El nacionalismo étnico de Abraham Lincoln

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[Lincoln’s Political Thought • George Kateb • Harvard University Press, 2015 • Xv + 236 páginas]

 

En un famoso discurso, realizado en Springfield en 1858, Lincoln dijo que “una casa divida no puede mantenerse en pie”. Lincoln, por supuesto, aplicaba la frase a la Unión Americana, de la que dudaba que pudiera mantenerse mucho tiempo “mitad esclava y mitad libre”. George Kateb tiene mucho que decir acerca de este discurso de Lincoln en su importante nuevo libro, pero los lectores encontrarán difícil evitar preguntarse si el sentimiento citado se aplica a los libros igual que a las naciones. Kateb nos ha dado un libro muy enfrentado a sí mismo.

El enfrentamiento en el libro aparece así. Kateb, un importante teórico político contemporáneo, apoya enérgicamente los derechos humanos. (Su Human Dignity, publicado en 2011 merece leerse sobre este tema). Ve correctamente la esclavitud estadounidense como un gran mal moral. Con evidente repulsión, escribe: “La gente que pensaba que la esclavitud era buena o al menos permisible no argumentaba que las cuestiones abstractas de bondad y maldad fueran cuestiones de localización. Por el contrario, muchos de los oponentes de Lincoln simplemente no pensaban que la moralidad elemental se aplicara a la gente de piel oscura que era inferior por naturaleza (…) la esclavitud era una respuesta apropiada a lo que eran los negros por naturaleza”.

Kateb sostiene que algunos seguidores de Leo Strauss no han tendido lo que estaba en juego en la batalla sobre la moralidad de la esclavitud: “Así que la esencia de la lucha sobre la idoneidad de la esclavitud no era entre un absolutismo moral y un relativismo cultural, el tema obsesivo de algunos de los seguidores de Leo Strauss (…) La doctrina de [Stephen A.] Douglas de la soberanía popular no era una idea relativista, sino racista: nunca dijo no estuvo cerca de decir que los derechos básicos de la gente blanca estuvieran determinados ni por la soberanía popular ni por el voto constante de la mayoría”. Su objetivo aquí es Harry Jaffa, que en Crisis of the House Divided toma a Douglas para recordar a Trasímaco en la República de Platón en su igualación de la justicia con el interés de los más fuertes.

Hasta aquí, bien. Señala, de nuevo correctamente, que Lincoln se opuso a la esclavitud. En 1864 escribió: “Si la esclavitud no es un error, nada es un error”. Estos dos puntos de partida correctos, la maldad de la esclavitud y la oposición de Lincoln a esta, llevan a Kateb a problemas. Le gustaría ver a Lincoln como en gran combatiente moral, dedicado desde la década de 1850 a la erradicación de la esclavitud en Estados Unidos. En un momento dado, nos cuenta, se inclinaba por la opinión de que este era el principal objetivo político de Lincoln, pero ahora es más escéptico: “Estoy menos convencido de lo que estaba de que la opinión de que desde 1854 Lincoln buscaba acabar con la esclavitud en todo el país y de que todas sus acciones estaban dirigidas hacia ese objetivo y de que eran las únicas (o las más eficaces) que podía llevar a cabo. (…) Sin embargo, me he convencido de que tenía propósitos que le importaban más que acabar con la esclavitud. Conservar la Unión le importaba más que acabar con la esclavitud”.

Aquí es precisamente donde aparecen los problemas con el libro. Kateb presenta completa y equilibradamente las evidencias contra su opinión inicial sobre Lincoln. De hecho su retrato escéptico de los objetivos y motivos de Lincoln es tan devastador que un lector de podría pensar que páginas de El verdadero Lincoln, de Tom DiLorenzo, se habían pegado en el libro. Sin embargo, a pesar de los hechos que presenta, Kateb no puede abandonar del todo el viejo retrato. La Guerra de Secesión sigue siendo para él una cruzada moral contra la esclavitud, con Lincoln como un verdadero paladín y, como veremos, esto le lleva a justificar políticas peligrosas y dudosas.

¿Cuáles son los hechos que van contra el retrato de Lincoln como un cruzado moral? Lincoln realmente se oponía a la esclavitud, pero eso no indica en ningún caso que deseara que los negros tuvieran los mismos derechos que los blancos. Por el contrario, veía a Estados Unidos como un país de hombres blancos, e incluso hacia el final de la Guerra de Secesión no contempló mucha participación de negros en la vida política estadounidense. “En dos momentos de su discurso de Peoria dejaba claro que el efecto de la Ordenanza del Noroeste de 1787 era que Jefferson y otros pretendían que los territorios  fueran ‘el hogar feliz de numerosos millones de gente libre, blanca y próspera’”. A una delegación de negros libres en 1862, “les dijo tranquilamente que la raza blanca sufría por la presencia negra, es decir, por su mera presencia como un grupo de gente físicamente diferente”.

