La revolución de Carl Menger

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Uno se pregunta a menudo si las diferencias en las escuelas económicas de pensamiento son tan grandes como para justificar segregaciones teóricas estrictas. Uno de esos casos es la “economía marginalista”. La mayoría de los libros de texto apuntan al triunvirato de Walras, Jevons y Menger, que descubrieron independientemente la noción de utilidad marginal y su relevancia en el proceso de precios. Muy a menudo, estos brillantes pensadores se agrupan como figuras más o menos indistinguibles  que abrieron el camino a la teoría microeconómica moderna.

La habitual simplificación de la historia del pensamiento económico nos dirá que los tres grandes introdujeron los conceptos del marginalismo y la utilidad marginal en la ciencia económica (el término exacto “utilidad marginal” vino de Friedrich von Wieser). En general, el marginalismo se introdujo para combatir la creencia de los economistas clásicos de que los precios no tienen mucho que ver con  la utilidad del individuo y la satisfacción del consumidor (ya que muchas cosas útiles tienen precios bajos, como demostraba la llamada paradoja del valor). La mayor contribución de los revolucionarios marginalistas fue reintroducir el concepto de utilidad en una teoría reconstruida del consumo. Consecuentemente, la economía se convirtió en una ciencia mucho más universal de lo que había sido.

No puede negarse que tanto Walras, como Jevons, como Menger desempeñaron papeles importantes en el avance de la teoría moderna del consumo. Las unidades marginales y la utilidad marginal explicaban bien cómo se formaban los precios de acuerdo con preferencias subjetivas y decisiones del consumidor. Aun así, sería un error decir que no hay diferencias importantes entre ellos. El reputado economista William Jaffé publicó un famoso artículo acerca de la “deshomogeneización” de esos pensadores. Lo principal era que Menger difería notablemente de Walras y Jevons a la hora de presentar la teoría marginalista, con el uso de Menger de un aparato no matemático. Diversos otros autores que describen el desarrollo de la teoría marginalista se refirieron también a esta diferencia. Por desgracia, muchos de ellos se centraron en este aspecto como ilustrara de alguna forma una deficiencia en el pensamiento de Menger ya que no matematizaba su teoría. George Stigler, el famoso economista de Chicago, criticaba a Menger y argumentaba que esta era su principal “debilidad”, porque no podía llegar al concepto de “maximización de la satisfacción de deseos”.  En otras palabras, Stigler afirma que la teoría de Menger es inferior porque no escribía ecuaciones ni presentaba sus conclusiones en forma matemática.

El marginalismo puede de hecho parecer ser más riguroso. Pero solo porque se vea más complicado no significa que sea una mejor descripción del proceso de valoración. La llamada debilidad de Menger es realmente su fortaleza, porque añade una dimensión más fructífera a la teoría marginal, que estaba completamente ausente en las aproximaciones matemáticas de Jevons y Walras. Aunque se ve a los tres economistas como refiriéndose a “unidades marginales”, en Menger este concepto significa algo distinto que en Jevons y Walras. En el caso de Jevons y Walras, las unidades marginales son infinitamente pequeñas y continuas y, por tanto, casi irrelevantes. Se convierte en una parte de una función de utilidad más amplia que puede “maximizarse”, como quiere Stigler, con el empleo de varias derivadas.

En el caso de Menger, las unidades “marginales” son otra cosa. Son finitas y discretas, no continuas y por tanto no son parte de alguna función de utilidad más amplia ya existente que pueda maximizarse con el uso de derivadas (ya que solo las funciones continuas pueden tener derivadas).

Todo esto puede sonar a un detalle técnico menor, pero, sin embargo, los siguientes pasos en el proceso de razonamiento son importantes y nos llevan al papel vital de instituciones sociales para economizar recursos escasos. Si una unidad marginal es irrelevante y se ve como una parte de una función de utilidad ya existente, se pueden resolver sobre el papel las ecuaciones de utilidad y ofrecer una solución óptima para las asignaciones. Si, por otro lado, una unidad marginal es algo discreto, no sujeto a una función ya existente, la resolución “óptima” no puede derivarse a priori en el papel. La unidad concreta y discreta la posee alguien y ese alguien tiene que tomar la decisión de asignarla. Por tanto, la diferencia principal entre unidades marginales en Menger y unidades marginales en Walras es que la teoría de Walras lleva a una economía de supuestas funciones, mientras que en la teoría de Menger lleva a una economía de decisiones reales. El término “unidad marginal” en la teoría austriaca y neoclásica puede ser el mismo. El contenido es radicalmente distinto.

Mediante unidades marginales finitas, Menger abre firmemente la puerta a la explicación de cómo diversas unidades de bienes son calculadas monetariamente por individuos que actúan. Si las unidades marginales son dispersiones de ecuaciones walrasianas, no tienen que ser calculadas por empresarios: la función matemática está en cierto modo haciéndolo por ellos. No sorprende que el heredero de Menger, Mises, fuera el que creó una teoría del emprendimiento y demostró los papeles empresariales en resolver problemas de asignaciones apropiadas para satisfacción del consumidor. Tampoco supone una sorpresa que los sucesores de Walras no vieran el valor de la teoría del emprendimiento de Mises, porque para ellos el proceso de asignación óptima puede resolverse sencillamente por maximización de funciones. Tiene que actuarse sobre las unidades marginales mengerianas y valorarse selectivamente estas. La fuerza motriz para su valoración es la decisión humana. Su valor no está predeterminado. Las unidades marginales walrasianas, por el contrario, son parte de ecuaciones de valoración y por tanto ya están calculadas una vez describimos matemáticamente su ligar económico. No queda espacio para la decisión. ¿Por qué preocuparse entonces de examinar las valoraciones personales de empresarios si las unidades marginales ya tienen papeles asignados?

Aquí reside de hecho la principal diferencia entre la teoría microeconómica austriaca y la teoría económica neoclásica. Indudablemente no puede negarse que hay similitudes, pero las diferencias no son solo de naturaleza pedagógica. El marginalismo discreto, a pesar de no ser matemático, es superior al marginalismo neoclásico. El uso de derivadas no es una señal de un método más científico.


Publicado el 13 de agosto de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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