El mundo según de Jasay. Reseña de La justicia y sus suburbios

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Justice and its Surroundings (los “surroundings”, o alrededores, son conceptos muy asociados a la justicia, y que en ocasiones confunden con ella, como la igualdad o el estado) es una obra inusualmente rica en contenido, provocadora y de una temática muy variada a la que una breve reseña no puede hacer, bueno, justicia

Los admiradores del estado afirman que ciertos objetivos solo se pueden realizar mediante el poder coactivo del gobierno. Para contestar a este argumento, los libertarios deben mostrar o bien que no merece la pena perseguir esos objetivos, porque son indeseables o imposibles (“respuesta del fin-repelente”), o que por muy útiles que sean esos objetivos, el poder del estado no es necesario para conseguirlos (“respuesta de medios-innecesarios”).

En la parte 1, Anthony de Jasay ofrece una respuesta de medios-innecesarios a los que afirman que el estado es necesario para proveer orden social. El problema del orden social se suele presentar como un ejemplo del dilema del prisionero: la contribución para el mantenimiento de tal orden es colectivamente racional pero individualmente irracional, de modo que no se puede esperar que la gente coopere a no ser que una fuerza superior le obligue a contribuir. De Jasay reconoce (quizás precipitadamente) que no cooperar es racional en un dilema del prisionero aislado, pero insiste que en la vida real es más probable que tengamos múltiples interacciones con las mismas personas, de modo que tenemos razones para cooperar y así inspirar cooperación por parte de los demás en el futuro.

En cuanto a la afirmación que proclama que el estado debe proveer bienes públicos (es decir, bienes en los que es imposible excluir a aquéllos que no contribuyan), de Jasay expone varias réplicas. La primera, los bienes públicos no son inherentemente públicos, sino que  se hacen públicos mediante “una decisión colectiva para eludir la exclusión y los costes que supone” (p. 47). La segunda, los costes de exclusión normalmente son más bajos de lo que se piensa. La tercera, los bienes públicos generalmente son “irregulares” (es decir, la cantidad que se provee no es una función continua de la cantidad con la que se contribuye); en tales casos la falta de contribución puede tener un impacto drástico en la cantidad que se provee, debilitando el incentivo de disfrutar del servicio sin pagar. Y la cuarta, debemos comparar los beneficios de la provisión de bienes públicos con los problemas que conlleva el poder del estado.

En respuesta a la afirmación de que el estado es una condición previa para la existencia de orden social, de Jasay señala que es al contrario, el auge y la perpetuación del estado presupone orden social. Una de dos, o la sociedad (sin tener en cuenta al estado) puede permitirse proteger los derechos de propiedad, o no puede permitírselo. Si puede permitírselo, el estado no es necesario. Si no puede permitírselo, la sociedad carece de la infraestructura socioeconómica necesaria para poder instalar y mantener un estado. Así pues, en cualquier contexto, el estado es o innecesario o imposible.

De Jasay concluye que el problema con el orden social sin estado no es que sea inherentemente imposible de solucionar, sino que “los estados impiden que emerjan, y se entrometen cuando emergen” (p. 15). Para los anarquistas que nos encontramos aquí, es difícil saber qué conclusiones deberíamos sacar de esta frase. Por un lado, como buena noticia, de Jasay afirma que el orden social se puede mantener sin un estado. Por otro lado, tristemente observa que los órdenes sociales sin estado no han salido exitosos a la hora de defenderse de los predadores estados. Entonces, ¿puede que la protección contra el estado sea un servicio que el mercado no podría proveer? Nos hubiera gustado oír más de de Jasay sobre este aparente ejemplo de fracaso del mercado.

Tras desplegar la respuesta de medios-innecesarios contra la afirmación de que el poder estatal es necesario para proveer orden social, de Jasay dedica las partes 2 a 4 a examinar las afirmaciones de que el poder estatal es necesario para proveer justicia redistributiva. Aquí predomina la respuesta del fin-repelente.

En contra de la visión de justicia del “a cada uno según su (lo que sea)” tan popular entre los redistribucionistas, de Jasay defiende una visión mucho más tradicional, “a cada uno lo suyo”. Donde más flojea es a la hora de presentar su postura en términos éticos. Debido quizás a su extraña convicción positivista que considera que las bases morales no son “ni verdaderas ni falsas” de modo que no admiten “validez intersubjetiva” (p. 143), no se toma en serio, y de hecho no presta mucha atención, a las preocupaciones que motivan a los liberales igualitarios. Por otro lado, su punto más fuerte es a la hora de demostrar que las propuestas redistributivas no pueden conseguir los objetivos que sus proponentes desean.

