Inseguridad Social

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[Extraído de Man vs. The Welfare State]

En Estados Unidos, los programas federales de ayuda a la pobreza del desempleo se pusieron en práctica por primera vez a gran escala la Gran Depresión. La justificación era que sólo se necesitaban durante la emergencia. Como la nación ha disfrutado de un retorno a la prosperidad, un enorme crecimiento la renta nacional, una caída del desempleo a mínimos históricos y un agudo declive (de acuerdo con cualquier definición coherente) en el número y proporción de pobres. Aun así las ayudas, las prestaciones de desempleo, la Seguridad Social y multitud de otros programas sociales se han expandido a un ritmo acelerado.

En un mensaje al congreso de 1935, el presidente Franklin D. Roosevelt declaraba: “El gobierno federal debe abandonar estos asuntos de ayuda y lo hará. (…) La dependencia continua de la ayuda induce una desintegración espiritual y moral, esencialmente destructiva para la fibra nacional”.

La opinión que había entonces era que, si se ponían en práctica los programas de seguro del desempleo la tercera edad, la pobreza y la aflicción serían aliviadas mediante programas contributivos que no destruirían los incentivos y el respeto por sí mismos de los receptores y que esa ayuda podría disminuir se gradualmente hasta niveles mínimos.

Veamos primero lo que ha pasado la propia Seguridad Social. Desde la ley original de 1935, habido añadidos y expansiones constantes de las prestaciones. Ya en 1939, se revisaron tanto las prestaciones como las disposiciones fiscales de la ley básica. La reforma de 1939 añadía prestaciones a supervivientes.

En 1900 en cuenta, la cobertura se amplió sustancialmente para incluir a aproximadamente el 90% de la mano de obra empleada. (Inicialmente era sólo de en torno a un 60%). El periodo requerido de trabajo para estar cubierto se redujo drásticamente.

En 1954 y 1956 hubo mayores liberalizaciones de la cobertura. Se añadieron prestaciones por minusvalía. La enmienda de 1956 rebajaba la edad mínima de jubilación para las mujeres de 65 a 62 años.

En 1958, se añadieron las prestaciones para dependientes de trabajadores discapacitados. En 1961, la edad de jubilación para los hombres también se redujo a 62 años, aunque con un nivel menor de prestaciones de las que se pagaban a los 65.

La legislación de 1965 añadía Medicare para unos 20 millones de estadounidenses, es de 60 años. Añadía varios cambios adicionales caros. Al programa tradicional de la Seguridad Social añadía un aumento general del 7% en las prestaciones en efectivo a trabajadores jubilados.

Además de otros cambios, se aumentó la escala de prestaciones en 1952,1954, 1958 y 1965.

Las enmiendas a la Seguridad Social de 1967 aumentaban los pagos a los 24 millones de beneficiarios en una media del 13%, aumentaba las prestaciones mínimas un 25%, aumentaba las prestaciones a personas no aseguradas, que es decente y dos años y también aumentaba las prestaciones de los seguros para supervivientes y discapacitados.

El impuesto original a las nóminas de la Seguridad Social era del 1% para salarios hasta 3.000$, and pagar tanto por trabajadores como por empresarios. El tipo combinado del impuesto es ahora del 9,6% para salarios hasta7.800$.

Pero nadie puede esperar seriamente ni siquiera que estos impuestos a las nóminas que han aumentado tanto puedan pagar los pasivos que ya ha asumido el gobierno. W. Rulon Williamson, el actuario del Consejo de la Seguridad Social entre 1936 y 1947, estimada incluso antes de los últimos aumentos que supondría 150.000 millones de dólares más sólo ocuparse de aquellos que ya estaban en la nómina de prestaciones y que probablemente supondría al menos 1 billón de dólares ocuparse de las familias que ya están pagando impuestos de la Seguridad Social, pero unos han jubilado. Desestimación no incluye Medicare.

¿Qué ha pasado entretanto con los programas de ayuda para los que se suponía que el seguro de desempleo y la Seguridad Social harían innecesarios?

