La utopía sombría de los socialistas

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The Dreary Utopia of the Socialists Jason Brennan, un filósofo político libertario notablemente prolífico, tiene buen ojo para la esencia de un argumento. Pone esta capacidad en práctica en Why Not Capitalism? En el libro desafía la defensa del socialismo en Why Not Socialism? de G.A. Cohen, a quien Brennan considera correctamente “el principal filósof marxista (y uno de los principales filósofos políticos, punto) de los últimos 100 años”.

En principio, se podría pensar que las discusiones en filosofía política acerca de los méritos del socialismo y el capitalismo no tienen importancia. Si por socialismo se entiende la propiedad colectiva o el control de los medios de producción en una economía a gran escala, no hay nada que debatir. Mises y Hayek demostraron con el argumento del cálculo socialista que la planificación socialista “no puede funcionar, ni siquiera si la gente estuviera motivada para hacerla funcionar, porque los planificadores no tienen sustitutivo funcional para los precios”. Si el socialismo no puede funcionar, ¿qué sentido tiene comparar sus méritos éticos con su rival capitalista? Salvo que deseemos el caos económico, el socialismo debe ser rechazado y el libre mercado afirmado.

Mises veía las cosas exactamente así. Antes de su argumento del cálculo, la oposición más eficaz al socialismo apelaba a los incentivos. Si a la gente no se le permite beneficiarse de sus esfuerzos productivos, sino que se ve sometido a imperativos igualitarios, le faltará la motivación para trabajar. El socialismo era incompatible con la naturaleza humana. Mises pensaba que los socialistas podrían contestar que los límites de la naturaleza humana actual podrían superarse. No podían responder así, pensaba, al argumento del cálculo. Una vez entendemos que el socialismo es imposible, no queda espacio para la discusión filosófica.

Cohen reconoció la fuerza del argumento económico de que el socialismo no puede funcionar, aunque esperaba inverosímilmente que la evolución futura de la tecnología pudiera alterar la situación. Sin embargo no es taba de acuerdo en que esto hiciera ociosa la comparación de los méritos éticos del socialismo y el capitalismo. Podemos preguntar; “Si el socialismo es inviable, ¿hay que lamentarlo? ¿Es el socialismo éticamente mejor que el capitalismo?” Cohen dice que sí y eso es los que trata de demostrar en Why Not Socialism? Cohen cree que “incluso si el socialismo fuera inviable, seguiría siendo deseable de por sí y la mejor manera de vivir juntos”.

Cohen lleva a cabo su ambicioso proyecto contando una historia. Muestra a gente en un viaje de acampada, que ven su excursión como una empresa común. Comparten el trabajo del viaje de acuerdo con sus capacidades y no reclaman beneficios extraordinarios debido a un mayor talento. Igualdad y comunidad son sus valores rectores. “El principio de igualdad socialista de oportunidades elimina todas las desigualdades resultantes de ventajas y desventajas inmerecidas (…) los campistas también respetan un principio socialista de comunidad. Los campistas se preocupan unos de otros y se preocupan de que unos se preocupen por otros”.

No es así bajo el capitalismo. Aquí gobierna el interés propio: la gente produce para el mercado para obtener una ganancia y cuanta más ganancia mejor. El afán por acumular, no por la igualdad y la comunidad, gobierna la sociedad. Cohen aplicaría al capitalismo las líneas familiares de Wordsworth: “El mundo es demasiado con nosotros, tarde y pronto; Conseguir y gastar, hacemos estragos con nuestros poderes (…) Hemos renunciado a nuestros corazones, ¡un beneficio sórdido!”

Brennan acepta el campo de batalla en el que Cohen ha planteado su desafío. La teoría ideal, es decir, preguntando qué es mejor sin considerar la viabilidad, es realmente relevante y la pregunta de Cohen es buena y no desaparecerá cuando se acepte que el socialismo no puede ponerse en práctica.