Por ejemplo, afirma que la redistribución lleva de forma natural al desempleo crónico. Si se grava a los empresarios para subsidiar a los empleados, lo que ganen los empleados tenderá a cancelarse debido al cambio en la demanda de trabajo que conlleva los costes extra para los empresarios; lo mejor que les puede pasar a los empleados es que se queden igual. Si el subsidio toma forma de seguro social, los empleados que prefieren el dinero antes que el seguro se enfrentarán a un menor beneficio marginal. De este modo, la oferta de empleo cambiará menos que la demanda de empleo. El resultado: un incremento del desempleo, lo que aumenta la demanda de los seguros sociales, provocando impuestos más altos y aún más paro, y así una y otra vez.

Las afirmaciones de los redistribucionistas de que solo quieren igualdad de oportunidades, no de resultados, también entra dentro del escrutinio de de Jasay. Observa que no hay oportunidades tan iguales en un tiempo t1 en la que la gente haga uso (por preferencia o por necesidad) de estas oportunidades en un tiempo t2. Las oportunidades que las personas tienen en t2 necesariamente tendrán que ser, en parte, una función del uso que le dieron a las oportunidades que tuvieron en t1, de modo que si la justicia social requiere igualdad de oportunidades no solamente en una ocasión sino para siempre, las ganancias y las pérdidas que emergieron de la igualdad de oportunidades en t1 tendrán que deshacerse en t2 para restaurar el status quo ante t1. Así pues la distinción entre igualdad de oportunidades e igualdad de resultados se derrumba.

Con respecto al argumento de que la redistribución es necesaria para obligar a los que se benefician de externalidades positivas a pagar por los beneficios que reciben, de Jasay responde que podemos presuponer que aquellos que crean externalidades positivas consideran que merece la pena, incluso sabiendo que no pueden esperar que se les compense por parte de terceras personas que se benefician de las externalidades. Así pues, esos creadores ya han sido compensados, y pedir que terceras personas paguen una compensación es ilegítimo.

De Jasay no solo se dirige a los redistribucionistas sino también a los anti-redistribucionistas que proponen un gobierno limitado. Por ejemplo, examina el argumento de Richard Wagner (el teorizador de la elección pública, no el maestro de Bayreuth) que dice lo siguiente: bajo una democracia mayoritaria, grupos A y B tienen un incentivo para votar a favor de imponer impuestos a las ganancias de C; los grupos B y C tienen un incentivo para formar una nueva coalición en contra de A, cayendo en un círculo sin fin de transferencias forzadas. La solución que propone Wagner es una limitación constitucional a los impuestos redistributivos.

De Jasay critica tanto la diagnosis como la cura. Con respecto a la diagnosis, sostiene así que es muy poco probable que el proceso de redistribución sea cíclico como Wagner supone: bajo las suposiciones de la elección racional, siempre beneficiaría más a las clases pobres y medias confabularse en contra de los ricos, y no al revés. De modo que veríamos, y como hecho empírico lo vemos en la actualidad, una tendencia estable de la redistribución a fluir hacia abajo en lugar de hacia arriba.

Con respecto a la cura, de Jasay nos recuerda que las limitaciones constitucionales no se interpretan a sí mismas y no se hacen cumplir ellas solas. Aquéllos que, bajo un régimen mayoritario, tienen un incentivo para imponer políticas redistributivas también tendrán un incentivo, bajo un régimen constitucional, para enmendar o esquivar a base de interpretaciones limitaciones constitucionales de modo que les permita la redistribución. Estas acciones ya se han realizado.

Sin embargo, puede que de Jasay no haya captado toda la imagen en todo esto. Los estados del bienestar existentes no son democracias mayoritarias puras, sino que están gobernados por representantes con sus propios incentivos. Como los intereses de los ricos están más concentrados y en una mejor posición para presionar al gobierno, veríamos una redistribución claramente hacia arriba. Y de hecho lo vemos en la actualidad, en forma de ayudas a ciertas empresas, inflación por parte de los bancos centrales, y subvenciones a las universidades.

En la parte 5 de su libro, de Jasay examina el argumento de Amartya Sen de que el criterio de Pareto (licenciar cualquier transferencia que no desfavorece a nadie directamente) choca con los valores libertarios porque permite la transferencia voluntaria de libertades que son propiamente inalienables. De Jasay se pone del lado de Pareto sosteniendo que la presunción (anclada epistemológicamente) de libertad se extiende a la libertad de renunciar a las libertades de uno mismo. Encontré esta parte menos convincente. Para los teorizadores de la inalienabilidad, la pregunta no es si debería permitirse que uno renunciara a ciertas libertades, sino si uno puede realmente renunciar a éstas.

(El concepto de libertad de de Jasay también es confuso. Si las libertades son meras permisiones morales, ¿cómo sería posible que si X renuncia a cierta libertad solo con eso creara un derecho para Y, como afirma de Jasay? Si las libertades son algo más fuerte, ¿cómo puede mantenerse la distinción de de Jasay entre libertades y derechos?)

Por necesidad mi resumen ha dejado atrás mucho material importante de Justice and Its Surroundings (incluyendo una crítica devastadora del mercado socialista). Cualquiera que esté interesado en filosofía, economía, teoría política o análisis de elecciones racionales, se beneficiará de leer atentamente los argumentos de de Jasay.


 

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