Crimen organizado – Capítulo 33 – 35

0

Este artículo fue extraído del libro Crimen Organizado, escrito por Thomas DiLorenzo y traducido por Juan José Gamón Robres. Descarga el libro aquí.

CAPÍTULO 33.- Como la Reserva Federal crea desempleo

 

Históricamente, la política monetaria bajo la dirección del Federal Reserve Board creó y destruyó empleo. La razón de ello ha de verse en que la Fed, como los demás Bancos Centrales, siempre ha originado ciclos de auge y caída en la economía. La explicación de este fenómeno se expone en tres tratados clásicos de economía autriaca: “La Teoría del Dinero y el Crédito” de Ludwig Von Mises, “Teoría monetaria y Ciclo Económico” de F.A. Hayek y “Precios y producción” de Hayek. “La Gran Depresión Americana” de Murray Rothbard también contiene una lúcida exposición de la teoría de los ciclos económicos postulada por los economistas austriacos. Hayek recibió el premio Nobel en Economía en 1974 por ese trabajo, entre otras cosas.

Cuando la Fed expande la oferta monetaria no solo tiende a crear inflación, sino que también siembra las semillas de la recesión o de la depresión al bajar artificialmente los tipos de interés, ya que puede desencadenar un falso e insostenible período de “boom económico”. Tipos de interés más bajos inducen a la gente a consumir más y a ahorrar menos. Pero es el aumento del ahorro lo que alimenta el subsiguiente crecimiento económico y la creación de empleo.

La reducción de los tipos de interés y la mayor disponibilidad de crédito causada por la política de expansión de la oferta monetaria de la Fed indujo a las empresas a acometer proyectos de inversión, sobre todo a largo plazo, que a principios del período del boom del 2000 se materializaron principalmente en bienes inmuebles. Hubo un crecimiento correlativo del empleo en las industrias vinculadas a la construcción y al mercado inmobiliario. Pero como los menores tipos de interés causados por la expansión de la oferta monetaria impulsada por la Fed no vinieron motivados por un mayor ahorro del público (como sucedería en un mercado libre), las empresas que invirtieron capital en proyectos a largo plazo descubrieron eventualmente que no había una suficiente demanda de los consumidores para justificar esas inversiones (los menores ahorros del pasado significan que la demanda de los consumidores será más débil en el futuro). Entonces es cuando se produjo el descalabro.

El daño que la política de auges y caídas capitaneada por la Fed causa a la economía ocurre en el período de auge cuando los recursos se asignan erróneamente en la forma que aquí se expone. El período de caída es realmente una cura necesaria de los errores cometidos que se desencadena cuando las empresas liquidan sus desacertadas inversiones y empiezan a tomar decisiones sobre la base de tipos reales de interés de mercado. Los precios y los salarios deben también que volver a la normalidad para que se pueda producir una auténtica recuperación económica.

Las políticas del gobierno dirigidas a rescatar a las empresas que han tomado esas malas decisiones de inversión solo retrasarán o impedirán que la recuperación económica tenga lugar al tiempo que supondrán un peligroso precedente al fomentar que esos comportamientos se vuelvan a producir en el futuro (“el problema del riesgo moral”). Es así como breves recesiones se pueden alargar o se pueden convertir en depresiones. O lo que es aún peor, la Fed, en respuesta al problema que ella misma causa inflando la oferta monetaria, puede crear aún más inflación monetaria. Al hacerlo puede iniciar un nuevo ciclo de auge y caída.

