Tres lecciones económicas que aprendí de mi padre

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Desde que lo conozco, mi padre siempre ha sido un emprendedor. Incluso ahora, en sus setenta, acepta trabajos extra para mantenerse activo y tener un poco de dinero adicional para gastos.

A lo largo de mi infancia y juventud, siempre había sido un agente y vendedor independiente de seguros. A menudo contrataba a una o dos personas para que le ayudaran con los teléfonos y el papeleo. Pero también a menudo trabajaba solo.

Al crecer, la idea de ir a trabajar para una gran empresa durante 30 o 40 años y luego jubilarme para jugar al golf o quedarme en una mecedora en algún sitio, fue algo que me era completamente ajeno. Sin embargo, hoy la gente de mi edad espera sobre todo trabajar a tiempo completo hasta los 75 años o más. Podemos olvidarnos de las pensiones y la Seguridad Social. Pero incluso cuando una jubilación de varias décadas parecía una opción viable en los viejos tiempos, eso no era algo a lo que se aspirara en mi casa.

En resumen, mi padre siempre ha sido parte de un pequeño grupo minoritario en Estados Unidos: la gente que quiere ganarse la vida dirigiendo su propio negocio. Se estima que solo alrededor del 10% de los estadounidenses se gana realmente la vida con negocios de su propiedad. Las cifras son más altas si nos fijamos en la gente que tiene alguna renta de pequeños negocios extra. Pero cuando hablamos de personas cuya principal fuente de rentas es su propio negocio, las cifras son más pequeñas.

No es sorprendente que los que se encuentran en este grupo minoritario tengan una manera distinta de ver el mundo.

Para ellos, no hay jefe ni director al que quejarse cuando tu renta no es tan alta como te gustaría. Si no hay dinero suficiente como pagara la nómina al final del mes, los dueños del negocio ven su fracaso en sus mismas narices y saben que pueden incluso arrastrar a otras familias con ellos. En último término, la pregunta más importante es siempre: ¿Cómo puedo conseguir más clientes que me den voluntariamente su dinero? No responder a esta pregunta lleva al fracaso del negocio propio.

Esta puede parecer una observación muy simple, pero quienes están obligados diariamente a plantear la pregunta, esto los lleva a una visión del mundo que puede ser muy diferente de la de millones de otros trabajadores que trabajan por un salario.

Pensando en las cosas que me enseño papá acerca de los negocios (explícitamente o por casualidad), hay tres lecciones principales que fui capaz de aprender:

Uno: Aumentar el ingreso requiere más que solo aumentar los precios

Los dueños de negocios odian aumentar los precios. Después de todo, aumentar precios enajena clientes y les molesta. La sorpresa en la factura puede ser desagradable para el cliente, pero a menudo es peor para el dueño del negocio, que quiere hacer la venta tanto como el cliente quiere el producto o servicio.

¿Cómo evitar entonces aumentar los precios? La respuesta está en rebajar los costes de hacer negocios. Un dueño de un negocio puede rebajar los costes encontrando maneras de producir de forma más barata los bienes y servicios que vende para ganarse la vida. Esto puede incluir encontrar un despacho más barato a alquilar o encontrar mano de obra que cueste menos. Podría significar encontrar camionetas de reparto más baratas o un plan de atención sanitaria más barato para sus empleados.

Al final, si estos costes pueden rebajarse, el dueño del negocio puede ser capaz de bajar sus precios y superar a su competencia. Esto llevará a más ventas y más ingresos. Costes más bajos significan ingresos netos más altos. También significan que puede dar más productos y servicios a sus clientes, lo que enriquece a todos.

Por supuesto, algunos asalariados a menudo adoptan una postura distinta. Para ellos, obtener una renta superior a menudo significa quedarse ahí el tiempo suficiente como para conseguir un salario superior por antigüedad. O podrían defender un “aumento” a través de aumentos ordenados por el gobierno en el gasto en atención sanitaria o vacaciones obligatorias o un salario mínimo.

Los efectos a más largo plazo de estas últimas “estrategias” son, por supuesto, desempleo y rentas reales inferiores. Pero los asalariados que piensan que se benefician de la intervención no lo ven así.

Dos: Los políticos no hacen más que aumentar los costes

Lo que nos lleva a otra lección importante que se puede aprender de los dueños de negocios: “el gobierno no te ayudará”.

Oh, es verdad, el gobierno puede ayudar a muy corto plazo si se puede convencer a los legisladores para que aprueben leyes que ayuden de un negocio o sector concreto. Pero esas leyes no existen aisladas. Esos mismos legisladores también están ocupados aprobando leyes que benefician a la competencia y dañan la rentabilidad en otros sentidos.

Dada la rápida extensión de costosas regulaciones públicas contra los negocios en años recientes, podemos apostar que el efecto general de cabildear ante el gobierno en busca de “favores” no acabará bien.

En general, la intervención pública tiene el resultado de aumentar los costes. Y entonces tendremos que aumentar los precios de nuevo.

