Prólogo de Literature and the Economics of Liberty

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Este libro investiga la posibilidad de que formas de pensamiento económico simpatizantes con el capitalismo puedan ser capaces de ilustrar nuestra comprensión de la literatura de nueva maneras. Por ejemplo, la idea de que la libre competencia estimula la creatividad y el progreso en el comercio y la industria está bien establecida y documentada. ¿Podría ser posible que la competencia sea también una fuerza sana en el ámbito cultural? En el ensaño de presentación, Paul Cantor argumenta que, en el caso de las novelas en serie, la naturaleza altamente competitiva del sector editor en la Gran Bretaña del siglo XIX mejoró realmente  de varias maneras la calidad de la literatura producida. Esta idea parecería obvia para la mayoría de los economistas, pero algunos críticos literarios pueden encontrarla difícil de aceptar. Desde los románticos, el comercio y la cultura se han visto como antitéticos, y muchos autores y críticos han esperado defender a la literatura de los efectos supuestamente dañinos de un mercado competitivo. La teoría literaria marxista solo ha ahondado en lo que era originalmente un desdén aristocrático y una desconfianza por los principios y prácticas del mercado. Y en el campo de la literatura y la economía, el marxismo y sus derivados, como el materialismo cultural y el nuevo historicismo, han logrado un virtual monopolio en la academia contemporánea.

Como cualquier monopolio, hay que desafiar esta dominación marxista. En la academia, igual que en la economía, la gente que no afronta ninguna competencia, se hace complaciente, dejando de cuestionar sus supuestos o adaptarse a nuevos avances. Por supuesto ha habido muchos ataques a lo largo de los años a las aproximaciones marxistas a la literatura, pero han provenido en general de críticos que simplemente rechazan las explicaciones económicas de la literatura en ninguna forma y apoyan una aproximación puramente estética que desdeña cualquier consideración del mercado. Hasta donde sabemos, esta es la primera recopilación de ensayos que aceptan la idea de que la economía es relevante para el estudio de la literatura, pero ofrece principios de libre mercado, en lugar de marxistas, como medios de relacionar ambos campos. Como explica el ensayo introductorio, nos hemos ocupada específicamente (aunque no exclusivamente) de lo que se conoce como Escuela Austriaca de economía, representada principalmente por los escritos de sus teóricos más importantes, Ludwig von Mises y Friedrich Hayek. Argumentamos que esta rama de la economía, que se centra en la libertad del individuo actor y la subjetividad de los valores, es más apropiada para el estudio de la literatura y la creatividad artística que una doctrina materialista, determinista y colectivista como el marxismo. La Escuela Austriaca es la forma más humana de la economía que conocemos y la más influida filosóficamente, por eso la consideramos como la más relevante para los estudios humanísticos. Aun así, la mayoría de los principios en los que nos basamos (las ventajas de la propiedad privada y la libre competencia, los inconvenientes de la planificación central y el colectivismo, el valor de la moneda fuerte y los peligros de la inflación) no son únicos de la Escuela Austriaca, sino que son asumidos hoy por un amplio rango de economistas.

