Recordando a Gustave de Molinari

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El 3 de marzo es el 185º aniversario del nacimiento del economista y filósofo Gustave de Molinari en Bélgica. Es una fecha que merece la pena celebrar, porque, según David Hart, “Fue el principal representante de la escuela de laissez faire del liberalismo clásico en Francia en la segunda mitad del siglo XIX”.

Como constaba en Wikipedia: “A lo largo de su vida (…) Molinari defendió la paz, el libre comercio, la libertad de expresión, la libertad de asociación y la libertad en todas sus formas y se opuso a la esclavitud, el colonialismo, el mercantilismo, el proteccionismo, el imperialismo, el nacionalismo, el corporativismo, el intervencionismo económico, el control público de las artes y la educación y todas las restricciones a la libertad”.

Cuando Molinari se trasladó a París en la década de 1840 se mostró muy activo en la escuela del laissez faire en Francia, cuyas piedras de toque eran la propiedad privada y los mercados sin restricciones (es decir, la libertad). Joseph Stromberg calificó sus posturas políticas como “libertad económica junto a límites reales al poder de los estados de interrumpir el proceso del mercado con impuestos, intervenciones, guerra, redistribución, creación de privilegios especiales y similares”.

Además, “En esta escuela radical de economistas, Molinari destacaba como el más radical. Parece haber sido el primer escritor en llegar a la conclusión de que el gobierno podía, en efecto, ser reemplazado por empresas o agencias que ofrezcan seguridad y protección en competencia”. Veía que el gobierno como siempre se había conocido (como abusador de los derechos naturales del pueblo) podía ser sustituido por una agencia que no tuviera otro mandato que proporcionar seguridad a la vida, libertad y propiedad, su torpe y ubicua intervención e interferencia desaparecerían con él. Su papel fue tal que Frédéric Bastiat, en su lecho de muerte en 1850, describió a Molinari como su sucesor.

Se mereció ese apelativo por dos fuertes defensas de la libertad que expuso en 1849, después de la revolución de 1848 en Francia (posturas que posteriormente le obligaron a exiliarse de Napoleón III en su Bélgica nativa): Les Soirées de la rue Saint-Lazare y “De la Production de la Securite” en el Journal des Economistes. Rothbard escribió: “Aunque era un ardiente individualista, Molinari basaba su argumentación en el libre mercado, la economía del laissez faire y procedía lógicamente a hacer la pregunta: Si el libre mercado puede y debería proporcionar todos los demás bienes y servicios, ¿por qué no también los servicios de protección?”

Consecuentemente llevó una vida muy activa de oposición a la coacción del gobierno en múltiples áreas, tal vez la más famosa incluida en La sociedad del mañana, en la que, 50 años después, su posición esencial no había cambiado.

Molinari se centraba en la soberanía. Reconocía los problemas de la soberanía del gobierno y defendía reemplazarla por la soberanía individual, basada en la propiedad privada de cada persona sobre sí misma. Y veía cómo sería para la humanidad liberar un mundo de libertad. Merece la pena recordar parte de esta visión:

El problema de la soberanía del gobierno

(…) el gobierno ha abusado de su poder ilimitado sobre la vida y propiedad del individuo , en beneficio de aquellas clases de las que depende (…)

El poder soberano de los gobiernos sobre la vida y propiedad del individuo es, de hecho la única fuente y manantial de militarismo, policía y protección (…) la abolición de ese “estado” es la necesidad presente más urgente de la sociedad.

Para modificar o rehacer la sociedad, es necesario tener una autoridad superior a la de los distintos individuos que la componen (…) ¿Tienen realmente una autoridad superior (…) a la que la minoría esté obligada a someterse, aunque sea contrario a sus convicciones más enraizadas y dañe sus intereses más preciados?

(…) los hombres que obtuvieron el poder (…) se veían  obligados incesantemente a aumentar (…) las funciones del Estado. Siempre ocupados con (…) el mantenimiento de su propio poder, más cargados de una multiplicidad de funciones incongruentes, los gobiernos pueden con dificultades cumplir sus tareas. Esta es la explicación real del lamentable rendimiento en su tarea primordial: la protección de la vida y la propiedad del individuo.

