Marx, el globalista

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[Pronunciado originalmente como discurso en 1952, Publicado como “Nacionalismo, socialismo y revolución violenta” en Marxism Unmasked] 

El principal libro de Lenin,[1] o al menos su libro más voluminoso (ahora disponible en las Obras escogidas de Lenin) llevó a algunas personas a calificarlo como filósofo. La mayoría de la crítica de las ideas de los adversarios de Lenin consistía en llamarlos “burgueses”. La filosofía de Lenin es un mero reenunciado de las ideas filosóficas de Marx; hasta cierto punto no llega ni siquiera al nivel de otros escritores rusos sobre el marxismo.

La teoría o filosofía marxista no tuvo ninguna evolución en los países donde había partidos comunistas. Las personas a las que llamamos marxistas se consideran a sí mismas como meros intérpretes de Marx: nunca trataron de cambiar nada en Marx. Sin embargo, hay contradicciones en Marx. Así que es posible citar pasajes de sus escritos desde todos los puntos de vista. La influencia de Marx sobre todos los autores y escritores que han vivido desde que este murió han sido considerables, aunque no se admita habitualmente dicha influencia.

Aunque los marxistas se consideran a sí mismos solo como intérpretes de Marx, un marxista, un escritor, añadió algo y tuvo una enorme influencia, no solo sobre el pequeño grupo de sus seguidores, sino también sobre otros autores. Georges Sorel [1847–1922] (no confundir con Albert Sorel [1842–1906]), un importante historiador, desarrolló una filosofía en muchos aspectos distinta de la filosofía marxista. E influyó en la acción política y el pensamiento filosófico. Sorel era un tímido intelectual burgués, un ingeniero. Se retiraba a discutir estas cosas con sus amigos en una librería propiedad de Charles Péguy [1873–1914], un socialista revolucionario. A lo largo de los años, Péguy cambió sus opiniones y al final de su vida era un autor católico bastante ferviente. Péguy tuvo conflictos serios con su familia. Péguy fue notable por su relación son Sorel. Péguy era un hombre de acción: murió en acción en 1914 en las primeras semanas de la guerra.

Sorel pertenecía psicológicamente al grupo de personas que anhelan acción, pero nunca actúan: no luchó. Sin embargo, como escritor, Sorel era muy agresivo. Alababa la crueldad y deploraba que esta estuviera desapareciendo cada vez más de nuestras vidas. En uno de sus libros, Reflexiones sobre la violencia, la consideraba una manifestación de la decadencia que los partidos marxistas, que se autodenominaban revolucionarios, hubieran degenerado en partidos parlamentarios. ¿Dónde está la revolución si estás en el parlamento? Tampoco le gustaban los sindicatos. Pensaba que estos deberían abandonar el empeño inútil de buscar salarios superiores y, en lugar de esto, deberían adoptar el proceso revolucionario en lugar de este patrón conservador.

Sorel veía claramente la contradicción en el sistema de Marx que hablaba de revolución por un lado y luego decía: “La llegada del socialismo es inevitable y no se puede acelerar su llegada, porque el socialismo no puede llegar antes de que las fuerzas productivas materiales hayan alcanzado todo lo posible dentro del marco de la vieja sociedad”. Sorel consideraba que esta idea de inevitabilidad era contradictoria con la idea de revolución. Esta es la contradicción sobre la que se preguntaban todos los socialistas, por ejemplo, Kautsky. Sorel adoptó íntegramente la idea de revolución.

Sorel pedía a los sindicatos una nueva táctica, la action directe: atacar, destruir, sabotear. Consideraba estas políticas agresivas solo previas para el gran día en que los sindicatos declararían una “huelga general”. Ese sería el día en el que los sindicatos declararían: “No trabajaremos en absoluto. Queremos destruir completamente la vida de la nación”. La huelga general es solo un sinónimo para la revolución vital. A la idea de la action directe se la llama “sindicalismo”.