Es obvio que los tipos de interés artificialmente bajos, que constituyeron la política oficial de la Fed durante el mandato de Greenspan iniciado en el año 2000, crearon un boom insostenible en el mercado inmobiliario. Se crearon miles de nuevos empleos -después destruidos- dando así un actualizado sentido a la expresión “destrucción creativa” del economista Joseph Shumpeter. Muchos norteamericanos que obtuvieron un trabajo e iniciaron una carrera profesional en la construcción de viviendas y en las industrias relacionadas vieron más tarde como ese trabajo y esa carrera no eran sostenibles después de todo. Les engañó la Fed. Por eso la Fed no solo causó una elevada tasa de desempleo (oficialmente del 10 % pero que llegó al 17 % si se incluye entre los desempleados a los “trabajadores desalentados”), sino que también produjo un desequilibrio en el mercado del trabajo. Esto es, los conocimientos que toda la gente de esas industrias adquirió ya no eran demandados. Perdieron sus trabajos y se vieron forzados a re-educarse y a dotarse de nuevas herramientas o a languidecer en el paro o en la asistencia social.

Desde su nacimiento en 1914, la Fed ha estado generando ciclos de auge y caída. De 1914 a 1920 el importe acumulado de los depósitos bancarios más que se duplicó (gracias principalmente a la financiación de la Fed al gobierno de los Estados Unidos para que participara en la primera guerra mundial) creando una falsa expansión que se convertiría en la Depresión de 1920 en la que el PIB cayó un 24 % de 1920 a 1921 y el número de norteamericanos desempleados más que se duplicó, pasando de 2,1 a 4,9 millones [tal y como documentan Richard Vedder y Lowell Galloway en su libro “Out of Work” (“Parado”)]. Ésta fue una depresión más severa que la del primer año de la Gran Depresión de una década más tarde.

Murray Rothbard demostró en su libro “America’s Great Depression” que no fue una política monetaria restrictiva de 1929 a 1932 lo que alimentó la Gran Depresión, como argumentaron Milton Friedman y Anna Schwartz en su tratado “Una Historia Monetaria de los Estados Unidos“. Sino que fueron las prácticas de expansión monetaria que la Fed llevó a cabo durante los años veinte del siglo pasado las que generaron otro ciclo de auge y caída, cuya fase de caída fue la causa principal de la Gran Depresión.

Encomendar a la Reserva Federal la responsabilidad de mantener bajo el desempleo  tiene el mismo sentido que encargar a un pirómano la responsabilidad de combatir el fuego.

CAPÍTULO 34.- El mito de una Reserva Federal Liberal

Uno de los espectáculos más absurdos de la Gran Depresión fue ver como muchos comentaristas echaban la culpa del crash a una Fed a la que tachaban de ser una entidad “demasiado liberal” en vez de una oficina de planificación central. El historiador económico John Steele Gordon escribió en el Wall Street Journal que la causa del desplome era la “funesta” influencia de Thomas Jefferson y su oposición a la centralización bancaria que, según él, era una visión que aún subsistía entonces. El agente de bolsa de Wall Street Henry Kaufman escribió en el Financial Times que el “dogma liberal” había confundido a la Fed. Este comentario fue repetido por muchos otros que parece que asumieron que: (1) como el Presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, había sido un protegido de Ayn Rand cuarenta años antes; y (2) como Ayn Rand estaba asociada al laissez faire; entonces (3) la Reserva Federal bajo la presidencia de Alan Greenspan no estaba en modo alguno implicada en la regulación de los mercados financieros o en impulsar ciclos de auge y caída con sus políticas monetarias.

Nunca se han publicado cosas más absurdas en publicaciones como el Wall Street Journal y el Financial Times. Lo único que debe uno hacer para darse cuenta de esto es buscar en la web una publicación de la Fed titulada “El Sistema de la Reserva Federal: Fines y Funciones” (“The Federal Reserve System: Purposes and Functions“). Además de manipular imprudentemente la oferta monetaria y de causar ciclos de auge y caída que a veces dieron lugar a Grandes Depresiones, la Fed tiene “autoridad para supervisar y regular sobre un amplio abanico de instituciones y actividades”.

Tales funciones en modo alguno quedaron en suspenso o dejaron de estar plenamente vigentes durante la presidencia de Greenspan.

