Un cuento sobre impuestos

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Taxes[Publicado originalmente en Newsweek el 30 de marzo de 1953. Disponible en  Business Tides: The Newsweek Era of Henry Hazlitt]

Hace unos días me encontré con un amigo que es un gran accionista de General Motors y me contó una historia. Unas pocas semanas antes, su hijo había usado una fuerza algo excesiva sobre el grifo de su baño y lo había roto. El fontanero local no podía repararlo, así que pidió e instaló un nuevo grifo. El grifo resultó costar 22,50$. La instalación a 4$ la hora, llevó el total a 100$.

Esto parecía bastante excesivo, pero no fue hasta que mi amigo hizo algunos cálculos mentales cuando se dio cuenta de lo excesivo que era realmente. Su renta cae en el tramo fiscal del 90%. Así que calculó que para conseguirlos 100$ con los que pagar esta factura del fontanero tenía que recibir 1.000$ en dividendos de General Motors. (Para los no matemáticos, 1.000$ en dividendos menos 900$ en impuestos sobre ellos deja 100$ para pagar al fontanero).

Pero esto es solo el principio. Para pagar 1.000$ en dividendos, General Motors tiene que ganar más de 4.000$ antes de impuestos. (General Motors ganó 1.502.00.000$ antes de pagar impuestos en 1952. Tuvo que pagar 943.000.000$ en impuestos, dejándole 559.000.000$ de renta neta, de la cual pagó 362.000.000$ en dividendos. Así que para cada 1.000$ que pagó en dividendos, tuvo  que ganar 4.149$ antes de impuestos).

Pero para ganar 4.149$ antes de impuestos, General Motors tuvo que vender por valor de 21.570$ en automóviles (digamos dieciocho Chevrolet) a sus concesionarios. (El total de ventas e ingresos de GM en 1952 ascendió a 7.645.000.000$). Por resumir, debido al coste y la erosión fiscales, para que mi amigo accionista remplazara el grifo de un baño, General Motors tuvo que vender dieciocho Chevrolet.

“¿Y qué?”, puede preguntar algún lector”. “Si este tipo paga un impuesto de la renta del 90%, debe nadar en dinero. No esperéis que llore”.

No se trata de que nadie deba dejar de llorar, sino de que algunos debamos dejar de pensar. La cuestión no es lo que nuestra increíble carga fiscal está haciendo a esta o a aquella  persona rica, sino qué efectos va a tener a largo plazo sobre toda nuestra economía, sobre productividad, salarios y empleo.

Evidentemente, una continuación de este tipo y estilo de impuestos debe perjudicar a los incentivos, desanimar nuevas aventuras empresariales e incluso impedir la formación de nuevo capital para esas aventuras. Por cada dólar que General Motors pagó a los accionistas el año pasado, hubo que pagar 3$ al gobierno (sin contar lo que fue recaudado y pagados en impuestos especiales y a las ventas). El caso de General Motors, en este sentido, no es excepcional. El Departamento de Comercio estima que los beneficios corporativos antes de impuestos en 1952 fueron 39.700.000.000$; de estos, las corporaciones tuvieron que pagar 22.600.000.000$ en impuestos y pagaron 9.100.000.000$ en dividendos. En otras palabras, el gobierno se llevó de media un 57% de todas las ganancias de las corporaciones. Y por cada dólar que los accionistas corporativos ganan en dividendos, el gobierno consigue 2,48$.

Pero esto no nos dice qué pudieron mantener  los accionistas en dividendos después de pagar los impuestos personales de la renta. Un accionista cuya renta entre el tramo superior impositivo del 92% puede quedarse solo con 8 centavos de cada dólar de dividendos. El gobierno se lleva los otros 92 centavos. Añadiendo esto a los 2,48$ que ya se ha llevado de la corporación, da al gobierno 3,40$. En otras palabras, el gobierno se lleva 42 veces más de la corporación media de lo que se permite mantener al inversor en el tramo superior de renta.

Esto puede parecer una disposición maravillosa para el gobierno mientras dure. Pero el Congreso no debería estar completamente atónito si se despierta un día para descubrir (esperemos que no demasiado tarde) que esta división de los beneficios no genera los mayores incentivos para la inversión privada en nuevas empresas y que el nuevo capital riesgo se ha estado secando con efectos desagradables en salario, empleo y producción e incluso en los propios ingresos públicos. Si no queremos repetir los aprietos actuales de Inglaterra, no deberíamos imitar las políticas que los produjeron.


Publicado originalmente el 14 de abril de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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