Crimen organizado – Capítulo 25 y 26

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Este artículo fue extraído del libro Crimen Organizado, escrito por Thomas DiLorenzo y traducido por Juan José Gamón Robres. Descarga el libro aquí.

CAPÍTULO 25 – Los engaños de la versión políticamente correcta de la “Guerra Civil” según Paul Kurgman

Lo primero que dijo James M. Buchanan en la conferencia de prensa que dio en la George Mason University cuando le entregaron el Premio Nobel de Economía en 1986 fue que el premio “no me convierte de repente en un experto en todo”. Buchanan era muy consciente -y le hacía gracia- que los premiados que le precedieron quedaran como unos estúpidos cuando se tomaban el premio como una licencia para pontificar sobre cualquier cosa, ya supieran algo al respecto o no.

Paul Krugman, un nobel más reciente, no tiene ni esa modestia ni el sentido de la realidad ocupa su mente. Como columnista del periódico New York Times (NYT) ha hecho siempre lo que todo columnista del NYT hace: pretender que, de hecho, lo sabe todo de todo. Un caso paradigmático es una entrada del blog del NYT de 29 de marzo de 2012 titulada “Road to Appomattox Blogging“. Tras comentar que para conmemorar el 150 aniversario del inicio de la guerra, el NYT había abierto un blog especial sobre la “Desunión“, Krugman brinda una histriónica descripción de su visión de la “Guerra Civil” que es propia de un escolar de grado elemental.

Krugman dijo que siempre le había gustado el “simbolismo” de la rendición de Lee en Appomattox, con Lee el patricio en su uniforme de gala, comparado con el General Grant, que estaba aún desaliñado y con barro tras una larga cavalgada”. Parece que Krugman no está al corriente de que en 1860, al estallar la guerra, Robert E. Lee llevaba treinta y dos años en el ejército de los Estados Unidos desempeñándose principalmente como ingeniero militar. Difícilmente puede calificársele de patricio o miembro de la clase dirigente. Grant, por el contrario, era el capataz de una plantación de 850 acres que era propiedad de su rico suegro y en la que trabajaban esclavos. La plantación, situada cerca de San Louis, era conocida como White Haven (“El Paraíso Blanco“) (nombre que bien puedo darle el Kluklux Klan, KKK) y es hoy un parque nacional (En el sitio web del Servicio de Parques Nacionales al describir White Haven se dice eufemísticamente de Grant que fue el ‘gerente’ de la plantación de esclavos en vez de emplear el término históricamente más acertado de capataz o encargado).

En 1862 Lee liberó a los esclavos que había heredado su esposa, cumpliendo así el testamento de su suegro. Los esclavos del suegro de Grant no fueron liberados hasta que en 1865 se decretó la emancipación por ley en Missouri y se vio obligado a hacerlo. El hecho de que Lee se cambiara de ropa antes de rendirse formalmente no convierte instantáneamente a un militar veterano con treinta seis años de servicio a sus espaldas en un ‘patricio’, contrariamente a la aseveración del sabelotodo de Krugman.

Krugman llega a afirmar que la victoria del Norte en la guerra fue una victoria de los “buenos modales” y que venció una región que “destacaba en el arte de la paz”. Bueno, en realidad no. En lo que destacó el Norte fue en librar una guerra total contra la población civil del Sur. La Administración de Lincoln promulgó la primera ley federal que instituyó el reclutamiento obligatorio y seguidamente ordenó a miles de hombres de los Estados del Norte a que fueran a morir en las salvajes y sanguinarias cargas napoleónicas que caracterizaron la guerra. Cuando decenas de miles de soldados del ejército del Norte desertaron, la Administración de Lincoln empezó a realizar ejecuciones públicas diarias de los desertores. Cuando los neoyorquinos se amotinaron en protesta por los reclutamientos militares forzosos, Lincoln envió a 15.000 soldados a esa ciudad y mataron a cientos, quizás a miles, de los que se oponían a ser reclutados (véase la obra de Iver Bernstein titulada “The New York City Draft Riots” (“Las revueltas callejeras contra el alistamiento en Nueva York“). También reclutó a miles de mercenarios europeos, muchos de los cuales ni siquiera hablaban inglés, para que tomaran las armas y marcharan al Sur a enseñar a los descendientes de James Madison, Patrick Henry y Thomas Jefferson lo que significaba realmente ser americano. Lee Kennett, biógrafo del General Willliam Tecumseh Sherman, escribió acerca de lo muy inclinados que eran muchos de los reclutas de Lincoln al pillaje, al saqueo y a la violación: “El regimiento de New York estaba plagado de criminales de la gran ciudad y de extranjeros recién salidos de las cárceles del viejo mundo” (Lee Kennett, “Marching Through Georgia“).