Sindicalismo puede significar propiedad de la industria por los trabajadores. Los socialistas quieren decir con esta palabra la propiedad del estado y su funcionamiento en nombre del pueblo. Sorel quería alcanzar esto mediante la revolución. No cuestionaba la idea de que la historia llevaba al socialismo. Hay una especie de instinto que impulsa a los hombres hacia el socialismo, pero Sorel aceptaba esto como una superstición, una necesidad interna que no puede analizarse. Por esta razón su filosofía se ha comparado con el élan vital de Henri Bergson (mitos, cuentos de hadas, fábulas, leyendas). Sin embargo, en la doctrina de Sorel, “mito” significa otra cosa: un enunciado que no puede criticarse mediante la razón.

  1. El socialismo es un fin.
  2. La huelga general es el gran medio.

La mayoría de los escritos de Sorel datan de 1890 a 1910. Tuvieron una enorme influencia en el mundo, no solo sobre los socialistas revolucionarios, sino también sobre los realistas, defensores de la restauración de la Casa de Orange, la “Action Française” y en otros países la “Action Nationale”. Pero todos estos partidos se convirtieron gradualmente en un poco más “civilizados” de lo que Sorel pensaba que tenían que ser.

Fue la idea del sindicalismo francés la que influyó en el movimiento más importante del siglo XX. Lenin, Mussolini y Hitler fueron todos influidos por Sorel, por la idea de la acción, por la idea de no hablar, sino matar. La influencia de Sorel sobre Mussolini y Hitler no se ha cuestionado. Para su influencia sobre el nazismo, ver el libro de Alfred Rosenberg[2] titulado El mito del siglo XX. La idea fundamental del racismo se tomó de los franceses. El único hombre que contribuyó realmente con algo a la idea marxista fue Sorel, junto con un grupo de sindicalistas, un grupo comparativamente pequeño compuesto exclusivamente por intelectuales e incluso ricos e intelectuales ociosos, como los “bolcheviques de ático” de Nueva York. Repetían una y otra vez que solo los trabajadores tienen el vigor necesario y la suficiente conciencia de clase como para atacar y destruir el sistema burgués.

El centro de la actividad marxista de trasladó de Alemania a Francia. La mayor parte de los escritos marxistas están en francés. La obra de Sorel se escribió en Francia. Fuera de Rusia, había más marxistas en Francia que en cualquier otro país; sin embargo, había más discusiones sobre el comunismo en Francia que en Rusia. La École Normale Supérieure de París era un centro importante de enseñanzas marxistas. Lucien Herr [1864–1926], el bibliotecario, tuvo una gran influencia. Fue el padre del marxismo francés. Al irse haciendo cada vez más importantes los antiguos alumnos de la École Normale Supérieure, la escuela extendió el marxismo por toda Francia.

En general, prevalecía la misma situación en la mayoría de los países europeos. Cuando las universidades parecían ir lentas en su aceptación del marxismo, se creaban escuelas especiales para educar a las nuevas generaciones en el socialismo ortodoxo. Ese era el objetivo de la London School of Economics, una institución fabiana fundada por los Webb. Pero no podían evitar ser invadidas por otras ideas. Por ejemplo, [Friedrich A.] Hayek [1899–1992] enseñó varios años en la London School of Economics. Lo mismo pasaba en todos los países: los países europeos tenían universidades públicas. La gente ignoraba en general el hecho de que los marxistas, no los librecambistas, eran nombrados por el zar en las universidades imperiales en Rusia. A estos profesores se les llamó marxistas legales, o mejor aún “leales”. Cuando los bolcheviques llegaron al poder en Rusia, no hizo falta despedir a profesores.

Marx no veía diferencias entre las distintas partes del mundo. Una de sus doctrinas era que el capitalismo es una etapa en el desarrollo del socialismo. A este respecto, hay algunas naciones que están más atrasadas que otras. Pero el capitalismo estaba destruyendo las barreras comerciales y las barreras migratorias que en un tiempo impidieron la unificación del mundo. Por tanto, las diferencias en la evolución de los diversos países del mundo con respecto a su madurez hacia el socialismo iban a desaparecer.

