Bernie, los hermanos Koch y las fronteras abiertas

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Mises Daily July 31 2015El candidato a la presidencia Bernie Sanders levantó recientemente la ira de tanto progresistas como libertarios con sus comentarios respecto a la inmigración:

“¿Fronteras abiertas? No, esa es una propuesta de los hermanos Koch”, dijo Sanders. “Es una propuesta de derechas, que dice esencialmente que no hay Estados Unidos”.

“Haría más pobres a todos en Estados Unidos: se está acabando con el concepto de un estado nación y no creo que haya ningún país del mundo que crea en eso”, dijo Sanders. “Si crees en un estado nación o en un país llamado Estados Unidos o (Reino Unido) o Dinamarca o cualquier otro país, tienes una obligación en mi opinión de hacer todo lo que puedas para ayudar a los pobres”.

En solo unas pocas frases, Sanders consigue mostrar un revoltijo de sentimientos nativistas, nacionalistas, proteccionistas y socialistas. Pero para quien se pregunte por qué se aleja de la narración progresista de sobre la inmigración, es porque los sindicatos proteccionistas le pagan mejor que, digamos, La Raza.

Si Bernie Sanders suena como Donald Trump en lo que se refiere a “mantener nuestros empleos”, considerad que ambos son estatistas que reflejan la creencia amplia y profundamente aceptada de que las naciones están definidas por estados. Esto puede ser una realidad incómoda para los libertarios, pero es sin embargo una realidad.

Las fronteras nacionales son, por definición, fronteras políticas. Señalan los bordes de un territorio concreto sobre el que una entidad política (un estado) reclama la jurisdicción exclusiva.

Como las fronteras nacionales requieren estados, “fronteras abiertas” es una contradicción. Nada controlado por el gobierno está “abierto” ya estemos hablando del mercado del taxi en Nueva York o las subvenciones federales al etanol o el puente fronterizo de Brownsville, Texas.

Solo pueden existir fronteras abiertas si no existen los estados. Los estados requieren fronteras porque están definidos por sus fronteras.

Así que, desde una perspectiva estatista, Sanders tiene razón: no se puede tener grandes estados centralizados y fronteras no reguladas, porque esas fronteras son el núcleo de la identidad del estado y su razón de ser: el control. Los tecnócratas políticos que dirigen los modernos estados-nación no tienen ningún incentivo para ceder el control del flujo de seres humanos entrando en (en algunos casos, saliendo de) sus territorios. Si existe, el impulso político es siempre hacia expandir la zona de control del estado expandiendo las fronteras.

La inmigración es un tema peliagudo para los libertarios precisamente porque los mismos conceptos de estados, fronteras y terrenos “públicos” (los comunes) son completamente incoherentes con una filosofía política y legal basada en la autopropiedad y los derechos de propiedad. Es difícil hablar racionalmente de inmigración bajo las circunstancias actuales, porque estamos tan lejos de una sociedad libre que corremos el riesgo de acumular una forma de “solución” no libertaria sobre otra.

Mientras que el comprensible impulso libertario es a ajustar nuestros principios al deseo humano innato de libre inmigración, a menudo olvidamos que el arquetipo del noble inmigrante está basado en una visión estatista de la inmigración: una controlada por el estado, en el que el espacio público se impone a la propiedad privada y la libre asociación. Los beneficios y perjuicios de la inmigración se sopesan solo en términos de su impacto sobre el estado.

En una sociedad libertaria, no hay comunes o espacio público. Hay líneas de propiedad, no fronteras. En lo que se refiere a la propiedad real y el movimiento físico cruzando dicha propiedad real, hay propietarios, invitados, autorizados, invitados empresariales e invasores, no inmigrantes legales e ilegales.

Es verdad que podría ser muy difícil establecer dueños correctos (legales) de propiedad bajo algún tipo de análisis lockeano de ocupación, incluso en una nación tan joven como EEUU. Aunque los libertarios son generalmente absolutistas con respecto a la inmigración sin trabas, escucharán argumentos “intermedios” acerca de la vía más libertaria disponible en un mundo estatista sobre otros temas (por ejemplo, ver el convincente argumento de Sheldon Richman haciendo analogía del acceso a las caminos públicos con el acceso al matrimonio mostrado públicamente). Pero si Hans-Hermann Hoppe ofrece un argumento provisional para ocuparse de los costes sociales impuestos por los inmigrantes dado nuestro sistema actual de “bienes públicos” y derechos, se le considera un estatista equivocado. Los mismos progresistas y libertarios de izquierda que defienden la responsabilidad en pleitos para las grandes empresas, cuando se refieren al daño medioambiental se quedan extrañamente en silencio sobre la externalidades causadas por la emigración humana.

Que queda claro: las tendencias de una sociedad basada en derechos de propiedad puede hacer muy infelices a progresistas y libertarios de izquierda. Esa sociedad necesariamente conlleva libertad de asociación y su corolario, el derecho a excluir. La libre asociación bien puede generar regiones que desarrollen naturalmente basadas en (glup) intereses compartidos familiares, económicos, lingüísticos, sociales y culturales. Contra lo que dice la DNC, el gobierno no es “lo único a lo que pertenecemos todos”.

Esto no equivale a decir que un concepto libertario de “naciones” que aparezcan naturalmente conlleve una retirada exclusivista a enclaves sospechosos. Indudablemente, una sociedad libre tendría regiones en las que la prevalezca demanda de mercado de los beneficios cosmopolitas de la vida en una sociedad multicultural (imaginemos un Singapur sin estado).  Pero las democracias sociales multiculturales con grandes estados del bienestar, como Europa Occidental y EEUU, no derivan del “mercado”.  Son construcciones de gran gobierno se están convirtiendo rápidamente en insostenibles. Los estados multiculturales del bienestar son una receta para el desastre.

Por desgracia, parece que por ahora estamos atascados con gente como Mr. Sanders  y su defectuoso concepto de los estados-nación. Pero si queremos defender una sociedad más libre, tenemos que aplicar los principios por delante del sentimentalismo.  Hay una preferencia humana profundamente enraizada y natural por la caras familiares sobre la extrañas y la inmigración humana en una sociedad humana es probable que refleje esta realidad.


Publicado originalmente el 31 de julio de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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