En 1937, el primer año completo en que estuvieron funcionando los programas iniciales de ayuda pública federal, se pagaron 316 millones de dólares de perceptores bajo programas patrocinados federalmente. En 1960, el total comparable se había multiplicado por más de diez, hasta los 3.300 millones de dólares.

Aunque la contribución federal ha estado aumentando constantemente a lo largo de los años, la carga soportada por estados y localidades ha estado creciendo a un ritmo casi igual. La cantidad de ayuda pública pagada solo por los estados y las localidades aumentó desde 624 millones de dólares en 1935 a 3.000 millones en 1966. El total de todos los gastos en bienestar social soportados solo por estados y localidades ha crecido desde los 3.300 millones de dólares en 1935 a 40.800 millones en 1966 y para 1968 estuvo probablemente en torno a los 46.000 millones de dólares.

El presupuesto federal cifra los costes totales de “Ayuda federal para los pobres” en 1960 en 9.500 millones de dólares. Para 1969 el coste se cifra en 27.700 millones, casi el triple.

Estas cifras incluyen el coste de ayuda la educación, trabajo y formación, sanidad, pago de prestaciones en efectivo y otros servicios de bienestar social. En el año fiscal de 1969, el número de personas con ayudas directas del gobierno federal se cifró en 8,8 millones. Fue un aumento del 60% en comparación con las cifras de hace doce años, aunque la tasa de desempleo sea menor que la de entonces.

El gobierno federal estimaba que todavía hay unos 29 millones de “pobres”, según la definición oficial (una familia de cuatro con una renta anual por debajo de 3.335$).

No solo los programas individuales para “ayudarlos” se vuelve más caros cada año, sino que se están añadiendo constantemente nuevos programas, aunque se superpongan y dupliquen. Se han contado más de 70 instituciones gestionando unos 300 programas para sostener a la gente. Se puede encontrar una explicación detallada de desperdicio y los escándalos que han acompañado a estos programas proliferantes en el reciente libro de Shirley Scheibla, Poverty Is Where the Money Is.

Además de programas específicos contra la pobreza, los desembolsos sociales totales del gobierno federal (incluyendo subsidios agrícolas, desarrollo urbanístico y de comunidades, sanidad, trabajo y bienestar, educación y prestaciones para los veteranos) suman un asombroso total, sólo para el año fiscal de 1969, de más de 68.000 millones de dólares. Aun así, todavía no hemos acabado. Debemos añadir los costes anuales de 46.000 millones de dólares en bienestar que recaen sobre estados y localidades, sumando un total de más de 114.000 millones de dólares.

Aun así, casi todas las “reformas” que se están proponiendo, incluso bajo la nueva administración republicana, son cambios que aumentarán aún más la carga de la Seguridad Social y de la ayuda directa, no la reducirán.

Una de estas propuestas, que puede incluso estar aprobada como de antes de que aparezca este libro, es que todo el estado del bienestar se coloque en manos del gobierno federal, con un nivel uniforme de pagos de ayudas en toda la nación.

El efecto práctico de esto difícilmente sería reducir en absoluto los altos pagos de ayuda en las grandes ciudades, sino más bien aumentar enormemente las ayudas a pagar en los estados más pobres y los distritos rurales.

Los receptores de las ayudas en los estados más pobres y los distritos rurales, debido a sus costes de vida comparativamente mucho menores, no sólo se verán mucho más beneficiados que los receptores de las grandes ciudades, sino que sus pagos de ayudas se harían mucho mayores que los niveles salariales locales en sus distritos, por lo que cientos de miles más preferirían acudir a la ayuda a seguir trabajando.

Como el sistema de ayudas probablemente sería administrado por los gobiernos locales y de los condados, aunque los contribuyentes federales pagarán las facturas, caerían hasta desvanecerse todos los incentivos para la economía y la eliminación de falsos enfermos y estafadores de las listas de la ayuda.

El país se deslizaría fácilmente hacia planes de renta garantizada y el desperdicio y la corrupción en los pagos de ayudas harían que el actual desperdiciado y corrupción pareciera trivial en comparación.


Publicado originalmente el 3 de junio de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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