Lincoln era un nacionalista convencido, quería una nación grande y poderosa como hogar para un pueblo blanco, y si un compromiso con respecto a la esclavitud servía a este propósito, estaba totalmente dispuesto a realizarlo. Para Lincoln, la conservación de la Unión y la obediencia a las leyes nacionales era un “religión política” y una transgresión contra esta religión era algo pecaminoso. “La misma expresión, no solo la idea de una religión política, no era por tanto extraña a Lincoln (…) el objeto de reverencia religiosa eran las leyes, apropiadamente aprobadas y constitucionalmente válidas. Los ciudadanos debían sentir devoción por las leyes con una intensidad religiosa. Lincoln se atrevió a crear lo que gente genuinamente religiosa llamaría un ídolo, un objeto equivalente a la divinidad en importancia fundamente, aunque la gente continuara adorando una divinidad”.

Kateb también apoya una tesis clave sostenida por críticos de Lincoln como DiLorenzo. Durante la guerra, Lincoln actuó como un dictador. “Incluso antes de los éxitos en el campo de batalla de mediados de 1863, el propio Lincoln aplicó sin embargo medidas dictatoriales justificadas por necesidades militares. Se convirtió en dictador en su forma de tratar a algunos ciudadanos”. Como reconoce Kateb, al suspender el habeas corpus, Lincoln destruyó la base de todos los demás derechos legales. “El derecho de habeas corpus era el derecho clave que tenía que suspenderse: hacía posible el sumario del ejercicio ciudadano de derechos políticos”.

Kateb señala con gran vigor el peligroso precedente establecido por las incursiones de Lincoln contra la libertad. “La formulación de Lincoln de que lo que ‘en otros casos [es] inconstitucional se convierte en legal’ se hace aún más problemático cuanto más se piensa en ello. El proceso de que una ilegalidad se convierta en legal suena a una especie de transubstanciación a la baja o a un tiovivo en el que lo opuesto se convierte en lo contrario. (…) La idea que subyace detrás de suspender las principales disposiciones de la Constitución tiene que ser que no hay garantías absolutas, ni prohibiciones absolutas para ninguna acción del gobierno, diga lo que diga la ley. Por tanto cualquier derecho puede desaparecer en circunstancias excepcionales, pero ‘excepcional’ es lo que las autoridades dicen que es”.

Está bien dicho, pero sin embargo Kateb se inclina por aceptar las medidas de Lincoln como correctas en su mayoría. Aunque Lincoln no fuera el cruzado moral contra el mal que Kateb quiere que sea, este sigue defendiendo que el Sur se merecía lo que consiguió en la guerra y las violaciones del Norte estuvieron en buena medida justificadas por “necesidad”.

La intransigencia sureña produjo la guerra. “La Guerra de Secesión fue una guerra de independencia regional de la nación. Pero por supuesto la secesión fue una revolución americana invertida: pretendía reforzar la institución de la esclavitud”. Como el Sur inició la guerra, asume la responsabilidad de sus malignas consecuencias.

El argumento no soporta un análisis. La secesión n aseguraba una guerra: la guerra, por el contrario, se produjo porque Lincoln rechazó aceptarla. El propio Kaleb dice que “Lincoln no podía tolerar la idea de que se fundara una nueva forma americana de gobierno que fuera fronteriza con Estados Unidos y se dedicara a la esclavitud”. Si Kateb tuviera razón acerca de la actitud de Lincoln, ¿no sugiere esto que la iniciativa de la guerra partió de Lincoln? Además, incluso si el Sur sí tuviera la principal responsabilidad por el inicio de la guerra, de esto difícilmente se deduce que Lincoln estuviera moralmente justificado para hacer lo que fuera “necesario” para asegurarse la victoria.

Aquí vemos una vez más el carácter enfrentado de este libro. La admirable repugnancia de Kateb contra la esclavitud le lleva a ver a los defensores del Sur como malvados que deben ser exterminados. Condena una afirmación “espuria” de Lincoln en un discurso de 1854 de que los dueños de esclavos podían ser “realmente buenas personas”. No hay para Kateb distinción entre pecadores y pecados: para él deben odiarse ambos. Si Lincoln no era el cruzado moral que él quería, esto no quita valor al hecho, de que, a ojos de Kateb, una guerra a muerte contra la esclavitud era completamente justificable. Así acabamos con el poco edificante espectáculo de un firme defensor de los derechos individuales, que reconoce que “es probable que murieran más estadounidenses, contando Norte y Sur, en la Guerra de Secesión que en la Segunda Guerra Mundial”, aceptando sin embargo la muerte y destrucción de la guerra. Ketab es un secularista militante, pero hay no poco en él de un puritano predicando el castigo. Reclama que los malvados que defendieron o al menos justificaron la esclavitud sean castigados. No sorprende que la “gran frase” de Lincoln sea, para él: “Pero si Dios quiere que [la guerra] continúe hasta que se pierda toda la riqueza acumulada por el siervo bondadoso en doscientos cincuenta años de duro trabajo no correspondido  y hasta que hasta la última gota de sangre derramada por el látigo se pague con otra derramada con la espada, como se dijo hace tres mil años, debe seguirse diciendo: ‘los juicios del Señor son verdaderos y justos al tiempo’”.


Publicado originalmente el 12 de marzo de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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