En el Manifiesto comunista de 1848, Marx declaraba que el capitalismo estaba destruyendo todas las peculiaridades nacionales y unificando en un sistema económico a todos los países del mundo. Los precios baratos de los productos eran los medios que usaba el capitalismo para destruir al nacionalismo. Era 1848 la persona media no sabía nada acerca de Asia o África. Marx estaba menos informado que el empresario inglés medio, que sabía algo acerca de las relaciones comerciales con China e India. La única atención que dio Marx a este problema fue su comentario, publicado posteriormente por Vera Zasulich, en el sentido de que podría ser posible que un país saltara la etapa capitalista y se encaminara directamente al socialismo. Marx no veía ninguna distinción entre las diversas naciones. El capitalismo, el feudalismo, produce un progresivo empobrecimiento en todas partes. En todas partes habría economías maduras. Y cuando llegara la era del capitalismo maduro, todo el mundo habría alcanzado el socialismo.

Marx no tenía la capacidad de aprender observando los acontecimientos políticos y la literatura política que se publicaba a su alrededor. Para él no existía prácticamente nada, salvo los libros de los economistas clásicos, que encontraba en la biblioteca del British Museum, y las audiencias de las comisiones parlamentarias británicas. Ni siquiera sabía lo que estaba pasando su propio barrio. No veía que muchas personas estaban luchando, no por los intereses del proletariado, sino por los principios de la nacionalidad.

Marx ignoraba completamente este principio de la nacionalidad. El principio de la nacionalidad reclamaba que todo grupo lingüístico formara un estado independiente y que todos los miembros de dicho grupo fueran reconocido y unificados. Este fue el principio que produjo los conflictos europeos, llevó a la completa destrucción del sistema europeo y creó el caos actual en Europa. El principio de la nacionalidad no tiene en cuenta que hay grandes territorios en los que las poblaciones lingüísticas están mezcladas. Consecuentemente, hubo luchas entre los diversos grupos lingüísticos que acabaron generando la situación que tenemos hoy en Europa. Menciono esto porque es un principio de gobierno que era desconocido hasta ahora.

Según este principio, no puede existir una nación como la India. Es posible que este principio nacionalidad desmiembre a la India en muchos estados independientes que luchen entre sí. El parlamento indio usa el idioma inglés. Los miembros de los diversos estados no pueden comunicarse entre sí, si no es empleando el lenguaje del gobierno, un lenguaje que prácticamente han expulsado de su país. Pero esta situación no durará eternamente.

En 1848, cuando los eslavos de Europa se reunieron en el Congreso Paneslavista de Moscú, tuvieron que hablar entre sí en alemán. Pero esto no impidió posteriores acontecimientos de una manera distinta.

A Karl Marx y Engels no les gustaba el movimiento nacionalista y nunca se interesaron por él. No se ajustaba a sus planes y estrategias. Si, debido a los comentarios poco amables que hicieron Marx y Engels acerca de diversos grupos lingüísticos de Austria-Hungría y los Balcanes, algunos autores, especialmente autores franceses, piensan que Marx fue un predecesor de nacionalsocialismo (nazismo) se equivocan. Marx decía que lo que quería era crear un estado mundial. Y esa era también la idea de Lenin.

En 1848 Marx ya había supuesto que el socialismo estaba a la vuelta de la esquina. A partir de esa teoría, no había razón para formar un estado lingüísticamente independiente. Ese estado solo podría ser muy temporal. Marx sencillamente suponía que la época de las nacionalidades terminaría y que estábamos en vísperas de una época en la que ya no habría diferencias entre los distintos tipos, clases, naciones, grupos lingüísticos, etc. Marx negaba absolutamente cualquier diferencia entre hombres. Todos los hombres serían del mismo tipo. Nunca hubo nunca respuesta en Marx con respecto a qué idioma usarían las personas de este único mundo o cuál sería la nacionalidad del dictador.

