Beavis y Butt-Head van a Silicon Valley

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Silicon Valley[Este artículo aparece en el número de septiembre-octubre de 2015 de The Austrian]

Con Beavis y Butt-head y King of the Hill, Mike Judge se ganó su sitio en la historia de la cultura pop. Su nueva comedia de la HBO, Silicon Valley parece una improbable secuela de sus primeros éxitos. El hombre que hizo una película llamada Idiocracia se ha estado especializando en retratar gente realmente tonta o, al menos en el caso del vendedor de propano Hank Hill, gente realmente normal. “No es precisamente ciencia espacial” resume bastante bien las vidas de todos los personajes anteriores de Judge.

¿Por qué ha acudido ahora Judge a la ciencia informática como tema? Su nueva serie se sitúa en el mundo atractivo y sofisticado de la alta tecnología, presentando a un brillante programador que idea algo llamado “algoritmo de compresión sin pérdida”. La respuesta es que Judge quiere mostrar que también los programadores de informática y los magnates del software pueden ser bastante tontos. Lo divertido de Silicon Valley es ver cómo estas supuestas personas de éxito caen estrepitosamente por su propia culpa en un desastre tras otro.

Judge trata un tipo especial de estupidez en Silicon Valley, la estupidez de los inteligentes, es decir, la gente que es lista en un área y por tanto cree tontamente que es lista en todas las áreas. La razón por la que sus personajes siguen metiéndose en problemas es que entienden la ciencia informática, pero no tienen idea de cómo dirigir una empresa. La serie de Judge incluso se atreve a sugerir que un “simple” empresario puede ser más listo que una lumbrera informática en lo que se refiere a dirigir una nueva empresa de software.

Uno de los personajes principales en la primera temporada es un capitalista inversor llamado Peter Gregory. Gregory parece estar un poco chalado, siniestramente despegado de todo lo que ocurre a su alrededor. Pero la serie entiende que en los negocios, como en el arte, la línea entre locura y genio es difícil de trazar y Silicon Valley acaba ofreciendo un ejemplo clásico de lo que es ser un verdadero emprendedor.

En el tercer episodio, Gregory desarrolla una obsesión con la línea de productos de Burger King: se centra en el uso ubicuo de las semillas de sésamo en los panes de hamburguesa, analiza la dinámica global de la producción de semillas de sésamo y, finalmente, viendo un momento crucial en su ciclo histórico, se dispone a arriesgarlo todo en futuros de semilla de sésamo. La evolución que he resumido en una frase se extiende a lo largo del episodio, creando un rompecabezas narrativo para los televidentes. Solo al final se juntan todas las piezas y nos damos cuenta de que hemos estado viendo a un genio empresarial en acción, alguien capaz de encontrar un patrón donde nadie más se habría molestado en mirar.

Por el contrario, el genio informático en el centro de Silicon Valley, Richard Hendricks, es grande en los detalles de la codificación digital, pero está completamente desorientado en lo que se refiere a los negocios en general. La historia empieza cuando Hendricks idea lo que cree que es una brillante nueva app, que permitiría a los compositores buscar instantáneamente toda la música en línea para determinar si está violando los derechos de autor de alguien. Por desgracia, todos los que muestra la app piensan que tendría un mercado limitado. Pero también se dan cuenta (al contrario que Hendricks) de que la innovación que hace que su app sea capaz de esta búsqueda instantánea (el anteriormente mencionado “algoritmo de compresión sin pérdida”) tiene utilidades mucho más allá de cualquier cosa que Hendricks haya imaginado. La capacidad de comprimir sonido, vídeo y otros ficheros sin pérdida de calidad revolucionaría la transmisión y recogida de datos y debería hacer muy rico al inventor del algoritmo.

En la cultura pop, la innovación se presenta normalmente como un asunto puramente tecnológico, en absoluto un problema económico. Los hombres de negocio se retratan habitualmente como obstáculos a la innovación, no la gente que en realidad la hace posible. La cultura popular alaba al inventor excéntrico, al raro que idea un nuevo gadget, un artilugio que hace algo que nunca se hizo antes. Pero un artilugio no es todavía un producto. Un producto genuino requiere un equipo empresarial para que tenga éxito. Por ejemplo, requiere capital para desarrollarlo y producirlo y también necesita venderse apropiadamente. Esa es la lección que Hendricks debe aprender en Silicon Valley y que también aprende la audiencia. En lugar de primero de informática, es primero de economía.

Hendricks empieza con el orgullo del programador de su conocimiento matemático y desdén por el lado empresarial de Silicon Valley. En el primer episodio, se mete con Steve Jobs, de Apple, por ser “un pretencioso”, señala que “no escribía código” y le desprecia porque solo “sabe como empacar ideas”. En unos pocos episodios, Hendricks está deseando desesperadamente haber tenido en él un poco de Steve Jobs. Bajo la presión de conservar su financiación del fondo de inversión, es incapaz de articular una visión de su empresa en un plan de negocio y tiene que confiar en un socio con labia que regale a Gregory clichés de venta y palabras de moda como “La Red”. En la segunda temporada, Hendricks tiene que ponerse en contacto con una empresa rival que tiene un algo de comprensión más flojo, pero tiene personal de mercadotecnia para impulsar un producto que funcione de verdad.

Silicon Valley sí retrata a algunos empresarios como avaros, infantilmente competitivos, pretenciosos y vanos. Pero en general ofrece una refrescante alternativa a la visión negativa de los negocios que se encuentra generalmente  en la cultura popular estadounidense. Aunque se ría de las tonterías en el mundo de las nuevas empresas y el capitalismo de inversión, apunta algo familiar para la economía austriaca: que el verdadero emprendedor es un visionario y la principal fuerza motivadora detrás del progreso tecnológico.


Publicado originalmente el 22 de octubre de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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