Qué empeoró la próxima depresión

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[Estado económico de la Nación, Walsh College]

¿Cómo de inevitable es la continua expansión de la economía nacional e internacional? Salvo en caso de una gran guerra y una gran depresión y una respuesta política que repita los errores de las políticas contracíclicas tradicionales, yo diría que es probable que haya una expansión continua del mundo económico.

Para un austriaco demasiado consciente de cómo el gobierno puede frustrar la prosperidad, puede sonar como una predicción optimista. Pero pensemos. Con la caída del socialismo, la economía mundial se ha abierto como nunca antes. Las nuevas tecnologías han generado nuevas eficiencias. La empresa privada se convertido en cada vez mejor en las ventas masivas para beneficio de todos. La división del trabajo se está expandiendo internacionalmente. No importa lo fuertemente que lo intente el gobierno, simplemente parece no poder ahogar el extraordinario poder de la economía de mercado.

Y aun así no podemos descartar cualquier contingencia, especialmente en EEUU. La economía no está libre de depresiones. Si el gobierno y la Reserva Federal están dispuestas a trabajar lo suficientemente duro, pueden matar incluso l expansión económica más robusta. Desde una perspectiva austriaca, el escenario probable es que la Fed tratará de evitar la recesión mediante expansión del crédito, lo que distorsiona las estructuras de producción y hace la recesión aun más profunda.

Dudo seriamente que nuestros gestores económicos hayan aprendido lo bastante de economía como para evitar este destino. Debemos seguir peleando con el problema del ciclo económico, que es una característica de la economía de mercado mientras sea alimentada por dinero fiduciario gestionado por un banco central.

Dejadme empezar, por tanto, con alguna base sobre la teoría austriaca del ciclo económico. Al inicio de la Gran Depresión en Europa, la Escuela Austriaca, entonces todavía centrada en Viena, estaba bien posicionada para explicar la causa y ofrecer una salida. La primera explicación de Mises del núcleo de la teoría había circulado ampliamente en su libro de 1912, La teoría del dinero y del crédito. Seguía siendo considerada su obra definitiva. En este libro, explica cómo los tipos de interés no son creaciones arbitrarias o precios del dinero dictados por los bancos centrales, sino más bien una parte integral de la economía de mercado que coordina productividad., inversión y ahorro.

Cuando estas señales son manipuladas por el banco central, transmiten mala información a los productores acerca de la disponibilidad de recursos. Los productores invierten a un horizonte más largo del que existe en la economía real y sus series de errores crean lo que parece ser un agudo aumento en la productividad y el crecimiento. Pero el auge se convierte en declive con el paso del tiempo, ya que los consumidores se quedan sin recursos y los proyectos quedan sin finalizar. La política de bajos tipos de interés tuvo éxito, pero la realidad acaba volviendo y las malas inversiones son eliminadas del sistema.

Pero he aquí un factor que complica las cosas. Desde la Gran Depresión, los gobiernos apenas han permitido que las recesiones sigan el curso marcado por el mercado. Por el contrario, tienden a apilar auges artificiales sobre los declives económicos, lo que puede llevar a resultados muy extraños. Los ejemplos nos rodean.

La última crisis económica que afrontamos fue hace cinco años. Los bancos centrales del mundo empezaron a inflar llevando los tipos de interés a la baja hasta niveles históricamente bajos. Ajustados a la inflación, los tipos de interés han sido negativos en Japón, Europa y EEUU desde casi principios de 2004. Esto resulta ser muy atractivo para los prestatarios y lleva a prestar desaforadamente. A oleadas de errores empresariales y a inflación específica de sectores.

Contrariamente a la sabiduría convencional, tenemos más que temer de la respuesta política a la recesión que a la propia recesión. Porque la respuesta normalmente consiste en inyectar cada vez más dinero y crédito en la economía.

Parte del problema es intelectual. En la Gran Depresión, por ejemplo, la gente observaba que los bancos estaban quebrando e inmediatamente concluía que el problema era una falta de liquidez. Observaban que los consumidores no estaban gastando y suponían que necesitaban más dinero. Observaban que las empresas veían cortadas sus líneas de crédito y pensaban que se necesitaba más crédito.

Como ha demostrado Murray Rothbard, este fue el camino elegido tanto por Hoover como por FDR en los primeros años de la Gran Depresión. Y aunque no funcionó, la solución inflacionista siguió siendo la respuesta política de primer recurso. En todos los casos, la solución es la misma: poner en marcha las imprentas y dejar que realicen su magia. Por ejemplo, Alan Greenspan tiene la reputación de ser un halcón de la inflación, pero considerad que ha acudido a las imprentas en cada crisis que se ha producido durante su mandato.