Gracias a las regulaciones laborales, las regulaciones medioambientales, las supuestas leyes de “protección al consumidor”, los impuestos, los aranceles y multitud de otras intervenciones públicas, los dueños de negocios se enfrentan a un constante aumento de la presión sobre el coste de hacer negocios. Esto lleva a una disminución de los ingresos netos y a una disminución en las rentas. Significa ser menos capaces de contratar personal y significa menos beneficio disponible para reinvertir en el negocio.

A los asalariados locos por la intervención pública, por el contrario, no les preocupa tener bajos los costes. Quieren precios más altos, al menos para los productos y servicios en su sector. Por eso les gustan los aranceles, los controles de inmigración y los salarios mínimos. En realidad, por supuesto, todas estas cosas solo aumentan el coste de hacer negocios, llevando a menos contrataciones y presionando los salarios a la baja. Pero lo que ven muchísimos asalariados es la “protección” que reciben de una orden de inmigración o un arancel superior.

Cuando el gobierno aumenta los aranceles sobre, por ejemplo, el acero, esto aumenta los precios de los vehículos de reparto que debe comprar el dueño de un negocio para hacerlo funcionar. Esto significa menos crecimiento del negocio y menos contrataciones. El asalariado que está a favor de la intervención pública, por el contrario, solo ve menos importaciones de acero y más producción local de acero. “Hemos salvado empleos”, dice entonces el asalariado. “¡Un punto para el trabajador!” En realidad, el “trabajador” tiene ahora menos trabajos a elegir en general.

Igualmente, nuestro asalariado intervencionista no quiere que entre en el país ninguna nueva mano de obra extranjera. En lo que a él respecta, no se necesita. Los trabajadores tienen una tendencia a sobrevalorarse y piensan que “esos dueños de negocios no necesitan ningún trabajador inmigrante. ¡Hacemos un trabajo maravilloso!” A muchos dueños de negocios les gustaría discrepar, por supuesto. A muchos asalariados les gusta consolarse con el mito de que a los dueños de negocios les gustan los inmigrantes porque trabajan por salarios por debajo del mercado. No es así. El hecho es que a muchos dueños de negocios les gusta a la mano de obra inmigrante porque son mejores trabajadores. Después de todo, muchos de los trabajadores nativos no pueden siquiera pasar un test de drogas.

Repito, en el núcleo de todo está la pregunta de que los dueños de negocios deben hacerse diariamente: ¿cómo puedo convencer al cliente para que me dé voluntariamente su dinero?

El enfoque está en el cliente y el público en general y en contribuir a la sociedad ofreciendo un producto o servicio al precio que quiere la gente. El dueño del negocio no puede permitirse esperar a que los trabajadores nativos estén lo suficientemente sobrios como para convertirse en trabajadores eficientes. No puede permitirse pagar más por productos de acero porque los trabajadores de las acerías no puedan ser molestados para que aprendan habilidades que se demandan más.

Pero aranceles y controles de inmigración y la llamada legislación “favorable al trabajo” obliga a esto a los dueños de negocios. Sin embargo, a sus clientes no les importa. Quieren los mismos productos a los mismos precios. O menores. Así que el dueño de un negocio se encuentra constantemente atrapado entre los intentos del gobierno de aumentar los salarios y los costes de hacer negocios y las demandas del cliente.

Naturalmente, el dueño del negocio solo quiere agradar al cliente. Pero los gobierno hacen esto más difícil a cada paso.

Tres: El mundo cambia constantemente

Y esto nos lleva a la última lección que me enseñó mi padre: “el mundo cambia constantemente y es mejor que te prepares para afrontar ese cambio”.

Por supuesto, para muchos trabajadores, una situación ideal de empleo parece ser algo así: aprende algunas habilidades, encuentra un buen empresario para el que trabajar y luego haz lo mismo durante décadas. Después, jubílate. Tal vez en el pasado algunos trabajadores incluso llegaron a conseguir esto.

Pero ya no son los Viejos Tiempos y este modelo de empleo sencillamente no funciona. El trabajador debe tener mentalidad emprendedora. Debe preguntarse: ¿cómo puedo dar algo al cliente de forma que me haga valioso?

Además, producir valor como trabajador podría ser incómodo. Tal vez haya que mudarse a otra ciudad para ganarse la vida. Después de todo, no hay un “derecho” a un empleo a 20 minutos de donde uno vive. Si se trabaja en las minas de carbón de Virginia Occidental durante muchos años y ahora esas minas han dejado de ser rentables gracias al petróleo y el gas natural baratos, es ahora mirar adelante. Quedarse sentado y tomar analgésicos no resolverá el problema.

Sí, moverse para encontrar un empleo puede ser extremadamente desagradable. La movilidad residencial tiene sus inconvenientes. Pero también la pobreza y el paro.

Sería bueno que pudiésemos volver a un tiempo (que casi con seguridad nunca existió) en el que ganarse la vida requería poco más que presentarse. Pero ese mundo definitivamente nunca ha existido para los dueños de negocios y emprendedores. Hace mucho que saben que aumentar el coste de la vida para proteger a ciertos grupos asalariados nunca hizo “grandes” a los Estados Unidos. Por desgracia, estos emprendedores están en gran minoría y por tanto la democracia no está de su lado.


El artículo original se encuentra aquí.

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