Cualesquiera que sean las intenciones del gobierno, su mantenimiento del cargo es tan incierto que los intereses de partido deben ser su primera preocupación (…) Estos hombres buscan todo tipo de lugar y presionan todo tipo de interés y solo pueden satisfacerse a costa del resto de la nación. La policía y protección (de cierta clase de intereses) se añaden (…) como cargas del cuerpo político.

Los ciudadanos de los Estados constitucionales han conseguido un derecho a autorizar los gastos públicos y los impuestos para ello, pero el derecho a resultado estéril. Sus representantes nunca han controlado el aumento progresivo en los impuestos y los gastos que se han producido en todos los estados (…) Y este proceso debe continuar indefinidamente durante tiempo suficiente como para que los gobiernos, al cargo de garantizar la seguridad social, mantengan su derecho a la requisa ilimitada de la vida, la libertad y la propiedad del individuo.

Puede discutirse si esta porción infinitesimal en el poder soberano [el voto] sea una garantía suficiente para los derechos individuales (…)

Las clases gobernantes podrían no dar la bienvenida al ejercicio de un derecho que restrinja su esfera de poder o (…) amenace su capacidad de favorecer a sectores numéricamente superiores a costa de las menos numerosas.

La sociedad está duramente gravada con los crecidos costes que siguen a la apropiación del gobierno y los servicios que pertenecen naturalmente a la esfera de la empresa privada.

[Si] la sociedad se ve obligada a garantizar la vida y el bienestar del individuo (…) el gobierno, al tener una tarea que cumplir, debe investirse con medios: un poder soberano sobre la vida y todas las posesiones de ese individuo (…) como el amo gobierna (…) a sus esclavos. La panacea para todos los males, el último paso en el camino del progreso, sería así nada menos que una vuelta a las primeras y bárbaras etapas de la esclavitud.

El gobierno debe limitarse a las funciones naturalmente colectivas de proporcionar seguridad externa e interna.

(…) el gobierno debería limitarse a garantizar la seguridad de sus ciudadanos (…) la libertad de trabajo y comercio debería en cualquier caso se total y absoluta.

[Con] la garantía de paz interior y seguridad exterior (…) Cesa en este punto la primacía del interés nacional sobre todas las demás demandas, para demandar un derecho absoluto de requisa sobre la vida, propiedad y libertad individual (…)

Por muy seriamente que pueda declarársele amo soberano de sí mismo, sus bienes y vida, el individuo estaba aún controlado por un poder investido con derechos que tenían preferencia sobre los suyos. (…) El único remedio posible: eliminar este sometimiento con su prioridad de reclamación  sobre la de la soberanía del individuo (…)

La solución: soberanía individual

(…) el individuo soberano posee el derecho absoluto a disponer de su persona y su propiedad como le parezca (…)

[La soberanía individual] es el derecho de cada hombre a disponer libremente de su persona y propiedad y a gobernarse a sí mismo.

Un instinto natural revela a estos hombres que sus personas, las tierras que ocupan y cultivan, los frutos de su trabajo, son su propiedad y que nadie, excepto ellos mismos, tiene derecho a disponer o tocar esta propiedad.

¿Qué le interesa al individuo? Seguir siendo el propietario absoluto de su persona y propiedad y mantener el poder de disponer de ellos a voluntad (…) En una palabra, poseer una completa “soberanía individual”. Sin embargo, el individuo no está aislado. Está en constante contacto y en relación  con otros. Su propiedad y libertad están limitadas por la propiedad y libertad de otros. La soberanía de cada individuo tiene sus fronteras naturales dentro de las cuales puede operar y fuera de las cuales no puede no puede ir sin violar las soberanías de otros. Estos límites naturales deben reconocerse y garantizarse (…) ése es el propósito del “gobierno”.

La soberanía se basa en la propiedad del individuo sobre su persona y bienes y en la libertad de disponer de ellos (…) Si un individuo o grupo emplea su soberanía para establecer una organización pensada para satisfacer cualquier necesidad, tiene el derecho (…) Éste es el derecho soberano del productor. Sin embargo, este derecho está limitado naturalmente por los derechos de individuos igualmente soberanos en su doble aspecto de productores y consumidores.

