Rebajar impuestos es la única reforma fiscal decente

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[Este artículo apareció originalmente en LewRockwell.com.]

El mejor impuesto es siempre el más ligero. — Jean-Baptiste Say

No puede haber un impuesto bueno ni justo: todo impuesto basa su defensa en la compulsión. — Frank Chodorov

No puede haber una “justicia en los impuestos”. Los impuestos no son sino robo organizado y el concepto de “impuesto justo” es por tanto en todos los aspectos tan absurdo como el de “robo justo”. — Murray Rothbard

Como el mismo hecho de los impuestos es una interferencia en el mercado libre, es particularmente incongruente e incorrecto que los defensores del mercado libre defiendan la uniformidad de los impuestos. — Murray Rothbard

Lo importante es el gesto total del gobierno, no la reforma fiscal. — Ron Paul

Cuando se trata el tema de los impuestos, muchos conservadores y algunos libertarios simplemente no lo entienden.

La Tax Foundation, un “think tank de investigación no partidista, ubicado en Washington DC”, tiene seis “principios de una buena política fiscal” que guían toda su investigación y “servirían como piedras de toque para una buena política fiscal en cualquier ligar: simplicidad, transparencia, neutralidad, estabilidad, no retroactividad, base amplia y tipos bajos. Una buena política fiscal “promueve el crecimiento económico centrándose en aumentar los ingresos de la forme menos distorsionadora posible”.

La Tax Foundation acusó recientemente a las deducciones fiscales de la educación de violar “los principios de una buena política fiscal, aumentando la complejidad y distorsiones en el código fiscal”. Deberían ser eliminadas “con un completo paquete de reformas” por diversas razones, entre las cuales está que “cambiar la eliminación de las deducciones fiscales por educación por tipos fiscales marginales más bajos es bueno para el crecimiento económico”.

La Tax Foundation hace un buen trabajo respondiendo a la pregunta de si “el código fiscal es la herramienta apropiada para aumentar el acceso a la educación superior y hacer la universidad más asequible” (no lo es), pero la propuesta de la organización de que el gobierno deba eliminar todas las deducciones fiscales por educación y usar “los ingresos para recortar los tipos marginales en general” es ingenua. Simplemente no puede confiarse en el gobierno en que no se dé la vuelta y aumente los tipos fiscales la próxima vez que “reforme” en código fiscal. Y el hecho de que “cambiar las deducciones por educación por tipos fiscales más bajos (…) beneficiaría también al Tesoro” significa que el gobierno recaudaría más dinero, lo que siempre es malo. ¿Qué tal proponer mantener las desgravaciones por educación y rebajar los tipos fiscales marginales?

La Tax Foundation también especulaba recientemente sobre el tema de las vacaciones fiscales a las ventas. Está en contra. Las vacaciones fiscales a las ventas “son periodos de tiempo en que bienes concretos son excepcionados de impuestos estatales (y a veces locales) a las ventas”. Aunque “a primera vista, las vacaciones fiscales a las ventas parecen una buena política (…) están basadas en una mala política fiscal y distraen a políticos y contribuyentes de una reforma fiscal real, permanente y económicamente beneficiosa (…) introduciendo distorsiones gubernamentales injustificables en la economía sin proporcionar a esta ningún impulso importante (…) representan un coste real para los negocios sin proporciona beneficios sustanciales (…) son asimismo un medio ineficiente de ayudar a los consumidores de rentas bajas y un medio ineficiente de generar ahorros a los consumidores [e] imponen costes serios a consumidores y empresas sin proporcionar beneficios que los compensen”. Aunque las vacaciones fiscales a las ventas pueden eliminar impuestos durante cierto tiempo, “no son recortes fiscales reales”.

Pero incluso si, desde una perspectiva económica y política, todo lo que dice la Tax Foundation acerca de las vacaciones fiscales a las ventas fuera cierto, hay una cosa que es totalmente errónea: Las vacaciones fiscales a las ventas  no son solo recortes fiscales reales, porque eliminan completamente los impuestos a las ventas, son el recorte fiscal definitivo e ideal.

Y luego está Dan Mitchell, antes de la Heritage Foundation, ahora del Instituto Cato, que escribe su blog en International Liberty. Es “un defensor veterano del impuesto fijo”. Una razón por la que Mitchell apoya el impuesto fijo es “al contrario que el subsidio basado en la familia, se libra de todos los agujeros, deducciones, desgravaciones, exenciones, exclusiones y preferencias, lo que significa que la actividad económica se grava por igual”. Pero como “un impuesto nacional a las ventas (como el Impuesto Justo) es como un impuesto fijo, pero con un puntod e recaudación diferente” y “los dos planes son lados distintos de la misma moneda”, sin “agujeros”, aunque el sea “principalmente conocido por ser un defensor del impuesto fijo”, Mitchell “no tiene ninguna objeción en hablar a favor de un impuesto nacional a las ventas, testificando a favor de un impuesto nacional a las ventas o debatiendo a favor de un impuesto nacional a las ventas”.