Lo que no se ve es la causa oculta de la crisis, que está en el pasado. Es la expansión del dinero y el crédito que llevan a desequilibrios que acaban convirtiéndose en auges y declives. Lo que la gente ha hecho al concluir otra cosa es confundir causa y efecto, algo equivalente a concluir que los charcos de agua en el suelo están causando la lluvia. Por seguir con la analogía, esta misma gente podría intentar secar todos los charcos para intentar detener la lluvia. Podemos reírnos de esos absurdos, pero esas mentiras son comunes entre científicos sociales tratando de entender el ciclo económico.

En tiempos de Mises, el auge del positivismo supuso un nuevo estilo de recopilar datos y desdeñar todo tipo de teorías deductivas. Así que a pesar de sus muchos años de trabajo y la creciente aceptación de la propia teoría de Mises, no solo era difícil explicar causa y efecto, era difícil incluso que los economistas miraran más allá de aquí y ahora para ver las causas subyacentes. Fue la primera indicación seria entre los austriacos de que el futuro de la economía sería en parte una batalla sobre la metodología económica.

¿Consiste una buena economía en recoger y manipular datos, organizarlos de tal manera que midan el grado en que coinciden dos fenómenos económicos al azar en el tiempo y concluir así que esta correlación estadística puede servir como indicador de causa? Esta es la teoría que llevó a la gente a creer que fue un estallido de tecnología lo que causó el auge de las punto com o que el declive de las punto com fue la forma divina de destruir a los directivos codiciosos.

Realmente esta aproximación a los ciclos económicos no es más científica que la aproximación de un brujo primitivo para curar, excepto en que al menos el brujo tiene que asumir alguna responsabilidad si el paciente vive o muere. Los economistas sencillamente se lavan las manos y se van.

En Estados Unidos, la Gran Depresión presentaba dificultades similares. Había muy pocos economistas que entendieran la teoría, así que quedó un hueco para Keynes, que dijo al gobierno todo lo que este quería oír. Dijo que los problemas centrales estaban en que había poco dinero, poco gasto público, poca gestión central de la inversión. Después de muchas décadas de oír a los economistas decir cómo debería el gobierno limitar su apetito de poder, este nuevo mensaje fue muy bienvenido. ¡Los políticos corruptos en todo el mundo lo celebraron!

Benjamin Anderson y Henry Hazlitt le combatieron a principios de la década de 1930, pero también se enfrentaban a un establishment ansioso de soluciones rápidas a problemas endémicos y al auge de la una profesión económica que era cada vez más impaciente con la comprensión teórica. Lo que se vendía en el mundo intelectual era la superficialidad. Así que se probaron las soluciones keynesianas y fracasaron de forma repetida desde la década de 1930 hasta nuestros días.

Solo los austriacos parecen estar dispuestos a echar un vistazo cuidadoso no solo a lo que se ve, sino también a lo que no se ve. Mark Thornton ha demostrado que solo los austriacos parecieron entender que algo había ido mal a mediados y finales de la década de 1990 y previeron que el auge de las punto com era esencialmente insostenible.

Como consecuencia, más gente está prestando atención hoy a la teoría austriaca que nunca antes. De hecho, un importante postkeynesiano fue acusado recientemente de ser austriaco por un colega y aquél lo negó inmediatamente. Pero luego añadió: “El marco teórico austriaco parece ser la única herramienta a mano. Y cuando todo lo que tienes es un martillo…”.

Siempre imagino lo que diría Mises si escuchara estas palabras, casi 100 años después de que ideara su explicación del ciclo económico. Cómo saber eso le habría procurado consuelo en esos años difíciles de total dominio keynesiano. Te demuestra que si estás dispuesto a esperar y ser paciente, la verdad ganará al final. Mises creía en este principio. Nosotros también deberíamos.

Ya he mencionado qué ha estado haciendo la economía mundial: expansión de la división del trabajo, avances tecnológicos y economías que se abren al comercio y la inversión. El dólar sigue siendo la divisa dominante en todo el mundo, lo que da a la economía de EEUU en particular una ventaja competitiva. Hemos podido disfrutar el nirvana comparativo de bienes de consumo a bajo precio dependiendo de los mercados extranjeros para absorber los dólares creados nacionalmente.