  • Sociedades Holding Bancarios
  • Bancos concertados con el Estado
  • Filiales extranjeras de Bancos adheridos al Sistema de Reserva Federal.
  • Endidades constituidas al amparo de la Edge Act y la Agreement Corporation Act de 1919 para participar en actividades financieras y bancarias en el extranjero.
  • Filiales autorizadas por el Estado Federal, sucursales y oficinas representativas de bancos extranjeros.
  • Bancos Nacionales
  • Cajas de Ahorros
  • Filiales no bancarias de compañías holding bancarios.
  • Thrift Holding Corporations
  • Procedimientos para rendir información financiera
  • Políticas contables de los Bancos
  • “Continuidad” de los negocios en casos de emergencia económica
  • Leyes para la protección de los consumidores
  • Gestión bancaria de Valores
  • Tecnología de la información en los Bancos.
  • Inversión bancaria en el exterior.
  • Préstamos bancarios al exterior.
  • Filiales bancarias
  • Fusiones y adquisiciones bancarias
  • Quién puede ser dueño de un banco
  • “Estándares de adecuación” de capital
  • Ampliaciones de crédito para la compra de valores
  • Igualdad de oportunidades frente al crédito
  • Obligaciones de información en materia de hipotecas
  • Requerimientos de reservas.
  • Transferencia electrónica de fondos
  • Responsabilidades interbancarias
  • Solicitudes de préstamos sub-prime al amparo de la Community Reinvestment Act.
  • Operaciones bancarias íntegramente internacionales
  • Leasing a los consumidores
  • Privacidad de la información financiera de los consumidores
  • Depósitos para efectuar pagos a petición o bajo demanda
  • Informes para un Crédito Justo
  • Transacciones entre Bancos adheridos al Sistema de Reserva Federal y sus afiliadas.
  • Transparencia en los Préstamos.
  • Transparencia en el Ahorro.

Toda esta masiva reglamentación de los mercados financieros estaba plenamente vigente durante la era Greenspan. Nada en ella podría considerarse, siquiera remotamente, como “liberal” o “Jeffersoniana” en modo alguno. La Fed es una agencia de planificación centralizada y la lista anterior es una lista de algunos de los centenares de herramientas de planificación central de que dispone. Como con todos los intentos por .instaurar una planificación centralizada, lo único que se consigue con ella es desestabilizar la economía y proporcionar a los oligarcas bien relacionados políticamente crédito barato, rescates y otros tipos de ayuda para sus empresas.

CAPÍTULO 35.- El mito de la independencia de la Fed

 

Desde su fundación, la Fed se ha presentado a si misma como una agencia “independiente” operada por altruistas servidores públicos que se esfuerzan por planificar centralizadamente la economía de los Estados Unidos haciendo uso de la política monetaria. En realidad, sin embargo, una empresa gubernamental que sea apolítica es tan probable como un gato que ladre o como un perro que maúlle. Pero el mito de la independencia y del carácter apolítico de la Fed persiste y los manuales de Economía han ayudado a perpetuar ese mito durante décadas.

Desde 1948 hasta 1980 el manual de introducción a la Economía más vendido fue “Economics” de Paul Samuelsson. Se vendieron más de cuatro millones de copias y es el que se ha venido utilizando para enseñar Economía Básica a varias generaciones de estudiantes universitarios. Con algunas pocas excepciones, los demás libros de texto fueron en su mayor parte simples clones del manual de Samuelsson, ampliando así la influencia de éste sobre el pensamiento económico del promedio de la población con formación universitaria. La edición de 1989 del manual del que Samuelsson es autor, junto con William Nordhaus, dice lo siguiente de la Fed:

Los objetivos de la Reserva Federal son lograr un crecimiento sostenido de la producción nacional y mantener bajo el desempleo. Su enemigo jurado es la inflación. Si la demanda agregada es excesiva, y esto hace que suban los precios, la Reserva Federal puede ralentizar el crecimiento de la oferta monetaria, con lo que ralentizará el crecimiento de la demanda agregada y de la producción. Si el desempleo es alto y las empresas languidecen, la Fed puede considerar un aumento de la oferta monetaria, lo que incrementará la demanda agregada e intensificará el crecimiento de la producción. En pocas palabras, ésa es la función de la banca centralizada, que es una parte esencial de la gestión macro-económica en todas las economías mixtas.