El Norte hizo la guerra a la población civil del Sur durante cuatro largos años, matando por lo menos a 50.000 personas. Bombardeó durante días a ciudades como Atlanta en un tiempo en que solo había civiles en ella y los soldados del ejército de los Estados Unidos  se abrieron paso por el Sur robando, saqueando y violando por doquier. En efecto, Sr. Krugman, el “arte de la paz”.

En cuanto a que la guerra fuese una victoria de los buenos modales, como dice Krugman, considérese lo siguiente: cuando las mujeres de Nueva Orleans se negaron a arrodillarse ante las tropas del ejército de los Estados Unidos que estaban ocupando su ciudad y matando a sus maridos y a sus hijos y hermanos, el General Benjamin “Bestia” Butler dio orden de que todas las mujeres de la ciudad fuesen en lo sucesivo tratadas como prostitutas. “Como los oficiales y soldados de los Estados Unidos han sido sometidos a repetidos insultos por parte de las mujeres … de Nueva Orleans”, escribió Butler en su orden número 28 del 15 de mayo de 1862, “se ordena que, cuando de ahora en adelante, cualquier mujer insulte de palabra, mediante gestos o movimientos, o muestre desprecio, a cualquier oficial o soldado de los Estados Unidos, se la considere y se la trate como si fuese una prostituta ofreciendo sus favores”. La orden de Butler estaba redactada de tal forma que invitaba a que se interpretara como una licencia para violar y todo el mundo le condenó por ello. Butler tenía los modales de un cerdo pervertido.

Krugman celebra la victoria de una “Unión Democrática” (el Norte) en su blog. Pero durante la guerra, el Norte fue cualquier cosa menos “democrático”: Lincoln suspendió ilegalmente el derecho de habeas Corpus y encarceló sin proceso previo a decenas de miles de disidentes políticos del Norte; cerró centenares de periódicos opositores; deportó al Congresista Clement Vallandigham de Ohio por criticarle; amenazó con encarcelar al Presidente del Tribunal Supremo, el Juez Roger B. Taney, por emitir la (correcta) opinión de que la suspensión del habeas corpus decretada por Lincoln era inconstitucional; censuró todas las comunicaciones telegráficas; amañó elecciones, encarceló a miembros de la legislatura del Estado de Maryland que habían sido legítimamente elegidos, así como al congresista Henry May por Baltimore y alcalde de Baltimore; urdió la ilegal secesión de Virginia para que el Partido Republicano tuviera dos senadores más en el Senado de los Estados Unidos; confiscó las armas de fuego en los Estados fronterizos violando así la Segunda Enmienda; cometió un acto de alta traición al invadir los Estados soberanos del Sur (El artículo 3 sección 3 de la Constitución de los Estados Unidos define la traición “únicamente” como alzarse en armas contra los Estados o prestar ayuda y aliento a sus enemigos”).