Pero, relacionado con este último punto, hablemos del lado negativo. El dólar a la baja en los mercados internacionales augura un cambio ominoso para EEUU. Los factores que permitieron a EEUU exportar inflación se ven ahora cuestionados. El euro puede ser un competidor viable para el dólar en el futuro. Con una demanda menor de dólares, EEUU puede encontrarse con verdadera inflación en sus manos. Ya hay señales de esto, con aumentos en precios de materias primas y petróleo.

Como ha señalado Antony Mueller, los tres sistemas de precios más esenciales de la economía moderna son inusualmente sensibles a la manipulación política: el precio del petróleo, el tipo de interés y el tipo de cambio de moneda. Esto no significa que la Fed y el gobierno puedan dictarlos, pero sí significa que estos precios responden de forma especialmente rápida y espectacular al error político.

Sería demasiado fácil suscitar un escenario en el que la economía de EEUU cae en barrena, con el dólar perdiendo su puesto como estándar mundial, tipos de interés subiendo, desplomándose los precios de la vivienda, despegando la inflación y con la economía con pocos medios de recuperación, dada la alta carga de deuda y la baja tasa de ahorro de las familias estadounidenses. No sé si esto es un escenario probable o en qué grado, pero sí parece claro que hasta que no se haga algo para detener el gasto y la deuda generados por Washington, habrá un alto precio a pagar.

En mi mundo ideal, EEUU seguiría el camino recomendado desde hace tiempo por la vieja tradición liberal. Tendríamos libre comercio con el mundo, estableceríamos un patrón oro que definiera al dólar como oro y también acabaríamos con el banco central e introduciríamos mercados nacionales completamente libre. Esta es la versión austriaca de la utopía y tiene dos ventajas clave: traería la economía más productiva en la historia del mundo y también serviría como la mejor guardia para la libertad.

Sin embargo, por desgracia, la administración Bush no nos ha acercado a ese ideal. Por el contrario, ha realizado un enorme rango de intervenciones en el proceso de mercado que pueden parecer ahora inocuas, pero que podrían importar mucho más si la economía vuelve a caer en malos tiempos.

Las recesiones económicas se ven precipitadas por expansiones y contracciones del crédito, pero la política monetaria no puede por sí misma determinar su longitud, amplitud y tamaño. Esto se inspira en otros factores. Las intervenciones de Hoover y FDR en las primeras etapas de la Gran Depresión empeoraron las cosas al impedir una corrección a la baja de los salarios, interferir el derecho de los estadounidenses a realizar comercio con el extranjero, rescatar bancos quebrados e inhibir de otras maneras el funcionamiento del mercado.

En esos tiempos, los políticos esperaban a recesiones económicos antes de destrizar el mercado. Hoy están encantados de intervenir por cualquier razón en cualquier momento. Los republicanos no son mejores que los demócratas en este aspecto, a pesar de que los primeros profesen amor a la libre empresa.

Aquí ofrezco los que considero diez mayores errores económicos de Bush, que podrían ser los mismos errores que harán la próxima depresión mucho peor de lo que tiene que ser.

Número Diez: El encarcelamiento de Martha Stewart.Fue simplemente una desgracia. Esta gran empresaria no fue culpable nada más que de ser querida, famosa y rica. Cuando el Departamento de Justicia no pudo atraparle por insider trading, de lo cual no era culpable bajo ninguna definición concebible, el gobierno cambió las acusaciones a obstrucción de la justicia, lo que realmente se reduce a estar dispuesta a defenderse. Si afirmas que no eres culpable, quedas expuesto a la acusación de estar equivocado. Lo importante en este caso, creo, era poner en su sitio a una gran empresaria estadounidense e inspirar temor y aversión en todos los Estaos Unidos corporativos. No es solo mi opinión. También lo apuntaba el New York Times, con la esperanza de que su encarcelamiento intimidara a toda la clase empresarial estadounidense.

Dos puntos adicionales detrás de este fracaso. El caso original se refería a un medicamento contra el cáncer que fabricaba la empresa de la que tenía acciones, ImClone. El valor de las acciones se desplomó después de que la FDA prohibiera el medicamento, pero pruebas posteriores revelaron que este era todo lo que la compañía decía que era.

