Cómo manipular a la gente con los tipos de interés

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La mayoría de los expertos están de acuerdo en que, a través de la manipulación de los tipos de interés a corto plazo, el banco central, por medio de expectativas con respecto a la política futura de tipos de interés, puede también dictar la dirección de los tipos de interés a largo plazo. Par esta manera de pensar, las expectativas con respecto a los tipos futuros de interés a corto plazo son esenciales para establecer los tipos a largo plazo. (Advirtamos que, en esta manera de pensar, los tipos a largo plazo son una media de los tipos de interés a corto plazo).

Dado el control supuestamente casi absoluto sobre los tipos de interés, el banco central, mediante las manipulaciones correctas de los tipos de interés a corto plazo podrían dirigir la economía siguiendo el rumbo del crecimiento de la prosperidad económica, o eso se sostiene. (De hecho, esa es la misión recibida por los bancos centrales).

Por ejemplo, cuando se piensa que la economía ha caído por debajo de la vía del crecimiento económico estable, se sostiene que mediante la bajada del tipo de interés el banco central puede reforzar la demanda agregada. Esto a su vez ayudaría a llevar a la economía a una vía de crecimiento económico estable.

Por el contrario, cuando se está “sobrecalentada” y sigue una vía de crecimiento por encima de la que se considera como crecimiento económico estable, aumentando los tipos de interés el banco central podría ralentizar la economía de vuelta a la vía de la estabilidad económica.

¿Pero es válido sugerir que el banco central es el factor clave en la determinación del interés?

Preferencias temporales individuales y tipos de interés

Según grandes pensadores económicos como Carl Menger y Ludwig von Mises, el interés es el resultado del hecho de que todas las personas atribuye más importancia a los bienes y servicios en el presente frente a los bienes idénticos en el futuro.

La mayor valoración no es el resultado de un comportamiento caprichoso, sino del hecho de que no es posible la vida en el futuro sin mantener antes en el presente. Según Carl Menger:

La vida humana es un proceso en el que el curso del desarrollo futuro está siempre influido por el desarrollo previo. Es un proceso que no puede reanudarse una vez se ha interrumpido y no puede rehabilitarse completamente una vez se ha desordenado seriamente. Un requisito necesario de nuestra provisión para el mantenimiento de nuestras vidas y para nuestro desarrollo en periodos futuros es una preocupación para los periodos anteriores de nuestras vidas. Dejando aparte las irregularidades de la actividad económica, podemos concluir que los hombres que economizan generalmente tratan de asegurar primero la satisfacción de las necesidades del futuro inmediato y solo después de que se ha hecho esto, intentan asegurar la satisfacción de necesidades de periodos más distantes, de acuerdo con la lejanía en el tiempo.[1]

Por tanto, diversos bienes y servicios que se requieren para sostener la vida del hombre en el presente deben ser de mayor importancia para él que los mismo bienes y servicios en el futuro.

Sobre esto, Menger escribía:

En la medida en la que el mantenimiento de nuestras vidas depende de la satisfacción de nuestras necesidades, garantizar la satisfacción de necesidades anteriores debe preceder necesariamente a la de las posteriores. E incluso si no son nuestras vidas sino solo nuestro continuo bienestar (sobre todo, nuestra riqueza) depende del dominio de una cantidad de bienes, el logro del bienestar en un periodo más cercano es, como norma general, un requisito del bienestar en un periodo posterior. El dominio de los medios para el mantenimiento de nuestro bienestar en un momento lejano nos vale de poco si la pobreza y el sufrimiento han menoscabado nuestra salud o atrofiado nuestro desarrollo en un periodo anterior.[2]

De forma similar, Mises escribía que

Quien quiera vivir para ver el día siguiente debe primero de todo atender a la conservación de su vida en el periodo intermedio. Supervivencia y provisión de las necesidades vitales son por tanto requisitos para la satisfacción de cualquier deseo en el futuro más distante.[3]