Sin embargo, precisamente en el dominio de la teoría ideal Cohen ha caído en un error. Compara al socialismo como un ideal con el capitalismo realmente existente. Comunidad e igualdad son más valiosas que la avaricia, de ahí la superioridad del socialismo sobre el capitalismo. Esto no vale, contesta Brennan. El socialismo ideal debe compararse con el capitalismo ideal, no con el capitalismo realmente existente. “El problema es que Cohen no está comparando cosas iguales. (…) No es tan interesante si una versión idealizada de un tipo de régimen acaba siendo mejor que una versión no idealizada y realista de otro tipo de régimen”.

Para protestar la fuerza de su objeción, Brennan parodia ingeniosamente el argumento de Cohen. Crea una utopía capitalista, a la que llama la Villa Club de Mickey Mouse. Los residentes en la villa realizan proyectos creativos, que a menudo implican el uso de propiedad productiva privada, como les parece. Si, como consecuencia de estos proyectos, algunos son más ricos que otros, esto no genera ninguna envidia. Los habitantes no son egoístas, sino que se dedican al bienestar de los demás. Si alguien sufre necesidad, sus vecinos se apresuran a ayudarle. Compara esta utopía con el socialismo realmente existente, caracterizado por los asesinatos masivos y la dictadura brutal. ¿No es el capitalismo mucho mejor que el socialismo?

No hace falta decir que este no es el argumento real de Brennan a favor del capitalismo: es, como hemos dicho, una parodia. Muestra muy bien el defecto en el argumento de Cohen: comparar un sistema ideal con un sistema no ideal es falaz. El ideal debe compararse con el ideal y el sistema real con su sistema real equivalente.

¿Cuál es el resultado de esa comparación? Brennan sostiene que el capitalismo gana en ambos aspectos: su ideal es mejor que el ideal del socialismo y, para descender al mundo real, el asunto no admite duda en absoluto.

Creo que Brennan tiene razón: su villa es realmente mejor que el viaje de acampada de Cohen. ¿Pero por qué deberíamos pensar eso? Puede ser que quiera que consideremos como intuitivamente evidente que su ideal es mejor. Solo hay que considerar los dos ideales cuidadosamente para ven quien se lleva la victoria. Si esta es su línea de pensamiento, indudablemente coincidiré con su conclusión, aunque Cohen sin duda pondría reparos.

Sin embargo sospecho que los deseos de Brennan van más allá de una apelación a las intuiciones morales y, si he entendido correctamente lo que tiene en mente, no estoy seguro de que tenga razón. Puede estar argumentando así: “Mi utopía incluye las características buenas de la de Cohen y otras. Igual que en el viaje de Cohen, los residentes de mi villa se preocupan unos de otros y valoran la comunidad. Pero al altruismo se le añade la creatividad: los residentes se dedican a sus proyectos individuales y los siguen sin abandonarlos o sin inconvenientes. A partir del principio de que más bienes es mejor que menos, mientras los bienes no interfieran entre sí, ¿no es mejor mi utopía?”

Aquí Cohen probablemente respondería que la utopía de Brennan no incluye todos los valores que él considera de máxima importancia. Es verdad que los residentes de la villa están dedicados unos a otros, pero no insisten en la igualdad. Por el contrario, aceptan voluntariamente la desigualdad, si ese fuera el resultado de sus diversos proyectos creativos. Sin embargo, para Cohen, el valor del trabajo creativo está subordinado a los bienes de la igualdad y la comunidad, como deja claro en su explicación de elección de trabajo en su obra magna, Rescuing Justice and Equality. Si realmente estás comprometido con la igualdad, piensa, puede que no siempre puedas dedicarte al trabajo que más te guste. Repito que prefiero con mucho los valores de Brennan a los de Cohen, pero el argumento de la inclusión no demuestra que Brennan tenga razón.