Asimismo, en dulce venganza, Martha Stewart fue a la cárcel con gran dignidad y ahora accede a mayores alturas en sus empresas comerciales. Bien para ella, pero los costes siguen ahí: los inversores son más cautelosos, las grandes empresas estadounidenses son más cautelosas e incluso más viven con miedo a sus amos de Washington. Una clase empresarial temerosa y oprimida es un mal augurio para una expansión económica continuada.

Número nueve: Proteccionismo constante. La administración Bush empezó su campaña de anticuado proteccionismo con un desgraciado arancel al acero que no hizo nada para proteger al sector, pero hizo mucho por dañar a las empresas de Estados Unidos aumentando enormemente el precio del acero. Después de protestas increíbles, la administración Bush finalmente declaró la victoria y derogó su arancel, pero solo al tiempo que añadía más aranceles y protecciones a la madera. Gambas, ropa y cientos de cosa más en las operaciones cotidianas del USTR, todas las cuales tienen el mismo motivo: el resto del mundo era mejor que comprara nuestras cosas, pero el gobierno de EEUU no tiene obligación de dejar de gravar a los consumidores estadounidenses para beneficiar a las empresas de EEUU bien relacionadas.

Estoy especialmente preocupado por la obsesión de a administración Bush con lo que se llaman derechos de propiedad intelectual. Siento tanto como el que más que los comerciantes en las calles de Pekín estén vendiendo copias ilícitas de Los increíbles y la tercera temporada completa de Friends. Pero no creo que sea tarea del gobierno de EEUU ir al extranjero con el objetivo de matar estos monstruos particulares. Las patentes son concesiones públicas de privilegios monopolísticos. Son una política lo bastante mala nacionalmente, pero equivalen a una forma indignante de mercantilismo imperialista usar la potencia de EEUU en política exterior para detener esas actividades.

Número ocho: El engaño de la reforma de la Seguridad Social. Una genuina privatización sería una gran idea. Pero eso no es lo que propone la administración Bush. No está ni cerca de eso. Propone convertir parcialmente el actual sistema de gravamen y gasto en un programa de ahorro forzoso. No es una alternativa sino más bien una especie de socialismo. Las inversiones forzosas alimentarían fondos aprobados de empresas aprobadas y tendrían garantizado un interés.

Así que, al final, la privatización al estilo Bush socializaría parcialmente el sector más importante de los mercados estadounidenses de capital y no estamos hablando de poco dinero. ¿Y cómo se financiaría esta transición? Bush ha sugerido que estaría dispuesto a aumentar el máximo FICA, lo que significaría el peor aumento fiscal de la historia de EEUU. Deuda, impuestos, inflación, elegid vosotros. Los costes son de billones.

Número siete: Gasto público. Advertiréis que Bush últimamente ha estado hablando como si fuera alguien que recorta los presupuestos. Va a controlar el gasto público, dice. Bueno, supongo que todos habéis oído hablar del tío abuelo que promete beber menos, pero por alguna razón termina en la granja de desintoxicación. Es el primer presidente desde John Quincy Adams que no veta ninguna ley durante su primer mandato en el cargo. El gasto público federal total ha aumentado un 30% en su primer mandato, lo que tres veces la tasa de crecimiento de ese viejo y malgastador Bill Clinton. Desde 2001, el gobierno ha contratado a 140.000 civiles más en sus filas.

De manera anómala, el ingreso público ha estado cayendo durante unos seis años. La respuesta de una familia a este tipo de tendencia sería recortar gastos. Pero el gobierno tiene exactamente la respuesta contraria. Se ha convertido en más pródigo aunque su flujo de ingresos no esté produciendo lo que podría esperarse. Pero cuidado: las facturas se pagarán algún día. Todos sabemos con seguridad quién pagará.

Número seis: No abolir el Impuesto Mínimo Alternativo: No ha habido escasez de advertencias acerca del Impuesto Mínimo Alternativo. Este pequeño y taimado asesino de prosperidad afectará a otros 3 millones de contribuyentes este año y a otros 30 millones al final de esta década. Todo esto deriva de un cambio diminuto en el derecho fiscal que se remonta a los años de Nixon, lo que significa que nadie vivo está dispuesto a asumir ninguna responsabilidad por el mismo. Pero nadie en Washington se queja tampoco por él, y menos los republicanos. Bush estaba en disposición de acabar con este absurdo, pero no hizo nada. No solo eso: el último presupuesto de Bush en realidad rescinde algunas excepciones que el Congreso había concedido en años recientes.