Los propios marxistas se pelean cada vez más con su propio marxismo y tratan de moderar su determinismo económico. Esto es especialmente cierto en el campo de los estudios culturales, donde en décadas recientes los intelectuales que se asocian ellos mismos con el marxismo han empezado sin embargo a desarrollar una comprensión de las virtudes del mercado. Han roto con el viejo modelo de la Escuela de Frankfurt de consumidores como incautos pasivos de un sistema todopoderoso de mercadotecnia capitalista. A pesar de sus inclinaciones anticapitalistas, algunos investigadores han descubierto que no pueden apreciar y alabar la cultura popular sin apreciar y alabar en cierta medida el mundo comercial que la produce. Aplaudimos esos esfuerzos, pero creemos que estos investigadores progresarían más si acabar de romper con Marx. Su visión materialista, determinista y mecanicista de la realidad le marca mucho como un hombre de mediados del siglo XIX. Se ha descubierto mucho en las ciencias desde los tiempos de Marx, incluyendo en la ciencia de la economía y nuestro modelo de realidad ya no es una máquina de vapor. Cuanto más hemos llegado a entender de la naturaleza de los sistemas complejos y de lo que se llama su no-linealidad, más impredecibles parecen ser y esto es sobre todo cierto en los sistemas sociales. Las leyes de Marx de un desarrollo económico inevitable parecen ahora reliquias de la época de la física newtoniana, el historicismo hegeliano y el positivismo comteano. Los descubrimientos modernos en campos como la física, la biología, la neurociencia, la psicología cognitiva y la teoría del caos han destacado la importancia de lo contingente en la naturaleza y abierto así un espacio para la indeterminación y la libertad humana, especialmente en el ámbito de la cultura. La economía austriaca, con su énfasis en el azar, la incertidumbre y la imprevisibilidad en la vida humana, está mucho más en sintonía con estas tendencias en la ciencia moderna que el marxismo.

¿Cómo podría pensar el términos de libre mercado darnos nuevas ideas de la relación de literatura con economía?  Para empezar, el propio mercado libre proporciona un modelo valioso: aparecen en principio como caótico, pero bajo una inspección más cercana, resulta tener un orden subyacente, un orden autoorganizado que nunca logra una perfección estática, sino que siempre está resolviendo imperfecciones con el tiempo. La idea del mercado como un mecanismo de retroalimentación autocorrectora ayuda a explicar cómo la publicación comercial podría realmente promover el desarrollo de la literatura. Además, varios de los ensayos en este libro usan el modelo de lo que Hayek llamaba “orden espontáneo” para revisar el tema de la forma literaria. La evolución del lenguaje y el crecimiento de las ciudades son buenos ejemplos de los que quería decir Hayek con “orden espontáneo”: actividades y desarrollos humanos que no están planificados y dirigidos centralizadamente, sino que implican la interacción libre y no coordinada de individuos que pueden buscar sus propios objetivos limitados, pero sin embargo acaban produciendo un bien social más grande que solo parece haber estado diseño por adelantado. Los idiomas, por ejemplo, están profundamente ordenados, pero no porque alguien los planificara por adelantado. Un idioma desarrolla su rico vocabulario y compleja sintaxis a lo largo del tiempo en un proceso evolutivo al que contribuyen todos los hablantes del idioma, normalmente sin ni siquiera saber que lo están haciendo. La determinación precisa de los significados de palabras y las reglas de la gramática son una evolución cultural tardía, e implican razonamiento ex post facto. Lexicógrafos y gramáticos descubren y articulan la lógica que desarrolla un idioma por sí mismo y sin su ayuda.

El idioma, de hecho, a menudo parece confuso a lexicógrafos y gramáticos, pero sus intentos de limpiarlo y regularizarlo normalmente fracasan porque el uso popular abruma los intentos académicos de dictar un orden lingüístico. Los esfuerzos por diseñar un lenguaje más lógico desde la base, como el esperanto, han tenido incluso menos éxito cuando sus inventores tratan de hacer que la gente alcance una perfección estática, pero por suerte, los idiomas vivos continúan evolucionando y desarrollando nuevas posibilidades. Como demuestra la historia del latín, solo una lengua muerta puede agradar verdaderamente a los académicos. Un idioma vivo nunca queda en un equilibrio, una firma fija que siga perfectamente los paradigmas del gramático. El verbo irregular es la sangre del idioma. El idioma es un tributo a la creatividad de los seres humanos y a su capacidad de cooperar en formas productiva sin una planificación o supervisión previa por supuestos expertos en el campo.