Max se enfurecía cuando alguien decía que había diferencias entre hombres en la misma nación, la misma ciudad, el mismo negocio, al igual que los marxistas se enfurecían cuando alguien les decía que había diferencias entre ingleses esquimales. Según Marx, la única diferencia se debía a la educación. Si un idiota y Dante hubieran sido educados de la misma manera, no habría habido diferencias entre ellos. Esta idea influyó en los seguidores de Marx y sigue siendo uno de los principios guía de la educación estadounidense. ¿Por qué no son todos igualmente inteligentes? Muchos marxistas suponen que en la futura comunidad socialista la persona media será igual en talentos, dones, inteligencia, logros artísticos, a los hombres más grandes del pasado, como Trotski, Aristóteles, Marx y Goethe, aunque seguirá habiendo algunas personas más dotadas.

Nunca se le ocurrió a Marx que, en el mejor de los casos, la educación solo puede transferir al alumno lo que ya sabe el maestro. En el caso de Marx, no le hubiera bastado con haber sido educado en una escuela por maestros perfectamente hegelianos, porque entonces todo lo que habría producido habría sido solo hegelianismo. Al educar a la gente en el conocimiento de los automóviles de la generación precedente, no habría sido posible producir automóviles. La educación nunca puede producir progreso como tal. El que algunas personas, gracias a sus posiciones, herencia, educación y otras cosas, tengan el don de ir un paso más allá que las generaciones precedentes no puede explicarse sencillamente por la educación.

Igualmente, es imposible explicar grandes cosas y grandes acciones de algunos hombres sencillamente refiriéndose a su afiliación nacional. El problema es por qué eran estas personas distintas de sus hermanos. Marx sencillamente suponía, sin ninguna razón, que ahora vivíamos en la época del internacionalismo y que todos los hechos nacionales desaparecerían. De la misma manera que suponía que la especialización desaparecería, porque las máquinas podrían ser manejadas por trabajadores no cualificados, suponía que ya no habría ninguna diferencia entre las diversas partes del mundo y las diversas naciones. Todo tipo de conflicto entre naciones se interpretaba como la consecuencia de las maquinaciones de la burguesía. ¿Por qué luchan franceses y alemanes? ¿Por qué lucharon en 1880? Porque las clases dirigentes de Prusia y las clases dirigentes de Francia querían luchar. Pero esto no tiene nada que ver con los intereses de las naciones.

Con respecto a su actitud hacia la guerra, por supuesto, Marx estuvo influido por la idea de los liberales de laissez faire de Manchester. Al usar la expresión “liberalismo de Manchester” siempre como un insulto, tendemos a olvidar el enunciado esencial de aquella famosa declaración del Congreso de Manchester en el que se originó. Allí se dijo que en el mundo del libre comercio ya no hay ninguna razón para que las naciones luchen entre sí. Si hay libre comercio y todas las naciones pueden disfrutar de los productos de todas las demás naciones, desaparece la causa más importante de las guerras. A los príncipes les interesa aumentar el tamaño territorial de su provincia principesca para obtener mayores rentas y poder, pero a las naciones como tales no les interesa, porque no supone ninguna diferencia bajo el libre comercio. Y en ausencia de barreras a la inmigración al ciudadano individual no le importa si su país es grande o pequeño. Por tanto, según los liberales de Manchester, la guerra desaparecería bajo un gobierno democrático popular. La gente no estaría entonces a favor de la guerra porque no tendría nada que ganar, solo puede pagar y morir en la guerra.

Fue esta idea la que tenía en la cabeza el presidente [Woodrow] Wilson [1856-1924] cuando inició la guerra contra Alemania. Lo que no veía el presidente Wilson era que todo esto acerca de la inutilidad de la guerra solo es cierto en un mundo donde hay libre comercio entre naciones. No es cierto en un mundo de intervencionismo.

Sir Norman Angell [1872–1967] sigue argumentando así. ¿Qué ganaron individualmente los alemanes en 1870? Esto era entonces casi verdad, porque no había comparativamente libre comercio. Pero hoy la situación es distinta. Las propias políticas de Italia hicieron imposible a los italianos, en el mundo del intervencionismo, obtener las materias primas que necesitaban. No es verdad que en el mundo intervencionista actual la persona individual no obtenga algo de la guerra.