Así que el sostenimiento de la vida sirve como patrón de valoración con respecto a los bienes presentes frente a los bienes futuros. Según Mises:

Si él (el consumidor) no prefiriera la satisfacción en un periodo más cercano del futuro a la de un periodo más lejano, nunca consumiría ni, por tanto, consumiría ni disfrutaría. No consumiría hoy, pero tampoco consumiría mañana, ya que en el futuro se enfrentaría a la misma alternativa.[4]

Mientras los medios a disposición de una persona sean suficientes para atender sus necesidades inmediatas, probablemente asigne menos importancia a los objetivos futuros. Con la expansión de las existencias de medios, la persona puede ahora asignar algunos de esos medios hacia el logro de distintos fines en el futuro.

Sostenimiento de la vida y tipo cero de interés

Como norma, con la expansión de las existencias de medios, la gente tiende a asignar más medios hacia el logro de objetivos remotos para mejorar su calidad de vida a lo largo de esta.

Con medios escasos, una persona solo puede considerar objetivos a muy corto plazo, como fabricar una herramienta primitiva. El exiguo tamaño de sus medios no le permite asumir la fabricación de herramientas más evolucionadas. Con el aumento de los medios a su disposición, podría considerar asumir la fabricación de herramientas mejores.

Ninguna persona asume un objetivo que promete un rendimiento cero. El mantenimiento del proceso de la vida más allá de una existencia precaria requiere una expansión de la riqueza. La expansión de la riqueza implica rendimientos positivos. Es mediante la generación de riqueza, después de conseguir el mantenimiento de la vida y el bienestar en el presente, lo que hace posible el ahorro.

Este ahorro permite a su vez una mayor expansión de la riqueza. La expansión de las existencias de riqueza real permite una mayor asignación de ahorro hacia objetivos a más largo plazo, lo que implica una mayor preferencia por bienes futuros, es decir, una rebaja de los tipos de interés.

Mientras que antes de la expansión de riqueza real la necesidad de mantener vida y bienestar en el presente hacía imposible embarcarse en diversos proyectos a largo plazo, con más riqueza esto se ha hecho posible. La riqueza adicional que se convierte en disponible se invierte porque los beneficios futuros esperados superan los beneficios de consumirlos en el presente.

Los tipos de interés guían a los que toman las decisiones empresariales

Como en la economía de mercado el interés se calcula en términos monetarios, parecería que el dinero es un factor determinante para el nivel de los intereses. A ser el medio de intercambio, el dinero solo facilita el flujo del ahorro real de prestamistas a prestatarios, o de ofertantes a demandantes. Sin embargo, el dinero no tiene nada que ver con el hecho de que el interés sea el resultado de una valoración superior de los bienes presentes frente a los futuros.

Los cambios en los tipos de interés indican a los negocios la viabilidad de asumir diversos proyectos de capital. Una caída en el tipo de interés significaría que hay disponible una mayor proporción de medios para estos proyectos. Por el contrario, un aumento en el tipo de interés implicaría que hay menos financiación disponible para estos proyectos.

Al establecer un tipo de interés, tanto el comprador como el vendedor de ahorro real deben considerar el hecho que los bancos centrales deprecian constantemente el poder adquisitivo del dinero por medio de la imprenta.

Por tanto, las expectativas de depreciación en el poder adquisitivo del dinero contribuirán a un aumento en el tipo de interés expresado en términos monetarios. Por el contrario, las expectativas de que el poder adquisitivo del dinero aumentará contribuirían a la rebaja del interés.

Observemos que la inyección monetaria, que erosiona el poder adquisitivo del dinero, también debilita el flujo del ahorro real al establecer un intercambio de nada por algo. Esto debilita la formación de riqueza real, lo que a su vez aumenta la preferencia de la gente hacia el consumo presente y, por tanto, a un aumento en el tipo subyacente de interés que se corresponde con las preferencias temporales de las personas. En conclusión, a lo largo del tiempo la inyección monetaria aumenta el nivel de los tipos de interés.