La forma en que los idiomas resisten lo intentos de las autoridades centrales, como las academias nacionales, por regularlos, ilustra lo que quiere decir Hayek con “orden espontáneo”.[1] En su Derecho, legislación y libertad, explica la evolución del derecho común británico  en términos similares. Argumenta que los jueces del derecho común no crean la ley, sino que descubren y articulan los principios y normas de conducta que desarrollan gradualmente los seres humanos a lo largo de los años por sí mismos en el curso de su interacción social. El propio mercado económico es el ejemplo principal de Hayek de orden espontáneo, implicando una actividad no reguladas y aparentemente caótica que sin embargo genera un orden más profundo y complejo que el que hubiera podido planear por adelantado una sola persona o grupo de personas. A partir de esta idea de un orden más profundo por debajo de un aparente desorden, varios de nuestros ensayos argumentan la posibilidad de una concepción más abierta y vaga de la forma literaria que la defendida en su tiempo por la Nueva Crítica, con su ideal de una obra de literatura perfectamente integrada. El ensayo de Cantor sobre La feria de san Bartolomé de Jonson, por ejemplo, y el ensayo de Thomas Peyser sobre el Canto a mí mismo de Whitman sugieren que la apariencia caótica de estas obras refleja el desorden paradójicamente ordenado de las sociedades comerciales que retratan.

En nuestro esfuerzo por encontrar un lugar para la libertad en la comprensión de la cultura, el “orden espontáneo” es en muchos aspectos el concepto central de este libro.[2] Mostramos que las obras literarias a menudo tienen el “aspecto” de un orden espontáneo y que a veces alaban el orden espontáneo de la sociedad, especialmente en su forma económica, el mercado. De hecho, si se cree en el valor de la libertad económica, se buscarán autores que compartan esta actitud y no se rechazarán, como tienden a hacer los marxistas, como meros cautivos de la ideología capitalista. Varios de nuestros ensayos exploran las formas en que los autores han alabado la vitalidad, flexibilidad y productividad de los mercados libres. Hemos encontrado esas alabanzas en lugares inesperados. El ensayo de Darío Fernández-Morera sobre Don Quijote revela a Cervantes exponiendo las ventajas de la libertad económica ya en el siglo XVII, mucho antes de que Adam Smith “descubriera” aparentemente el mercado libre. El ensayo sobre Pioneros, de Willa Cather, de Stephen Cox, muestra por qué una mujer tenía razones especiales para apoyar la libertad económica. Contrariamente a la idea común de que las mujeres deberían ver el capitalismo como opresivo, Cox demuestra que Cather lo encontraba liberador, tanto en sus personajes como en sí misma como autora. El ensayo de Chandran Kukathas sobre Ben Okri muestra que un tratamiento favorable de la actividad del mercado puede encontrarse no solo en obras clásicas del canon occidental, sino también en obras de literatura no occidental. Empezando con Cervantes y Jonson como el manantial de la literatura europea, este libro termina apropiadamente con un autor nigeriano contemporáneo. Así nos recuerda que la libertad económica no es el descubrimiento o conservación exclusivo de las naciones occidentales, sino potencialmente la herencia común  de los seres humanos en todas partes.

Los críticos marxistas practican a menudo lo que se conoce como la hermenéutica de la sospecha, es decir, cuestionan los motivos de los autores y tratan de explicar por qué alguien decidiría alguna vez apoyar el capitalismo. Si uno cree que el socialismo es el mejor sistema económico y que el capitalismo oprime a la humanidad, por supuesto, no aceptaría un retrato favorable del capitalismo al pie de la letra. Pero una vez que adopta una perspectiva de libre mercado, las posiciones se invierten y se empieza a preguntar por qué tantos autores han apoyado el socialismo. Podría entonces girar la mesa hacia el marxismo y aplicar su técnica de crítica ideológica a autores socialistas, cuestionando si pueden tener motivos dudosos para atacar el capitalismo. Varios de los ensayos en este libro exploran el tema de lo que Mises llama la mentalidad anticapitalista. Cox, en su ensayo sobre El agente secreto de Conrad, y Cantor, en su ensayo sobre El hombre invisible de Wells, plantean la pregunta de si los intelectuales anticapitalistas tienen su propio tipo de interés provinciano de clase. Ambos ensayos argumentan que estos intelectuales creen que no están suficientemente respetados y recompensados bajo el capitalismo y así acuden al socialismo como única vía para dar a la élite cultural a la que piensan que pertenecen su lugar “justo” en la sociedad (que es gobernar sobre las masas ignorantes).