Krugman tiene razón cuando dice que la democracia es, en esencia, un gran acto organizado de intimidación por el que un grupo más numeroso abusa de otro más pequeño para esquilmarlo con impuestos. La “Guerra Civil” demuestra que cuando el grupo pequeño se harta e intenta abandonar la partida, el grupo más numeroso recurrirá a cualquier cosa para salirse con la suya (incluido el exterminio en masa de centenares de miles de personas y al bombardeo e incendio de ciudades enteras). Después de todo, en su primer discurso inaugural Lincoln amenazó con usar literalmente la “fuerza”, con “invadir” y “dar un baño de sangre” a cualquier Estado que se negara a pagar los aranceles federales, que se habían más que duplicado dos días antes. Cumplió su amenaza. “Éste es el tipo de nación en el que yo creo”, dice Krugman en su blog.

CAPÍTULO 26 – Esos viejos grandes tiranos

Lo primero que hizo públicamente Abraham Lincoln después de estrenarse como decimosexto presidente fue una enconada defensa de la esclavitud. “No tengo el propósito de interferir, ni directa ni indirectamente, con la institución de la esclavitud en los Estados en los que existe. Creo que no tengo derecho a hacerlo y no estoy inclinado a hacerlo”. Citó entonces el programa del Partido Republicano de 1860 que decía en esencia lo mismo; se comprometió a apoyar la cláusula sobre esclavos fugitivos de la Constitución “sin reservas mentales”; y apoyó una propuesta de enmienda constitucional (la enmienda Corwin) que prohibiría al Estado Federal inmiscuirse para siempre en lo tocante a la esclavitud. De hecho, fue Lincoln quién dio instrucciones a William Seward para que se asegurase que la enmienda Corwin fuese aprobada por el Senado de los Estados Unidos, cosa que hizo (y el Congreso también).

En el mismo discurso, Lincoln prometió una invasión militar y un “baño de sangre” a cualquier Estado que se negara a recaudar los aranceles federales sobre las importaciones, que acababan de sufrir un aumento de hasta el doble de su importe dos días antes de que tomara posesión. Y prosiguió diciendo que: “No tiene porqué haber derramamiento de sangre o violencia y no lo habrá a no ser que la autoridad nacional se vea forzada a ello”. Así pues, pocos minutos después de jurar proteger las libertades constitucionales de los ciudadanos americanos, Abraham Lincoln amenazó con organizar una matanza de muchos de esos mismos ciudadanos.

¿De qué diablos estaba hablando? ¿Qué podría llevar a un presidente a hacerle la guerra a sus propios ciudadanos cuyas libertades acabada de comprometerse a proteger? Lincoln lo dejó claro en la siguiente frase: “El poder que me ha sido conferido será ejercido para mantener, ocupar y conservar las propiedades y los lugares que pertenecen al Gobierno y para recaudar los impuestos y exacciones ; pero más allá de lo que sea necesario a esos propósitos, no habrá invasión ni se utilizará la fuerza contra el pueblo en ningún sitio” (énfasis añadido). Prometió matar a ciudadanos americanos para recaudar los impuestos.

Para Lincoln se trataba de algo que era necesario hacer si quería cumplir con aquéllo para lo que el partido le había elegido: subir las tarifas, entregar terrenos públicos a la minería, a los ferrocarriles y a las empresas madereras y conceder subsidios con prodigalidad a las compañías férreas. Éste era el viejo sistema americano de Alexander Hamilton, que fue respaldado durante décadas por el Partido Liberal de Lincoln y finalmente por los Republicanos. La abrumadora mayoría de los congresistas del Sur se había opuesto ardientemente durante décadas a todo eso. Pero ahora, se les debía forzar a aceptarlo, o eso pensaba Lincoln, para salvaguardar los ingresos del Estado (en aquella época los aranceles o tarifas sobre las importaciones representaban más del 90 % de todos los impuestos federales).