Quizás el segundo libro de Economía más vendido durante la era Samuelsson fue “Economics” de Campbell McConnell, que se hizo eco de la visión de Samuelsson al presentar a los burócratas de la Fed como altruistas servidores públicos (bastante inteligentes cuando no omnipotentes) lealmente empeñados en satisfacer el “interés público”.

Como es un ente público, las decisiones de la Junta de Gobernadores de la Fed (Board of Governors) se toman en pos de lo que aquélla percibe ser el interés público … Los bancos de la Reserva Federal no se guían por el ánimo de lucro sino que más bien, persiguen las medidas que la Junta de Gobernadores recomienda … El objetivo fundamental de la política monetaria es asistir a la economía en conseguir una producción total compatible con el pleno empleo y sin inflación.

Nótese que los autores de esos manuales evaluaron a la Fed por sus buenas intenciones. Nunca hubo en ninguno de esos libros ningún análisis serio sobre el desempeño real de la Fed a la hora de conseguir esos gloriosos objetivos. Por ejemplo serán vanos los intentos de encontrar un gráfico que muestre cómo en 1989, después de décadas de inflación de precios causada por la Fed, el dólar había perdido el noventa por ciento del valor que tenía en 1913 cuando se instituyó la Fed. Las afirmaciones anteriores son meros deseos, no hechos constatados. Como todas las instituciones del gobierno, la Fed siempre ha sido manipulada por los políticos, antes que nada en su propio beneficio no en beneficio del “interés público” que es en cualquier caso algo imposible de definir y que no existe en ningún sitio excepto en la cabeza de ingenuos comentaristas adoradores del Estado como Campbell McConnell.

La Fed como herramienta política

Cuando se fundó la Fed, estaba controlada por dos órganos: la Conferencia de Gobernadores (Governor’s Conference), compuesta por doce presidentes de bancos regionales, y el Consejo (Federal Reserve Board), situado en Washington e integrado por siete miembros. En 1935 se reorganizó el sistema de la Reserva Federal para concentrar casi todo el poder en Washington en torno al Consejo (Federal Reserve Board). El presidente Franklin Roosevelt logró asegurarse una mayoría de partidarios entre los miembros del Federal Reserve Board al igual que ya hiciera antes, sin conseguirlo, con los jueces del Tribunal Supremo de los Estados Unidos después de que declarase inconstitucional su Primer New Deal (1933-35). Eso es todo cuanto la Fed tiene de “independiente” y apolítica.

Roosevelt nombró como Presidente de la Fed a Marriner Eccles, un fervoroso partidario del gasto público, del déficit y de la inflación. Eccles apoyó políticas fiscales irresponsables incluso antes de que John Maynard Keynes aportase una racionalización académica a las mismas en su famosa obra “The General Theory Of Employment, Interest and Money” (“La Teoría General del Empleo, El Interés y el Dinero“), publicada por vez primera en 1936. Durante aquellos años fue el mentor político de Eccles, el Secretario del Tesoro Henry Morgenthau Jr., y, a través de él, el propio Roosevelt, quienes probablemente más controlaron a la Fed.

Debe ser obvio para cualquiera, que los presidentes siempre se ven inclinados a politizar a la “independiente” Fed con sus poderes de designación: nombrarán Presidente de la Fed a quienes crean que promoverán políticas que serán de su agrado y, lo que es más importante, que les ayudarán a continuar en el poder. El Congreso es también responsable de la inherente politización de la Fed al hacer saber de antemano a los presidentes si apoyará o no y votará a favor del nombramiento de la persona que el Presidente piensa proponer.