La perspectiva del libre mercado también lleva a reinterpretar la historia económica y por tanto también la historia literaria, ya que refleja o incluso trata de retratar historia económica. En la visión habitual de la historia económica, especialmente en las versiones marxistas, se culpa al capitalismo de mucho del sufrimiento de la humanidad. Pero los austriacos o muchos otros economistas contestarían que el capitalismo ha mejorado enormemente la condición humana y que muchos de los males a él atribuidos son realmente el resultado de la interferencia pública en el funcionamiento normal del mercado. Los ensayos sobre Cervantes y Shelley muestran cómo estos autores dirigían su crítica contra la guerra, los impuestos y las políticas monopolísticas de sus gobiernos: los ensayos sobre Shelley y Mann miran cómo estos autores atribuyen el sufrimiento económico de su tiempo a la intromisión del gobierno en la oferta monetaria y la inevitable (y corrosiva) inflación que se genera. El ensayo revisionista de Cantor sobre Shelley, por ejemplo, demuestra que el poeta romántico culpaba de la miseria de su tiempo, no a la Revolución Industrial como se supone comúnmente, sino a las políticas mercantilistas y antimercado del gobierno británico.

Estas son solo algunas de las maneras en que una perspectiva de libre mercado podrían dar nueva luz a la literatura y la historia literaria. Al relacionar literatura y economía, todo depende de la forma de economía que se use y, contrariamente a lo que la mayoría de los investigadores literarios parecen creer, hay disponibles alternativas a los conceptos marxistas. Nuestros ensayos demuestran lo fructíferos y liberadores que pueden ser los conceptos de la libertad económica en la comprensión de la cultura. Algunos de estos ensayos se han publicado en versiones preliminares, pero incluso estos se han revisado y reescrito extensamente para este volumen. Como obra de un grupo de individualistas, este libro no tuvo una planificación centralizada y los temas de los ensayos aparecieron independientemente a lo largo de los años. Así que no afirmamos ofrecer un tratamiento sistemático y completo de nuestro tema. Hemos olvidado muchos puntos interesantes en los que se entremezclan literatura y economía, incluyendo algunos de los textos más frecuentemente explicados en este campo, como el Robinson Crusoe de Defoe y el Fausto de Goethe. Sin embargo esperamos que hayamos `producido espontáneamente y libro que ofrezca una cobertura equilibrada de esta materia. La mayoría de los ensayos tratan de ficción, pero uno se ocupa del drama y otro de la poesía, demostrando que nuestra aproximación funciona cruzando las fronteras de los géneros. El rango histórico de los ensayos es grande, empezando con el principio del siglo XVII y extendiéndose casi hasta el momento presente. El ámbito geográfico de los ensayos es también amplio: trata autores de seis países distintos y tres continentes diferentes.

Nos apresuramos a apuntar que lo que estamos ofreciendo en este libro es solo una aproximación a la literatura. Aunque nuestro tema es grande e importante, este libro tiene en cierto modo un objetivo estrecho: estamos desarrollando una alternativa a los análisis marxistas y cuasi-marxistas de la relación de literatura con economía. No estamos afirmando monomaníacamente que hayamos encontrado en la economía austriaca la clave maestra para toda la literatura. Estamos dispuestos a reconocer que hay muchos otras formas validas de explicar literatura, incluyendo aproximaciones puramente estéticas que no tienen nada que decir sobre asuntos económicos. Como demsotraremos, una d elas diferencias entre la economía austriaca y el marxismo es que no se presenta a sí misma como una ciencia maestra, con una explicación subyacente para todos los fenómenos. Así que nuestra confianza en la economía austriaca nos permite evitar las tendencias reduccionistas de lecturas de la literatura que se basan en supuestos marxistas. El énfasis en la libertad y el individualismo en la Escuela Austriaca significan que cuando analizamos autores en un contexto económico, no los tratamos como representantes de una ideología particular, una conciencia de clase o un momento histórico. Vemos a cada autor como individuo y buscamos sus ideas distintivas. Si encontramos ideas económicas concretas en los autores que explicamos, creemos que las ideas son genuinamente las de los autores y dignas de tomarse en serio y tratarse con respeto.