Había que obligar a los sureños (al igual que los habitantes de los Estados del Norte) a que pagaran la montaña de subsidios a empresas que el Partido Republicano esperaba que le mantendría en el poder durante décadas (lo consiguió, ya que el Partido Republicano, en esencia, monopolizó el poder durante el restante medio siglo). Por eso es por lo que, en opinión de Lincoln y del Partido Republicano, tenía que haber una guerra. Estaban plenamente dispuestos a instituir explícitamente la esclavitud en la Constitución, pero la recaudación de la tarifa, incrementada ahora al doble, era un asunto no negociable.

Es por eso también por lo que la oposición a la guerra en el Norte tuvo que ser brutalmente reprimida, como efectivamente sucedió, y por lo que tuvo que inventarse el mito de la “unidad nacional”. El historiador William Marvel en su libro “Lincoln’s darkest year: The War in 1862” (“El año más negro de Lincoln: La Guerra en 1862″) cuenta buena parte de la historia de cómo se embarcó el Partido Republicano en un espasmo de represión estalinista (Marvel es un reconocido estudioso de Lincoln, que ganó el premio Lincoln y el Premio Douglas Southall Freeman).

La primera argucia política del Partido Republicano fue expulsar del Senado de los Estados Unidos a hombres como el Senador Demócrata Jesse Bright de Indiana, que según dejó escrito Marvel, “mostró falta de entusiasmo por la guerra de Abraham Lincoln contra el Sur”. Empleando la excusa de que en los años previos a la guerra, el senador Bright “había conocido y admirado al Senador Jefferson Davies de Mississippi, el partido Republicano acusó al senador Bright, uno de los más antiguos miembros del Senado, de “traición con eficacia retroactiva” y lo expulsó con una mayoría de solo dos tercios de los votos.

El Congressional Globe hizo propaganda en el sentido de que “solo un traidor abogaría por la paz”, y periódicos de todos los Estados del Norte que estaban abiertamente unidos al Partido Republicano (como era frecuente durante ese período) reprodujeron esa acusación. En cuanto a los periódicos del Norte que no apoyaron la guerra contra sus conciudadanos americanos, el gobierno ya había empezado a “ahogar a los que se mostraron más eficaces en sus … críticas, parando su distribución, confiscando sus máquinas y arrestando a sus editores. Bandas de sindicalistas habían colaborado en la supresión de la libertad de expresión durante le verano de 1861, destruyendo las oficinas de los diarios contrarios a la guerra y atacando a sus editores”.

Hasta el propio nieto de Francis Scott Key comprendió lo peligroso que se había vuelto emitir una opinión impopular en la ‘Tierra de los Libres‘, escribe sarcásticamente Marvel. El nieto del autor del libro “The Star Spangled Banner” (“La Bandera Estrellada“) era el editor de un diario de Baltimore que había sido arrojado “a las entrañas de un castillo de la costa” sin proceso judicial previo, por haber publicado un editorial contra la supresión de la libertad de expresión decretada por la Administración Lincoln.

“El Partido que dominaba el Senado de los Estados Unidos intentó asimilar legalmente la franca disidencia (respecto del programa político del partido Republicano) con la traición”. Tras echar al senador Bright, los líderes del “Grande y Viejo Partido” [1] quisieron entonces terminar pronto su jornada para poder asistir a una gran fiesta que había ocupado la atención de Lincoln durante algunas semanas”. Marvel escribe que los empleados de la Casa Blanca pronto empezaron a llamar a la Señora de Lincoln “La Reina Americana”  quien, a decir de un senador, se presentó a la fiesta “luciendo lo que parecía ser un florero en la cabeza”. Muchos de los Generales, Almirantes, Jueces del Tribunal Supremo y Diplomáticos extranjeros que asistieron al ágape, escribe Marvel, consideraban que Lincoln era un “vulgar provinciano que carecía tanto de las cualidades de un hombre de Estado como de sinceridad”.