Pero como he dicho antes, el impuesto fijo no es fijo y el Impuesto Justo no es justo.

Sorprendentemente, aunque Mitchell rechaza el Obamacare, cree que “hay una pequeña parte del Obamacare que tendrá un impacto positivo”: el llamado impuesto Cadillac sobre planes sanitarios caros proporcionados por el empresario. El impuesto Cadillac:

  • Reducirá ligeramente la distorsión en el código fiscal que estimula el exceso de aseguramiento y exacerba el omnipresente problema del sistema sanitario del tercero pagador.
  • Simplemente hace a los trabajadores más conscientes de los costes que ya existen.
  • Desanima el exceso de aseguramiento y esto ya lleva a algunos cambios positivos en el mercado.

Aunque yo admiro y recomiendo el trabajo de la Tax Foundation y Dan Mitchell, y visito habitualmente sus sitios, para una visión más libertaria de una buena política fiscal, sugiero que acudamos a Frank Chodorov y Murray Rothbard.

De su ensayo “Los impuestos son un robo”, he aquí a Chodorov sobre la moralidad de los impuestos:

La Enciclopedia Británica define el sistema tributario como “la parte de los ingresos de un estado que se obtiene por cuotas y cargas obligatorias a sus sujetos”. Es casi tan adecuada y concisa como puede ser una definición: no deja espacio para discutir qué es un sistema tributario. En esa exposición de los hechos, domina la palabra “obligatorias”, sencillamente por su contenido ético. La reacción inmediata es preguntarse por el “derecho” del Estado a este uso del poder. ¿Qué permiso, en términos morales, aduce el Estado para apoderarse de propiedades? ¿Es su ejercicio de la soberanía suficiente por sí mismo?

En esta cuestión de la moralidad hay dos posiciones que nunca pueden reconciliarse. Aquéllos que sostienen que las instituciones políticas provienen de la “naturaleza del hombre”, disfrutando así de una divinidad indirecta, o aquéllos que consideran al Estado como la piedra angular  de la integración social, no encuentran ningún problema en el sistema tributario per se: la toma de propiedades por el Estado se justifica por su existencia o sus resultados benéficos. Por el contrario, quienes sostienen la primacía del individuo, cuya misma existencia es su justificación de derechos inalienables, se inclina por la postura de que en la obtención obligada de cuotas y cargas el Estado está meramente ejerciendo su poder, sin consideraciones morales. (…)

Los impuestos para servicios sociales dan a entender un intercambio equitativo. Sugiere un quid pro quo, una relación de justicia. Pero la condición esencial de los intercambios, que es que deben realizarse voluntariamente, está ausente en los impuestos: su mismo uso de la compulsión elimina a los impuestos del campo del comercio y les pone directamente en el de la política. Los impuestos no pueden compararse a deudas pagadas a una organización voluntaria por esos servicios como cabe esperar de ser miembros, porque no existe la posibilidad de abandono. Al rechazar un intercambio podemos denegarnos un beneficio, pero la única alternativa al pago de impuestos es la cárcel. La sugerencia de la equidad en la tasación es falaz. Si obtenemos algo de los impuestos que pagamos no es porque queramos: nos viene impuesto.

Y como explica Chodorov en su libro The Income Tax: Root of All Evil (1954), el impuesto de la renta significa que el estado dice a sus ciudadanos:

Tus ganancias no son exclusivamente tuyas; tenemos derecho a ellas y nuestro derecho precede al tuyo; te permitiremos quedarte con parte, porque reconocemos tu necesidad, no tu derecho; pero somos nosotros los que decidimos lo que te concedemos.

La cantidad de tus ganancias que puedes retener para ti está determinada por las necesidades del gobierno y no tienen nada que decir con respecto a esto.

Del capítulo 22, “La naturaleza del Estado”, en su Ética de la libertad, he aquí a Rothbard sobre la naturaleza de los impuestos:

Todas  las demás personas y grupos en la sociedad (excepto delincuentes reconocidos y esporádicos, como ladrones y atracadores de bancos) obtienen su renta voluntariamente: ya sea vendiendo bienes y servicios al público consumidor o por entrega voluntaria (por ejemplo, siendo miembros de un club o asociación, legado o herencia). Solo el Estado obtiene sus ingresos por coacción, amenazando con duras sanciones  si no se entrega la renta. Esa coacción se llama “impuestos”, aunque en épocas menos regularizadas, se le conocía a menudo como “tributo”. El impuesto es un robo, lisa y llanamente, aunque sea un robo a una escala grande y colosal que ningún delincuente habitual podría esperar igualar. Es una apropiación obligatoria de la propiedad de los habitantes, o súbditos, del Estado.