La Sociedad de Naciones es uno de los grandes fracasos en la historia mundial, y ha habido muchos fracasos en la historia mundial. Durante los 20 años de la sociedad, las barreras comerciales se intensificaron cada vez más. Los aranceles dejaron de ser importantes como barreras comerciales, porque se establecieron embargos.

Como los liberales decían que la guerra ya no sería ventajosa económicamente porque la gente no ganaría nada con ella, una nación democrática no tendría por tanto ningún interés en iniciar guerras. Marx supuso que esto era verdad incluso en el mundo intervencionista que se estaba desarrollando ante sus ojos. Fue uno de los errores esenciales del marxismo. Marx no era un pacifista. Nunca dijo que la guerra fuera mala. Solo dijo (porque lo habían dicho los liberales) que la guerra entre naciones no tenía ninguna importancia ni significado en absoluto. Decía que la guerra (es decir, la revolución, con lo que se refería a la guerra civil) era necesaria. Tampoco Friedrich Engels era un pacifista: estudiaba ciencia militar continuamente para prepararse para el puesto que se había asignado como comandante en jefe de todas las naciones, como comandante en jefe de los proletarios de todos los países unidos. Recordad que participaba en la caza del zorro con una chaqueta roja, lo que dijo a Marx que era el mejor ejercicio para un futuro General.

Debido esta idea de revolución (guerra civil, no guerra internacional) la internacional marxista empezó a discutir acerca de la paz. En 1864 Marx fundó en Londres la Primera Internacional. Se reunió un grupo de personas que tenía muy poco que ver con el pueblo y las masas. Había un secretario para cada país. El secretario para Italia era Friedrich Engels y muchos de los demás países estaban representados por personas que solo conocían como turistas los países que representaban. Las discusiones entre los miembros perturbaron toda la Internacional. Finalmente se trasladó a Estados Unidos y se disolvió en 1876.

La Segunda Internacional se formó en París en 1869. Pero esta Segunda Internacional no sabía qué hacer. Los sindicatos habían aparecido y se oponían al libre comercio y la libre migración. Bajo esas condiciones, ¿cómo se podían encontrar temas a discutir en un congreso internacional? Luego decidieron hablar de la paz y la guerra, pero solo a nivel nacional. Decían que todos eran proletarios y estaban de acuerdo en que nunca lucharían en las guerras de la burguesía. Los alemanes incluían a Engels y Karl Kautsky. Hubo algunos franceses “malos” en el grupo que preguntaron: “¿Qué queréis decir cuando decís que no podemos defender a nuestro país? No nos gustan los Hohenzollern”. Los franceses en ese tiempo llegaron un acuerdo con los rusos y a los alemanes no les gustó eso. Había un congreso internacional como ese cada varios años y cada vez los periódicos decían que anunciaba el fin de la guerra. Pero estos “amables compañeros” no discutían las causas reales de fricción, las barreras a la emigración, etc. El estallido de la Primera Guerra Mundial interrumpió los congresos internacionales.

Lo que planeaba Marx era una revolución. Pero lo que ocurrió realmente fue que creó una organización burocrática en los países europeos que era, en buena parte, inocua porque le faltaba el poder para poner en práctica sus teorías. Luego se desarrolló en el este una organización comunista que por desgracia tiene el poder de ejecutar a personas y amenazar al mundo entero. Y todo esto empezó en el salón de lectura del British Museum de Londres por medio de un hombre, que no era en ningún sentido un hombre de acción, pero que fue capaz de producir acción violenta. Fueron tímidos personajes burgueses, Karl Marx y Georges Sorel, los que crearon todo este daño. La mayoría de las ideas violentas de nuestros tiempos han provenido de hombres que por sí mismos no habría sido capaces de resistir ninguna agresión.