Sin molestarse en enmendar la Constitución, el Partido Republicano inventó en 1861 una nueva definición de “traición”. Traición, para Lincoln y el Partido Republicano, significaba oponerse a ellos. Eso era algo muy distinto de la auténtica definición de traición del artículo 1, sección 3ª de la Constitución de los Estados Unidos: “La traición a los Estados Unidos consistirá solo en hacer la guerra contra ellos, o unirse a sus Enemigos y prestarles ayuda y aliento” (énfasis añadido). Como en todos los documentos fundacionales, “Estados Unidos” está en plural, significando que los Estados libres e independientes (como se les llama en la Declaración de Independencia) están unidos y forman un compacto de Estados en su propio y mutuo beneficio. El Gobierno Central estaba llamado a ser el agente o representante de los mismos.

Según la Constitución, traición es hacerles la guerra a los Estados. Por supuesto, eso es exactamente lo que Lincoln y el Partido republicano hicieron. Su guerra contra el Sur es la definición misma de traición que se enuncia en la Constitución de los Estados Unidos. Mucho antes de George Orwell, distorsionaron el significado de las palabras para que significara exactamente lo contrario de lo que los padres fundadores quisieron que significaran. Como autores de la traición que definía la Constitución, acusaron de traición a sus oponentes políticos, a quienes se opusieran a la guerra contra los Estados.

Marvel escribe que en su primer día en el cargo como Secretario de Guerra de Lincoln, Edwin Stanton “mostrando un frío comportamiento dictatorial” comenzó a aplicar la nueva definición de traición. El gobierno de los Estados Unidos no estaba consiguiendo reclutar a bastantes soldados para su guerra, aún cuando ofrecía a quienes se alistaran premios de hasta 415 dólares americanos. A pesar de la represión totalitaria a la que se vieron sometidos los periódicos que se mostraron contrarios a la guerra en el Norte, había aún una muy generalizada oposición verbal a la guerra en las ciudades del Norte. Consecuentemente, escribe Marvel, el 8 de agosto de 1862 Stanton “derogó unilateralmente” esa libertad de expresión. Habiendo consagrado legislativamente una política de alistamiento militar, Stanton nombró a un juez especial para que se ocupara de la disidencia y ordenó a los funcionarios locales y federales que encarcelaran a cualquiera que “pudiera estar involucrado en actuaciones o críticas, de palabra y por escrito, que desanimaran los alistamientos voluntarios o que diesen, de cualquier manera, ayuda y aliento al enemigo …”. La vaguedad de esta orden permitió al gobierno encarcelar a cualquiera que dijera algo negativo de Lincoln, del Partido Republicano o de su guerra contra sus conciudadanos.

“Con renovado vigor”, escribe Marvel, “con la excusa de que habían hecho público su desacuerdo con las políticas presidenciales y que eso desanimaba a los hombres a la hora de presentarse voluntarios, alguaciles de los Estados Unidos, de pedigrí predominantemente republicano, empezaron a encargarse de los descontentos, casi todos ellos Demócratas”. Quienes se atrevieron a escribir en algún diario del Norte cualquier clase de crítica contra el Grand Ole Party fueron muy maltratados. “En agosto de 1861 … una banda de soldados de New Hampshire atacó a los editores de un diario Demócrata de Concord en New Hampshire y destruyeron sus oficinas”. “El 14 de agosto Dennis Mahony, el director irlandés del Dubuque Herald, fue arrestado por el Alguacil de los Estados Unidos de Iowa, H.M. Hoxie, un compinche del gobernador republicano Samuel Kirkwood … Mahony había estado predicando por la paz durante meses …”. “En la cárcel Mahony se encontró con David Sheward, director del diario Constitution and Union de Fairfield (Iowa). “Ambos fueron encarcelados junto con “editores de periódicos de Illinois, algunos jueces de Illinois y unos cuantos célebres disidentes hasta acabar, tras un largo viaje, en Washington”, donde los metieron en la “prisión del Viejo Capitolio”. Al parecer, los críticos a la Administración residentes en el Estado del que Lincoln era natural, de su tierra, tenían que ser encarcelados en Washington, D.C. donde podrían ser estrechamente vigilados.