Número cinco: Prestación  de medicinas con receta. Es la mayor expansión del gasto social federal desde la Gran Sociedad. Nuevas estimaciones fijan un coste de más de 700.000 millones de dólares en diez años, pero podríamos redondearlo y decir que incluso un billón. Para pensar: cuando la votó el Congreso, creían que costaría solo 400.000 millones de dólares. ¡A mí siempre me divierten bastante estas afirmaciones de que el Congreso está sorprendido!, ¡sorprendido!, de que un programa público cueste más de lo que se suponía.

Encuentro más confuso por qué el Congreso estaría en absoluto a favor de un programa que solo cuesta 400.000 millones de dólares, pero pone el listón en 700.000 millones. Es como un ladrón dejando la última joya en la caja fuerte diciendo que llevársela sería robar. En todo caso, este programa es una calamidad. Y así tenemos que, en nombre de aliviar los altos precios de las medicinas, un enorme aumento artificial de la demanda. Había otras formas de rebajar los costes de las medicinas, pero, como podría significar negar a las empresas farmacéuticas ciertos ingresos, el régimen de Bush decidió socializar en cambio sus beneficios.

Número cuatro: No controlar a Fannie/Freddie. Es posible que tengamos un auge inmobiliario entre manos. Los precios de las viviendas se han doblado en algunos mercados de 2001 a 2004. La mediana de precios de una vivienda de una vivienda unifamiliar ha aumentado de 145.000$ a 183.600$. El auge lo han causado los tipos de interés artificialmente bajos facilitados por dos instituciones privadas de protección federal que son en la práctica demasiado grandes para caer. Han repartido hipotecas sociales tanto y durante tanto tiempo que la mayoría de lo estadounidenses ya no saben qué significa tener que economizar y ahorrar para tener una casa.

Pero los aumentos de precios van en ambos sentidos: son estupendos para el vendedor, pero terribles para el comprador. La mayoría caemos en ambas categorías, así que desarrollamos una relación de dependencia con los aumentos de precios. Tenemos que aprender a pensar que los precios al alza son algo no natural y no bienvenido. El beneficio empresarial es algo estupendo, pero los precios en constante aumento a esta escala sugieren una distorsión del mercado. Si llega una depresión y el sector ha de ser rescatado o si nuestros tipos hipotecarios aumentan drásticamente en el futuro cercano, tendremos una calamidad entre manos.

Número tres: Aprobar y aplicar la S-Ox. Tras el declive de las punto com, algunos en Washington desarrollaron la idea de que las grandes empresas estadounidenses están dirigidas por ladrones que dedican todo su tiempo a alterar las cuentas. Vamos: ¡imaginaos a los políticos en Washington quejándose de algo dirigido por ladrones que alteran la contabilidad! En todo caso, su respuesta fue una serie de juicios espectáculo de CEO y CFO que olvidaba completamente cómo el ciclo económico había cambiado los estándares contables.

A esto le siguió la aprobación de la Ley Sarbanes-Oxley, que daba al gobierno federal completa autoridad supervisora sobre la contabilidad de toda empresa cotizada y aplicaba sanciones penales a CEO y CFO que firmaran auditorías que no aceptara el gobierno.

Los costes han sido increíblemente grandes: centenares de miles de millones. Los contables dicen que dedican casi todo su tiempo a cumplirla y algunas críticas incluso han comparado esta ley con la Ley de Recuperación Industrial Nacional de FDR, dado cuánto poder da al gobierno para gestionar asuntos que antes de dejaban a la discreción del sector privado.

¿Y nos encanta la teoría tras estas regulaciones, que supone que las grandes empresas cotizadas no tienen fuertes incentivos para tener bien sus cuentas? Solo hace falta pensarlo un momento para darse cuenta de que la clase inversora es la vigilante más sofisticada de los negocios y las empresas tienen todos los incentivos para proporcionar cualquier información que necesiten o quieran los inversores. Fueron los mercados, no el gobierno, lo que descubrieron las anomalías el caso de Enron y los demás casos importantes. Lo que acaban haciendo todas las regulaciones públicas es obligar a las empresas a desperdiciar recursos cumpliendo decretos, en lugar de atender a accionistas y consumidores.