En su edición de abril de 1978, la revista académica “Journal of Monetary Economics” del economista Robert Weintraub publicó una historia sobre la politización de la Fed. Weintraub demostró cómo la Fed cambió fundamentalmente su política monetaria en 1953, 1961, 1969, 1974 y 1977 que fueron años en los que la presidencia cambió de titular. La política de la Fed siempre cambia para adaptarse a las preferencias presidenciales, ya que eso es lo que tienen que hacer los Presidentes de la Fed que quieran ser reelegidos.

Por ejemplo, el Presidente Eisenhower dejó claro en sus discursos públicos que quería un crecimiento más lento de la oferta monetaria. La oferta monetaria solo aumentó un 1,73 por ciento durante su administración. el tipo más bajo en una década. Luego, el Presidente Kennedy anunció públicamente que defendía un crecimiento monetario más rápido. De enero de 1961 a noviembre de 1963 la oferta monetaria básica creció un 2,31 por ciento.

El Presidente Lyndon Johnson pidió un mayor crecimiento de la masa monetaria para que ayudase a financiar el Estado del Bienestar y la expansión del Estado militarista con la guerra de Vietnam. El crecimiento de la oferta monetaria más que se duplicó hasta alcanzar un 5 por ciento durante la administración Johnson conforme la Fed se acomodaba a sus deseos, como ya hiciera con sus predecesores. Esas tasas tan variables de crecimiento de la masa monetaria se adoptaron bajo el mandato del mismo Presidente de la Fed, William McChesney Martin, quien obviamente estaba más interesado en agradar a sus amos políticos que en implementar una política monetaria consistente e independiente. Irónicamente, durante esta época el economista Milton Friedman y sus colegas de la “Escuela de Chicago” se hicieron famosos abogando por un “régimen monetario” en el que la oferta monetaria creciera anualmente en un porcentaje fijo. Es irónico porque Friedman y sus colegas de la Escuela de Chicago se vanagloriaban de ser astutos analistas políticos así como técnicamente buenos economistas. Es más, al colega de Friedman, George Stigler, le fue concedido el premio Nobel de Economía por, entre otras razones, sus investigaciones sobre el análisis económico del comportamiento del gobierno. Con semejante reputación como estudioso de la Política y de la Economía, cabría pensar que Friedman se habría dado cuenta de que era un disparate creer en una Fed apolítica que pudiese ejercer un poder real en el ámbito monetario.

El sucesor de William Chesney Martin, Arthur Burns, era tan acérrimo partidario del Presidente Richard Nixon que perdió toda credibilidad profesional al respaldar los desastrosos controles de precios y salarios decretados por Nixon (un truco que Nixon pensó que le ayudaría en sus posibilidades de ser reelegido pero que es universalmente condenado por los economistas académicos). Aún cuando sus asesores le informaron en otoño de 1972 que se preveía que la oferta monetaria crecería en el tercer trimestre de ese año electoral a una tasa extremadamente inflacionaria del 10,5 por ciento, Burns se dio cuenta de que la oferta monetaria estaba creciendo a un ritmo aún mayor. La tasa de crecimiento de la oferta monetaria en 1972 fue la mayor de cualquier año posterior a la segunda guerra mundial y ayudó a que Richard Nixon fuera reelegido. Este es un ejemplo de lo que los economistas llaman el “ciclo político de la economía“, el fenómeno en virtud del cual las políticas fiscal y monetaria se utilizan para estimular temporalmente la economía justo antes de unas elecciones nacionales para dar al público la impresión de una mayor prosperidad con la esperanza de que votarán a favor de los políticos responsables de las mismas.