Periódicos próximos al Partido Republicano “se felicitaron por el último atentado contra la libertad de expresión llevado a cabo por la Administración”, lo que dice mucho de la podrida mentalidad totalitaria de los sinvergüenzas que dirigían el Partido Republicano de los años 1860. Marvel escribe acerca de cómo “destacados Demócratas” del Norte fueron encarcelados por cosas como aconsejar a los votantes que votasen por candidatos que apoyasen la paz, por reírse de una compañía de la milicia unionista o por hacer comentarios “graciosos” acerca de Lincoln.

Hubo incluso candidatos Demócratas en las elecciones que fueron encarcelados antes de las votaciones, como le ocurrió a William J. Allen, “un Demócrata pacifista del sur de Illinois” quien “fue a la cárcel durante esa orgía represiva de mediados de agosto por expresar opiniones durante una campaña política”. Allen se había presentado a la reelección. Muchos de sus compañeros Demócratas “no fueron liberados de uno de los gulags de Lincoln hasta después de las elecciones de otoño”. Algunos de ellos permanecieron en la prisión “hasta que renunciaron a su derecho a procesar a los funcionarios por detención ilegal”. Miles de ciudadanos del Norte, escribe Marvel, “sintieron la mano de algún sheriff o de algún oficial de la policía militar agarrándolos por los hombros” (metafóricamente hablando).

Los matones del Partido Republicano ni siquiera se detuvieron ante palizas o el asesinato de civiles del Norte que disintieran de la línea marcada por el Gran Viejo Partido (Grand Ole Party, GOP, (el Partido Republicano). Un grupo de Republicanos “voluntarios en la ciudad de Troy (Kansas) dieron una severa paliza a un ciudadano porque no les gustó sus observaciones políticas”, dice Marvel. “La enemistad política condujo al asesinato de otro hombre en el sureste de Missouri”. El periódico local afiliado al Partido Republicano publicó un editorial justificando su muerte diciendo que el hombre, aunque abogara por la paz, “no tenía derecho a ser desleal al gobierno”, equiparando así al Partido Republicano con el “gobierno”. El diario también identificó a otros ciudadanos locales como “aceptables  blancos”. Tales fueron los orígenes del Grand Ole Party.

Todo esto sucedió tan solo en los primeros meses de la guerra. Durante los años  siguientes cientos de miles de hombres del Norte serían esclavizados mediante el reclutamiento forzoso, cientos de miles de mercenarios europeos serían pagados para hacerle la guerra a los Estados del Sur, cientos de periódicos opositores serian cerrados, un miembro disidente del Congreso, Clement Vallandigham de Ohio, sería deportado, cientos de manifestantes serían tiroteados y morirían en las calles de Nueva York por disparos de los soldados del ejército de la Unión y la Constitución sería ignorada por completo.

Todo este sentimiento de oposición al gobierno, a la guerra y a los reclutamientos llevó al Partido Republicano a formar sociedades secretas, escribe Marvel, que producirían un diluvio de propaganda republicana durante años y años después de acabada la guerra. La Union League (Liga de la Unión) fue una de esas sociedades. Una de las cosas que hizo la maquinaria de propaganda del Partido Republicano fue fabricar el mito (o sea, la mentira) de la “unidad nacional” durante la guerra, sugiriendo que los ciudadanos del Norte estaban unidos en llevar adelante una guerra total contra sus conciudadanos. La verdad es que fue el Partido Republicano quien hizo esa guerra contra el Sur, no una unida población del Norte (He escrito en otro lugar sobre como hubo tal crisis de deserciones en el ejército de la Unión que con frecuencia regimientos enteros desertaron en vísperas de la batalla). El mito de la “unión nacional” es una Grande y Vieja Mentira.


[1] El Partido Republicano de los Estados Unidos es conocido como el “Grand Ole Party” (El viejo gran partido) con la abreviatura GOP.


Traducido del inglés por Juan José Gamón Robres – mailto: juanjogamon@yahoo.es.

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