguas. El grupo una vez robusto de clubes de fans en línea de Flashman parecen languidecer y los resultados de búsquedas están llenos de enlaces no disponibles a páginas de “miembros de AOL” difuntos y similares. Personalmente, mi club favorito, la “Royal Flashman Society of Upper Canada”, ya no parece tener un sitio en funcionamiento (en la década de 1990 vendía una estupenda sudadera de Flashman, diseñada por Nick, el hijo de Fraser). HarryFlashman.org igualmente aparece como no disponible en las búsquedas.

Así que ahora tengo que confiar en Wikipedia y Amazon para ondear la bandera del gran Harry Flash. Está por ver si Harry (1822–1915) tundra una segunda muerte en línea o si sus encantos atraerán a una nueva audiencia de jóvenes fans en busca de algo mejor que vampiros y sombras de Grey.

O, como decía el Evening Standard. “Hay un poco de Flashman en todos nosotros, pero no lo bastante”.


Publicado el 30 de agosto de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

Print Friendly, PDF & Email