El individuo se mantiene completamente soberano solo bajo un régimen de completa libertad. Cualquier monopolio, cualquier privilegio es un ataque a su soberanía.

(…) el progreso sería aún mejor asegurado con medidas que extiendan la esfera del autogobierno individual (…)

La soberanía del individuo (…) será la base del sistema político de la futura comunidad (…) Pertenecerá al propio individuo, nunca más súbdito sino amo y soberano apropiado de su persona (…) Dispondrá, como guste, de las fuerzas y materiales con las que administrar sus necesidades físicas, intelectuales y morales.

Prediciendo un mundo de libertad

(…) bajo un sistema de libertad sin limitaciones, estas causas de perturbación cesarían gradualmente de obstaculizar industria y comercio (…)

El verdadero remedio para la mayoría de los males no es otro que la libertad, la libertad completa e ilimitada, la libertad en todos los ámbitos de la vida humana.

El individuo es propietario de la totalidad de las partes, incluyendo las fuerzas físicas y morales, que constituyen su ser (…) Es propiedad en la persona de uno. El individuo es propietario y poseedor de sí mismo (…) Esto es la libertad. Propiedad y libertad son los dos constituyentes de la libertad.

Buscamos una sociedad en la que no se escatimaría en el producción de todo lo necesario (…) un ideal que puede declararse en dos palabras ¡Justicia y abundancia! (…)  en el amplio y bien pavimentado camino de la libertad (…) nuestra causa común, la causa de la libertad (…)

(…) cuando la esfera del gobierno colectivo se haya reducido a sus límites naturales y la acción individual haya conseguido una libertad perfecta, la influencia de los individuos en los destinos de la sociedad y la raza aumentarán rápidamente.

(…) un cuidadoso examen de los hechos decidirá el problema del gobierno cada vez más a favor de la libertad, igual que lo hará para todos los demás problemas económicos (…) después de que se haya alcanzado esta reforma y hayan desparecido todos los obstáculos artificiales a la libre acción de las leyes naturales que gobiernan el mundo económico, la situación de los distintos miembros de la sociedad serán los mejores posibles.

(…) la organización futura de la sociedad bajo un Estado de Paz y Libertad (…) La producción será entonces libre de organizar, sujeta solo a una responsabilidad por las cargas necesarias para garantizar la libertad y propiedad individual y nada se interpondrá en el camino.

(…) los males [atribuidos] a la libertad (o, por usar una expresión equivalente, a la libre competencia) no se originan en la libertad, sino en el monopolio y la restricción (…) una sociedad verdaderamente libre (una sociedad liberada de toda restricción, de toda barrera, única como sería dicha sociedad en todo el discurrir de la historia) estaría exenta de la mayoría de los males, tal y como los sufrimos hoy (…) la organización de dicha sociedad sería la más justa, la mejor y la más favorable a la producción y distribución de la riqueza, que pueda obtener un humano mortal.

Gustave de Molinari había aprendido de lo que llamaba “el destructivo aparato del Estado civilizado” del ejemplo de la Revolución Francesa, “realizada ingenuamente para establecer un régimen de libertad y prosperidad en beneficio de los fines humanos en la reconstitución y agravación del antiguo régimen en beneficio de la nueva clase gobernante, en un aumento en la servidumbre y las cargas”. Eso le inspiró una larga vida en la oposición a la destrucción que conlleva la coacción, siempre mirando adelante a “La Sociedad del Mañana, bajo un Estado de Paz y en una era de libertad garantizada”.

Molinari trajo una objeción de los abusos del gobierno a sus ciudadanos que no debería haber sido considerada radical, pero lo era: que “nadie haya pensado nunca que las leyes que se aplican al [gobierno] son las mismas que se aplican a los demás”. Los hizo porque vio que “En todas partes, los hombres se resignan a los sacrificios más extremos en lugar de arreglarse sin gobierno y por tanto sin seguridad, sin darse cuenta de que la hacerlo, juzgan erróneamente sus alternativas”. Vio que las alternativas incluían una vasta expansión de la libertad y una consiguiente explosión del potencial y el espíritu humanos. Es algo que nuestro tiempo, al menos tanto como cualquier otro, necesita que se vea igualmente inspirado.


Publicado originalmente el 3 de marzo de 2005. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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