¿Es un delito apoyar la agresión del gobierno?

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¿Son delincuentes los defensores de la ley de salario mínimo? Posiblemente, pero no necesariamente.

Consideremos la siguiente idea. Limitarse a pedir verbalmente “políticas públicas” como el salario mínimo constituye una amenaza ilícita y el perpetrador de dicho discurso debería ser acusado del delito “directo” de amenazada en el juicio libertario de Nuremberg, no solo como cómplice “indirecto” del aparato estatal. Supongamos que alguien anuncia públicamente que mandará a un grupo de personas a apalear a otras y convence a otros para que apoyen su plan. Eso es indudablemente una amenaza ilícita. Bueno, si el gobierno realiza un referéndum sobre si implantar el salario mínimo y alguien anuncia públicamente que pretende votar “sí” a la resolución y convence a otros para hacerlo, parece que esto tiene la misma naturaleza que el escenario antes mencionado. Pasaría lo mismo para un anuncio de que pedirá a “su” congresista que vote cierta propuesta confiscatoria de ley en el congreso.

No puedo llegar a estar de acuerdo con este análisis, pero me asombra su belleza. El esteta que hay en mí grita apreciando esta manera de ver el asunto.

¿Por qué no puedo estar de acuerdo con él, aunque lo admire tanto?

Consideremos lo siguiente. A embiste su automóvil contra el automóvil de C, porque A odia a C y quiere dañar a este último y a su propiedad. A, aquí, es claramente un delincuente. B también embiste con su automóvil al de C, pero B no desea perjudicar a C. El daño infligido por B a la propiedad de C fue totalmente accidental. ¿Es B también un delincuente como A? No. B es solo el responsable de un daño. B debe a C solo una cantidad bastante como para “reponer” a C, no como A, que, además, tiene que pagar daños punitivos, al estar sometido a una teoría libertaria del castigo muy draconiana.

Ahora, consideremos al hombre de la calle que no sabe nada de economía. Apoya la ley del salario mínimo, vota a favor de ella y pide a otros que hagan lo mismo. ¿Por qué? Porque piensa erróneamente que esta ley aumentará realmente el salario de los pobres y no cualificados. Lo último que tiene su mente es que creará desempleo o que cumplir esta ley desatará una violencia contra aquellos que la desobedezcan. En mi opinión, esa persona se parece más a B, en mi historia automovilística, que a A. No creo que la gente que vota, apoya, etc., las leyes de salario mínimos esté compuesta por unos completos delincuentes. Son solo (inevitablemente) ignorantes. Es pertinente esta frase de Murray Rothbard: “No es un delito ser ignorante en economía, que, después de todo, es una disciplina especializada y una a la que la mayoría la gente considera una ‘ciencia lúgubre’. Pero es totalmente irresponsable tener una opinión ruidosa y vociferante sobre asuntos económicos mientras uno se mantiene en este estado de ignorancia”. Así que pregunto: ¿es un delincuente el que defiende el salario mínimo? Respondo de manera negativa. ¿Es esa persona una “irresponsable”? Sí, por supuesto, lo es. Pero la irresponsabilidad no es un delito.

Cada vez que doy un curso de introducción a la microeconomía, empiezo realizando una encuesta a mis nuevos alumnos. Les ofrezco las siguientes alternativas:

  1. El salario mínimo debería aumentar
  2. El salario mínimo debería permanecer como está
  3. El salario mínimo debería disminuir
  4. El salario mínimo debería eliminarse
  5. Un salario mínimo debería eliminarse y los responsables de su implantación deberían ser encarcelados.

Nota: no ofrezco a estos jóvenes ninguna otra opción, como “no estoy seguro”.

He aquí el porcentaje de respuestas que normalmente obtengo:

  1. 95%
  2. 3%
  3. 0%
  4. 0%
  5. 2% (éstas son de estudiantes que se apuntan en Loyola porque vienen aquí a estudiar conmigo y ya defienden el anarcocapitalismo)

¿Deberían el 98% de mis ignorantes estudiantes de primer curso ser considerados delincuentes? Encuentro muy difícil estar de acuerdo con esta evaluación. Pero tened en cuenta que comparto este punto de vista con respecto a aquellos que son responsables de implantar leyes así de injustas, como los congresistas que las votaron (¡ten cuidado Bernie!), los jueces y los policías que las aplican, etcétera.


El artículo original se encuentra aquí.

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