El antídoto para la crítica literaria marxista

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La crítica literaria es un campo que desconcierta a muchas personas. Aunque su objetivo de evaluar y comentar obras de literatura es suficientemente claro, las teorías que informan el trabajo de muchos críticos a menudo enturbian las aguas. Algunos emplean terminología arcana que los hacen inaccesibles para los no iniciados. Otros hacen afirmaciones que desafían el sentido común, por ejemplo, de que lo que intenta un autor no tienen nada que ver con cómo un lector debería interpretar su obra o que una lista de cosas tiene tanto valor literario intrínseco como una obra de Shakespeare. No sorprende que algunos hayan acusado a los críticos literarios de destruir su amor por la literatura.

Durante décadas, la teoría marxista ha ocupado un lugar preeminente en el campo de la crítica literaria. (Recuerdo a uno de mis profesores de historia convencionalmente progresista declarando en torno al año 2000 que “el marxismo está muerto en todas partes salvo en los departamentos de inglés”). La crítica marxista ve las obras de literatura, así como las formas y significados de dichas obras, como producto de instituciones sociales concretas que reflejan una ideología concreta. La crítica marxista evalúa estas obras de acuerdo con lo “progresistas” que son. Los cristianos y otros que rechazan las suposiciones materialistas que afianzan el marxismo necesitan diferentes vías de aproximación a la literatura. En Literature and Liberty, Allen Mendenhall presenta el libertarismo como una lente alternativa a través de la cual ver las obras de literatura como medio para entenderlas mejor.

El economista Thomas Sowell ha escrito que mucho del trabajo académico que se califica a sí mismo como “interdisciplinario” en realidad es no-disciplinario cuando no requiere el dominio real de múltiples disciplinas. Por suerte, la obra de Mendenhall no es vulnerable esta crítica. Como poseedor tanto de un doctorado en inglés (este libro se publicó cuando se estaba doctorando) como un grado en derecho, Mendenhall está bien cualificado para escribir sobre la intersección de literatura, teoría política y derecho. Sin embargo, quienes no tengan ningún conocimiento sobre uno o más de estos campos o nunca hayan conocido la teoría libertaria pueden encontrar difícil navegar a través esta colección de ensayos. De hecho, el primer experto literario al que se le pidió revisar este libro devolvió la copia después de unas pocas semanas diciendo: “No lo entiendo. No digo que esté bien o mal. Es solo que no lo entiendo”.

¿Qué ha hecho Mendenhall en Literature and Liberty que es tan inusual? Para empezar, su base verdaderamente interdisciplinaria le permite criticar los estudios literarios tanto desde dentro como desde fuera. Escribe: “Una persona se acostumbra a los olores de su propia casa; a veces hace falta un invitado grosero para señalar que la casa huele mal”. ¿Qué huele mal? “He oído a profesores en el aula presentar críticas del capitalismo que no tienen ninguna base en la investigación económica o la realidad (…) mucho de lo que critican es una caricatura vulgar del capitalismo que no representa las cosas que significa el capitalismo para mí o para otros capitalista serios: libertad, movilidad, voluntarismo, paz, originalidad, intercambios, creatividad, cooperación, prosperidad, felicidad, salud, comercio, producción, belleza, colaboración, ingenio, variación, diversidad, mutualidad, voluntad e independencia”.

Por suerte, la lente libertaria de Mendenhall no es el simple remplazo de una lente anticapitalista por una procapitalista. Mientras el marxismo da una gran importancia al condicionamiento cultural de una persona como consecuencia de la ideología que prevalece una sociedad  el libertarismo permite un grado mucho mayor de voluntad humana sin negar que pueda tener lugar de ese condicionamiento cultural. También lucha contra la errónea creencia de la crítica marxista de que todos los motivos humanos son económicos, así como contra la creencia de muchos críticos conservadores de que los motivos económicos están de alguna manera separados de otros motivos de la vida humana. Además, reconoce que una actividad económica como el establecimiento de los precios en el mercado es un asunto que va más de abajo arriba de lo que los marxistas tienden a reconocer o apreciar.

Los personajes y obras a los que Mendenhall aplica esta lente en este libro de ensayos son muchos y variados, yendo desde la obra del siglo XII de Godofredo de Monmouth, Historia de los reyes de Bretaña, a Shakespeare y a Pasaje a la India, de E.M. Forster, junto a muchos otros. La mayoría de los capítulos se ocupan de algún aspecto del tratamiento del derecho en las obras bajo consideración. Por ejemplo, Mendenhall califica a la obra de Godofredo como “una historia de la creación del derecho”, argumentando que Godofredo respondía a la naturaleza factual del sistema legal británico en las generaciones que siguieron a la conquista normanda de 1066, empleando una narrativa en la que el establecimiento del sistema legal unificado desempeña un papel central. En un buen ejemplo de aplicar ideas libertarias a textos literarios, Mendenhall muestra como el uso de símbolos e imágenes de Godofredo para establecer autoridad de la ley (y por tanto la autoridad del rey) se ajusta a la explicación del teórico libertario Murray Rothbard de los métodos por los cuales el estado se legitima sí mismo. (Rothbard escribió en su importante ensayo “Anatomía del estado” que el estado se apoya en intelectuales para crear una ideología de acuerdo con la cual el gobierno el estado se ve como preferible a todas las alternativas existentes).

Otro capítulo que se centra en la conexión entre derecho y literatura es el segundo: “Libertad y Shakespeare”. De hecho, este capítulo ofrece un análisis en miniatura de todo el subcampo de “Derecho y literatura”. Mendenhall explica cómo los abogados, algunos de los cuales no son académicos de carrera, han realizado contribuciones importantes al estudio de Shakespeare. Incluso sostiene la posibilidad de que en el futuro la investigación literaria más importante pueda originarse fuera de los departamentos de inglés de las universidades, que demasiado a menudo se han visto atrapados en una crítica marxista pasada de moda. En general, Mendenhall pide la búsqueda de colaboración entre líneas interdisciplinarias de tal manera que los investigadores puedan aprovechar la experiencia de los demás en un mundo en el que las disciplinas se han convertido en tan enormemente especializadas.

No todos los ensayos del libro tratan directamente la intersección de derecho y literatura. Los capítulos más cortos sobre Ralph Waldo Emerson y Henry Hazlitt se centran respectivamente los conceptos del individualismo y crítica literaria en sí misma. Mendenhall también nos proporciona un capítulo en el que critica la edición “purgada” de Alan Gribben del Huckleberry Finn que ocasionó tantos comentarios públicos para su publicación en 2011: Mendenhall relaciona esta subversión del texto original de la novela con el “fax ismo cultural” que aparecido a mediados del siglo xx en los escritos de teóricos como Herbert Marcuse.

Literature and Liberty, de Allen Mendenhall, es una obra que impulsa a pensar y proporciona nuevas visiones de diversos textos clásicos desde una perspectiva que es francamente refrescante dado el clima actual de la crítica literaria. Los lectores interesados en textos canónicos, teoría política, derecho o economía encontrarán aquí algo que vale la pena.


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