Algunos podrían acusarnos de estar tan motivados y ser tan tendenciosos ideológicamente como los críticos marxistas, tratando simplemente de imponer una perspectiva de libre mercado en autores donde el marxismo ha estado imponiendo ideas socialistas. Sin embargo, nuestros análisis se basan en lecturas detalladas y cuidadosas de textos individuales tratados en su integridad, en agudo contraste con la tendencia marxista a ignorar la intención del autor y, al estilo de  Fredric Jameson,   tratar de averiguar la “inconsciencia política” en obras literarias. Nuestra lecturas no son interpretaciones al estilo marxista con un giro de libre mercado. Aunque nuestras afirmaciones acerca de la relevancia de la economía austriaca para la crítica literaria son novedosas, nuestro modo de interpretación es en realidad bastante tradicional, con un respeto a los cánones convencionales de evidencias y procedimientos literarios que podrían describirse en general como lectura atenta. Nuestra perspectiva austriaca ayuda a hacer nuestras lecturas concretas y prácticas, en lugar de abstracta y teórica y nos mantiene centrados en lo que los autores tienen que decir como individuos y no, al estilo marxista, en cómo reflejan una postura de clase (lo más cerca que llegamos a una lectura al estilo marxista es el ensayo de Cantor sobre Wells, que pone en su contra la crítica de la ideología marxista).

En un aspecto nos hemos impuesto una tarea especialmente difícil en este libro. La mayoría de nuestros lectores, especialmente los que tengan una base literaria, es improbable que estén familiarizados con la economía austriaca. Al contrario que los críticos marxistas, que pueden suponer al menos un conocimiento superficial del marxismo entre sus lectores, tuvimos que dedicar más tiempo del habitual en un libro de crítica literaria a exponer algunos principios de la economía austriaca. Además, para ser justos con las escuelas de crítica a las que estamos desafiando, teníamos que demostrar nuestra familiaridad con su obra y también con  la propia economía marxista. Como consecuencia, el aparato intelectual de alguno de estos ensayos puede a veces parecer excesivo. Sin embargo, para los objetivos de nuestra crítica, puede resultar insuficiente. Hemos tratado de conseguir un equilibrio: documentar nuestras afirmaciones apropiadamente, sin abrumar a los lectores con intelectualidad. Hemos usado las notas para señalar a nuestros lectores la literatura de la economía austriaca, especialmente los escritos de Mises y Hayek, donde pueden encontrar una explicación completa de los principios a los que nos referimos y en los que nos basamos. Los libros de crítica marxista o cuasi-marxista no contienen una exposición completa de la economía marxista. Igualmente, este libro no es un tratado de economía. Es fundamentalmente un libro de crítica literaria y no podemos reproducir toda la disputa entre marxismo y economía austriaca. Sin embargo, estamos tratando de contribuir a este importantísimo debate, abriendo un nuevo frente cultural en el conflicto en marcha.