Número dos: Mercados por la fuerza. Como amante de los mercados libres, me molesta que la administración Bush haya dicho que parte de su objetivo al invadir Iraq y producir un caos total y muertes masivas en ese país fue darles una economía capitalista. En realidad, la administración Bush sigue aplicando controles de precios a la gasolina en Iraq, sigue prohibiendo el libre comercio, sigue excluyendo la libertad en las empresas de comunicaciones y que las aerolíneas se establezcan y sigue rechazando permitir a los iraquíes controlar su propio petróleo. Sin embargo, aunque EEUU realmente trajera la libre empresa a Iraq, el militarismo y la guerra no son la forma correcta de hacerlo. La forma de llevar los mercados al mundo no es por la guerra y la fuerza, sino por el comercio y el ejemplo.

Sugiero que tomemos con escepticismo todas las afirmaciones de la administración Bush de que está buscando expandir los mercados en todo el mundo. Si realmente quieren expandir los mercados, habría que empezar en casa. Por el contrario, hemos visto lo opuesto. Está cerrando mercados, atacando a empresarios de éxito y obstaculizando las empresas mediante grandes regulaciones.

Número uno: El nombramiento de  Ben S. Bernanke, antes de la Fed, para ser presidente del Consejo de Asesores Económicos. Por favor, escuchas sus palabras de un discurso de 2002, dado el contexto de tratar de aplacar los temores de la gente sobre el futuro de la economía:

El gobierno de EEUU tiene una tecnología, llamada imprenta (u hoy, su equivalente electrónico) que le permite fabricar tantos dólares de EEUU como quiera esencialmente sin coste. Aumentando el número de dólares de EEUU en circulación, o incluso amenazando de forma creíble con hacerlo, el gobierno de EEUU puede también reducir el valor de un dólar en términos de bienes y servicios. Concluimos que, bajo un sistema de papel moneda, un gobierno determinado puede siempre generar más gasto y por tanto inflación positiva.

Bueno, estos comentarios indudablemente sí calman los temores de que haya deflación en nuestro futuro. Pero parece increíblemente optimista acerca de los efectos de la inflación. La inflación ya equivale a un robo diario al consumidor estadounidense. Incluso en estos tiempos de supuesta baja inflación, los índices de precios se han doblado desde 1980. Lo que significa esto es que un dólar en 1980 compra hoy solo 50 centavos de bienes y servicios. No hay largas colas en gasolineras ni tenemos pánico sobre nuestro futuro, pero siguiendo siendo robados, solo que más lenta y sutilmente que en el pasado.

El nombramiento de Bernanke es indudablemente una llamada de atención para cualquiera que tenga una opinión benigna las prioridades económicas de la administración Bush. De hecho, bien podríamos decir que, a largo plazo, podría ser la decisión más indignante que ha tomado la administración Bush.

Como keynesiano inflacionista y agresivo defensor de la economía de la imprenta, Bernanke es el tipo de fanático que se hace famoso en la historia por haber destruido países enteros. Está total y completamente dedicado a la idea de que el papel moneda salvará el mundo, sin inconvenientes. Temo por nuestro futuro si se convierte en jefe de la Fed. Pero este nombramiento probablemente sea una continuidad en el trabajo de Greenspan, como lo fue para el propio Greenspan.

No predigo otra depresión dentro de poco tiempo. Pero sí diría que, si llega una, todas estas políticas de Bush van a crear una depresión de la que será menos fácil recuperarse. Todo esto actúa haciendo a la economía menos receptiva al ingenio humano, dañar la forma en que los precios trasladan información apropiada a los empresarios y hacer más difícil a las personas volver a poner en orden sus finanzas.

Pero solo porque la depresión no esté todavía aquí, no esperemos a denunciar todas estas políticas como lo que son: violaciones de la ética del mercado libre y el verdadero espíritu estadounidenses de empresa.

La belleza y la gloria de la ciencia económica está en que consiste en una serie de leyes y principios que no cambian según el tiempo y lugar. La receta para la prosperidad y estabilidad y el florecimiento económico humano es siempre y en todo lugar la misma: libertad de asociación, libertad de contratación, libertad de empresa, libertad de cruzar fronteras sin sanciones, moneda fuerte que sea redimible en algo que no sea papel, derechos de propiedad privada, salarios y precios que se ajusten a las condiciones del mercado y una estructura legal que potencia estas instituciones en lugar de socavarlas.

Si Estados Unidos estableciera esas condiciones, mi cauteloso optimismo acerca de la futura salud económica mundial se convertiría en entusiasmo desbocado, porque EEUU se convertiría de nuevo en un faro de libertad para el mundo, precisamente de la forma en que los mejores pensadores de la generación de los fundadores pensaban que lo sería.


Publicado originalmente el 27 de abril de 2005. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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