El coste invisible de palear nieve

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—¿Un sofisma?

—Sí —respondí, levantando mi pala en respuesta—, un puro sofisma.

¿Cómo acabamos dos vecinos amistosos con esta discusión? ¿Por qué levantamos palas en lugar de arrogar nieve? Para responder, debemos volver atrás en el tiempo.

Los hombres del tiempo habían previsto lluvia, seguida por hielo y luego nieve. El pánico estaba por todas partes, lo que normalmente significa que no pasaría nada, y yo había esperado eso. Es verdad que podíamos tener un poco de hielo y nieve, pero solo como molestias menores.

Sin embargo, llovió (mucho). Luego la temperatura se desplomó y cayo hielo del cielo. Finalmente llegó la nieve (pulgadas). Las tiendas cerraron y el tráfico se atascó, causando molestias mayores.

En cuanto paró, los dueños de viviendas se aventuraron a salir a empezar a despejar y romper, un trabajo duro, como mínimo. Mientras empujaba y acumulaba nieve cada vez más alto, advertí que mi vecino canturreando, trabajando con alegría.

Le pregunté:

—¿Por qué estás tan contento? ¿No te duelen los brazos y la espalda?

A lo que replicó:

—Claro, pero hoy estoy haciendo cosas estupendas. Gracias al hielo y la nieve.

—¿Cosas estupendas? Estas paleando nieve y rompiendo hielo: un trabajo duro y agotador.

—Oh, no. Si no hubiera nevado, estaría haciendo algo menor: reponer la anea de una silla vieja, un trabajo de menos valor. Así que, en lugar de hacer algo menor, estoy haciendo algo mayor. Y es mejor porque mi trabajo se dedica a lo que más valoro, un camino despejado. Estoy siendo más productivo y, por tanto, mejorando mi parcela.

—¿Qué? Me he perdido.

—Mira, yo valoro (y mi mujer valora) un camino despejado por encima de cualquier otro trabajo que hubiera planeado este fin de semana. En lugar de desperdiciar mi tiempo produciendo menos valor reponiendo la anea de esa silla vieja, me dedico al trabajo de despejar mi camino. Así que, repito, si no hubiera habido nieve, como habíais esperado tipos como tú, yo estaría peor.

—¿Peor?

—Sí. Vuestro supuesto desastre de la nieve no es un desastre en absoluto. Es una oportunidad para cada uno de nosotros de dedicar nuestro trabajo a lo mejor. Quiero decir, evidentemente valoráis un camino despejado por encima de cualquier otra cosa que hubierais hecho este fin de semana. ¿Por qué estarías si no empuñando una pala como yo?

Me paré un momento para formular lo que esperaba que fuera una respuesta decente.

Empecé:

—Si la tormenta hubiera pasado al norte o el sur como esperaba, tu camino se habría mantenido despejado y tendrían reparada tu silla. Pero como la tormenta nos dio de lleno, después de tus horas de trabajo y días de recuperación solo tendrás lo que ya tenías en la mañana de la tormenta. Y no tienes una silla reparada y te quedas con una espalda dolorida y unos brazos cansados. Indudablemente no estás mejor.

—No, te equivocas. Los desastres siempre producen resultados positivos. Permiten a hombres y mujeres dedicar su trabajo a actividades que todos valoran más que las alternativas sin desastres. Eso es verdad. independientemente de si el desastre es un huracán o una tormenta de nieve o cualquier otra cosa. Hoy estoy creando más valor del que habría creado en ausencia de nieve y hielo. Así que, sin duda, estoy mejor.

—Pero tu silla no va a estar reparada.

—¿Qué me importa? Lo deseo menos que un camino despejado.

—Debería importarte. Tu camino estaría despejado (sin despejarlo, pero despejado) sin la tormenta. Te estás centrando en lo que ves, tu camino a punto de despejarse, ignorando lo invisible: tu silla sin anea. Todo tu argumento no es más que un sofisma.

Como se señalaba al principio, la última palabra fue la que hizo que se alzara su pala en un gesto ofensivo (o eso me pareció), seguido por uno mío defensivo.

Mientras nos mirábamos fijamente, me vino a la mente un pensamiento: “Así que, suponiendo que te golpee con mi pala y te abra una brecha en tu frente, un verdadero desastre desde tu punto de vista, te estaría dando la oportunidad de dedicar tu trabajo a algo que valoras más (tu salud) que tu camino despejado. Lo estaría haciendo para mejorar tu parcela. ¿De acuerdo?”

Movió un momento la cabeza y luego bajo rápidamente los brazos. La sonrisa desapareció de su cara, igual que la energía de su espalda y brazos. Me miró y dijo:

—Tío, odio esta nieve.


El artículo original se encuentra aquí.

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