Al final, no nos engañamos pensando que los críticos marxistas se verán convencidos por nuestros argumentos, aunque esperamos que nos escuchen algo. Pero este libro se dirige principalmente a cualquiera que esté interesado por la relación entre literatura y economía, pero no convencido por una aproximación marxista y pueda estar de hecho buscando una alternativa. Los investigadores literarios deberían apreciar que les dirijamos en dirección a una forma de economía más humana y explicando algunos de sus principios básicos. Pueden sorprenderse al ver lo diferente que se ve la literatura cuando se ve desde la perspectiva de una escuela económica que presenta al mercado como un lugar de libertad y creatividad. Y podrían conseguir un nuevo aprecio por el mercado libre cuando se den cuenta de que opera bajo el mismo principio (el orden espontáneo) que actúa en la lengua y la cultura. Por la misma razón, los economistas deberían apreciar nuestra demostración de que la investigación literaria no tiene que ser marxista y que los principios del mercado libre pueden aplicarse rentablemente en las humanidades. Los economistas estarán interesados en ver que los principios con los que están familiarizados, del orden espontáneo del mercado, como la división del trabajo, pueden observarse operando también en el ámbito de la literatura.

Solo pedimos que la gente de todos los ámbitos lea nuestros ensayos con mente abierta. Mucho de lo que argumentamos puede sonar extraño al principio, pero eso es solo una señal más de lo dominante que se ha convertido el paradigma marxista en la humanidades en décadas recientes y cómo ha limitado los horizontes de lo que pasa por ser un discurso legítimamente intelectual sobre literatura y economía. Un vez se suspende las suposiciones equívocas acerca de la acción humana que ha promulgado el marxismo, los principios de la economía austriaca empiezan a sonar un poco más de sentido común: los seres humanos son libres y toman sus decisiones como individuos. Lo que la Escuela Austriaca puede ofrecer a la crítica literaria es una forma de pensar que está basada completamente en la realidad económica y sigue apoyando los principios de la libertad y el individualismo. Y, como demostramos a lo largo de este libro, los principios de la libertad y el individualismo son vitales para entender la literatura y la creatividad artística.


[1] Para una excelente explicación del lenguaje como una forma de ordene spontáneo y una crítica hayekiana de los “idiomas artificiales”, ver Richard Adelstein, “Language Orders”, Constitutional Political Economy 7 (1996): 221-238.Para una explicación popular de la lingüística que destaca el carácter “espontáneo” del idioma, ver John McWhorter, The Power of Babel (Nueva York: Harper-Collins, 2003).

[2] El fenómeno al que Hayek llama “orden espontáneo” se investiga hoy en un amplio rango de campos, de la biología a la cosmología y a la cibernética y bajo varios nombres, incluyendo “emergencia”, “sistemas adaptativos complejos”, “auto-organización” e “inteligencia colectiva”. Para una explicación concisa y elegante de la idea de orden espontáneo bajo la rúbrica “complejidad organizada”, ver Warren Weaver, “Science and Complexity”, American Scientist 36 (1948): 536. Para una muestra de libros que exploran lo Hayek llama “orden espontáneo” en campos como las historia urbana, el desarrollo de software y la evolución biológica, ver Manuel de Landa, A Thousand Years of Nonlinear History (Nueva York: Zone, 1997) [publicado en España como Mil años de historia no lineal  (Barcelona: Gedisa, 2012)], Pierre Lévy, Collective Intelligence: Mankind’s Emerging World in Cyberspace, Robert Bononno, trad. (Cambridge, Mass.: Perseus, 1999), Steven Johnson, Emergence: The Connected Lives of Ants, Brains, Cities, and Software (Nueva York: Scribner, 2007) [publicado en España como Sistemas emergentes: o qué tienen en común hormigas, neuronas, ciudades y software (Madrid: Turner, 2003)], Michael Shermer, The Mind of the Market: Compassionate Apes, Competitive Humans, and Other Tales from Evolutionary Economics (Nueva  York: Henry Holt, 2008), especialmente los capítulos 1 a 4, y Cass R. Sunstein, Infotopia: How Many Minds Produce Knowledge (Nueva York: Oxford University Press, 2006).Algunos de estos libros se refieren a Hayek, otros no, pero todos de una forma u otra tratan cuestiones de autoorganización y lo que Hayek llama la naturaleza dispersa del conocimiento en sociedades complejas.


Publicado el 15 de enero de 2010. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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