¿Permite la rebaja del interés una mayor formación de capital?

Al ser el resultado del hecho de que el mantenimiento de la vida impone una mayor importancia a los bienes presentes frente a los bienes futuros, el interés como tal no causa más o menos inversión, como dicen las teorías populares.

Es verdad que los hombres de negocios reaccionan a los tipos de interés. En este sentido, el tipo de interés puede considerarse como un indicador. Lo que permite una expansión de la producción de bienes de capital no son los tipos de interés como tales, sino el aumento en las existencias de ahorro real. Una mayor asignación de riqueza ahorrada real a la creación de bienes de capital, manifestada por la rebaja de las preferencias temporales de la gente: la rebaja de los tipos de interés. (Advirtamos de nueva que lo que permite la expansión de las inversiones en bienes de capital es la mayor asignación de riqueza real ahorrada y no la rebaja de tipos de interés como tal, que se limita a reflejar la mayor asignación de riqueza real a la inversión de capital).

Cuando no se manipulan los tipos de interés, sirven como una herramienta importante para facilitar el flujo del ahorro real hacia la creación de infraestructura generadora de riqueza.

Siempre que el banco central manipula los tipos de interés, falsifica este indicador, rompiendo así la armonía entre la producción de bienes de consumo presente y la producción de bienes de capital, es decir, herramientas y maquinaria. Aparece un exceso de inversión en bienes de capital y un defecto de inversión en bienes de consumo. Mientras que un exceso de inversión en bienes de capital genera un auge, la liquidación de este exceso produce un declive. De ahí el ciclo de auge-declive. Sobre esto, Rothbard escribía:

Una vez que los consumidores restablecen sus proporciones de consumo/inversión deseadas se revela que las empresas han invertido demasiado en bienes de capital (de ahí la expresión “teoría de la sobreinversión monetaria”) y también han invertido demasiado poco en bienes de consumo. Las empresas fueron seducidas por el gobierno manipulando y rebajando artificialmente el tipo de interés y actuaron como si hubiera más ahorro disponible para invertir del que había realmente.[5]

Conclusiones

Para concluir, mientras el mantenimiento de la vida siga siendo el objetivo último de los seres humanos, estos continuarán asignando una valoración superior a los bienes presentes frente a los bienes futuros y ninguna manipulación del tipo de interés del banco central será capaz de cambiar esto.

Cualquier intento de los dirigentes del banco central de anular este hecho perjudicará el proceso de formación e riqueza real y por tanto disminuirá los niveles de vida de la gente.

El banco central puede tratar de manipular el tipo de interés a cualquier nivel que desee. Sin embargo, no puede ejercitar control sobre los tipos subyacentes de interés que dictan las preferencias temporales de la gente. Cuando el banco central se dedica a una rebaja persistente de tipos de interés, esta política pone en marcha un aumento en los tipos subyacentes de interés que dictan las preferencias temporales de la gente. (Exactamente lo contrario de la intención del banco central).

No va a ayudar al verdadero crecimiento económico que el banco central rebaje artificialmente los tipos de interés si la gente no asigna una cantidad adecuada de ahorro real para apoyar la expansión de las inversiones de los bienes de capital. No es posible remplazar la riqueza real ahorrada con más dinero y una rebaja artificial de los tipos de interés. No es posible generar algo de la nada, como sugieren Keynes y sus muchos seguidores.


El artículo original se encuentra aquí.

[1] Carl Menger, Principles of Economics (Nueva York: New York University Press, 1976), p. 154. [Principios de economía política].

[2] Ibíd., p. 153.

[3] Ludwig von Mises, Human Action, 3ª rev. ed. (Chicago: Henry Regnery, 1966), p. 486. [La acción humana].

[4] Ibíd., p. 484.

[5] Murray N. Rothbard, For a New Liberty (Nueva York: Collier Books, 1978), p. 189. [El manifiesto libertario].

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