Cuando el presidente Ford pidió un menor crecimiento en respuesta a la inflación de precios desencadenada por la Fed de Burns bajo la Presidencia de Nixon, la Fed aceptó una tasa de crecimiento monetario del 4,7 por ciento. Luego cuando el Presidente Demócrata Jimmy Carter anunció públicamente sus deseos de que hubiera un crecimiento más rápido de la oferta monetaria, Burns de nuevo cumplió, aumentando la tasa de crecimiento al 8,5 por ciento anual. Carter no volvió a nombrar a Burns, pero ateniéndonos a las investigaciones de Robert Weintraub, la Fed intentó que Carter fuera reelegido, como hizo con Nixon, hinchando la oferta monetaria hasta una tasa anual del 16,2 por ciento en los cinco meses anteriores a las elecciones presidenciales de 1980.

El Presidente Reagan se entrevistó personalmente con el Presidente de la Reserva Federal Paul Volcker para hacerle saber que apoyaría un crecimiento más lento de la masa monetaria que permitiese rebajar la tasa de inflación que estaba entonces en el 13 por ciento. Volcker cumplió obedientemente y su sucesor, Alan Greenspan, se labró la fama de ser quizás el presidente de la Fed más “acomodaticio” (con los Presidentes) de todos los tiempos. Como ya dijera Robert Weintraub un presidente de la Fed que ignore los públicos deseos de un Presidente lo hace a su propio riesgo y ventura.

Los políticos no siempre se limitan solo a presionar al presidente de la Fed para que les ayude en el momento de su reelección y no son los únicos que presionan. Con frecuencia sirven a los grupos especiales de interés del Estado del Bienestar y del Estado Militarista que se benefician de los programas de gasto del gobierno y que éste financia recurriendo a la creación de dinero y a la inflación de precios (de lo que se acusa a menudo a los codiciosos empresarios). A cambio, esos grupos especiales de interés proporcionan votos y hacen “donaciones” para financiar las campañas electorales de los políticos. Como el economista de la North-Western University Robert J. Gordon escribió en 1975 en un artículo de la revista académica “Journal of Law and Economics” sobre la “demanda de inflación”, la aceleración del crecimiento monetario (y la subsiguiente inflación de precios) “no es impuesto a la sociedad por gobiernos caprichosos o egoístas sino que más bien representa la respuesta que, para maximizar el número de votos, da el gobierno a la presión política ejercida por los potenciales beneficiarios de la inflación”.

La Fed también participa con el Congreso y con el ejecutivo en el juego de la política de otras formas. En 1980, el economista Edward Kane describía en el “Journal of Monetary Economics” (“Revista de Economía Monetaria“) como la Fed a veces funciona voluntariamente como chivo expiatorio de los políticos a cambio de que le permitan amasar una fortuna en sobornos por la vía de los ingresos derivados de los intereses de los títulos de deuda pública que adquiere en sus operaciones a mercado abierto. Como escribió Kane:

Siempre que las políticas monetarias son populares, los responsables pueden pretender que su influencia fue crucial en su adopción. Por otra parte, cuando las políticas monetarias demuestran ser impopulares, pueden echarle la culpa de todo a una obstinada Reserva Federal y aducir que las cosas podrían ser aún peores de no haber sido porque ellos presionaron a los responsables de la Fed en cada oportunidad (que tuvieron).

El mito de la Fed independiente es una cortina de humo dirigida a mantener al público en la penumbra acerca de las verdaderas funciones de la Fed como financiador de la carrera política de los responsables del Congreso y del Gobierno, del Estado del Bienestar y del Estado Militarista que agranda y consolida sus poderes. Las explicaciones de los economistas acerca de cómo la Fed favorece supuestamente la estabilidad económica es abiertamente contradicha por la experiencia histórica de los repetidos fracasos de la Fed a la hora de estabilizar los precios o el desempleo. Son, en el mejor de los casos, tonterías de personas desinformadas y propaganda diseñada intencionadamente, en el peor de ellos.


Traducido del inglés por Juan José Gamón Robres – mailto: juanjogamon@yahoo.es.

Print Friendly, PDF & Email