Sin embargo, sospecho que Brennan daría más peso a otro argumento. Ha estado muy infludo por la tercera parte de la gran obra de Robert Nozick, Anarquismo, estado y utopía y, como Nozick, destaca que la utopía del mercado libre es un “marco” en el que podrían coexistir muchas utopías distintas en paz y respeto mutuo”. Dentro de este marco, lo grupos de personas son libres para organizarse como quieran, mientras no cometan violaciones de derechos. Si es así, entonces una versión distinta del argumento de la inclusión demuestra la superioridad de la utopía de Brennan. En ella, quienes estén de acuerdo con Cohen sobre el lugar de la solidaridad y la igualdad en la jerarquía de valores serían libres de formar una comunidad como mejor les parezca. Los que no aceptaran los valores de Cohen formarían comunidades propias, de formas variopintas. Repito una vez más, ¿no incluye la utopía capitalista todos los bienes de Cohen, así como otros?

Pero Cohen tampoco estaría satisfecho. No cree que deba obligarse a la gente que acepte sus valore igualitarios, pero, si no lo hace, piensa que habrá elegido equivocadamente. Ante la meta-utopía de Nozick y Brennan, diría que todos los no residentes en una comunidad igualitaria deberían unirse inmediatamente a una.

Los que no compartimos las intuiciones de Cohen, por supuesto estaremos en desacuerdo y creo que podemos ir más allá. ¿Es el sistema igualitario ideal de Cohen mejor que el capitalismo en el mundo real? Este último debería caracterizarse no totalmente dirigido por el deseo de acumular, como dice el mito marxista de Cohen, sino más bien por una mezcla de motivos. No analizaremos aquí la cuestión, pero estoy convencido de que la respuesta es que no. La utopía de Cohen me estremece como el lugar más desagradable en el que vivir, con gente mirando constantemente por encima de sus hombros, no sea que sobrepasen a otros en riqueza, pero los lectores deben juzgar por sí mismos.

No contento con un argumento contra Cohen, Brennan ofrece otro: aquí sigue a la teórica política Sharon Krause. ¿Por qué deberíamos pensar que el sistema ideal que explica Cohen tenga algo que ver con el socialismo? En el socialismo, los medios de producción son poseídos centralizadamente, pero esto no nos dice nada acerca de los valores que prevalecen bajo este estado de cosas. En particular, el socialismo no debe igualarse con “virtud moral o espíritu de comunidad”. (La utopía de Brennan escapa a una observación paralela, porque en ella, a las personas se les permite específicamente poseer recursos productivos). Si es así, Cohen no ha conseguido demostrar que, desde el punto de vista de la teoría ideal, el socialismo sea mejor que el capitalismo. No ha comparado el capitalismo con un sistema económico alternativo, ya sea ideal o real. Si esto es verdad, Cohen no ha demostrado la superioridad moral del socialismo frente a su rival capitalista, pero Brennan tampoco ha demostrado, con su comparación con la Villa Club de Mickey Mouse con el viaje de acampada de Cohen, que el capitalismo ideal sea mejor que el socialismo ideal. Brennan ha descrito un sistema capitalista ideal, pero no se ha comparado con una alternativa socialista. Bajo esta interpretación, el retrato de la villa de Brennan parece más una desafió a los practicantes de la teoría ideal socialista para construir un ideal que sea tanto mejor que la villa como reconocible como socialista.

Finalmente, merece la pena señalar que Cohen ha convertido erróneamente una ventaja del capitalismo en su principal defecto. En un conocido pasaje de La riqueza de las naciones, citado por Brennan, Adam Smith dice que “No es por la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero por lo que podemos esperar nuestra cena, sino por la consideración de su propio interés”. Lo que decía Smith era que el mercado libre no depende de un comportamiento benevolente. El altruismo es un recurso escaso y el mercado puede funcionar bien incluso si tiene poca oferta. Al tratar de obtener un beneficio, los capitalistas producen lo que quiere la gente. A Cohen esto le repele inmensamente, considerándolo erróneamente como un apoyo a la avaricia.

Why Not Capitalism? Es una contribución relevante a la filosofía política. Deleitará a los libertarios e instruirá a los socialistas dispuestos a leerlo con una mente abierta, aunque me temo que su número será pequeño.


Publicado originalmente el 14 de diciembre de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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