¿Deberían amar a la FDA los fabricantes de e-cigs?

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“Los ejecutivos de e-sigc están realmente entusiasmados con las nuevas regulaciones de la FDA” fue el titular principal de la pasada mañana en la sitio web de larevista Time acerca de las normas propuestas por la Food and Drug Administration prohibiendo la venta de cigarrillos electrónicos amenores, su venta en máquinas expendedoras y (por supuesto) extendiendo esas ridículas e ignoradas etiquetas que ahora vemos en productos de tabaco también a los e-cigarrillos.

Se puede perdonar que se considere que el titular no tiene sentido. Si la propuesta de regulación anti-tabaco fuera, ya sabéis, reducir realmente el consumo de tabaco, entonces podría suponerse que las autoridades reguladoras defenderían la aparición de sustitutivos del tabaco. Pero nunca se trató de esto. Trataba y trata siempre del control, y el resultado es un mundo extraño en el que los fabricantes de e-cgis aparentemente apoyan el uso de fuerzas exteriores al mercado contra la venta de sus productos.

Escribo esto como un no fumador que no tiene problemas con otros que fuman (o beben o comen) como consecuencia de una decisión libre. Pueden gastarme o no sus decisiones e incluso en ocasiones y en cosas individuales puedo sugerirles que tomen otras, pero puedo apreciar sus acciones como expresiones de autopropiedad. Mientras sus actividades no agredan a mi persona y propiedades, lo que fumen (o beban o coman) es cosa suya.

De hecho, como la propiedad está ligada al control, cuando otras partes prohíben a otros esas actividades con amenaza de violencia, afirman su propiedad sobre otros. Los que te prohibirían fumar (o comer, beber, automedicarte o lo que sea) aspiran a convertirse en los verdaderos propietarios de tu cuerpo. En el proceso, te roban la capacidad de aprender y ganar virtud al negarte el derecho a buscar para ti lo que es bueno.

Pero estoy divagando. Si fumar tabaco es el Mal Supremo que los prohibicionistas pretenden que sea (que no lo es), entonces parece que los e-cigs representan una evolución empresarial interesante para ayudar a la gente a desengancharse del tabaco. Uno pensaría que los anti-tabaco animarían estas evoluciones y lamentarían cualquier restricción en las mismas. Pero Time, el boletín del estado-nación, informa de que los fabricantes de e-cigarrillos están “entusiasmados” con la norma. ¿Qué está pasando?

En un nivel, debemos recordar que la fuente, Time, desde su comienzo durante la Era Progresista, siempre ha estado diciendo a las tropas lo que deberían pensar acerca de sus élites dirigentes. Son (se nos dice) gente simpática que comparten nuestros gustos y aspiraciones y a quienes deberíamos apoyar. Time también existe para decirnos qué deberíamos pensar acerca de sus políticas, especialmente cuando contradicen nuestras aspiración “compartidas”. La revista ayudó a George W. Bush a invadir países después de pedir políticas exteriores más humildes y ayuda hoy a Obama a expandir el Estado Vigilante a pesar de defender un gobierno más transparente y abierto.

Así que al explicar por qué restringir las ventas de e-cigs debería estar apoyado por gente que ver los e-cigs como sustitutivos más sanos para el tabaco real, Time está más que a la altura del reto.

Pero en otro nivel está la economía. Time cita un total de tres ejecutivos de e-cigs para justificar su suposición de que el sector está aturdido por las restricciones propuestas. De hecho, hay cientos de dichos fabricantes y encontrar tres que apoyen las restricciones era probablemente tan difícil como encontrar tres que lo habrían hecho.

¿Pero qué dicen los defensores?