Sería un ejercicio instructivo para el lector escéptico tratar de crear una definición de los impuestos que no incluya también el robo. Como el ladrón, el estado reclama dinero con el equivalente a una punta de pistola; si el contribuyente rechaza pagar, sus activos son expropiados por la fuerza, y si se resiste a esa depredación, será arrestado o disparado si continúa resistiéndose.

La aproximación libertaria a las deducciones y desgravaciones fiscales difiere radicalmente de las de los que en la izquierda y la derecha tratan de simplificar el código fiscal eliminándolas para garantizar que toda persona y empresa pague una Proción uniforme y arbitrariamente justa. Como es improbable que el gobierno federal elimine alguna vez el impuesto de la renta, los defensores de una sociedad libre deberían trabajar para expandir las deducciones fiscales, las desgravaciones fiscales, las excepciones fiscales, las exclusiones fiscales, los incentivos fiscales, los agujeros fiscales, las preferencias fiscales, los planes para eludir impuestos, y los refugios fiscales y aplicarlos a tantos estadounidenses como sea posible. Estas cosas no son subsidios que haya que “pagar”. Deberían eliminarse solo si es eliminado el propio impuesto de la renta.

Del capítulo 2, “Diez grandes mitos económicos”, en su Making Economic Sense, he aquí a Rothbard sobre deducciones y exenciones fiscales:

Una deducción o excepción es solo un “agujero” si suponemos que el gobierno posee el 100% de la renta de todos y que permitir a alguien que parte de esa renta permanezca sin gravar  constituye un irritante “agujero”. Permitir que alguien se quede con parte de su propia renta no es un agujero ni un subsidio. Rebajar el impuesto en general aboliendo las deducciones para atención médica, para pagos de intereses o para pérdidas no aseguradas, es simplemente rebajar los impuestos para un grupo de gente (los que tienen pocos intereses o gastos médicos o pérdidas no aseguradas a pagar) a costa de aumentarlos a quienes hayan incurrido en esos gastos.

Además esto no es ni una garantía ni siquiera un probabilidad de que, una vez que las excepciones y deducciones están seguro fuera del camino, el gobierno mantenga su tipos fiscal al niel inferior. Mirando los historiales de los gobiernos, pasados y presentes, hay todos los motivos para suponer que el gobierno nos quitará más dinero al volver a aumentar el tipo fiscal (al menos) al antiguo nivel, con una consecuente mayor sangría de los productores por la burocracia.

Y del capítulo 4, “Intervención binaria: impuestos”, en su Poder y mercado, he aquí a Rothbard sobre exenciones y agujeros:

Muchos autores denuncian las exenciones fiscales y atacan a los excepcionados, particularmente a quienes consiguen obtener las exenciones para sí mismos. Estos autores incluyen a los partidarios del libre mercado que consideran una exención fiscal como un privilegio especial y la atacan como equivalente a un subsidio y por tanto incompatible con el libre mercado. Pero una exención fiscal u de otras cargas no es equivalente a un subsidio. Hay una diferencia clave. En el último caso, un hombre recibe una concesión especial de un privilegio arrancado a su prójimo; en el primero evita una carga impuesta a otros hombres. Mientras que en un caso se hace a costa del prójimo, en el otro no. Pues en el caso del subsidio, el concesionario participa en el saqueo y en el otro evita pagar tributo a los saqueadores. Acusarle por escapar es como acusar al esclavo por huir de su amo. Es evidente que si cierta carga es injusta, la acusación debe recaer, no en quien escapa de la carga, sino en primer lugar en quienes la imponen. Si un impuesto es de hecho injusto y algunos están exentos de pagarlo, el revuelo no debería llevar a extender el impuesto a todos, sino por el contrario a extender la exención a todos. La propia exención no puede considerarse injusta sin que el impuesto o la carga sean antes considerados como justos. (…)

En la literatura sobre fiscalidad hay una enconada discusión acerca de las “lagunas jurídicas”, suponiendo que  cualquier ingreso o área fiscalmente exento debe corregirse de inmediato. Cualquier fallo por “taponar grietas” se considera inmoral.

Desde una perspectiva libertaria, el objetivo debería ser que no hubiera ningún impuesto. Para ese fin, cualquier disminución en impuestos o tipos fiscales es algo bueno y cualquier aumento es algo malo y cualquier aumento en deducciones o desgravaciones fiscales es algo bueno y cualquier disminución es algo malo. No importa a quién beneficie, no importa por qué lo haga el gobierno, no importa quién cabildeo para ello, no importa quién lo apoya o no, no importa lo temporal que sea y no importa cuánta complejidad añada al código fiscal.


Publicado el 27 de septiembre de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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