Wilson aceptaba la doctrina de los liberales de Manchester, es decir, que en lo que se refería a la guerra, a las democracias no les gusta guerrear: las democracias solo pelean en guerras defensivas, porque el ciudadano individual no puede esperar ninguna mejora de sus condiciones a través de la guerra, ni siquiera si su país vence. Pero Wilson no veía que esto solo era verdad en un mundo de libre comercio. No veía que esto ya era bastante distinto en la época en la que vivía, que era una época de intervencionismo. No se daba cuenta de que un enorme cambio las políticas económicas había privado de aplicación esta teoría de los liberales de Manchester. Las barreras comerciales eran comparativamente inocentes en 1914. Pero habían empeorado mucho durante los años de la Sociedad de Naciones. Mientras los librecambistas se reunían con la Sociedad en Ginebra y hablaban acerca de reducir las barreras comerciales, la gente en su casa estaba aumentándolas. En 1933 hubo una reunión en Londres para favorecer la cooperación entre naciones. Y fue precisamente en este momento cuando el país más rico, Estados Unidos, anuló todo con regulaciones monetarias y financieras. Después de esto, todo el aparato era absolutamente inútil.

La teoría de la ventaja comparativa de Ricardo dice que es ventajoso para una nación tener libre comercio incluso si todas las demás naciones se aferran a sus barreras comerciales. Si hoy Estados Unidos fuera la única en adoptar libre comercio habría ciertos cambios. Pero si todos los países se aferraran al proteccionismo con barreras de importación, a EEUU no le sería posible comprar más bienes en otros países.

Hay aislacionistas no solo en este país: hay también aislacionistas en otros países. Las importaciones deben pagarse con las exportaciones y las exportaciones no tienen otro propósito que pagar las importaciones. Así que el establecimiento de libre comercio por la nación más rica y poderosa no solo no cambiaría la situación para los italianos, por ejemplo, si mantuviera sus barreras comerciales. No supondría ninguna diferencia tampoco para otros países. Es ventajoso para cualquier país tener libre comercio aunque todos los demás países no lo tengan, pero el problema es eliminar las barreras de los demás países.

El término “socialismo”, cuando era nuevo en la segunda parte de la década de 1830, significaba exactamente lo mismo que “comunismo”, es decir, la nacionalización de los medios de producción. “Comunismo” era el término más popular al principio. Lentamente, el término “comunismo” cayó en el olvido y pasó a usarse casi exclusivamente el término “socialismo”.

Se formaron los partidos socialistas, los partidos socialdemócratas, y su dogma fundamental era el Manifiesto comunista. En 1918 Lenin necesitaba un nuevo término para distinguir a su grupo de socialistas de aquellos grupos a los que llamaba “traidores sociales”. Así que dio al término “comunismo” un nuevo significado: lo usó para referirse, no al objetivo final del socialismo y el comunismo, sino solo a los medios tácticos para alcanzarlos. Hasta Stalin, comunismo significaba sencillamente un método mejor (el método revolucionario) frente al método pacífico socialista de los “traidores socialistas”. A finales de la década de 1920, sin gran éxito, Stalin trató de dar en la Tercera Internacional un significado distinto al término “comunismo”. Sin embargo, Rusia se sigue llamando la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

En una carta, Karl Marx distinguía entre dos etapas de socialismo: la etapa preliminar inferior y la etapa superior. Pero Marx no daba nombres distintos estas dos etapas. En la etapa superior, decía, habrá tal abundancia de todo que será posible establecer el principio “a cada uno de acuerdo con sus necesidades”. Como las críticas desde el extranjero veían diferencias en los niveles de vida de los diversos miembros de los soviets rusos, Stalin hizo una distinción. A finales de la década de 1920 declaró que la etapa inferior era el “socialismo” y la etapa superior era el “comunismo”. La diferencia era que en la etapa socialista inferior había desigualdad en las raciones de los diversos miembros de los soviets rusos; la igualdad solo se obtendría en la posterior etapa comunista.


El artículo original se encuentra aquí.

 

[1] V. I. Lenin, Materialismo y empiro-criticismo: Comentarios críticos sobre una filosofía reaccionaria (Moscú: Zveno, 1909). (N. del e.)

[2] Rosenberg (1893–1946) fue un ideólogo nazi condenado a muerte por delitos de guerra en Nuremberg el 1 de octubre de 1946. Fue ejecutado el 16 de octubre de 1946. (N. del e.)

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