“Es un gran día”, dijo uno en respuesta a las normas. “A la gente le preocupaba que las regulaciones fueran irracionales y onerosas. Lo que estamos viendo es que no lo son”. Otro suponía que la respuesta demorada de la FDA al crecimiento del mercado de e-cigs demostraba un temperamento regulatorio inteligente. “Al resistirse a las reclamaciones de regular por encima de (…) la ciencia y los datos”, decía, “la FDA ha llevado [a mi empresa] un paso de gigante adelante más cerca de alcanzar su misión empresarial de hacer obsoletos los cigarrillos”. El tercero elogiaba la moderación regulatoria de la FDA. “Yo diría que había cierta gente que pensaba que la FDA sería un enemigo. (…) [Pero] han puesto la bola justo en medio de la calle. Es pronto, yo podría cambiar de opinión, pero lo primero que se ha puesto en marcha parece extremadamente justo”.

Razonable. Abierto. Justo. Entusiasmo. ¿Qué no es esta FDA de Obama? En este caso no lo sabemos porque Time no se tomó tiempo para entrevistar a los ejecutivos de e-cigs que encontraron preocupante la afirmación de la FDA de propiedad sobre sus empresas.

Podemos estar seguros de que existen. Restringir las ventas probablemente obligue a muchos competidores a abandonar el sector, permitiendo a los que permanezcan obtener algún poder de cártel. Las empresas a menudo cabildean por aumentos generales en los costes, porque poner presiones al alza sobre los precios mínimos que requieren las empresas para ofertar bienes, reduciendo así los diferenciales relativos de precios entre productos de bajo y alto precio. Se benefician los vendedores de e-cigs con precios mayores, así como los que puedan soportar más fácilmente los mayores costes. Al tiempo, sufren los vendedores obligados a salir del mercado o que ahora deben ofrecer productos menos competitivos en precio.

No es nada nuevo y, tristemente, el sector del e-cig está lejos de ser el único que sufre los perniciosos efectos del intervencionismo. Las grandes empresas con relaciones estrechas con el gobierno (pensemos en Philip Morris y el Altria Group) usan esas capturas regulatorias para reducir la competencia, hacer más difícil la entrada del mercado y conseguir poder de mercado, todo a costa de consumidores desamparados (1) demasiado grandes en número como para organizarse, (2) sobre los que se socializan los costes incrementados y (3) que acaban con menos bienes y más caros de los que existirían en otro caso en ausencia de medidas anticompetencia de la FDA.

Dadas las citas anteriores de ejecutivos de e-cigs, tiene sentido que al seguir el costoso proceso de aprobación de la FDA sufrieran un síndrome de Estocolmo regulatorio, estando agradecidos de que a pesar de toda la busca de rentas ordenada, la FDA no les haya aplastado aún. ¿Durará? Time califica a las propuestas reguladoras actuales para e-cigs como simplemente un punto de partida y sugiere que los puritanos de izquierdas pueden aún prohibir las ventas por Internet, los sabores y la publicidad, así como extender el costoso proceso de solicitud requerido por la FDA a nuevos productos. Así es como el gobierno afirma su autoridad y su propiedad.

Sabemos por la historia que las economías tan reguladas no acaban bien y que en realidad sirven para acercarse al socialismo y su correspondiente empobrecimiento. Pero hay una salida, como nos recordaba Ludwig von Mises en su ensayo clásico “Middle-of-the-Road Policy Leads to Socialism”, una lectura obligada para cualquiera preocupado por los efectos del intervencionismo hoy en día.

“Todo lo bueno que puede hacer el gobierno para mejorar el bienestar material de la gente es establecer y conservar un orden institucional en el que no haya obstáculos para la progresiva acumulación de capital requerida para la mejora de los métodos tecnológicos de producción”, escribía. “Eso es lo que logró el capitalismo en el pasado y logrará también en el futuro si no es saboteado por malas políticas”.

Por desgracia, las nuevas normas del e-cig son solo un ejemplo de muchas que sirven para socavar ese orden institucional. En ese contexto, no hay nada en ellas que entusiasme.


Publicado originalmente el 7 de abril de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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